LA CONVERSIÓN DE LOS TESALONICENSES
1 Tesalonicenses 1:8-10
Rev. Valentín Alpuche
1/7/2018
Idea central: el efecto poderoso de la palabra del Señor en los creyentes tesalonicenses.
Introducción
Amados hermanos, cuando el apóstol escribió a los tesalonicenses estaba preocupado por ellos. No estaba seguro si los tesalonicenses seguían firmes en la fe o ya habían abandonado el evangelio. Envió a uno de sus compañeros de trabajo a Tesalónica, a Timoteo, para que se informara de la situación de los hermanos. Su sorpresa fue grande ya que Timoteo le entregó muy buenas noticias: los tesalonicenses seguían firmes en la fe y siempre recordaban con cariño al apóstol Pablo. Una razón principal por la que Pablo estaba preocupado por los tesalonicenses es que ellos, desde el comienzo de su vida cristiana, fueron perseguidos por sus enemigos. Sufrían por creer en Cristo. Y muchos cuando sufren por Cristo se alejan de Cristo. Pero no todos. Los tesalonicenses son un ejemplo de firmeza y perseverancia incluso en medio del sufrimiento. Escuchen lo que Pablo les dice en 1:6-7: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído”. No solamente sufrían por el evangelio sino que llegaron a ser un ejemplo para muchos de firmeza en medio de la tribulación. Si es así, entonces parece importante aprender un poco más acerca de la iglesia de Tesalónica.
La difusión de la Palabra del Señor (8)
Empecemos por el v. 8: “Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada”. Cuando Pablo fue a Tesalónica por primera vez encontró una fuerte oposición por parte de los judíos incrédulos y de la gente incrédula de Tesalónica, al grado que tuvo que salir huyendo de la ciudad para no ser atrapado. Desde el comienzo de la fe cristiana en Tesalónica, los creyentes de esa ciudad se la vieron duras. Pero no se acobardaron, sino que fortalecidos por el poder de Dios perseveraron en la fe. Pablo dice que “partiendo de vosotros”, es decir, que la palabra de Dios salió de los tesalonicenses hacia otros lugares, de esa iglesia bajo persecución y sufrimiento, el evangelio se difundió a todo lugar. Cuando el apóstol dice que “ha sido divulgada la palabra del Señor”, el verbo divulgar también significa que el evangelio salió con un sonido como de trompeta, que el evangelio sonó y resonó en muchos lugares. No salió de Tesalónica a escondidas, sino que el evangelio salió notoriamente, resonando como el sonido de trompeta, a oídos de todos. Esto es muy notable porque cuando hay persecución y sufrimiento por causa del evangelio, la palabra de Dios se transmite también con mucho cuidado, casi sin que nadie lo oiga. Pero en Tesalónica el valor de los tesalonicenses cristianos fue tal que la difusión de la palabra del Señor fue ruidosa, manifiesta y visible a todos. No tenían temor a ser apresados, sino que cobraban fuerzas en el evangelio y lo daban a conocer con gran valentía.
Dice Pablo que la palabra del Señor se divulgó “no sólo en Macedonia y Acaya”. Esto significa dos cosas: que la fe de los tesalonicenses en la palabra del Señor echó raíces firmes en la ciudad, en la iglesia, en el corazón de los hermanos. Se formó una congregación fuerte y misionera. A fin de que la palabra del Señor saliera de ellos a otros lugares, primeramente tuvo que ser bien recibida por los mismos tesalonicenses. Una vez recibido el evangelio, entonces ellos lo llevaron a otras regiones. Macenonia y Acaya no eran ciudades, sino regiones, provincias donde había muchas ciudades y pueblos. Esto quiere decir que de los tesalonicenses cristianos el evangelio se difundió no a otra ciudad o pueblo, sino a dos provincias grandes donde había muchas ciudades y pueblos. Los tesalonicenses comprendieron que no podían quedarse con el evangelio, encerrarlo en su ciudad, sino que era necesario llevarlo a otras regiones también. Tanto fue su trabajo misionero que Pablo dice “sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido”. Es una forma de decir que dondequiera que había una puerta abierta, los tesalonicenses expandieron su fe, el evangelio. Había dentro de ellos mismos un deseo, un impulso ardiente y ferviente de comunicar al evangelio a todas partes y a todas las personas.
¿No hay aquí un gran ejemplo para nosotros? El evangelio, hermanos, debe ser recibido, aprendido, amado, pero también debe ser llevado a otros lugares. El Señor es poderoso para usarte al comunicar el evangelio a otras personas. Comparte, platica e invita a otros para que también vengan al conocimiento de la verdad.
La conversión de los tesalonicenses (9)
Ahora Pablo dice en el v. 9: “Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”. A veces la gente piensa que basta con emocionarse para comunicar el evangelio. Con que hagamos que la gente esté excitada, emocionada, eso será necesario para una buena evangelización. Pero eso es mentira hermanos. Los cristianos que evangelizan, que comunican efectivamente el evangelio son los que son convertidos verdaderamente a Dios, son los que comprenden su miseria y su pecado como también la gran bendición de creer en el Dios vivo y verdadero. Debe haber una conversión genuina, un cambio de raíz en la persona que lo motive a comunicar el evangelio. Y esto es lo que pasó con los tesalonicenses. Pablo dice que los mismos hermanos de Macedonia, de Acaya y de muchos lugares más daban testimonio de la fe verdadera de los tesalonicenses. Primero dice algo curioso. Dice que esos hermanos “cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis”. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que los hermanos evangelizados por los tesalonicenses daban testimonio de que la iglesia de Tesalónica había recibido con gran amor a Pablo, a Silvano, a Timoteo y a los demás pastores y predicadores. Apreciaban a los que les enseñaban el verdadero evangelio, los que los instruían en la verdad. Los apreciaban y los recibían con tanto entusiasmo porque recibían de ellos la verdad del evangelio.
Pero después dice que los de Macedonia y Acaya, y los demás hermanos, contaban “cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”. Es decir, la conversión de los tesalonicenses era tan evidente que los demás hermanos podían contar vívidamente que la iglesia de Tesalónica estaba compuesta de hermanos verdaderamente convertidos, transformados por el poder del evangelio. La conversión, hermanos, es un cambio radical de la vida, en que uno abandona la vida de pecado para vivir una vida de santidad delante de Dios. Y como la verdadera conversión es un cambio tan radical, nadie sino solamente Dios la puede realizar en la vida del creyente. La verdadera conversión es una obra de Dios efectuada en el creyente, por la cual abandona la vida de pecado y queda consagrado a una vida de santidad. El Espíritu Santo operó poderosamente en los tesalonicenses, al grado que el cambio externo de su vida indicaba que, en efecto, había sucedido primero un cambio interno, que Dios les había dado un nuevo corazón.
Particularmente el apóstol relata que los hermanos hablaban de la conversión de los tesalonicenses diciendo que se habían “convertido de los ídolos a Dios”. Es decir, que los tesalonicenses antes creían en ídolos, oraban a ídolos, adoraban a ídolos, y vivían temiendo a los ídolos. Un ídolo es un dios falso, es la invención de los seres humanos para adorar la imaginación de su propio corazón. El mismo apóstol Pablo dice que un ídolo no tiene ningún valor, que es nada, que nada puede hacer ni decir. Vivir así, adorando y sirviendo a ídolos, a dioses que no son dioses, es ofender al único Dios vivo y verdadero. Es pensar que el Dios soberano, que el Dios altísimo y glorioso lo podemos reducir a una imagen de oro, de plata, de piedra o de madera. La idolatría deshonra a Dios, ofende a Dios y produce la ira de Dios sobre los idólatras.
Cuando el evangelio llegó a la vida de los tesalonicenses comprendieron que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un solo Dios vivo y verdadero. Comprendieron que todos los ídolos de los romanos, los dioses que la tradición y religión romana y otras religiones habían inventado eran falsos y no merecían ser adorados ni servidos. Significaba que ellos ya no irían a los templos de la ciudad para adorar a los ídolos, que no participarían en los servicios religiosos ni en las fiestas religiosas dedicadas en honor a esos ídolos. Pero significaba también que por esa razón ellos sufrirían por creer en el único Dios vivo y verdadero. Pero ellos estaban dispuestos a pagar las consecuencias. Tanta era su convicción que Pablo relata que los demás hermanos podían decir que la conversión de los tesalonicenses era tan genuina que se convirtieron de los ídolos a Dios “para servir al Dios vivo y verdadero”. ¿Por qué dejaron a los ídolos? Porque el evangelio les mostró que solamente hay un Dios vivo y verdadero. Que no puede haber dos o más dioses verdaderos, ya que eso es una contradicción. Los ídolos, por otro lado, son muchos, y están muertos. Están hechos de materia inerte como oro, plata, madera, etc. Tienen boca pero no hablan, tienen oídos pero no oyen, tienen pies pero no se mueven. Pero el Dios vivo y verdadero es el Creador de todas las cosas, él da vida y sustento a todas las personas y las cosas en toda la creación. Es verdadero porque nunca miente, y siempre podemos confiar en su santa palabra. Cuando uno comprende, por la obra del Espíritu Santo, quién es el único Dios vivo y verdadero, entonces uno rompe de tajo con toda la idolatría, abandona todo rastro de idolatría, y se consagra para servir al Dios vivo y verdadero. Su vida se convierte en una vida de servicio.
¿Y de nosotros se puede decir lo mismo hermanos? ¿La gente a nuestro rededor puede contar que nuestra conversión es genuina? ¿Nuestra vida realmente es una vida consagrada al servicio de Dios? Que Dios nos libre de estar sirviendo a ídolos, ya sean de oro o plata, o de cualquier otro material, o algún ídolo oculto en nuestro corazón. Si decimos creer y confiar en el Dios vivo y verdadero, entonces no podemos hacer otra cosa que servirle con toda nuestra vida.
La esperanza de los tesalonicenses (10)
Finalmente el apóstol Pablo sigue relatando el testimonio que los demás hermanos daban de los tesalonicenses al decir en el v. 10: “Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. ¿Por qué los tesalonicenses podían ser tan firmes en el sufrimiento? Porque ellos tenían puesta su mirada no en este mundo sino en Jesús, el autor y consumador de su fe. Tenían fijada la mirada en Jesucristo, no en las cosas de la tierra. Cuando Jesucristo nos salva, nos promete vida eterna, una vida que ya empezamos a experimentar en este mundo, pero que toda su plenitud solamente la disfrutaremos cuando Cristo regrese por segunda vez. Pero, al mismo tiempo, noten que los tesalonicenses no tenían una esperanza vaga e impersonal, sino todo lo contrario. Su esperanza estaba puesta en una persona, en la persona del Señor Jesucristo, que aquí se describe como el Hijo de Dios. Dios Padre envió a su Hijo unigénito al mundo para que todo aquel que él cree, no se pierda sino tenga vida eterna. El amor del Padre se manifiesta de una manera especial en su Hijo Jesucristo. Por otro lado, ¿por qué los tesalonicenses esperaban a Jesús? Pablo dice que el Padre lo resucitó de los muertos, es decir, Jesús no es un ídolo muerto, no es un gran líder que vivió y murió, sino uno que voluntariamente se humilló hasta la muerte de la cruz, pero que al tercer día se levantó glorioso de la tumba, derrotando a la muerte y al que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo. Jesús es un Salvador vivo y verdadero, uno que vive y gobierna a su iglesia, uno que asegura por toda la eternidad la salvación de su pueblo. Jesús no es un ídolo más, como los ídolos de los tesalonicenses y los ídolos de las demás religiones que adoran y sirven la obra de sus manos. No, Jesús es el Hijo eterno de Dios que vino a salvarnos y prometió regresar por segunda vez por su iglesia.
Otra razón para esperar a Jesús, es que los tesalonicenses sabían que debido a que Jesús está vivo, que los ha perdonado y salvado, él es el único “quien nos libra de la ira venidera”. La ira, la cólera de Dios, el enojo de Dios se derrama ya en este mundo sobre los que no aceptan a Cristo, pero así como la vida eterna, el castigo eterno y pleno de Dios también está por venir, y si no estamos en unión con Cristo, nada ni nadie nos podrá librar de la ira eterna de Dios. Pero los tesalonicenses estaban ya seguros en Cristo; incluso antes del juicio final, ellos sabían que ya no estaban bajo condenación, porque los que están en Cristo y aman a Dios ya no están bajo condenación.
Por último, hermanos, es importante observar que la espera de los tesalonicenses era una espera viva, una espera constante, intensa, segura, inminente, de que en cualquier momento el Salvador podía regresar por ellos. Estaban tan centrados en Cristo que lo único que deseaban era que él regresara por su iglesia en cualquier momento. Por eso ellos podían también soportar cualquier sufrimiento y animarse mutuamente sabiendo que su Salvador regresarían en cualquier momento.
¿Y nosotros hermanos? ¿Vivimos esperando con todo el corazón el regreso de Cristo? No dejemos que los placeres de este mundo nos alejen de la expectativa del segundo regreso de Cristo. Fijemos en él nuestra mirada, ya que él es nuestro Salvador y solamente él nos puede librar de la ira venida, de la ira que viene con toda seguridad sobre los que no creen ni confían en Cristo.
Conclusión
Amados hermanos, nosotros vivimos todavía en un país donde no somos perseguidos por nuestra fe, y si tenemos la libertad de venir a la iglesia, de comunicar el evangelio con otras personas, de invitar a otras personas a conocer a Jesucristo; con toda esta libertad, ¿no debemos ser firmes en la palabra de Dios? ¿No debemos vivir sirviendo al Dios vivo y verdadero? ¿No debemos vivir esperando con el corazón la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo? Que Dios nos ayude a finar nuestra mirada y corazón en el Hijo de Dios, en Jesús, quien nos libra de la ira venidera. Amén.