Entendiendo el Evangelio correctamente
Autor: Cornelis P. Venema
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Jorge de Sousa
El surgimiento de la “Nueva Perspectiva sobre Pablo” es uno de los desarrollos más significativos en los estudios recientes del Nuevo Testamento. Aunque los defensores de la Nueva Perspectiva difieren en varios puntos, generalmente están de acuerdo en que la perspectiva “más antigua” de la Reforma, que enfatiza la enseñanza de la justificación solo por la fe, malinterpreta al apóstol Pablo. Si esta afirmación central es cierta, se necesita una revolución en nuestra comprensión del evangelio.
Aunque la Nueva Perspectiva sobre Pablo ha sido discutida principalmente en círculos académicos, ha influido en algunos sectores de la iglesia evangélica, incluyendo las iglesias reformadas y presbiterianas. Es difícil medir el alcance de esta influencia. Sin embargo, representa un desafío importante para las iglesias que se encuentran en la herencia de la Reforma Protestante del siglo XVI. Los creyentes evangélicos y reformados cuyas confesiones articulan la visión de la Reforma de la justificación a través de la fe solamente, no pueden darse el lujo de ignorar este desafío.
En este artículo, primero resumiremos la visión histórica reformada de la justificación. Luego esbozaremos los principios principales de la Nueva Perspectiva. Concluiremos con algunas observaciones críticas sobre las principales afirmaciones de los autores de Nueva Perspectiva. [1]
La Doctrina de la Reforma de la Justificación
Al considerar el punto de vista de la Reforma de la doctrina de la justificación de Pablo, debemos expresarlo lo más claramente posible. No es suficiente decir simplemente que los creyentes son “justificados por la gracia a través de la fe”. En el punto de vista protestante clásico, se dice que los creyentes son justificados ante Dios solo por gracia (sola gratia) a causa de la obra de Cristo solamente (solo Christo), y esta justificación gratuita se convierte en suya solo por la fe (sola fide). Cada una de estas expresiones es una parte esencial de la comprensión de la justificación por parte de la Reforma.
En el punto de vista protestante, la justificación es una declaración judicial de Dios. Es el pronunciamiento de la inocencia del creyente en la corte de Dios. Es decir, Dios declara justa a la persona justificada. Lo opuesto a la justificación, entonces, es la condenación o ser declarado culpable (Romanos 8:33-34). Por el contrario, el punto de vista católico romano es que la justificación incluye un proceso de transformación moral equivalente a lo que, en términos evangélicos, se conoce como la obra de santificación.
Para los reformadores, la importancia de la justificación difícilmente puede ser exagerada. Ser llevado ante un tribunal humano y ser juzgado inocente es un asunto de considerable importancia. Pero ser llevado ante Dios y recibir su veredicto de inocencia es un asunto de suma importancia. En consecuencia, la justificación es un beneficio principal de la obra salvadora de Cristo, que revela la gracia de Dios hacia los pecadores que no lo merecen y a quienes salva de la condenación y la muerte (Romanos 5:12-21). En esta perspectiva, la justificación es un tema completamente teológico y soteriológico, que demuestra la justicia de Dios al liberar a los pecadores de su terrible situación (Romanos 3:21-26).
En su protesta contra la comprensión católica romana de la justificación, los reformadores insistieron en que la justificación es un don completamente gratuito de la gracia de Dios. En lo que respecta a su aceptación con Dios, los creyentes depositan su confianza, no en nada que puedan hacer en obediencia a Dios, sino en el favor misericordioso de Dios demostrado en la provisión gratuita de la redención a través de Jesucristo. En consecuencia, los reformadores enfatizaron que la justicia por la cual los creyentes son justificados no es una justicia personal o inherente, sino una justicia “foránea” e “imputada” (iustitia aliena et imputata). La justificación del creyente se basa en la justicia de otra persona, a saber, Jesucristo. Por medio de su vida obediente, sufrimiento, muerte y resurrección, Cristo cumplió con todas las obligaciones de la ley y aseguró la justificación de su pueblo (Romanos 4:25).
Si la justificación es libre e inmerecida, y se basa en una justicia misericordiosamente imputada a los creyentes, entonces las personas pueden recibirla solo creyendo, no haciendo buenas obras. “Sola gracia”, “solo Cristo” y “sola fe” son expresiones corolarias. Si somos salvos solo por gracia, entonces nuestras obras no pueden ser una condición previa necesaria para que seamos aceptados por Dios. Según los reformadores, esto es precisamente lo que afirma “solo la fe”. La fe, que acepta a Cristo y confía en su justicia salvadora, es el único instrumento para recibir el don gratuito de la justificación ante Dios (Romanos 3:27; 4:16; 5:1; 9:30-31; Gálatas 2:16; Fil. 3:9). [2]
La nueva perspectiva sobre la justificación en Pablo
Los defensores de la Nueva Perspectiva sobre Pablo se oponen a varias características de esta perspectiva de la Reforma sobre la justificación. Es necesario considerar tres componentes destacados de esta nueva visión.
Primero, la Nueva Perspectiva está moldeada por una nueva visión del judaísmo del Segundo Templo (el judaísmo durante los días de Jesús y Pablo). E. P. Sanders, una figura clave en el desarrollo de la Nueva Perspectiva, sostiene que los reformadores malinterpretaron la doctrina de justificación de Pablo porque malinterpretaron su oposición al judaísmo. [3] Cuando los reformadores se opusieron a la enseñanza católica romana medieval de la justificación por (gracia y) obras, asumieron que Pablo se oponía a un error similar entre los judaizantes. La Nueva Perspectiva argumenta que no existía tal legalismo dentro del judaísmo del Segundo Templo. Más bien, en el “patrón de religión” judío, la entrada al pacto era “por gracia”, aunque se mantenía por obediencia a la ley. Según Sanders, el judaísmo de los días de Pablo enseñó una forma de “nomismo pactual [guardar la ley]”: las personas entraban en la comunidad pactual de Israel por la iniciativa misericordiosa de Dios y “permanecían” en ella por medio de su obediencia a la ley. Dado que el judaísmo no enseñó la justificación por obras, se necesita alguna otra explicación para el conflicto de Pablo con los judaizantes. Al leer la disputa de la Reforma sobre la justificación en las polémicas de Pablo contra los judaizantes, los reformadores no reconocieron la ocasión histórica real para el desarrollo de Pablo de su doctrina de la justificación.
En segundo lugar, la Nueva Perspectiva sostiene que la visión de Pablo de la ley en relación con la justificación se formó en oposición al exclusivismo judío. James D. G. Dunn, por ejemplo, insiste en que, cuando Pablo habla de las “obras de la ley”, se está refiriendo a los requisitos de “marcadores de límites” de la ley (por ejemplo, circuncisión, leyes dietéticas, observancias del día de la fiesta). [4] Cuando Pablo dice que nadie es justificado por las obras de la ley (Romanos 3:28; Gálatas 2:16), no se opone a aquellos que buscan el favor de Dios sobre la base de sus obras. Más bien, Pablo usa este lenguaje para condenar la falta de voluntad de los judaizantes para admitir a los gentiles en el pueblo del pacto a menos que se sometan a las marcas de identificación de la membresía del pacto establecidas en la ley de Moisés. De acuerdo con la Nueva Perspectiva, la doctrina de la justificación de Pablo no aborda la cuestión soteriológica de cómo los pecadores culpables encuentran aceptación con Dios. Más bien, responde a la pregunta eclesiológica de si los gentiles están incluidos dentro de la familia del pacto de Dios.
Tercero, a la luz de las afirmaciones hechas por Sanders y Dunn, la Nueva Perspectiva ofrece una visión diferente de lo que Pablo quiere decir con “justificación” respecto a lo que enseñaron los reformadores. Tal vez el proponente más conocido de la Nueva Perspectiva, N. T. Wright, argumenta que la doctrina de justificación de Pablo fue formulada para identificar quién pertenece a la familia del pacto de Dios. [5] La visión de Pablo de la justificación por la fe, supuestamente, es que la única “placa o gafete” de identidad requerida para ser miembro del pueblo de Dios es la fe en Cristo. La justificación tiene que ver con quién pertenece al pueblo de Dios. La justificación no se trata tanto de cómo los pecadores culpables pueden encontrar el favor de Dios. Se trata principalmente de la membresía o estatus del pacto. Cuando Pablo dice que un creyente no es justificado por las obras de la ley, simplemente está insistiendo en que los gentiles pueden ser herederos de la promesa a Abraham sin tener que convertirse en judíos. Además, aunque Wright reconoce que el lenguaje de justificación funciona dentro del entorno del tribunal de justicia (la persona justificada es la que recibe el veredicto favorable del juez), él, como muchos autores de la Nueva Perspectiva, rechaza la idea de que la justificación de los creyentes requiere la imputación de la justicia de Cristo.
Una evaluación crítica de la nueva perspectiva
Indudablemente, mi esbozo de algunas características importantes de la Nueva Perspectiva no hace plena justicia a la complejidad de los nuevos enfoques de la doctrina de la justificación de Pablo. Sin embargo, mi resumen es suficiente para permitirme hacer algunas observaciones críticas sobre el nuevo enfoque.
A pesar de las afirmaciones hechas por los defensores de la Nueva Perspectiva, el estudio reciente del judaísmo del Segundo Templo no requiere una revolución en nuestra comprensión de la enseñanza de Pablo. Incluso si el patrón de religión en el judaísmo del Segundo Templo fuera una forma de nomismo pactual, como Sanders y otros sostienen, esto difícilmente justifica las afirmaciones radicales de la Nueva Perspectiva. Este nomismo pactual se adapta fácilmente a una forma de práctica religiosa que considera que la aceptación con Dios se basa en la gracia más las buenas obras. De hecho, el nomismo del pacto parece tener un extraño parecido con el catolicismo romano medieval. Los reformadores se opusieron a la enseñanza católica romana de que la gracia de Dios en Cristo no era una base suficiente para la aceptación y continuación del creyente en el favor de Dios. El paralelo que los reformadores trazaron entre la enseñanza de la Iglesia Romana y la herejía judaizante a la que se opuso el apóstol Pablo, fue que ambos querían hacer de las obras humanas una base parcial para la justificación del creyente. Nada en el estudio de Sanders sobre el judaísmo del Segundo Templo invalida esta afirmación.
A pesar de que los autores de la Nueva Perspectiva han llamado correctamente la atención sobre la ocasión particular de la polémica de Pablo contra los judaizantes, no han demostrado que el uso de Pablo del lenguaje de “obras” u “obras de la ley” se refiera solo a aquellos marcadores de límites que distinguen a los judíos de los gentiles. El apóstol Pablo ciertamente enfatiza que la fe en Jesucristo es la única manera de convertirse en un receptor de la promesa del pacto a Abraham. Pero a medida que desarrolla su enseñanza sobre la ley y las obras de la ley, expresa los temas que son parte integral de la perspectiva más antigua de la Reforma. Pablo habla de “obras” o las “obras de la ley” para referirse a todo lo que la ley requiere (por ejemplo, Gálatas 3:10-14; 5:2-4; 6:13; Rom. 2:6; 3:20, 28; 4:2-4; 9:32). Los requisitos de la ley abarcan todas las exigencias morales de la obediencia a Dios. Además, Pablo rechaza el camino de las obras, no simplemente porque excluye a los gentiles, sino también porque nadie, ya sea judío o gentil, es capaz de hacer perfectamente lo que la ley requiere y así obtener la aceptación con Dios (Gálatas 3:10; 5:3; Romanos 3:19-20; 5:20; 7:5-12). La jactancia de sus oponentes, que los autores de Nueva Perspectiva ven como una jactancia racial o étnica, también incluye la afirmación de que su obediencia a la ley los hace aceptos ante Dios (Romanos 3:27-4:8; 9:30-10:8; Fil. 3:2-11).
Aunque los defensores de la Nueva Perspectiva insisten en que la justificación identifica a aquellos a quienes Dios reconoce como su pueblo del pacto, este punto de vista es inadecuado. No hace justicia al contexto bíblico para el tratamiento de Pablo de la justificación. Por ejemplo, en Romanos 1-5, Pablo trata la justificación principalmente como una respuesta al problema del pecado humano y la culpa. Aunque hay una dimensión eclesiológica en el tema de la justificación (¿Quién pertenece a la familia de la alianza? ¿Se incluyen tanto los gentiles como los judíos?), la cuestión básica es enfáticamente de naturaleza soteriológica y teológica. El argumento de Pablo en Romanos 1-5 plantea una pregunta que va mucho más allá de una consideración de quién pertenece al pueblo del pacto de Dios. La pregunta planteada es: ¿cómo pueden los pecadores culpables, que han quebrantado culpablemente la ley de Dios y están sujetos a condenación, ser recibidos y aceptados por un Dios justo cuya ira está siendo derramada sobre toda impiedad e injusticia de los hombres?
Conclusión
Aunque la Nueva Perspectiva sobre Pablo ha captado la atención y convencido a muchos estudiantes contemporáneos del apóstol Pablo, no creo que resulte ser duradera. Ya una serie de evaluaciones académicas y populares de la Nueva Perspectiva han expuesto sus insuficiencias como una verdadera alternativa a la visión de la Reforma.
Reducir el asunto de la justificación a la inclusión de los gentiles dentro de la familia del pacto de Dios, es minimizar el punto principal de la enseñanza de Pablo. Como los reformadores insistieron correctamente, Pablo enseña que todos los pecadores, ya sean judíos o gentiles, son aceptables para Dios sobre la base de la obra de Cristo para ellos. Puesto que nadie puede ser incluido dentro de la familia del pacto de Dios sobre la base de las obras de la ley, Dios ha demostrado su justicia al proporcionar un Salvador cuya obediencia y muerte propiciatoria son la base para ser recibido en su favor. En el contexto del argumento de Romanos, por lo tanto, la justificación trata del perdón de los pecados y la concesión de un nuevo estado de justicia en Cristo a los pecadores culpables. La enseñanza de Pablo acerca de la justificación no es simplemente acerca de quién es un miembro del pacto, sino que va a la cuestión más profunda de quién tiene el derecho de estar delante de Dios. La justificación se trata de Dios como el que justifica a los impíos. Y no se trata de otra cosa, si no de la salvación de los pecadores culpables.
Sin duda, la Nueva Perspectiva sobre Pablo invita a los creyentes evangélicos y reformados a una nueva lectura y estudio de las epístolas de Pablo. Al hacerlo, confío en que descubrirán el mismo evangelio de la libre justificación que los reformadores afirmaron en el siglo XVI. Aunque el evangelio de Jesucristo declara más que las buenas nuevas de la aceptación misericordiosa de Dios de los pecadores sobre la base de la justicia de Jesucristo, ciertamente declara estas buenas nuevas. Para todos los que han pecado y no han alcanzado la gloria de Dios, ninguna noticia podría ser más desesperadamente necesaria o bienvenida con alegría.
Notas
[1] Este artículo resume brevemente mi reciente libro, Getting the Gospel Right: Assessing the Reformation and New Perspectives on Paul (Edimburgo: Banner of Truth, 2006). Para una evaluación más extensa de la Nueva Perspectiva, véase mi The Gospel of Free Acceptance in Christ (Edimburgo: Banner of Truth, 2006), y Guy Prentiss Waters, Justification and the New Perspectives on Paul (Phillipsburg, NJ: P&R, 2004).
[2] La definición de justificación en el Catecismo Mayor de Westminster, p. 70, resume bien el punto de vista de la Reforma: “La justificación es un acto de la gracia gratuita de Dios a los pecadores, en el que perdona todos sus pecados, acepta y considera a sus personas justas a sus ojos; no por nada obrado en ellos, o hecho por ellos, sino sólo por la perfecta obediencia y plena satisfacción de Cristo, imputado a ellos por Dios, y recibido sólo por la fe”.
[3] E. P. Sanders, Paul y el judaísmo palestino (Filadelfia: Fortress Press, 1977).
[4] Véase el artículo de Dunn, “Obras de la Ley y Maldición de la Ley (Gálatas 3.10-14)”, Estudios del Nuevo Testamento 31 (1985): 523-42.
[5] Para una presentación popular del punto de vista de Wright, véase su What Saint Paul Really Said (Grand Rapids: Eerdmans, 1997) revisado en esta revista en las páginas 25-26.