ADÁN Y EVA
Autor: Michael Reeves
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Francisco Campos
Los cristianos evangélicos generalmente se han resistido a la desmitificación de los eventos de los Evangelios, por la que, por ejemplo, la resurrección de Jesús se interpreta como una representación mítica del principio de la nueva vida. De hecho, han argumentado fuertemente que es la historicidad misma del evento de la resurrección lo que es tan vital. Sin embargo, cuando se trata de las figuras bíblicas de Adán y Eva, ha habido una voluntad mucho mayor de interpretarlas como míticas o simbólicas. El objetivo simple de este capítulo es mostrar, en un esbozo, que, lejos de ser un asunto periférico para los literalistas quisquillosos, es bíblica y teológicamente necesario que los cristianos crean en Adán en primer lugar, como una persona histórica que, en segundo lugar, engendró a toda la raza humana.
Adán era una persona real e histórica
La evidencia textual
Los primeros capítulos de Génesis a veces usan la palabra “adán” para significar “humanidad” (Génesis 1:26-27, por ejemplo), y dado que claramente hay una estructura literaria en esos capítulos, algunos han visto la figura de Adán allí como un recurso literario, en lugar de un individuo histórico. Surge la pregunta inmediatamente: ¿debemos elegir entre los dos? A lo largo de la Biblia vemos ejemplos de recursos literarios utilizados para presentar material histórico: piense en Nicodemo viniendo a Jesús por la noche, o el énfasis en los Evangelios sobre la muerte de Jesús en el momento de la Pascua. La mayoría de los comentaristas reconocerían felizmente que aquí se están empleando recursos literarios para llamar nuestra atención sobre el significado teológico de los eventos históricos que se relatan. Lo “literario” no tiene por qué excluir lo “literal”.
La siguiente pregunta entonces debe ser: ¿lo “literario” excluye lo “literal” en el caso de Adán? No de acuerdo con esas otras partes de la Biblia que se refieren a Adán. Las genealogías de Génesis 5, 1Crónicas 1 y Lucas 3 encuentran a su primer padre en Adán, y aunque las genealogías bíblicas a veces omiten nombres por varias razones, no se sabe que agreguen figuras ficticias o mitológicas. Cuando Jesús enseñó sobre el matrimonio en Mateo 19:4-6, y cuando Judas se refirió a Adán en Judas 14, no usaron advertencias ni nada para sugerir que dudaban de la realidad histórica de Adán o pensaban en él de manera diferente a como pensaban de otros personajes del Antiguo Testamento. Y cuando Pablo habló de Adán siendo formado primero, y la mujer procediendo de él (1Corintios 11:8-9; 1Tim. 2:11-14), tenía que estar asumiendo un relato histórico en Génesis 2. El argumento de Pablo se volvería un sinsentido si quisiera decir que Adán y Eva eran meros símbolos mitológicos de la verdad atemporal de que los hombres preexisten a las mujeres.
La necesidad teológica
Podemos pensar en los pasajes citados anteriormente como evidencia circunstancial de que los autores bíblicos consideraron a Adán como una persona real en la historia. La evidencia circunstancial es útil e importante, pero tenemos algo más concluyente. Es decir, el papel que Adán juega en la teología de Pablo hace que la realidad histórica de Adán sea parte integral de la historia básica del evangelio de Pablo. Y si ese es de hecho el caso, entonces la historicidad de Adán no puede ser un tema secundario, sino que debe ser parte integrante de los fundamentos de la creencia cristiana.
La primera exhibición es Romanos 5:12-21, donde Pablo contrasta el pecado de “un hombre”, Adán, con la justicia de “un hombre”, Cristo. Pablo es el apóstol que, en Gálatas 3:16, sintió que era necesario hacer la distinción aparentemente minuciosa entre una “simiente” singular y “simientes” plural, por lo que probablemente sea seguro aquí asumir que no estaba siendo irreflexivo, queriendo decir “hombres” cuando habla de “un hombre”. De hecho, “un hombre” se contrasta repetidamente con los muchos seres humanos, y la “unidad” sustenta el argumento mismo de Pablo, que es sobre el derrocamiento del único pecado del hombre (Adán) por la única salvación del hombre (Cristo).
A lo largo del pasaje, Pablo habla de Adán de la misma manera que habla de Cristo (su lenguaje de muerte que viene ‘a través’ de Adán también es similar a cómo habla de bendición que viene ‘a través’ de Abraham en Gálatas 3). Él es capaz de hablar de un tiempo antes de la transgresión de este hombre, cuando no hubo pecado o muerte, y es capaz de hablar de un tiempo después de él, un período de tiempo que, dice, se extendió desde Adán hasta Moisés. Pablo difícilmente podría haber sido más claro en que suponía que Adán era una figura tan real e histórica como Cristo y Moisés (y Abraham).
Sin embargo, no es sólo el lenguaje de Pablo lo que sugiere que creía en un Adán histórico; todo su argumento depende de ello. Su lógica se desmoronaría si estuviera comparando a un hombre histórico (Cristo) con uno mítico o simbólico (Adán). Si Adán y su pecado fueran meros símbolos, entonces no habría necesidad de una expiación histórica; una expiación mítica sería necesaria para deshacer una caída mítica. Con un Adán mítico, entonces, Cristo bien podría ser, de hecho, haría mejor en ser, un símbolo del perdón divino y la nueva vida. En cambio, la historia que Pablo cuenta es de un problema histórico de pecado, culpa y muerte que se introduce en la creación, un problema que requería una solución histórica.
Eliminar ese problema histórico del pecado de Adán no solo eliminaría la justificación de la solución histórica de la cruz y la resurrección, sino que transformaría el evangelio de Pablo más allá de todo reconocimiento. Porque, entonces, ¿de dónde vinieron el pecado y el mal? Si no fueron el resultado del acto de desobediencia de un hombre, entonces parece haber solo dos opciones: o el pecado estaba allí de antemano y el mal es una parte integral de la creación de Dios, o el pecado es una cosa individualista, traída al mundo casi ex nihilo por cada persona. El primero es descaradamente no cristiano en su negación monista o dualista de un buen Creador y su buena creación;(1) el segundo se parece al pelagianismo, (2) con buenos individuos que se vuelven pecaminosos al copiar a Adán (y así, presumiblemente, llegar a ser justos al copiar a Cristo).
La segunda exhibición que testifica del significado fundamental de un Adán histórico para la teología de Pablo es 1Corintios 15:21-22 y 45-49. Una vez más, Pablo desentraña un estrecho paralelismo entre el primer hombre, Adán, a través del cual vino la muerte, y el segundo o último hombre, Cristo, a través del cual viene una nueva vida. Una vez más, se habla de Adán de la misma manera que de Cristo; y una vez más, Adán es visto como el origen de la muerte como Cristo es el origen de la vida.
En este punto de 1Corintios, Pablo está en la cúspide de una larga discusión que trata de los problemas que los cristianos corintios tenían con el cuerpo. Como la respuesta definitiva a sus problemas pastorales, Pablo se propuso darles confianza en la realidad de su propia resurrección corporal futura demostrando el hecho histórico de la resurrección corporal de Jesús. La realidad histórica de la resurrección de Jesús es el eje de su respuesta. Siendo ese el caso, sería el colmo de la locura retórica para Pablo trazar un paralelo entre Adán y Cristo aquí si pensara que Adán no era una figura histórica, sino mítica. Porque si los dos pudieran ser paralelos, entonces la resurrección de Cristo podría interpretarse míticamente, y entonces toda la carta de Pablo perdería su punto, propósito e impacto.
Si he representado con precisión la teología de Pablo en estos pasajes, entonces es simplemente imposible eliminar un Adán histórico del evangelio de Pablo y dejarlo intacto. Hacerlo lo deshistorizaría fatalmente, metiendo a la fuerza un relato diferente del origen del mal que requeriría un medio de salvación completamente diferente.
La ‘tercera vía’ de Denis Alexander
Denis Alexander ha propuesto que hay una manera de evitar la aguda dicotomía entre la visión tradicional de un Adán histórico y la opinión de que tal posición es ahora científicamente insostenible. Es decir, si bien definitivamente debemos ver a Adán como una figura histórica, eso no debe implicar creer que fue el primer humano. (3) De acuerdo con el modelo preferido de Alexander, los humanos anatómicamente modernos surgieron hace unos 200.000 años, con el lenguaje en su lugar hace 50.000 años. Luego, hace unos 6.000-8.000 años, Dios eligió a un par de agricultores neolíticos, y a ellos se les reveló por primera vez, constituyéndolos de esta manera como Homo divinus, los primeros humanos en conocer a Dios y estar espiritualmente vivos.
Es una síntesis ingeniosa, sin duda, eludiendo hábilmente el abismo teológico abierto por las negaciones de un Adán histórico; sin embargo, se ha creado nuevos y profundos problemas. La primera es planteada por la pregunta de qué hacer con los contemporáneos de Adán, esos humanos anatómicamente modernos que, dice, ya habían estado poblando el mundo durante decenas de miles de años. Sabiamente maniobra para alejarse de entenderlos como algo menos que completamente humanos, afirmando enfáticamente que “toda la humanidad sin ninguna excepción está hecha a imagen de Dios, incluyendo ciertamente a todos los otros millones de personas vivas en el mundo en los tiempos neolíticos”. (4) Haber declarado lo contrario lo habría llevado a un atolladero particularmente desagradable: la población aborigen de Australia, que, según Alexander, ya había estado viviendo allí durante unos 40.000 años antes de que adán y Eva nacieran, de lo contrario sería relegada a la condición de animales no humanos; y presumiblemente los padres de Adán y Eva, que también son animales no humanos, serían entonces, junto con los aborígenes australianos, una fuente legítima de alimento para un Homo divinus hambriento.
A lo largo de este capítulo hablaré de esta propuesta como la propuesta de Denis Alexander; es, sin embargo, una elaboración sustancial de una teoría presentada por John Stott, quien acuñó la frase ‘homo divinus’ en su Understanding the Bible (Londres: Scripture Union, 1972), p. 49.
Sin embargo, al evitar todo eso, la propuesta de Alexander se hunde, en todo caso, en un terreno aún más peligroso. El movimiento crucial se hace cuando explica qué es exactamente lo que diferencia a Adán y Eva de sus contemporáneos. Cuando nacieron, sugiere, ya había una vasta población neolítica que se encontraba a imagen de Dios; lo que luego sucedió para separar a Adán y Eva como Homo divinus fue simplemente que “a través de la revelación de Dios a Adán y Eva … la comprensión de lo que realmente significaba esa imagen, en la práctica, se hizo evidente para ellos”. (5) No era, entonces, que Adán y Eva fueran ahora recién creados a imagen de Dios; ya habían nacido a imagen de Dios, hijos de una larga línea de portadores de la imagen de Dios. La diferencia era que ahora entendían lo que esto significaba (una relación personal con Dios).
El primer problema con esto es bíblico. En Génesis 1 y 2, es, muy específicamente, Adán y Eva quienes son creados a imagen de Dios (el evento de Génesis 1:27 se presenta de nuevo en Génesis 2:18-25). No es sólo que algunos seres fueron creados a imagen de Dios, y que esto podría ser comprendido más tarde por un par de sus descendientes. Todo lo contrario: Génesis 2:7 parece ser un ejemplo del texto que se desvive por enfatizar un acto creativo directo y especial para traer al hombre Adán a la existencia. Ese problema podría considerarse superable, pero ha creado un segundo problema teológico que parece insuperable. Es que, si los humanos ya estaban a imagen de Dios antes de Adán y Eva, entonces nos quedamos con uno de dos escenarios. O bien, hubo, antes de Adán y Eva, un primer humano dotado de la imagen de Dios; en cuyo momento nos quedamos con dos ‘Adán’: la primera criatura que realmente está a imagen de Dios, y Adán, el primer humano a imagen de Dios en darse cuenta de lo que eso significaba. O, si la imagen de Dios fue algo que evolucionó lentamente en la humanidad, entonces nos quedamos con una colección de primeros humanos a imagen de Dios y múltiples ‘Adán’.
Aparte de la pura torpeza de tal posición, sus consecuencias se convertirían rápidamente en una bola de nieve. Si, como sostiene Alexander, ser la imagen de Dios se trata de tener una relación personal con Dios, entonces todos aquellos humanos a imagen de Dios que no habían recibido la revelación de lo que eso significaba deben haber estado pecando. Creados a imagen de Dios, para relacionarse con Dios, no se estaban relacionando con Dios. De hecho, aunque no usa la palabra, la imagen que Alexander pinta es una de la humanidad inmersa en la idolatría, porque, dice, “las creencias religiosas existían antes de este tiempo [de Adán y Eva], ya que las personas buscaban a Dios o dioses en diferentes partes del mundo, ofreciendo sus propias explicaciones para el significado de sus vidas”. (6) Así el modelo tiene pecado antes de la caída.
Presumiblemente Dios ignoró ese pecado (aunque sobre qué base no se nos dice). Pero si lo hiciera, eso chocaría con lo que Pablo dice en Romanos 1:18-32. Allí Pablo explica que la ira de Dios se opone a toda la humanidad, no por no prestar atención a una revelación específica del significado de ser la imagen de Dios, sino por una negativa a reconocer la revelación de Dios hecha clara en la creación desde que fue creada. De hecho, debido a Romanos 1:18ss, parece que el Homo sapiens preadámico religioso/idólatra de Alexander debe haber estado bajo la ira de Dios. Pero incluso si Romanos 1 se puede cuadrar con este modelo, al menos parece extraño que Dios cree la oportunidad para el pecado y la idolatría, sin proporcionar aún ninguna posibilidad de justicia y verdadero conocimiento de Dios como lo haría más tarde para Adán.
¿Y qué hay del propio Adán? Cuando fue elegido para recibir la revelación del significado de ser la imagen de Dios, debe haber sido pecador ya. Él no se estaba relacionando con Dios como fue creado para hacerlo. ¿Fue entonces declarado temporalmente sin pecado? ¿O siempre fue pecaminoso, siendo el único cambio que en los eventos de Génesis 3 pecó por primera vez a sabiendas? Y si es esto último, ¿por qué era excusable el pecado anterior e inconsciente de Adán, cuando más tarde incluso se dice que el pecado inconsciente trae culpa (Lev. 5:17; Sal. 19:12)?
El hecho de que Dios crea la oportunidad para el pecado mucho antes de crear cualquier oportunidad de conocerlo a Él refleja lo que quizás sea más preocupante acerca de esta síntesis, que aquí hay un Dios de alguna manera obligado a trabajar con una situación menos que ideal. De hecho, a lo largo de la propuesta, uno tiene la sensación de que Dios tiene que trabajar según las reglas de otra persona, como si estuviera en el universo de otra persona.
Esto sale claramente en los comentarios de Alexander sobre la creación de la mujer. Según él, Eva era una persona con parentesco humano tan real como Adán. Ella no fue tomada físicamente del costado de Adán. En cambio, el propósito de Génesis 2:21, dice, es afirmar la complementariedad hombre-mujer. (7) Sin duda, ese es uno de los propósitos de ese texto; sin embargo, al hacer de Génesis 2:21 solo mítico/simbólico, se vuelve incapaz de fundamentar esa complementariedad hombre-mujer en cualquier realidad ontológica. Si Eva tuviera un origen físico independiente de Adán, entonces, mientras que Dios podría por sus propias razones inescrutables querer afirmar la complementariedad hombre-mujer, no tendría ninguna base ontológica para hacerlo. En otras palabras, su afirmación aquí (y, uno debe asumir, al menos algunas de sus otras afirmaciones) flota independientemente de la realidad. Dios, en efecto, saca su teología de la nada. Pero un Dios que se ve obligado a injertar significado en eventos (o no-eventos) que no tienen tal significado no parece un creador soberano.
Finalmente, la forma en que el modelo de Alexander lo obliga a leer el texto del Génesis lleva a uno a sentir que está tratando de encajar una clavija redonda en un agujero cuadrado. La creación de la mujer nuevamente sirve como un ejemplo útil: “Cuando Adán reconoció a Eva como “hueso de mis huesos y carne de mi carne”, no solo estaba reconociendo a un compañero Homo sapiens –había muchos de los que estaban alrededor– sino a un compañero creyente”. (8) Esto no solo ignora el contenido específicamente físico de lo que se está diciendo (algo que es esencial para las referencias bíblicas posteriores a este pasaje, cf. 1Corintios 6:16-17; Efesios 5:28-31); sino también tiene poco sentido la búsqueda anterior de un “ayudante” para Adán. Si Génesis 2:18-20 indica algo, es que no había ningún otro miembro de la clase de Adán presente. Si era simplemente una búsqueda de otro creyente, ¿por qué mirar entre las bestias del campo y las aves del aire? ¿Por qué no mencionar a los humanos que fueron traídos a Adán? ¿Y no podría Dios simplemente haber revelado el significado de ser la imagen de Dios a cualquiera de los Homo sapiens alrededor y así producir el “ayudante” requerido?
Una lógica similar impulsa su interpretación de Génesis 6:2, donde los hijos de Dios se casan con las hijas de los hombres. Como Alexander lo ve, este es un caso simple de la familia espiritualmente viva de Adán casándose con homo sapiens contemporáneos que no habían recibido la revelación de Dios y por lo tanto estaban espiritualmente muertos. La aplicación es clara: “¡Entonces, como ahora, no te cases con incrédulos!” porque “está claro que el juicio sigue, como se describe en 6:5 y siguientes con el relato del diluvio”. (9) Sin embargo, si Génesis 6 se trataba de los incrédulos piadosos que se casaban fuera de la línea de Adán, ¿por qué no siguió el juicio del diluvio cuando Caín ‘piadoso’ tomó una esposa de fuera de la línea de Adán, como sostiene Alexander? (10)
Mi sugerencia es que, a pesar de todo su ingenio, la “tercera vía” de Alexander de aferrarse a un Adán histórico, pero sin creer que sea el primer humano, es incapaz de proporcionar una lectura coherente del texto de Génesis y crea más problemas teológicos de los que resuelve. Algunos de esos problemas (como su lectura de Génesis 6) son ciertamente pequeños, poco más que indicios de que su modelo es probablemente internamente incoherente y discordante con el relato bíblico; otros (como las implicaciones para su comprensión de Dios como creador soberano) son tan serios que hacen que su argumento parezca incurable.
Adán engendró a toda la raza humana
La jefatura de Adán sobre la humanidad
Los debates sobre la relación de Adán con el resto de la humanidad siempre tienden a volver al viejo debate entre Agustín y Pelagio. (11) Pelagio no había cuestionado la conexión física entre Adán y el resto de la humanidad, pero, argumentó, para los propósitos de la salvación, que cualquier conexión de este tipo era casi completamente irrelevante. Según Pelagio, la salvación y la condenación son determinadas por el individuo de principio a fin: una persona es condenada, no en virtud de ninguna conexión subyacente con Adán, sino imitando su pecado; correspondientemente, una persona es salva, no en virtud de ninguna conexión subyacente con Cristo, sino imitando su justicia. En otras palabras, la salvación y la condenación no se trata de tener el estatus de otro, sino de imitar a aquel cuyo destino deseas compartir. La respuesta de Agustín mostró (entre muchas otras cosas) que esto simplemente no podía cuadrarse con Romanos 5:12-21, donde se dice que las personas son condenadas sobre la base del pecado de Adán y justificadas sobre la base de la justicia de Cristo. Como Agustín entendió a Pablo, es que Dios trata con toda la humanidad a través de uno de dos hombres: Adán, el hombre original, y cabeza original de toda la humanidad, o Cristo, la primera cabeza de la nueva humanidad recreada de Dios.
¿Por qué las preguntas sobre la identidad de Adán y su conexión con el resto de la humanidad deberían retornar al debate Agustín-Pelagio? Parece haber dos razones: 1) los temas del debate son ineludiblemente fundamentales en el sentido de que realmente representan un debate entre el evangelio cristiano y un enfoque completamente diferente de Dios y la salvación; 2) los términos del debate aún logran abordar incluso las formulaciones modernas más sofisticadas. Tomemos, por ejemplo, la noción de que Adán y Eva son símbolos de lo que era, de hecho, una población entera (probablemente neolítica), y que el pecado surgió en esa población y desde allí se extendió a toda la humanidad. Aquí el problema del pelagianismo simplemente se ha desviado de la mayor parte de la humanidad a unos pocos primordiales tan alejados en el tiempo que el problema parece insignificante.
Parece que los términos del debate Agustín-Pelagio son tan difíciles de evadir que las negaciones de Adán como la cabeza determinante del destino de la humanidad conducen inevitablemente a interpretar el destino personal individualistamente, al menos hasta cierto punto. Y cuanto mayor sea el alcance de la autodeterminación personal, mayor debe ser la tendencia a considerar a Cristo más como ejemplo que como Salvador.
La jefatura tiene raíces ontológicas
Una vez más, Denis Alexander ha evitado astutamente tales trampas en su síntesis. Demostrando que es muy consciente de la necesidad teológica imperiosa de reconocer a Adán como la cabeza de la antigua humanidad, propone una forma diferente de integrar ese hecho teológico con su opinión de que Adán no fue el primer humano. La forma en que lo hace es simplemente divorciando el estatus legal o federal de Adán como cabeza de la humanidad de cualquier noción de que Adán era la cabeza natural o el padre de la raza humana. En algún momento, entonces, Dios constituyó a Adán como la cabeza federal, no sólo de cada Homo divinus, sino de cada Homo sapiens. Como tal, cuando Adán pecó por primera vez (a sabiendas), Dios pudo imputar ese pecado a cada Homo sapiens, independientemente de su falta de conexión ontológica con Adán. En ese momento, el Homo sapiens no iluminado de Australia (para elegir un grupo de personas mencionado anteriormente no relacionado con la comunidad neolítica de Adán) se convirtió en culpable ante Dios.
Sin embargo, al divorciarse de la jefatura federal de Adán de su jefatura natural y física, Alexander se encuentra con lo que ahora son problemas familiares. El primero es que, una vez más, Dios está haciendo afirmaciones teológicas que no tienen base ontológica. Adán está siendo declarado como algo (la cabeza de la humanidad) que él es, pero no en realidad física. Como resultado, la imputación del pecado por parte de Dios a los aborígenes australianos desprevenidos simplemente parece arbitraria. Aquí no hay base para una conexión entre Adán y el Homo sapiens en el otro extremo de la tierra de él, por lo que la declaración de Dios de que deben compartir la culpa de Adán no se basa en nada más que el capricho divino.
Esto, sin embargo, no es cómo funciona el concepto de jefatura en las Escrituras. Más bien, es, si acaso, específicamente la descendencia, la que se ve afectada por la forma en que Dios juzga a un individuo en la Biblia (de ahí la preocupación del Antiguo Testamento por las genealogías). Al elegir ejemplos, uno tiene muchas opciones, pero tome, por ejemplo, cómo las bendiciones sobre Abraham, Jacob y David afectan a su descendencia, o cómo la maldición sobre Joacim afecta la suya. Por el contrario, se considera que Leví actuó “en” Abraham sólo porque estaba “todavía en los lomos” de Abraham (Heb. 7:9-10). En otras palabras, la jefatura o la naturaleza corporativa de un individuo nunca se presenta como separable de las conexiones reales.
Si pasáramos de hablar de cómo nacemos “en Adán” a cómo los cristianos están “en Cristo”, la necesidad de una conexión real debería ser más clara. En el Nuevo Testamento, a los cristianos nunca se les muestra que se les dé un nuevo nacimiento o justicia sobre la base de un decreto divino que no tiene fundamento en lo que realmente les ha sucedido. En cambio, por el Espíritu, se establece una unión ontológica real con Cristo y el creyente se incorpora al cuerpo de Cristo. Si el Espíritu no estableciera tal unión, entonces la justicia del cristiano realmente seguiría siendo una ficción legal. Y el principio funciona en ambos sentidos: tanto en la unión con Cristo por el Espíritu como en la unión con Adán por la carne, lo que es esencial es la conexión ontológica relevante. Tampoco puede ser una ficción legal si el Juez de toda la tierra ha de hacer lo correcto.
Hay otro problema con sugerir que Dios podría establecer la jefatura federal (ya sea para Adán o Cristo) sin proporcionar ninguna base ontológica para ello. Tomemos de nuevo el ejemplo de la unión del cristiano con Cristo como paralelo de la unión con Adán. Imagina a Dios estableciendo la justicia de un individuo por un fiat divino libre, pero sin que el Espíritu realmente una al cristiano a Cristo. ¿Qué faltaría? El Espíritu. Por lo tanto, el modelo no sería trinitario. Si el paralelo Adán-Cristo de Pablo se mantiene aquí, entonces las demandas de consistencia imponen la sugerencia de que un Homo sapiens podría estar unido a Adán sin ninguna conexión real en tal comprensión subtrinitaria de la salvación.
Mientras que, por motivos trinitarios, vale la pena señalar cómo la lógica de 1Corintios 11:3 parece implicar que, así como sería extraño permitir que un esposo sea cabeza de su esposa sin ninguna conexión ontológica con ella, así sería preocupante sugerir que Dios el Padre, como cabeza de Cristo, no necesita tener ninguna conexión ontológica con su Hijo. Importar una visión tan ontológicamente ligera de jefatura a la Trinidad inclinaría a uno hacia el arrianismo o el triteísmo. (12) Por supuesto, en ambos casos nadie está tratando de hacer tal cosa, pero seguramente tenemos derecho a preguntar por qué la jefatura se trata de manera tan diferente en diferentes casos.
Bíblica y teológicamente, entonces, parece que, si Adán no fuera en realidad física el padre de todos, no podría haber sido cabeza de todos. Por lo tanto, aparte de la evidencia bíblica circunstancial tanto en el arrianismo como en el triteísmo, el Hijo es un ser completamente diferente al Padre: en el arrianismo, Él no es verdaderamente el Dios increado; en el triteísmo (creencia en tres Dioses) Él es un Dios diferente al Padre. Eso parece sugerir que Adán es el único hombre de quien vino toda la humanidad (Hechos 17:26); teológicamente estamos obligados a decir que, puesto que Adán es claramente visto como la cabeza de toda la humanidad, debe ser el padre de toda la humanidad.
“Lo que no ha asumido no lo ha sanado”
Incluso antes de que Gregorio Nacianceno lo articulara cuidadosamente, (13) una buena parte de la cristología de la iglesia postapostólica primitiva fue moldeada por el pensamiento de que cualquier cosa que Cristo no asumiera en su encarnación no podía ser “sanada” o salvada. En esencia, fue un intento de sistematizar el pensamiento de Hebreos 2:11-17, de que Jesús tenía que ser uno con aquellos a quienes vino a salvar, compartiendo su carne y sangre para que esa misma carne y sangre pudieran ser llevadas a través de la maldición de la muerte a la nueva vida de la resurrección. Así, en la encarnación, Cristo no tomó carne angélica, que no nos haría ningún bien, sino nuestra carne, para que realmente pudiera ser como nosotros y verdaderamente salvarnos. Fue esta teología la que protegió a la iglesia de esas herejías que socavaron la verdadera humanidad de Cristo y así socavaron la salvación que Él realizó.
Sin embargo, si Adán no era el progenitor de toda la humanidad, sino simplemente un miembro de una de las ramas desconectadas del Homo sapiens, entonces la máxima de Nacianceno comienza a parecer bastante preocupante. Si Cristo no asumió mi carne, sino la carne de otra humanidad entonces no es mi pariente-redentor. Porque, si la iglesia postapostólica tenía razón en su lectura de Hebreos 2 y su comprensión de la encarnación, entonces lo importante no era que Cristo asumiera ninguna humanidad, sino muy específicamente nuestra humanidad.
Conclusión
Cuando las doctrinas teológicas se separan de los amarres históricos, siempre son más fáciles de armonizar con otros datos e ideologías. Y, por supuesto, hay muchas doctrinas que no son directamente históricas por naturaleza. Sin embargo, he sostenido que la identidad de Adán y su papel como progenitor físico de la raza humana no son doctrinas tan libres o removibles. La realidad histórica de Adán es un medio esencial para preservar un relato cristiano del pecado y el mal, una comprensión cristiana de Dios y la justificación de la encarnación, la cruz y la resurrección. Su paternidad física de toda la humanidad preserva la justicia de Dios al condenarnos en Adán (y, por inferencia, la justicia de Dios al redimirnos en Cristo), así como al salvaguardar la lógica de la encarnación. Ninguna de las dos creencias puede ser reinterpretada sin las consecuencias más graves.
El Dr. Michael Reeves es el Asesor Teológico de Universities and Colleges Christian Fellowship (UCCF), una organización benéfica que apoya el evangelismo en la educación superior en todo el Reino Unido. Es autor de libros como The Unquenchable Flame: Discovering the Heart of the Reformation (Broadman & Holman, 2010).
Notas
1. En el monismo, el mal se originaría en Dios mismo; en el dualismo, el mal sería una fuerza rival, eternamente existente al lado de Dios y antes de la creación. En el primero, Dios no es verdaderamente bueno, en el segundo no es verdaderamente Dios.
2. El pelagianismo (llamado así por su instigador, Pelagio) fue la enseñanza del siglo V de que los individuos nacen completamente inocentes, sin mancha de pecado original. Habiendo sido demolido por Agustín, fue condenado oficialmente como herejía en el Concilio de Éfeso en 431.
3. Dennis Alexander, Creation or Evolution, Do we have to Choose? (Oxford: Monarch, 2008), caps. 9-10. A lo largo de este capítulo hablaré de esta propuesta como la propuesta de Denis Alexander; es, sin embargo, una elaboración sustancial de una teoría presentada por John Stott, quien acuñó la frase ‘homo divinus’ en su Understanding the Bible (Londres: Unión bíblica, 1972), p. 49.
4. Alejandro, Creation or Evolution, p. 238.
5. Ibid.
6. ibid., pág. 237.
7. ibid., pág. 197.
8. ibid., pág. 237.
9. ibid., pág. 199.
10. ibid., pág. 241.
11. Véase la nota 2.
12. Tanto en el arrianismo como en el triteísmo, el Hijo es un ser completamente diferente al Padre: en el arrianismo, él no es verdaderamente el Dios increado; en el triteísmo (creencia en tres Dioses) él es un Dios diferente al Padre. 13. Gregorio Nacianceno, Epístola 101 (Nicene and Post-NiceneFathers, 2ª serie, vol. 7), p. 438.
¡Que locura la teoria de Denis Alexander!
Me llamó la atención la mención de Jhon Stott y su término “Homo divinus”. Pero, sin duda, la postura de un Adán histórico creado a la imágen de Dios y cabeza de la humanidad es bíblica, bien por Gregorio Nacianceno que afirmo la Cristología. Muchas gracias por el artículo pastor Valentín Alpuche. Bendiciones.