Oh iglesia levántate: cómo guiar a las iglesias hacia un futuro incierto
John Currie
Traductor: Juan Flavio de Sousa
Tal vez al evaluar el estado de las iglesias que te rodean en la actualidad resuenen en tu corazón las palabras de Nehemías 1:3: «El muro de Jerusalén [está] derribado, y sus puertas quemadas a fuego». Fuera de los muros de la iglesia, la cultura se ha vuelto decididamente hostil hacia nosotros. Dentro de sus muros hemos sido testigos de la corrupción de demasiados líderes prominentes y del colapso de varios ministerios prometedores y con historia. Las consecuencias residuales de la pandemia mundial y la militarización del tribalismo político han dividido a los miembros de la iglesia y han provocado que los pastores abandonen el ministerio a un ritmo alarmante.[1] La tentación para la iglesia en una época como ésta es, como la pintó Francis Schaeffer, «levantar el puente levadizo de la ciudadela y arrojar de vez en cuando, por encima de los muros, la piedra de la verdad a la cultura».[2] O, por el contrario, como advertía Machen, adoptar el dogma y la dirección de la cultura para preservar la sostenibilidad institucional de la iglesia.[3] Para una iglesia fiel y llena de fe, ninguna de estas respuestas es una opción. Por el contrario, debemos tomar la cruz de Cristo en la misión que Cristo nos ha encomendado y seguir construyendo y ampliando los muros de la iglesia de Cristo hasta que regrese y complete los muros y las puertas de la ciudad de Dios (Ap 21:12). Para continuar levantándose en la causa de Cristo la iglesia necesita el liderazgo pastoral que Cristo ha designado.
La historia de Éfeso
La Iglesia de Éfeso era una iglesia que había experimentado una gran obra de Dios y había sido dotada de algunos pastores eminentes. En el transcurso de unos pocos años, Cristo había establecido una iglesia que condujo a la predicación del evangelio y a la plantación de iglesias en toda la región, a la conversión de multitudes que habían sido esclavizadas en prácticas paganas, y al desarrollo de múltiples líderes para servir a la iglesia de Cristo (véase Hch 18:19-19:20;20:28), incluso en medio de una severa hostilidad cultural (19:21-41). La iglesia había sido pastoreada nada menos que por Pablo, Timoteo y Juan. Pero el hecho de que Timoteo tuviera que ser enviado a Éfeso para volver a poner la iglesia en orden en cuanto a doctrina, liderazgo y práctica (1 Ti 1:3;3:15) revela que incluso una iglesia que ha experimentado una gran obra de Dios y ha sido agraciada con pastores dotados puede decaer e incluso morir (Ap 2:1-7) si sus dirigentes no se atienen de todo corazón a los preceptos y prioridades bíblicos que Cristo ha prescrito para su iglesia (Hch 20:28-30). La buena noticia es que Cristo mismo ha proporcionado los líderes que su iglesia necesita para seguir siendo edificada en Él, y entre ellos están los pastores.
Los pastores son los líderes de la misión de Cristo
La inspiradora miniserie Band of Brothers narra la historia real de la Compañía Easy de la 101ª División Aerotransportada en la campaña europea de la Segunda Guerra Mundial. Un episodio de la serie describe la resistencia de la compañía en el bosque de las Ardenas durante la Batalla del mismo nombre. El punto más bajo de la historia se describe cuando el comandante de campo de la compañía, agotado por el esfuerzo, abandona a los hombres en el campo y regresa al cuartel general para «hacer una llamada telefónica». A medida que la iglesia avanza en la misión de Cristo en esta era, no tenemos un comandante que se haya retirado al cuartel general dejándonos sin líder en el campo. El Rey Jesús no está mirando pasivamente desde el cielo mientras su iglesia pelea la buena batalla, Él está allí como cabeza sobre todo poder y autoridad y, por su Espíritu, está con nosotros (Mt 28:20; Hch 2:1,17) y, por ese mismo Espíritu ha dado dones a su iglesia (Ro 12:4-8; Ef 4:7) entre los cuales están los pastores-maestros para edificarnos y equiparnos para nuestro servicio en su causa (Ef 4:11-16).
Que los pastores son líderes de la causa de Cristo no siempre se aprecia como se debería y, de hecho, se resiste en algunas filosofías del ministerio pastoral. Pero el hecho de que la palabra pastor sea una traducción de un pastor de ovejas en el Nuevo Testamento demuestra que una función importante de un pastor es trasladar a las ovejas (el pueblo de Dios) de donde están hacia los verdes pastos que Dios ha preparado para su provisión y protección. Incluso en el nivel más básico, trasladar a las personas de donde están a donde Dios se ha propuesto que estén es liderazgo. William Still hizo esta conexión cuando describió el trabajo del pastor: «El pastor por definición es un pastor, el sub-pastor del rebaño de Dios conduciéndolos a verdes pastos».[4] Timothy Witmer ha demostrado que, en el contexto en el que se escribieron las Escrituras, los reyes a menudo eran llamados pastores, ya que su responsabilidad era proteger y proveer a su pueblo.[5] Este trasfondo nos ayuda a entender el cuadro de Efesios, según el cual cuando el Rey resucitado (Ef 1:20-21) dio sub-pastores a su pueblo (Ef 4:11-12) para edificarlos a su semejanza y equiparlos para su servicio (Ef 4:13-16), les estaba proporcionando líderes para que juntos avanzaran hacia sus propósitos. Un pastor-maestro es un líder designado por Cristo que debe saber, según las Escrituras, dónde debe ir el rebaño de Dios y cómo llevarlo hasta allí. Para que la Iglesia se levante en la misión que Cristo le ha encomendado, necesita un liderazgo pastoral designado por Cristo.[6] En este espacio consideraremos tres prácticas fundamentales sobre cómo los pastores guían al pueblo de Dios hacia los propósitos de Dios.[7]
Los pastores guían por la exposición
Recuerdo una lectura en mis comienzos en el ministerio en la que un pastor experimentado me dijo: «No me digas lo que crees sobre la Biblia. Déjame oírte predicar y te diré lo que crees sobre la Biblia».[8] Otro dijo: «Rara vez vivimos lo que profesamos, siempre vivimos lo que creemos». A veces, las iglesias que parecen estar basadas en la Biblia se corrompen o se atrofian porque, aunque mantienen posturas formalmente correctas sobre la Biblia, las Escrituras no son funcionalmente autoritativas para su forma de dirigir. Demasiados pastores confiesan la autoridad y suficiencia de las Escrituras, pero cuando se trata de las prácticas de liderazgo en la iglesia, la Biblia ejerce, en el mejor de los casos, una influencia nostálgica y marginal. El apóstol Pablo creía que, precisamente porque las Escrituras son la palabra inspirada y autorizada de Dios (2 Ti 3:16), son suficientes para equipar a los pastores (el hombre de Dios) para hacer todo lo que Cristo les ha encomendado (2 Ti 3:16-17). También era muy consciente del contexto corrupto y hostil en el que la iglesia del Nuevo Testamento tendría que vivir y trabajar para Cristo (2 Ti 3:1-5), por lo que proporcionó a Timoteo una estrategia que, en cualquier contexto, perduraría en cualquier momento: ¡predica la palabra! (2 Ti 4:2). La exposición autorizada de las Escrituras (predicación) debía impregnar todas las facetas del liderazgo de Timoteo en Éfeso (2 Ti 4:2-5). Pablo sabía que esta estrategia no sólo era duradera, sino también eficaz en la misión de Cristo. La gran obra de Dios que experimentó Éfeso estaba directamente vinculada al hecho de que él había dado prioridad a la predicación durante su propio servicio en aquella ciudad (Hch 19:6.10,20; 20:18-21,25-27,31). El apóstol creía que, por lo que son las Escrituras y por lo que pueden hacer (Is 55:11; Jer 23:29; Heb 4:12-13), los pastores-maestros deben cumplir con su mayordomía a través de la predicación de la Palabra de Dios.
Este precepto apostólico ha constituido la prioridad funcional para los pastores líderes de misión a lo largo de la historia. El liderazgo de Juan Calvino en la Reforma en Europa, particularmente como se expresó a través de la iglesia en Ginebra, fue impulsado por su implacable y prolífica exposición de la Palabra de Dios.[9] Y Charles Spurgeon, cuyo ministerio fue tan ampliamente usado por Dios, fue claro acerca de la prioridad de la predicación en el liderazgo de su ministerio:
No busco ningún otro medio de convertir a los hombres más allá de la simple predicación del evangelio y la apertura de los oídos de los hombres para escucharlo… cuando la buena y antigua verdad sea predicada una vez más por hombres cuyos labios sean tocados como con un carbón vivo del altar, este será el instrumento en las manos del Espíritu para traer un gran y completo avivamiento de la religión en la tierra.[10]
El eminente teólogo del Antiguo Princeton, Archibald Alexander, conocido no sólo por su liderazgo en ese seminario estratégico, sino también por su iglesia multiplicadora de discípulos (Pine Street) en Filadelfia, declaró su convicción de que «Dios ha designado la predicación del Evangelio como el gran instrumento para la instrucción y la reforma moral de los hombres, y no se debe permitir que nada lo sustituya».[11] Históricamente, Cristo ha conducido a la iglesia a la madurez en Él y a la misión por medio de pastores que priorizaron la exposición de las Escrituras en su ministerio.
Un pastor-maestro es un líder designado por Cristo que debe saber, según las Escrituras, a dónde debe ir el rebaño de Dios y cómo llevarlo hasta allí.
Esto no significa que la predicación sea la única función de liderazgo del pastor o el único ministerio que la iglesia necesita para ser edificada en los propósitos de Dios. Si bien todo ministerio en una iglesia saludable fluye río abajo desde el púlpito, en una iglesia saludable habrá mucho ministerio que se lleve a cabo río abajo desde el púlpito. La predicación que no solamente es prioritaria, sino que tiene un propósito para lo que Dios la ha designado proyectará una visión bíblica convincente y definirá estrategias bíblicas que se traducen en un sistema de discipulado que equipa al pueblo de Dios para la adoración, para el crecimiento en la semejanza de Cristo, y para el ministerio de unos a otros y a sus vecinos.[12] Es a través de su Palabra, particularmente como es predicada por aquellos que Cristo ha designado, que Cristo mismo habla a su iglesia (Ro 10:14-17;2 Cor 5:20; Heb 12:25) y Cristo mismo dirige a su iglesia. Por lo tanto, los pastores-maestros dirigen proclamando las Escrituras no sólo para enseñar a la iglesia su doctrina, sino también para establecer su dirección.
Los pastores dirigen con el ejemplo
Cuando mis hijos eran muy pequeños, vivíamos en una zona que recibía fuertes nevadas. A menudo era tan profunda que las piernitas de nuestros hijitos no podían llevarlos a través de la nieve, hasta que yo me ponía delante y hacía grandes huellas en las que podían poner sus pies y seguirme a casa. Tenía que establecer un modelo de caminar que pudieran emular si querían llegar a donde tenían que ir. Del mismo modo, Pablo esperaba que los pastores caminaran delante del pueblo de Dios de tal manera que su vida les mostrara a dónde les llevaba la palabra que predicaba, y pudieran seguirle hasta allí. Cuando le dijo a Timoteo «sé ejemplo de los creyentes» (1 Ti 4:12), utilizó una palabra que significaba que debía tipificar en su carácter lo que enseñaba en su contenido. El evangelio que Timoteo proclamaba debía moldear su propia forma de vida como un indicador apuntando a Cristo en quien se centraba su mensaje.[13] El caminar de un pastor debe estar integrado con la palabra que predica.
Es necesario volver a insistir en ello desesperadamente en nuestra época, en la que las traiciones de alto nivel a la confianza pastoral han hecho que muchos piensen que el liderazgo es inherentemente tóxico, sobre todo si el líder infractor hace uso de la palabra de Dios. Cuando se produce una grave desintegración entre la doctrina y la vida de un pastor, no se trata simplemente de un problema personal; traiciona la reputación de quien lo nombró. Los pastores que predican para llevar a la gente a Cristo y a sus propósitos para sus vidas en Él deben imitarle en su liderazgo.
Esto significará, como mínimo, que buscarán fervientemente la santificación personal (1 Ti 6:11; 2 Ti 2;22), adoptar un modelo de liderazgo de servicio con la cruz como modelo (1 Cor 1:17ss) y estarán dispuestos a dar su vida para defender la gloria de Dios y el bien de la iglesia en una cultura opuesta a ello (Hch 20:24; 1 Ti 6:12). Y, no menos importante, estarán motivados en su liderazgo por el afecto supremo producido por el Espíritu, el amor (1 Ti 1:5;6:11;2 Ti 1:7). El liderazgo pastoral amoroso desea y actúa por el bien eterno del pueblo de Dios, aunque al líder le cueste… la vida.
La buena noticia es que los líderes que han sido nombrados por Cristo pueden crecer en su comisión de ejemplificar a Cristo ante su pueblo, porque un pastor es un hijo en Cristo antes de ser un siervo de Cristo (Ro 8:14-15; Gal 4:6-7). Los pastores cristianos son cristianos antes de ser pastores. Eso significa que están unidos a Cristo y, por tanto, Cristo es para ellos (Fil 3:9) y en ellos (Gal 2:20). Como creyentes son justificados por Dios, que los ha absuelto y aceptado como justos ante Él únicamente por la justicia de Cristo que les ha sido imputada (Ro 3:21-26; 4:22-25). Él los ha santificado habiéndolos liberado del dominio del pecado (Ro 6:6-14), y los está santificando progresivamente a su semejanza para su gloria (2 Cor 3:17-18). Y este liderazgo ejemplar que imita a Cristo y que ha crecido en el Evangelio no sólo puede instruir al pueblo de Dios, sino también inspirarlo a liderar por amor a Cristo en las relaciones y responsabilidades que Dios le ha dado.
Los pastores dirigen capacitando
Las oportunidades y los desafíos para la causa de Cristo, tanto dentro como fuera de los muros de la iglesia, son demasiado numerosos para que un pastor pueda responder eficazmente por sí solo. Y Cristo nunca quiso que lo hiciera. Uno de los propósitos por los cuales Cristo ha dado pastores a su iglesia es para guiar a los miembros de su iglesia en las obras de servicio que Él les ha asignado (Ef 4:7,12).[14] El liderazgo pastoral que desea edificar la iglesia de Cristo en el momento cultural actual será intencional en capacitar a los santos para emplear su sabiduría, dones y recursos dados por gracia para avanzar los propósitos de Dios en las esferas donde viven, adoran y trabajan. Como mayordomos de la Palabra de Dios, los pastores-maestros tienen la oportunidad y la responsabilidad de formar a los creyentes en el carácter, las convicciones y las competencias para su ministerio mutuo dentro de la iglesia (Ro 12:4-8; Ef 4:15-16; 1 Pd 4:10) y para las oportunidades que Dios les ha dado de dar testimonio al mundo fuera de la iglesia (Col 4:5-6; 1 Pd 3:15). Y aunque este testimonio no tenga como fin la transformación de la sociedad, los creyentes están llamados a hacerlo, sea como sea, para la gloria de Dios en nombre de Cristo (1 Cor 10:31; Col 3:17). A medida que los pastores conduzcan a los santos a todas las buenas obras para las que Dios los ha creado en Cristo (Ef 2:10), aplicarán su enseñanza para proporcionar una visión, unas convicciones y una ética bíblicas para toda la vida en todas las esferas en las que Dios ha colocado providencialmente a sus santos.
Harry L. Reeder III tradujo esta prioridad del liderazgo pastoral en una visión según la cual la iglesia se convertiría realmente en «una fábrica y un centro de distribución de liderazgo»[15] para la cultura, frente a lo que suele ocurrir, que la cultura da forma al liderazgo de la iglesia. En una conversación reciente con un pastor de otro país, me explicó cómo su gran nación se había beneficiado históricamente de líderes con una visión cristiana del mundo. El sistema hospitalario del país, las instituciones educativas e incluso la constitución, con su compromiso con el Estado de derecho, eran el producto de líderes que habían sido formados con una visión bíblica de la humanidad, la ciencia y el gobierno. El liderazgo pastoral que está comprometido con la construcción de la iglesia en esta generación y para la siguiente debe invertir en el desarrollo de creyentes que lideren para la gloria de Cristo en todas las esferas de la sociedad. Uno se estremece al imaginar dónde estaría el mundo si William Wilberforce hubiera carecido del liderazgo pastoral intencional de John Newton. Para que la iglesia pase del declive y la decadencia a la madurez en Cristo y la misión para Cristo, todo el cuerpo debe levantarse y trabajar unido (Neh 2:18; 4:6). Los pastores deben capacitarlos para ese trabajo.
Conclusión
La obra se completará no por los pastores que dirigen la iglesia, sino por Aquel que nombró a los pastores. Los pastores son simples instrumentos en manos del líder arquetípico, el Rey de Reyes, y Él dijo que edificaría su iglesia y que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella (Mt 16:18). Jesús no hizo esa promesa en medio de una cultura amistosa y no previó una cultura amistosa cuando encargó a sus líderes designados que establecieran y extendieran su iglesia entre las naciones (Mt 28:18-20; cf. Mt 10:22). Pero Jesús nunca ha hecho una promesa que no quiera o no pueda cumplir. Y, como en la historia de la iglesia de Éfeso, Jesús está todavía en medio de su iglesia (Ap 2:1), guiándonos y dándonos vida (Ef 4:16). Los pastores tienen el gran privilegio y la responsabilidad, otorgados por la gracia, de seguir su ejemplo y, con la esperanza inquebrantable en su promesa, guiar a su pueblo hacia sus propósitos. Es una llamada por la que merece la pena entregar la vida.
[1] https://www.barna.com/research/pastors-wwell-being/https://www.barna.com/research/pastors-quiting-ministry/.
[2] Francis Schaeffer, The God Who Is There (Downers Grove, IL, InterVarsity Press, 1998), 170.
[3] J. Gresham Machen, Christianity & Liberalism (Glenside, PA, Westminster Seminary Press, 2023), 4-8.
[4] William Still, The Work of the Pastor (Fearn, Ross-Shire, UK, Christian Focus, 2001), 17.
[5] Timothy Z. Witmer, The Shepperd-Leader (Philipsburg, PA, P&R Publishing, 2010), 11-12.
[6] Sobre la paridad y la pluralidad de los ancianos, de los cuales el pastor es uno… El liderazgo pastoral no lo ejercen sólo los que tienen el título de pastor, sino los ancianos junto con el pastor. La atención incondicional tanto de los ancianos docentes como de los ancianos gobernantes, trabajando en concierto unos con otros, es esencial para un liderazgo pastoral saludable y para iglesias saludables.
[7] Para consultar un libro completo sobre los principios y prácticas del liderazgo pastoral, véase John
Currie, The Pastor as Leader (Wheaton, IL: Crossway, 2024).
[8] Véase John F. MacArthur Jr., Our Sufficiency in Christ (Wheaton, IL: Crossway, 1991).
[9] Herman J. Selderhuis, John Calvin: A Pilgrim´s Life (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2009), 112.
[10] Véase Currie, The Pastor As Leader, 126; cf. Charles Haddon Spurgeon, C.H. Spurgeon Autobiography, vol.1, The Early Years, 1834-1859 (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1985), v.
[11] A. Alexander, «Suggestions in Vindication of Sunday Schools» en Princeton and the Work of the Christian Ministry: A Collection of Adresses, Essays, and Articles by Faculty and Friends of Princeton Theological Seminary, ed. James M. Garretson, 2 vols. (Carlisle, PA: Banner of Truth, 2012), 1:345.
[12] Para una explicación más detallada de cómo se practican estas funciones críticas de liderazgo a través de la predicación, véase Currie, The Pastor as Leader, 87-106
[13] I. Howard Marshall y Philip H. Towner, A Critical Exegetical Commentary on the Pastoral Epistles, International Critical Commentary (Londres: T&T Clark, 2004), 561.
[14] Para una explicación más detallada de esta interpretación de Ef 4:12 véase Currie, The Pastor as Leader, 187-188.
[15] Véase Harry L. Reeder III, 3-D Leadership, 13,33-34.