La diferencia entre ética y moralidad
La diferencia entre ética y moralidad
R. C. Sproul
En nuestro vocabulario cotidiano, muchas personas usan las palabras ética y moralidad indistintamente, como si fueran sinónimos. Sin embargo, históricamente, esto no ha sido así.
La palabra “ética” proviene del griego ethos, y la palabra “moral” o “moralidad” proviene del latín mores. La diferencia es que el ethos de una sociedad o cultura se ocupa de su filosofía fundacional, de su concepción de valores y de su sistema de comprensión del sentido del mundo. Existe un sistema de valores filosóficos que constituye el espíritu de todas las culturas. Por otro lado, la moralidad se refiere a las costumbres, hábitos y comportamientos habituales dentro de una cultura determinada.
En primera instancia, la ética se considera una ciencia normativa: el estudio de normas o estándares mediante los cuales se evalúan o miden las acciones. La moralidad, por otro lado, es lo que llamaríamos una ciencia descriptiva: un método para describir cómo operan o se comportan las cosas. La ética se ocupa del imperativo (“lo que debe ser”), mientras que la moralidad se ocupa del indicativo (“lo que es” o “lo que se hace”).
La ética, o ethos, es normativa e imperativa. Se trata de lo que alguien debería hacer. La moralidad describe lo que alguien está haciendo realmente. Esta es una diferencia significativa, particularmente a la luz de nuestra fe cristiana y considerando que, en la comprensión contemporánea, los dos conceptos a menudo se confunden y mezclan.
Como cristianos, el carácter de Dios constituye nuestro ethos final, el marco por el cual discernimos lo que es correcto, bueno y agradable ante Él.
Lo que ha surgido de la confusión entre ética y moralidad es lo que llamo moralidad estadística. Aquí, lo que es normal o frecuente se convierte en lo normativo. Para determinar qué es normal, se realizan encuestas o estudios sobre lo que la gente realmente hace. Por ejemplo, si descubrimos que la mayoría de los adolescentes consumen marihuana, podríamos concluir que, en este momento de la historia, es normal que un adolescente estadounidense use marihuana. Si es normal, se tiende a considerar bueno y correcto.
En última instancia, la ciencia de la ética se ocupa de lo que es correcto, mientras que la moralidad se ocupa de lo que se acepta. En muchas sociedades, lo que se acepta se considera correcto. Sin embargo, esto provoca una crisis para el cristiano: cuando lo normal se convierte en lo normativo, y lo que es determina lo que debería ser, los cristianos pueden encontrarse nadando contra la corriente cultural.
El concepto cristiano de ética choca con gran parte de lo que se presenta como moralidad. No determinamos lo correcto o incorrecto según lo que hacen los demás. Por ejemplo, si estudiamos las estadísticas, veremos que todos los hombres mienten en algún momento. Esto no significa que todos mientan todo el tiempo, sino que todos han mentido alguna vez. Estadísticamente, podríamos decir que el cien por ciento de las personas se han entregado a la deshonestidad en algún momento, y, dado que es universal, podríamos concluir que es perfectamente normal que los seres humanos digan mentiras. No solo normal, sino algo “humano”.
Si queremos ser plenamente humanos, según esta lógica cultural, deberíamos animarnos hacia la mentira. Esto es un ejemplo de reductio ad absurdum: se lleva algo a su conclusión lógica para mostrar lo absurdo de la premisa. Sin embargo, esto no refleja lo que la Biblia enseña. A menudo, los problemas de una moralidad estadística pasan desapercibidos. La Biblia dice que nos inclinamos hacia la mentira, pero estamos llamados a un estándar más alto. Como cristianos, el carácter de Dios constituye nuestro ethos final, el marco por el cual discernimos lo que es correcto, bueno y agradable ante Él.