La Muerte de los Patriarcas y la Gloria de Cristo
“La Muerte de los Patriarcas y la Gloria de Cristo”
Génesis 50
Introducción
Todos nosotros sabemos que la vida en este mundo termina en un ataúd. Esa es una realidad inevitable, pero la gran diferencia está en cómo llegamos a ese momento y con qué esperanza lo enfrentamos.
El libro de Génesis, que comenzó con la vida perfecta en el Edén, termina en Egipto, con un ataúd. Podría parecer un final triste. Sin embargo, en medio de lágrimas, de heridas familiares y de la certeza de la muerte, brilla una esperanza firme: Dios está en control, perdona a su pueblo y cumplirá su promesa.
José, el gran soñador que sufrió tanto, termina su vida con esta declaración de fe: “Dios ciertamente os visitará.” (Génesis 50:24)
Ese será nuestro tema hoy: cómo Dios en su providencia nos sostiene en el dolor, nos enseña a perdonar, nos da esperanza en la muerte, y nos asegura que un día vendrá a visitarnos en Cristo.
I. El dolor real en un mundo caído nos da la oportunidad de demostrar nuestra fe en las promesas de Dios (Génesis 50:1–14)
“Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, y lloró sobre él, y lo besó” (v. 1). José era un hombre de fe, pero no era de piedra. La muerte de su padre lo hizo llorar. Aquí aprendemos algo importante: la fe no elimina el dolor, lo transforma.
El apóstol Pablo dice: 1 Tesalonicenses 4:13
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.”
Los creyentes lloramos, pero nuestro llanto no es de desesperación. Es un llanto lleno de esperanza, porque creemos en la resurrección.
Aplicación: hermano, hermana, si hoy sufres una pérdida, si lloras por la muerte de un ser querido, no pienses que tu fe es débil. Tus lágrimas son válidas delante de Dios.
Cristo mismo lloró en la tumba de Lázaro (Jn. 11:35). Pero a diferencia del mundo, nuestras lágrimas siempre están regadas por la esperanza de que la muerte no tiene la última palabra.
II. El perdón que refleja a Dios y nos da la oportunidad de testificar que Dios es soberano (Génesis 50:15–21)
“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.” (v. 20)
Después de la muerte de Jacob, los hermanos temen que José busque venganza. Y es lógico: ellos lo traicionaron, lo vendieron, arruinaron su juventud. Pero José responde con perdón.
¿Por qué? Porque José ve la mano de Dios en todo lo que le pasó.
Esto es providencia: aun los pecados y maldades de los hombres no pueden frustrar el plan de Dios.
En la cruz, lo vemos de manera suprema.
Lucas 23:34
“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
Aplicación: si creemos en la providencia de Dios, aprenderemos a perdonar. El perdón no significa que el mal fue bueno, sino que confiamos en que Dios puede transformar incluso lo más oscuro para su gloria y para nuestro bien.
¿Tienes rencor en tu corazón? Recuerda: si José pudo perdonar a sus hermanos, y Cristo perdonó a quienes lo crucificaron, tú también puedes perdonar, porque Dios está en control.
III. La esperanza más allá de la muerte (Génesis 50:22–26)
“Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel; y dio mandamiento acerca de sus huesos.” (Hebreos 11:22)
José vivió en Egipto, llegó a ser un hombre poderoso, y murió con todos los honores. Sin embargo, al morir pidió que sus huesos fueran llevados a Canaán. ¿Por qué?
Porque su esperanza no estaba en Egipto, sino en la promesa de Dios.
Aquí tenemos un testimonio poderoso: José muere mirando hacia adelante, confiando en que Dios cumplirá lo que prometió a Abraham, Isaac y Jacob.
Aplicación: nuestra esperanza no está en esta tierra. Podemos tener comodidades, logros, éxito en este mundo, pero como José, nuestra mirada está puesta en la ciudad celestial, la nueva Jerusalén.
No buscamos quedarnos en Egipto; esperamos la Canaán celestial.
Cierre: “Dios ciertamente os visitará” (Génesis 50:24–25)
“Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos.”
Este es el corazón de Génesis 50. José muere, pero muere con fe en un Dios que no abandona a su pueblo.
– Se cumplió en el Éxodo:
Éxodo 3:16
“Jehová… me apareció, diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto.”
– Se cumplió de manera suprema en Cristo:
Lucas 1:68
“Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo.”
– Se cumplirá plenamente en la Nueva Jerusalén:
Apocalipsis 21:3
“He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.”
Aplicación final:
– En el dolor, podemos decir: Dios ciertamente me visitará.
– En la culpa, podemos descansar: Dios ciertamente me ha visitado en Cristo.
– En la muerte, podemos confiar: Dios ciertamente me visitará con resurrección y gloria.
Conclusión
Hermanos, la vida no es fácil. Todos conocemos el dolor, la traición, la pérdida y, finalmente, la muerte. Pero Génesis 50 nos recuerda que ninguna de esas realidades tiene la última palabra.
En el dolor, podemos confiar en que Dios tiene un plan mayor.
En la culpa, podemos descansar en que Cristo ya nos ha perdonado.
En la muerte, podemos afirmar con José: “Dios ciertamente nos visitará.”
Y eso no es un simple deseo: es una promesa segura en Cristo Jesús. Él ya nos visitó en Belén. Nos visita hoy por su Espíritu. Y un día, cuando venga en gloria, será la visita final y definitiva, donde no habrá más lágrimas, ni más muerte, ni más pecado.
Por eso, como José, podemos enfrentar el presente con fe y mirar el futuro con esperanza. Porque nuestro Dios no se olvida de su pueblo: Dios ciertamente nos visitará.
Amén.