SERMÓN DEL SUEÑO
LO QUE EL SUEÑO NOS DICE SOBRE NOSOTROS MISMOS, NUESTRO DIOS Y EL EVANGELIO
Brian Allred
Traducido con permiso de: MAJT 31 (2020): 187-194
CUANDO MIS HIJOS eran muy pequeños, mi mujer y yo les leíamos un libro antes de acostarse. El libro se llama Buenas noches luna, y presenta a un conejito que da las buenas noches a casi todo lo que ve antes de meterse en la cama.[1] Curiosamente, hace poco ha aparecido una versión actualizada del libro, pero escrita para adultos. Se llama Buenas noches Smartphone[2] e incluye contenidos como los siguientes: Buenas noches gatitos / buenas noches correos electrónicos no escritos / buenas noches relojes / buenas noches bandeja de entrada… / buenas noches preocupación por la pérdida de peso / buenas noches jefe exigente / buenas noches examen para el que tengo que prepararme / buenas noches Instagram.
Esta nueva edición puede parecer juguetonamente trivial, pero dar las buenas noches a las obligaciones y exigencias de nuestras horas en que no podemos dormir es en realidad de vital importancia para todos nosotros. Dormir es una necesidad humana universal, tan necesaria como respirar. Pero la invención de la electricidad y la bombilla nos ha permitido descuidar rutinariamente horas esenciales de sueño en favor del trabajo constante y la actividad física y mental. Según un profesor de Oxford, la gente duerme entre una y dos horas menos por noche que hace 60 años.[3] Un tercio de los adultos en Estados Unidos afirman que suelen dormir menos de lo recomendado.[4] Aunque la cantidad de sueño que necesita una persona depende de varios factores, como la edad, la genética y el nivel de actividad, la mayoría de las personas que leen esto necesitan entre 7 y 9 horas por noche en promedio.[5] A pesar de lo que quiera decirse a sí mismo, es poco probable que usted pertenezca al grupo de personas a las que no les afecta negativamente dormir menos con regularidad. Y a pesar de lo que también quiera decirse a sí mismo, el consumo de cafeína no puede compensar adecuadamente la falta de sueño de calidad.
Pero ¿debería esto preocupar especialmente a los cristianos? Consideremos que pasamos gran parte de nuestra vida durmiendo, y la calidad de ese sueño —o la falta del mismo — influye significativamente en nuestras horas en que estamos despiertos, en las cuales debemos vivir al servicio del Señor. Un pediatra del sueño insiste: «No hay nada en nuestra vida diaria que no se vea afectado negativamente por la privación del sueño, y nadie es inmune a sus efectos negativos».[6] Es justo, pero ¿no es más apropiado tratar este tema en el consultorio de un médico que en una revista teológica? La respuesta a esta pregunta es no. Y la razón es que el sueño es idea de Dios. Dios podría habernos creado de tal manera que no necesitáramos dormir, pero no lo hizo. ¿Por qué? ¿Por qué Dios nos diseñó para pasar un tercio de nuestra existencia en un estado inconsciente, improductivo y virtualmente muerto para el mundo?
Es cierto que el sueño está rodeado de misterio, pero la Biblia no guarda silencio sobre el tema. Leemos que el Señor hizo caer un profundo sueño sobre Adán en el Jardín del Edén (notablemente, esto ocurre antes de la caída[7]), durante el cual el Señor extrajo una de las costillas de Adán y formó de ella una mujer (Gn 2:21-22). El sueño desempeña un papel en la declaración de las promesas del pacto de Dios a Abram (Gn 15:12-21) y Jacob (Gn 28:11-17). Las historias de Sansón, Elías y Jonás incluyen importantes referencias al sueño en su desarrollo. Sabemos que Jesús durmió (Marcos 4:38), al igual que sus discípulos (aunque deberían haber permanecido despiertos, Mateo 26:40). El sueño se menciona en numerosas ocasiones en los Salmos. En el Salmo 3:1-5, David declara:
¡Oh Jehová, ¡cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mi: No hay para él salvación en Dios… Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí, mi gloria y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo… Yo me acosté y dormí; y desperté, porque Jehová me sustentaba.
En el Salmo 4:8, David afirma: «En paz me acostaré y asimismo dormiré; porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado». Leemos en el Salmo 127:2: «Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.»
A través de las referencias ocasionales al sueño en las Escrituras, podemos derivar algunas ideas clave para desarrollar una perspectiva bíblica sobre el sueño. También descubrimos que el sueño predica un mensaje que deberíamos escuchar porque nos enseña cosas importantes sobre nosotros mismos, nuestro Dios y el Evangelio. Tanto si nuestros patrones de sueño actuales son saludables como si no,[8] todos necesitamos escuchar el sermón del sueño y las verdades que el sueño nos convoca a abrazar. Consideraremos tres (y trataré de no dormirte).
El sueño es un llamado a la humildad
Dormir es un llamado a la humildad que nos enfrenta al hecho de que somos limitados. Nuestra necesidad de dormir nos recuerda a diario nuestras limitaciones y debilidades como criaturas y nos llama a aceptar el hecho de que somos humanos y no superhumanos. Como criaturas finitas, solo podemos resistir la necesidad de dormir durante un tiempo. Pero si bien no podemos escapar por completo a la necesidad de dormir, sí podemos, y a menudo lo hacemos, resistir este llamado a humillarnos reduciendo el tiempo que dedicamos regularmente al sueño. De hecho, podemos soportar reducciones en la duración de nuestro sueño durante periodos bastante largos, no sólo días, sino semanas, meses e incluso años. Pero —y esto es importante— no podemos hacerlo sin sufrir una serie de consecuencias negativas asociadas a la privación crónica de sueño. Las investigaciones han demostrado que la reducción de la duración del sueño está relacionada con 7 de las 15 principales causas de muerte en Estados Unidos, a saber, enfermedades cardiovasculares, cáncer, derrames cerebrales, accidentes, diabetes, septicemia e hipertensión.[9]
De hecho, se ha demostrado que la falta de sueño aumenta el riesgo general de mortalidad prematura. Una revisión reciente de varios estudios concluyó que las personas que dormían menos de seis horas cada noche tenían un riesgo diez veces mayor de mortalidad prematura que las que dormían entre 7 y 9 horas.[10] Además, la pérdida de sueño puede afectar negativamente a los componentes del sistema inmunitario fundamentales para resistir a los agentes patógenos y se ha demostrado que pronostica una mayor susceptibilidad a las infecciones de las vías respiratorias superiores. [11] Y puesto que el sueño desempeña un papel fundamental en el metabolismo, dormir lo suficiente es vital para mantener un peso saludable. Diversos estudios han demostrado que existe una relación entre la falta de sueño y la obesidad, probablemente debido a la mayor demanda de ingesta calórica por parte del organismo para mantenerse en vigilia.[12]
Los efectos adversos de la pérdida de sueño no son solo físicos, sino también psicológicos. La falta de sueño está vinculada a problemas relacionados con el estado de ánimo como la depresión, la ansiedad y la irritabilidad.[13] Existen pruebas de que un sueño insuficiente afecta a procesos cognitivos como el razonamiento, la planificación y la resolución de problemas.[14] La National Sleep Foundation afirma que las alteraciones cognitivas mientras se conduce derivadas de estar despierto durante veinticuatro horas seguidas son comparables a las producidas por la intoxicación etílica.[15] No es sorprendente que varios estudios hayan demostrado que un sueño inadecuado aumenta la probabilidad de accidentes diurnos y errores críticos en el lugar de trabajo.[16]
No debemos engañarnos pensando que Dios anulará sobrenaturalmente estas consecuencias negativas si nuestro habitual descuido del sueño se hace en servicio a Él. No lo hace.[17] ¿Por qué habría de hacerlo? Si somos honestos, el orgullo y la arrogancia a menudo alimentan, al menos en parte, nuestro desprecio por el sueño, y Dios se opone a los orgullosos.[18] Lejos de que Dios anule las consecuencias negativas, aquellos que rutinariamente descuidan el sueño probablemente sufrirán consecuencias espirituales además de las físicas y psicológicas. La experiencia común nos enseña que es mucho más difícil resistir la tentación, ejercitar la paciencia amorosa y controlar nuestra ira cuando dormimos poco. Esto ha llevado a D. A. Carson a concluir:
A veces lo mejor que puedes hacer en el universo es dormir bien; no orar toda la noche, sino dormir. No estoy negando que pueda haber lugar para orar toda la noche; simplemente insisto en que, en el curso normal de las cosas, la disciplina espiritual te obliga a dormir lo que tu cuerpo necesita.[19]
El sueño nos recuerda que tenemos límites y nos invita a humillarnos cada día aceptando esos límites. Pero, además, el sueño es un llamado a humillarnos aceptando que somos dependientes. No podemos conseguir el sueño que necesitamos por un mero acto de voluntad. Todo insomne lo sabe muy bien. Como cualquier otra necesidad, el sueño es un don de Dios. El salmista lo reconoce en el Salmo 127:2: «Pues que a su amado dará Dios el sueño». Comentando este versículo, Charles Spurgeon remarcó: «Pensamos que recostamos nuestras cabezas sobre nuestras almohadas, y componemos nuestros cuerpos en una postura pacífica, y que, por lo tanto, natural y necesariamente dormimos. Pero no es así. El sueño es un don de Dios».[20]
Pero el sueño nos enfrenta a nuestra dependencia no sólo del sueño en sí, sino de la provisión en general. Somos incapaces de emplear todas las horas de cualquier día, mucho menos todas las horas de todos los días, en un esfuerzo por reunir todo lo necesario para sobrevivir. No puedo mantener mis asuntos en orden, mis posesiones seguras, o a mis seres queridos a salvo mientras estoy ocioso y ajeno al mundo durante unas ocho horas cada día. Para eso tengo que depender de Dios. Teniendo esto en cuenta, deberíamos considerar la posibilidad de que el descuido del sueño no solo sea un indicador de orgullo y arrogancia, sino que también indique un miedo subyacente nacido del ateísmo funcional de que solo dependemos de nosotros mismos.
Una tercera forma en que el sueño nos llama a la humildad es recordándonos que somos prescindibles. El sol sale, el sol se pone y el mundo sigue girando sin nuestra ayuda. Dios no nos necesita para que las cosas sigan funcionando o para llevar a cabo sus propósitos para el universo. Por eso, el sueño predica un sermón que nos llama a la humildad al confrontarnos con la verdad de que somos limitados, dependientes y prescindibles. De hecho, somos criaturas, no el Creador. Quizás Charles Spurgeon lo resumió mejor diciendo: «Dios nos dio el sueño para recordarnos que no somos Él» [21]. De hecho, el llamado del sueño a humillarnos debería llevarnos a fijar nuestra mirada en Aquel que es nuestro Creador.
El sueño es un llamado a honrar al Señor
Aunque el sueño nos confronta con los límites, la dependencia y la prescindibilidad de nuestras criaturas, está diseñado para dirigirnos al Dios que es ilimitado y nunca se cansa ni duerme. Como dice el Salmo 121:4: «He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel». El Salmo continúa en los versículos 5-6 para reforzar la verdad de que este Dios es el Guardián de los que duermen: «Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche». Esto se hace eco de lo que dice David en el Salmo 3:5: «Yo me acosté y dormí; y desperté, porque Jehová me sustentaba». En parte, la fidelidad del pacto de Dios se manifiesta en que vela y sostiene a las criaturas durmientes que ha creado. Así que, en lugar de descuidar el sueño necesario por orgullo y arrogancia que presumen de nuestra propia fuerza y capacidad, dormir nos convoca a honrar al Señor como nuestro poder definitivo y Creador y guardián ilimitado.
Además, en lugar de descuidar el sueño por miedo, el sueño nos convoca a honrar al Señor dependiendo de Él como nuestro proveedor definitivo. Porque no solo es poderoso, sino también amoroso y misericordioso, podemos confiar en que cuidará de nuestras preocupaciones y de nuestros seres queridos mientras dormimos. Él nunca se toma un día libre, sino que vela por nosotros noche y día, siete días a la semana. Honrar al Señor considerándolo nuestro proveedor definitivo nos libera de la vanidad y el ansioso trabajo de intentar suplir todo lo que necesitamos con nuestras propias manos y nos permite aceptar su don del sueño.
El sueño nos invita a honrar al Señor no solo como nuestro poder y proveedor definitivo, sino también como nuestro protector definitivo. David confiesa en el Salmo 4:8: «En paz me acostaré y asimismo dormiré; porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado». Confiar en Dios como su protector que lo mantenía a salvo es lo que permitió a David —y lo que nos permite a nosotros— acostarnos y dormir «en paz».
El sermón del sueño te está diciendo que alguien que no eres tú es tu cuidador definitivo: tu poder, tu proveedor, tu protector. Por esta razón, nuestros patrones de sueño dicen mucho sobre nuestra teología: lo que realmente creemos sobre Dios y dónde depositamos nuestra confianza. Por eso David Murray afirma: «Pocas cosas son tan teológicas como el sueño. Muéstrame tu patrón de sueño y te mostraré tu teología».[22]¿En quién confías para que te mantenga y te proteja? ¿Qué —o quién— te permite dormir en paz?
También podemos preguntarnos, por otro lado, ¿qué nos quita el sueño? ¿Qué es lo que no nos deja dormir? Para ser justos, hay momentos en los que no dormiremos todo lo que necesitamos o todo lo que nos gustaría, por ejemplo, durante temporadas de mucha demanda en el trabajo o etapas de la vida familiar que implican el cuidado de bebés y niños pequeños. Pero no debemos aceptar estos periodos como la norma. Y si somos sinceros, a menudo no es la necesidad lo que nos lleva a privarnos de sueño, sino nuestros ídolos. Como también señala Murray, lo que hacemos en lugar de dormir —las cosas por las que sacrificamos el sueño de forma rutinaria— puede poner en evidencia a nuestros ídolos. [23] Cosas como el beneficio económico, la ambición, la reputación laboral, el éxito académico, el ejercicio, el entretenimiento, los deportes, los juegos y el romance son razones frecuentes por las que renunciamos al sueño necesario. Por supuesto, hay motivos para priorizar algunas de estas cosas sobre el sueño en ocasiones. Cabe señalar que el sueño en sí mismo puede convertirse en un ídolo si nunca sacrificamos nada por él. Pero cuando nuestras búsquedas nos llevan a una privación crónica del sueño, es probable que esas búsquedas estén revelando a nuestros ídolos. ¿Tus patrones de sueño expresan tu confianza en el Señor, o revelan los ídolos de tu corazón? ¿Estás honrando al Señor como tu fuerza, proveedor y protector mientras duermes? Creyendo que nuestro Dios tiene el poder y control, y confiando en Él para que nos provea y nos proteja, incluso cuando somos más vulnerables, es como honramos al Señor mientras dormimos.
El sueño es un llamado a la esperanza en el Evangelio
El sermón del sueño es un llamado a la humildad, a honrar al Señor y, por último, a la esperanza en el Evangelio. ¿Por qué el sueño es un llamado a la esperanza en el Evangelio? Considere que las Escrituras a menudo utilizan el lenguaje del sueño para referirse a la muerte. Lo vemos en el Salmo 13:3 donde David suplica: «Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte». En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo utiliza el lenguaje del sueño para referirse a la muerte (véase 1Co 15:6, 18, 20, 51; 1Tes 4:13-18). Jesús mismo establece esta conexión entre el sueño y la muerte de forma sorprendente. Antes de resucitar a Lázaro de entre los muertos, oímos decir a Jesús en Juan 11:11-13: «…Nuestro amigo Lázaro duerme, mas yo voy a despertarle». Los discípulos le dijeron «Señor, duerme, se sanará». Ahora bien, Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron que se refería a que descansaba en el sueño.
En otra ocasión, Jesús despide a los dolientes presentes en la muerte de una niña de 12 años, diciendo: «Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme». Y se rieron de Él. Pero cuando la gente se hubo retirado, Jesús entró, la tomó de la mano y la niña se levantó. Y se corrió la voz por toda aquella comarca (Mt. 9:24-26). Es evidente que la muchacha, de hecho, había muerto, y Jesús realizó un milagro al resucitarla de entre los muertos. De lo contrario, no se trataría de un acto digno de ser relatado (o registrado) si simplemente hubiera conseguido despertarla de una siesta inducida por la enfermedad.
Pero no debemos pasar por alto las importantes implicaciones que estos pasajes tienen para nuestra forma de pensar sobre el sueño. A menos que estemos dispuestos a aceptar que Jesús simplemente mintió sobre la verdadera condición de estas personas muertas —una conclusión inaceptable para aquellos comprometidos con la defensa de la impecabilidad de Jesús y sus implicaciones para nuestra redención— debemos inferir que hay algo profundamente análogo entre el sueño y la muerte que hace que su lenguaje sea totalmente apropiado en lugar de falso y engañoso.
Incluso desde nuestra perspectiva, percibimos fácilmente algo análogo: los muertos pueden parecer a menudo como si estuvieran dormidos. Pero el uso que nuestro Señor hace del lenguaje que conecta el sueño y la muerte probablemente va más allá de la mera similitud de la apariencia externa. Quizá la analogía más evidente para Aquel que es la Resurrección y la Vida es que la muerte, como el sueño, no es definitiva. Al igual que nuestros cuerpos despiertan del sueño, nuestros cuerpos despertarán de la muerte en la resurrección.[24] Esta asociación bíblica forma parte del sermón del sueño: el misterio del sueño nos ayuda a confiar en Dios en el misterio de la muerte, un reino etéreo del que despertamos a una vida renovada como regalo de la gracia y la bondad de Dios.[25] Hay esperanza más allá de la tumba. Una vez más, recordemos las palabras de David en Salmo 3:5: «Yo me acosté y dormí; y desperté, porque Jehová me sustentaba». Debido a cómo el sueño refleja la muerte, los cristianos pueden alterar las palabras de David y afirmar con confianza: «Yo me acosté en la muerte y me levanté de nuevo, porque Jehová me salvó».
Pero esta esperanza descansa en la obra de Jesús, nuestro Salvador, que en una dramática ocasión se nos dice que estaba durmiendo en medio de una tormenta. Esto no solo modela para nosotros la paz y la confianza en el Padre reflejadas en los salmos, sino que confirma la realidad de la encarnación. Jesús compartió plenamente nuestra humanidad, hasta nuestra necesidad de dormir. Por eso es nuestro Sumo Sacerdote compasivo (Heb 4:15). Pero aún más, asumió nuestra carne para poder dormir el sueño de la muerte en nuestro lugar y efectuar el pago necesario para expiar nuestros pecados. Después, resucitó de entre los muertos y prometió que todos los que le miren con fe participarán de su resurrección y despertarán a una vida nueva.
En su gracia, Dios concede el don del sueño no sólo a los creyentes, sino también a los no creyentes (e incluso a nuestros animales). Pero solo los que confían en Jesús y le entregan su corazón —crucificado en la cruz y resucitado del sueño de la muerte— despertarán a la gloria eterna cuando vuelva. En previsión de ese gran día, respondamos al sermón del sueño, que nos invita a humillarnos, a aceptar nuestros límites y a dormir lo que necesitamos. Respondamos al sermón del sueño, que nos invita a honrar al Señor, considerándolo nuestra fuerza, nuestro proveedor y nuestro protector, para que podamos dormir en pacífica dependencia de Él. Y respondamos al sermón del sueño cuando nos llama a esperar en el Evangelio[26] confiando en que, al igual que nos levantamos de nuestro sueño a nuevas misericordias cada mañana por la gracia de nuestro Dios en esta vida, así nos levantaremos de la muerte a una vida nueva y eterna en el siglo venidero por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.
[1] Margaret Wise Brown and Clement Hurd (ill.), Goodnight Moon (New York, NY: Harper & Row Publishers, Inc., 1947).
[2] Arianna Huffington, Goodnight Smartphone, 2016. Disponible solamente como audiolibro, puede descargarse gratis en https://www.amazon.com/Goodnight-Smartphone-Arianna- Huffington/dp/B01MSNORQD.
[3] James Gallagher, “‘Arrogance’ of Ignoring Need for Sleep,” May 12, 2014, https://www.bbc.com/news/health-27286872.
[4] “CDC – Sleep Home Page – Sleep and Sleep Disorders,” Centers for Disease Control and Prevention (U.S Department of Health and Human Services, 2019), https://www.cdc.gov/ sleep/index.html.
[5] Eric Suni, “How Much Sleep Do We Really Need?” National Sleep Foundation (OneCare Media, LLC., 2019), https://www.sleepfoundation.org/articles/how-much-sleep-do- we-really-need. Las directrices de la National Sleep Foundation aconsejan que los adultos sanos entre 18 y 64 años duerman de 7 a 9 horas cada día, y los niños y adolescentes necesitan aún más. La cantidad recomendada para niños en edad preescolar entre 3-5 años es de 10-13 horas, 9-11 horas para niños en edad escolar entre 6-13 años, y 8-10 horas para adolescentes entre 14 y 17 años.
[6] Whitney Roban, “You Employees are Exhausted and Here´s Why”, Thrive Global, 4 de diciembre de 2016, https://thriveglobal.com/stories/your-employees-are-exhausted-and-here-s- why/.
[7] Esto implica que el sueño no es algo que experimentamos como resultado de la caída.
[8] Dada la importancia del sueño y el impacto negativo que puede tener la privación del sueño, establecer patrones de sueño saludables es una consideración digna y justificada. Para sugerencias útiles, véase «Healthy Sleep Habits and Good Sleep Hygiene», Sleep Education (American Academy of Sleep Medicine, 9 de febrero de 2017), http://sleepeducation.org/essentials-in- sleep/healthy-sleep-habits. Los pasos para mejorar la calidad del sueño pueden incluir: mantener un horario de sueño consistente, acostarse lo suficientemente temprano para dormir adecuadamente, establecer una rutina para acostarse, apagar los dispositivos eléctricos al menos 30 minutos antes de acostarse, no comer comidas copiosas ni consumir cafeína tarde en la noche y realizar actividad física durante el día. Para algunas personas, la mala calidad del sueño está relacionada con factores biológicos, como la apnea del sueño. Quienes experimenten problemas prolongados relacionados con la calidad del sueño deben acudir al médico. También hay que reconocer que es posible dormir demasiado. Cuando esto es el resultado de apatía y pereza, la confesión y el arrepentimiento son necesarios. Sin embargo, dormir demasiado puede ser indicador de problemas subyacentes de salud física o psicológica (por ejemplo, depresión) y puede justificar una visita a un profesional de la salud.
[9] Vijay Chattu et al., “The Global Problem of Insufficient Sleep and Its Serious Public Health Implications,” Healthcare 7, n.º 1 (20 de diciembre de 2018), https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6473877/.
[10] Ibid.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[14] Ibid.
[15] «Driving While Drowsy Can Be As Dangerous as Driving While Drunk – National Sleep Foundation» National Sleep Foundation (OneCare Media, 2019), https://www.sleepfoundation.org/articles/drowsy-driving-vs-drunk-driving-how-similar-arethey
[16] Vijay Chattu et al., “The Global Problem of Insufficient Sleep and Its Serious Implications,” Healthcare 7, n.º 1 (20 de diciembre de 2018), https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/ articles/PMC6473877/.
[17] Esto no quiere decir que no pueda, solo que normalmente no lo hace.
[18] Proverbios 29:23; Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5.
[19] D.A. Carson, Scandalous: The Cross and Resurrection of Jesus (Wheaton, IL: Crossway Books, 2010), 147. Por otro lado, cuando dormimos lo que necesitamos, la experiencia común nos enseña que nuestra fuerza y resolución para caminar con Dios, servir a los demás y hacer avanzar el reino un día más se renuevan con mayor vigor. Además, con el sueño adecuado, la mente suele despejarse para que podamos tomar mejores decisiones, validando la sabiduría que hay en pedir «consultarlo con la almohada».
[20] Charles Spurgeon, “The Peculiar Sleep of the Beloved,” The Spurgeon Center and Midwestern Baptist Theological Seminary (New Park Street Pulpit Volume 1, March 4, 1885), https://www.spurgeon.org/resource-library/sermons/the-peculiar-sleep-of-the-beloved- 2/#flipbook/.
[21] Citado en J. R. Briggs y Bob Hyatt, Ministry Mantras: Language for Cultivating Kingdom Culture (Downers Grove IL: Intervarsity Press, 2016).
[22] David Murray, Reset (Wheaton, IL: Crossway, 2017), 54.
[23] Ibid., 55.
[24] Observe cómo el lenguaje del sueño en Juan 11, 1Co 15 y 1Tesalonicences 4 está en el contexto de pasajes particularmente relacionados con la doctrina de la resurrección corporal.
[25] No se trata de sugerir, como han hecho algunos, que a la muerte física le sigue un período de existencia inconsciente, similar al sueño, hasta la resurrección de los muertos cuando Cristo regrese, una enseñanza conocida como el sueño del alma. Pasajes como Lc 16:19-25, Fil 1:21-23, 2 Co 5:8 y Ap 6:9-11 pintan un cuadro claro de conciencia en un estado de bienestar provisional entre la muerte y la resurrección del cuerpo. Para una refutación del sueño del alma, véase Juan Calvino, Psychpannychia, en Selected Works of John Calvin: Tracts and Letters, ed. Henry Beveridge y Jules Bonnet (Grand Rapids: Baker, 1983), 3:414-90.
[26] Por cierto, humillarnos ante nuestros límites, honrar al Señor como nuestro poder, proveedor y protector, y esperar en el Evangelio y en la promesa del descanso futuro son las mismas cosas que se nos invita a abrazar en el Día del Señor. Sin embargo, me parece que una diferencia importante entre el sueño y el Sabbat es que se nos invita a abrazar estas cosas en el Día del Señor no por necesidad biológica, como en el caso del sueño, sino por una decisión sostenida y voluntaria de deleitarnos en nuestro descanso espiritual como una expresión consciente y activa de adoración.