El Cristo que sana y alimenta
El Cristo que sana y alimenta
Introducción
Amados hermanos, nuestro pasaje de hoy nos lleva a un momento profundamente revelador en el ministerio de nuestro Señor Jesucristo. Mateo nos cuenta que, después de sanar a la hija de la mujer cananea (un anticipo glorioso de que las bendiciones del reino no se limitan solo a Israel), Jesús sube al monte junto al mar de Galilea y allí se encuentra con una multitud. Este evento culmina en la alimentación de cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Estos dos milagros, sanidad y alimentación, son una ventana hacia el corazón compasivo de Cristo: Él sana y provee el pan físico, y al mismo tiempo, nos muestra que Él es el Pan verdadero del cielo para todas las naciones.
Este pasaje nos recuerda que el evangelio no es solo para unos pocos privilegiados, sino para el mundo entero. Y como hispanos en Estados Unidos, viviendo entre culturas, luchando muchas veces con escasez, necesitamos escuchar esta buena noticia: Cristo es el Pan suficiente para nuestras almas y nuestras necesidades.
1. Jesús sube al monte y sana a la multitud (vv. 29–31)
El texto nos dice Jesús llegó junto al mar de Galilea, y Maros 7:31 agrega que pasó por la región de Decápolis, que era una región gentil. Este detalle de Marcos nos deja ver que las sanidades como la alimentación de las multitudes fueron milagros en beneficios tanto de judíos como de gentiles.
También el texto dice que Jesús subió al monte y se sentó allí. Esa imagen es poderosa: en el Antiguo Testamento, los montes eran lugares de revelación divina (Sinaí, Carmelo, Sión). Cuando Jesús se sienta en el monte, no es un detalle al azar; es el Maestro celestial enseñando y mostrando que Él es mayor que Moisés. Asimismo, nos advierte que Jesús no sólo se dedicó a hacer milagros, sino que también, y principalmente, vino como el gran Profeta que enseñó la voluntad de Dios para nuestra salvación.
¿Y qué hace allí? Sanó a cojos, mancos, ciegos y mudos (Isaías 35:5-6). El evangelio subraya que “la multitud glorificó al Dios de Israel.” Este detalle es crucial: Mateo, escribiendo a un público judío, enfatiza que incluso los gentiles reconocen al Dios de Israel en la obra de Jesús. Aquí se abre la ventana del pacto de gracia hacia los pueblos. Al mismo tiempo, los gentiles reconocen que la salvación se encuentra solo en el Dios verdadero que se reveló a Israel; que la salvación viene por gracia de los judíos.
Hermanos, al vivir en un país que alberga a todas las naciones del mundo, este pasaje del Evangelio nos recuerda una verdad maravillosa: el evangelio no es solo para una raza privilegiada, sino para todas las naciones.
Por otro lado, ¿cuántos de nosotros venimos con heridas, dolores físicos o emocionales, limitaciones que nos hacen sentir inútiles? El mismo Jesús que sanó a los cojos y ciegos es quien se acerca a nuestras debilidades. Y cuando Él obra, la gloria no va a nosotros, sino al Dios de Israel. Nuestra vida debe apuntar hacia Él. Jesús ha obrado el milagro más grande en nosotros al perdonarnos y darnos vida eterna, por lo que nuestra vida debe ser un canto perpetuo de adoración al Dios de Israel.
2. La compasión de Jesús por la multitud (vv. 32)
Jesús mira a la multitud y declara: “Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer.” Aquí vemos el corazón pastoral de Cristo. No solo sana las enfermedades, también se preocupa por el pan cotidiano. Es el Buen Pastor que alimenta a sus ovejas. La salvación de Cristo no es algo meramente espiritual como si solo se preocupara por nuestras almas y no le importara nuestros cuerpos y las necesidades materiales que nos apremian. No, Él está atento a cada necesidad que tenemos.
En el Antiguo Testamento, Dios alimentó a su pueblo con maná en el desierto. Ahora, en Cristo, vemos al verdadero Pan del cielo que no solo da provisión física, sino vida eterna. Este milagro conecta directamente con la historia de la redención: el Dios del pacto siempre cuida a su pueblo, desde Abraham, pasando por Moisés, hasta Cristo, y ahora hasta nosotros.
Aplicación: En un contexto como el nuestro, donde muchos de nuestros hermanos trabajan largas horas, a veces con salarios bajos, luchando por proveer a sus familias, este pasaje nos recuerda: Cristo no es indiferente a nuestras necesidades. Él conoce tu mesa, tu despensa, tu cansancio. Y Él es fiel para proveer lo que necesitas.
¿Crees que Jesús realmente se preocupa por tus necesidades diarias, o solo lo ves como alguien lejano?
3. La insuficiencia humana frente a la suficiencia de Cristo (vv. 33–36)
Los discípulos reaccionan con incredulidad: “¿De dónde tendremos en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande?” Aquí se revela la tendencia humana: mirar la necesidad en lugar de mirar al Señor.
Jesús no los reprende, sino que les pide lo que tienen: siete panes y unos pocos peces. Y con eso, da gracias, los parte y los entrega. La insuficiencia humana se convierte en abundancia divina cuando pasa por las manos de Cristo.
Este es un principio del pacto de gracia: nosotros no tenemos nada que ofrecer digno de salvación, pero Cristo toma nuestra pobreza espiritual y la llena con su plenitud. Así como alimentó a su pueblo Israel en el desierto en el Antiguo Testamento, vemos a Dios en la persona de su Hijo alimentando a las multitudes. Y Él sigue sanándonos y alimentándonos en nuestro desierto también. Nunca nos abandona.
Aplicación: Quizás tú dices: “Señor, no tengo suficiente fe, no tengo suficiente fuerza, no tengo suficiente dinero, no tengo suficiente tiempo.” Pero la pregunta es: ¿has puesto lo poco que tienes en las manos de Jesús? Porque Él es suficiente.
4. La abundancia de la gracia de Cristo (vv. 37–39)
El texto nos dice que todos comieron y quedaron satisfechos, y aún sobraron siete canastas llenas. La gracia de Cristo no es escasa; es sobreabundante.
Esto nos conecta con toda la historia de la redención: Dios no solo salva “apenas” a su pueblo. Su gracia sobreabunda. En Cristo, recibimos no solo perdón, sino adopción, herencia, Espíritu Santo, y la promesa de la gloria venidera.
En el Antiguo Testamento, el profeta Isaías habló de un banquete que Dios prepararía para todas las naciones (Isaías 25:6). Aquí, en este milagro, tenemos un anticipo de ese banquete mesiánico. Y al final de la historia, en Apocalipsis 19:9, veremos su cumplimiento en las bodas del Cordero.
Aplicación: Hermanos, no vivamos como si la gracia de Cristo fuera limitada. No pensemos que su amor tiene un fin. En nuestra comunidad hispana muchas veces hemos aprendido a sobrevivir con lo poco, a “estirar” lo que tenemos. Pero el reino de Cristo no se vive en escasez: se vive en la abundancia de la gracia.
Conclusión
Este pasaje nos muestra al Cristo que sana, que tiene compasión, que provee, y que sacia con abundancia. Nos conecta con el pacto de gracia, con la historia de la redención desde el Antiguo Testamento hasta Apocalipsis.
Hoy, la invitación es clara: trae tu necesidad a Cristo. Trae tu cansancio, tu hambre, tu insuficiencia. Él es suficiente. Él es el Pan de vida para ti, para tu familia, para nuestra comunidad hispana, y para las naciones. Amén.