La gloria de Cristo, nuestra cabeza
Catecismo de Heidelberg – Día del Señor 19
Iglesia Reformada Valle de Gracia
Introducción
Queridos hermanos, hoy llegamos al Día del Señor 19 del Catecismo de Heidelberg. Aquí se nos enseña lo que significa que Cristo, exaltado a la diestra del Padre, continúa obrando en favor de su Iglesia y que un día vendrá a juzgar a vivos y muertos.
Vivimos en un mundo donde muchas veces sentimos la debilidad de nuestra fe, las luchas del pecado y la presión de los enemigos de Cristo. Pero el Catecismo nos recuerda que no estamos solos: Cristo es nuestra Cabeza glorificada, que derrama sus dones y nos protege. Y además, que el futuro no es incierto, sino glorioso: el mismo Cristo que nos redimió vendrá otra vez, no para condenarnos, sino para llevarnos a la gloria eterna.
Con esta esperanza, abrimos el corazón a la enseñanza de estas dos preguntas y respuestas.
Pregunta 51
¿Cómo nos beneficia esta gloria de Cristo, nuestra Cabeza?
Respuesta:
Primero, por su Espíritu Santo Él derrama dones celestiales sobre nosotros, sus miembros; segundo, por su poder nos defiende y preserva de todos nuestros enemigos.
Explicación
La gloria de Cristo no es solo suya, sino que la comparte con su Iglesia.
- Primero, derrama sus dones sobre nosotros. Cuando Cristo ascendió, no nos dejó huérfanos (Juan 14:18). Envió a su Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2), y desde entonces todos los creyentes reciben los dones del Espíritu. Estos dones no son privilegio de unos pocos, sino de todos los miembros de su cuerpo. Pablo lo explica en Efesios 4:7-8: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo… Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.”
La gloria de Cristo, entonces, no está lejana; llega a nosotros en forma de gracia, de fe, de consuelo, de perseverancia y de los dones espirituales que edificarán a la Iglesia. - Segundo, Cristo usa su poder para defendernos y preservarnos. Aquí está la seguridad del creyente. Aunque tenemos enemigos poderosos —el diablo, el mundo y nuestra propia carne—, ninguno puede arrebatarnos de la mano de Cristo (Juan 10:28). Su poder resucitador está ahora en acción en favor de los suyos. Como dice Pedro en 1 Pedro 1:5, somos “guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.”
Aplicación: Hermanos, cuando nos sentimos débiles o atacados, recordemos que Cristo no está ausente, sino activo. Su Espíritu nos fortalece y su poder nos guarda. Nuestra Cabeza vive, y nosotros vivimos en Él.
Pregunta 52
¿Cómo te consuela que Cristo “vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”?
Respuesta:
Que, en todos mis dolores y persecuciones, yo, con la cabeza erguida, espero a Aquel mismo que se ofreció por mí al juicio de Dios y removió toda maldición de mí, que regrese del cielo como Juez, quien echará a todos los enemigos suyos y míos a la condenación eterna; pero a mí, con todos sus elegidos, nos llevará con Él al gozo y gloria celestiales.
Explicación
Esta respuesta nos da un consuelo profundo:
- Primero, nos recuerda que el Juez que viene es el mismo que ya fue condenado en nuestro lugar. Cristo no vendrá contra nosotros, sino por nosotros. Como dice Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.”
Esto significa que el día del juicio no es para el creyente un motivo de terror, sino de esperanza. - Segundo, el Catecismo nos enseña a mirar hacia arriba, aun en medio de dolores y persecuciones. Con la cabeza erguida, esperamos a nuestro Redentor. Jesús mismo dijo en Lucas 21:28: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.”
El juicio no será una sorpresa aterradora, sino la liberación final de todo mal. - Tercero, habrá justicia perfecta. Cristo echará a todos los enemigos suyos y nuestros a la condenación eterna. Eso significa que el mal, el pecado y Satanás no tendrán la última palabra. Todo será puesto bajo los pies de Cristo.
- Cuarto, seremos llevados con Cristo a la gloria eterna. Aquí está la esperanza más gloriosa: “Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17). No solo veremos la victoria de Cristo, sino que participaremos de su gloria como su pueblo amado.
Aplicación: Hermanos, cuando enfrentamos injusticias o sufrimientos, recordemos que Cristo viene pronto. No necesitamos tomar la justicia en nuestras manos, porque el Juez justo hará justicia. Mientras tanto, vivimos en la esperanza de su venida, sabiendo que nos llevará con Él para siempre.
Conclusión
El Catecismo nos recuerda que la gloria de Cristo no es algo lejano. Ahora mismo, desde el cielo, Cristo está derramando dones sobre nosotros y guardándonos de nuestros enemigos. Y muy pronto, cuando Él regrese, nuestra fe se convertirá en vista, y nuestra esperanza será cumplida en la gloria eterna.
Así que, en medio de dolores, pruebas y luchas, podemos decir con confianza: “El Señor reina, y un día volverá para hacer justicia perfecta.”
Este es nuestro consuelo: que el Juez del universo es también nuestro Redentor, y que nos llevará a estar con Él para siempre.