JUAN SALUDA A LAS IGLESIAS
BOSQUEJO DEL SERMÓN
(Predicado el 2 de agosto del 2020; grabación disponible)
Apocalipsis 1:4-8
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; 5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. 7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. 8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
1:4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono.
Juan (que la mayoría piensa que era el apóstol Juan) dirige su libro o carta a las siete iglesias que están en Asia:
Estas iglesias son: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea).
El número siete es un número de perfección o completud en la Biblia. Así, en primer lugar, el libro va dirigido a siete iglesias históricas de Asia Menor, pero al mismo tiempo va dirigido a toda la iglesia durante toda la historia hasta la segunda venida de Cristo. Lo que se dice de cada iglesia es un fenómeno que sucede en la vida de la iglesia de Cristo durante su caminar en este mundo.
Gracia y paz a vosotros
Juan las saluda con dos palabras importantes en la Biblia:
Gracia: denota el favor o la misericordia salvadora inmerecida de Dios dada a pecadores inmerecedores e indignos de la misma. Significa que la gracia, pues, no solamente se refiere a la gracia salvadora dada por primera vez al principio de la salvación, sino que es una gracia sustentadora también, la cual es necesaria que la iglesia la reciba más y más. La iglesia siempre necesita de la gracia de Dios. Se le recuerda a las iglesias que han sido salvadas por gracia y que necesitan siempre de esa gracia.
Paz: denota la paz más profunda e importante que es estar en paz con Dios; ser reconciliados con Dios por medio de la obra perfecta de Cristo. Cristo es la paz del creyente. Solo por medio de Él, la iglesia puede experimentar la paz con Dios. Pero también se refiere a la paz con nuestros prójimos. Asimismo se refiere a la paz que siempre se puede experimentar a pesar de cualquier circunstancia que enfrentamos. Es una paz divina, proviene directamente de Dios por medio de Cristo, aplicada en el corazón por el Espíritu Santo.
Esta paz es resultado de la gracia de Dios en la vida de la iglesia. Es importante observar que la gracia y la paz de Dios solamente se pueden experimentar en su plenitud al ser parte de la iglesia de Cristo.
Es hermoso que la iglesia, el pueblo de Dios, es recipiente de la gracia y la paz de Dios. Por eso dice Juan: “a vosotros”. Sí, hermanos, a pesar de nosotros mismos, la gracia y la paz de Dios nos son dadas y esto por causa de Cristo. Esa gracia y paz son eternas, no tienen fecha de caducidad, y son para la iglesia de Cristo en todo tiempo y lugar.
Del que es y que era y que ha de venir
Esta gracia y paz proceden del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Veamos.
Esta descripción se aplica a Dios mismo, más específicamente a Dios Padre. Él es el Dios que siempre es, es decir, que existe de sí y por sí mismo. “Que es y que era y que ha de venir” es una descripción la eternidad de Dios y nos recuerda a Éxodo 3:14: YO SOY EL QUE SOY.
La gracia y paz provienen en primer lugar de Dios Padre, del Padre de nuestro Señor Jesucristo. Esto significa que el Padre de Jesús es un Padre lleno de gracia y paz para nosotros por medio de Cristo. No es un Dios malo, a quien Jesús tuvo que apaciguar, sino un Dios de amor que se despojó de lo más preciado para Él, su Hijo amado, a fin de salvarnos.
Y de los siete espíritus que están delante de su trono
“Los siete espíritus” es una expresión que la encontramos en otras partes de Apocalipsis: 4:5; 5:6.
Los comentaristas concuerdan en que es una expresión que se refiere al Espíritu Santo. Si es así, entonces vemos la acción conjunta de las tres Personas en el ser de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto es muy interesante porque quiere decir (como veremos en el v. 5) que el saludo-bendición de Juan a las iglesias es el saludo-bendición de la Trinidad.
El ES es llamado Siete Espíritus para mostrar las múltiples y variadas operaciones del Espíritu como en 1 Cor 12:4,6. También porque tiene relación con las siete iglesias a las cuales escribe, con sus muchas necesidades, y siendo un Espíritu infinito y poderoso, era capaz de dar gracia abundante y toda consolación a todas sin ningún prejuicio, como si cada una tuviera el Espíritu completamente.
Están delante de su trono: en estas palabras, el Espíritu se halla en una posición que denota que está listo y preparado para ejecutar lo que sea necesario a favor de la iglesia de Cristo.
1:5 Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.
Y de Jesucristo el testigo fiel
Jesucristo en esta salutación es presentado en su triple oficio de profeta, sacerdote y rey. Veamos.
Esta descripción de Jesucristo revela que Él es el testigo fiel por excelencia, es decir, Él es quien revela al Padre a su iglesia, y es Él quien comunica con toda fidelidad el mensaje que su Padre le ha encargado. Sabemos, pues, que todo lo que ha oído del Padre concerniente a nuestra salvación ha sido comunicado a nosotros íntegra y completamente. Todo lo que tenemos en la Biblia es el mensaje fiel y digno de ser recibido por todos. Es su oficio profético de comunicar fielmente todo lo que recibió del Padre.
Pero también es muy posible que signifique que Cristo Jesús durante toda su vida, pero especialmente al final, cuando enfrentaba la muerte de la cruz, Él siempre fue fiel a su Padre y se sometió completamente a su voluntad para nuestra salvación. Dio testimonio fidedigno de ser el Hijo de Dios, profesó ser el Salvador del mundo, y no se echó para atrás por temor a la muerte. Hasta el último momento de su vida, Jesucristo dio testimonio fiel.
El adjetivo fiel designa a quien es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él. Es el testigo digno de toda confianza, fidedigno.
El primogénito de los muertos
Ahora Jesucristo es presentado en su oficio de sacerdote.
Esta segunda descripción se refiere a que el Señor Jesucristo murió pero no pudo ser retenido por la muerte, su cuerpo no experimentó corrupción o desintegración, sino que con su poder se levantó de la muerte derrotando a la muerte y al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo.
Significa también que Cristo es el primero en morir y resucitar para nunca más morir. Y en eso radica la esperanza del creyente: tenemos un Salvador que ha derrotado a la muerte, y así como Él murió pero volvió a vivir, nosotros también moriremos pero volveremos a vivir. 1 Cor 15:20; Juan 11:25. El primero de los hombres revestido de inmortalidad por la resurrección de entre los muertos.
Primogénito tiene que ver también con Aquel que le corresponde todo honor y gloria. En el AT es una expresión para referirse al hijo amado, que mantenía la herencia y transmisión de lo que el padre era. Cristo es el heredero de todo, porque además de primogénito es también el unigénito (Juan 1:14). Primogénito es el título dado al Rey designado por Dios para ocupar el trono conforme a su propósito (Salmo 89:27).
Y el soberano de los reyes de la tierra
Aquí vemos a Jesucristo como rey.
La palabra soberano significa que Jesucristo no está limitado por nada ni por nadie, sino que Él puede hacer todo lo que está de acuerdo con su santa voluntad. Él es soberano porque no tiene que rendir cuentas a nadie. Tiene todo poder y autoridad en el cielo y en la tierra.
En este caso, Jesucristo es el soberano de los reyes de la tierra, es decir, todos los reyes dependen de Él, y nada pueden hacer que Él mismo no se los permita. Están controlados y limitados por Él. Significa que ningún rey terrenal podrá destruir la obra de Cristo en medio de su pueblo. Todos ellos serán juzgados y condenados por el Rey soberano, el Rey de reyes y Señor de señores: 1 Tim 6:15; Ap 19:16.
Que Jesucristo sea soberano, entonces, infunde gran confianza y seguridad en su pueblo porque sabemos que Él está llevando la historia, junto con todos los acontecimientos, a su meta final, que es su gloria y la salvación total de su iglesia.
Jesucristo tiene la dignidad suprema con el nombre de absoluta soberanía sobre cielos y tierra (Filipenses 2:9-11). Compare Salmo 89:27. Ante Él se doblará toda rodilla y toda lengua confesará que Jesús es el Señor.
Esto era muy importante y fortalecedor para los primeros creyentes que recibieron esta carta. No importa a lo que se iban a enfrentar, sabían que su Rey les daría la victoria y reinarían con Él eternamente y para siempre.
Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.
¿Cómo nuestro Profeta-Sacerdote-Rey nos ha redimido? Veamos.
“Al que nos amó” en realidad está en participio de presente, lo que indica una acción continua y exige la traducción como presente, es decir, “al que nos ama”. El amor de Cristo no es algo pasado, sino que es actual y continuo, nos amó, nos ama y nos amará perpetuamente (Efesios 1:4-5).
“Y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”. La lectura “librar” es la más segura. Cristo ha librado al creyente del poder del pecado por medio su muerte y resurrección. Nuestro Rey nos rescató no con oro o plata, sino con su sangre preciosa (1 Pedro 1:18-19). Su amor se expresó al entregarse por su iglesia como Pablo dice en Gálatas 2:20.
1:6 Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
La obra salvadora de Cristo implica muchas cosas preciosas, además de nuestra liberación fundamental del pecado. Veamos.
Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre
“Y nos hizo” denota su gracia hacia nosotros, su gran amor que nosotros no merecíamos. Lo que nosotros merecíamos era la condenación eterna, pero Cristo nos rescató y de hijos de ira nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre.
Somos reyes porque reinamos ya, y finalmente reinaremos plenamente con Él. Somos sacerdotes porque en unión con Cristo entregamos nuestra vida en completo servicio a Dios, como un sacrificio de olor fragrante: Rom 12:1; 1 Ped 2:5,9. Es un reflejo de lo que tambien Dios dijo antes a su pueblo Israel en el AT (Éx 19:6), lo cual indica que la iglesia del Nuevo Testamento es la continuación de la iglesia del Antiguo Testamento. Sólo hay un pueblo de Dios.
“Para Dios, su Padre” una vez denota la relación armónica y conjunta entre el Padre y el Hijo. Además sugiere que era la voluntad del Padre que, por medio de su Hijo, nosotros llegásemos a ser, además de sus hijos, reyes y sacerdotes. Se realza el amor eterno del Padre hacia nosotros, como el amor del Hijo también. Somos propiedad del Padre porque siendo suyos, fuimos dados al Hijo (Jn 17:6, 9, 11).
A él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
“A él” se refiere al Señor Jesucristo, y por ser el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra, y porque nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios su Padre, a Él sea gloria e imperio eternamente. Eso significa “por los siglos de los siglos”, para siempre, sin fin.
Por toda la eternidad la gloria y el imperio serán de Él y para Él. Significa que a nadie más debemos honrar, glorificar o enaltecer en nuestras vidas, sino sólo a Cristo.
“Gloria” significa darle a Él la importancia suprema, significa reconocerlo y exaltarlo como nuestro Señor y Salvador. “Imperio” significa también poder. Él es el Salvador poderoso que nos ha rescatado de todo el poder del diablo.
“Amén” significa esto es cierto y verdadero. Significa que, en efecto, así es y debe ser para el pueblo de Dios. Cristo siempre debe recibir toda la gloria y el poder por los siglos de los siglos. ¿Es esta la meta de tu vida? Sólo así, las iglesias y los creyentes que sufrían cuando Juan escribió Apocalipsis, pudieron soportar todo lo que enfrentaron.
1:7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
He aquí que viene con las nubes
Es una forma de decir que Jesucristo regresará por segunda vez. Además regresará así como se fue: Hechos 1:11.
La nube en la Biblia es una figura simbólica que pone de manifiesto o se asocia con la presencia de Dios y su gloria. Ex 13:21; 16:10; Dan 7:13; Mt 16:27; 26:64; Mc 14:61-62. El Señor Jesucristo regresará gloriosamente. Ya no vendrá como el siervo sufriente, sino como el Juez de todo el mundo.
Y todo ojo le verá, y los que le traspasaron
La venida de Cristo no será gloriosa sino también visible. Parece que Juan considera la muerte de Cristo como el crimen más atroz de la humanidad, y por supuesto que lo es; por eso dice que especialmente los que lo colgaron de la cruz y lo mataron lo verán también. Tal vez “los que le traspasaron” es una declaración general que incluye a todos aquellos que tuvieron que ver directamente con la muerte del Señor de la gloria.
Zac 12:10: “Y mirarán a quien traspasaron”. Cf. Jn 19:37. Todo lo escrito acerca de Cristo, tiene cumplimiento.
Y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
La venida de Cristo será visible no solamente para los judíos o para las iglesias del mundo de Asia Menor o del mundo del imperio romano, sino que será visible para todo el mundo, para todas las naciones de la tierra. Todas las razas, todos los pueblos, de cualquier lugar de la tierra.
Además harán lamentación por él, es decir, se lamentarán de haberlo rechazado, de haber seguido sus propios caminos. Entonces aunque se lamenten, ya no habrá oportunidad de arrepentimiento. Mientras Cristo no regrese por segunda vez, todavía hay esperanza de arrepentirse verdaderamente y entregar nuestras vidas completamente a Él. Una vez que regrese, el tiempo del arrepentimiento se terminará, y solamente habrá remordimiento, lamentación y gritos de desesperación.
¿Quedará alguna duda de que la venida de Cristo será visible y que todas las naciones de la tierra que lo rechazaron se lamentarán por Él? No, por eso Juan termina este versículo diciendo: Sí, amén, en efecto, así será.
1:8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y fin, dice el Señor
Por el contexto parece que se refiere al Señor Jesucristo, y no a Dios Padre. Si es así, este versículo demuestra la divinidad del Señor Jesús. Alfa y Omega, principio y fin es una expresión hebrea de decir que Dios es eterno, que existe desde siempre y para siempre. Además, la expresión “dice el Señor” generalmente se refiere al Señor Jesús, especialmente aquí en Apocalipsis donde es Cristo quien entrega su revelación a Juan.
El que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso
Esta declaración es idéntica a 1:4, por lo cual parece referirse a Dios Padre, pero el contexto sugiere que se refiere a Cristo. Cristo es el que existe de sí mismo y por sí mismo, y el que va a venir otra vez, además es el Dios Todopoderoso. Cristo es Dios, al igual su Padre.