EL DESARROLLO DE LA ESPIRITUALIDAD EN ESTUDIANTES DE SEMINARIO
Autor: Louis Berkhof
Traductor: Martín Bobadilla
La siguiente pregunta se hace a menudo en nuestros días: ¿qué se puede hacer para promover la verdadera espiritualidad? Los miembros serios de la iglesia la plantean de vez en cuando, y los líderes espirituales del pueblo a menudo se ocupan del tema en sus sermones y discursos públicos. El hecho de que esta pregunta se imponga de vez en cuando a la atención de hombres y mujeres cristianos no da testimonio de la mentalidad espiritual de la generación actual, sino más bien da evidencia de la falta consciente de espiritualidad. Los que disfrutan de una salud vigorosa, por regla general, no buscan información sobre ejercicios especiales para promover su bienestar físico. Pero cuando un sentimiento de cansancio se apodera de ellos, cuando su vigor natural disminuye y cuando su salud general parece decaer, —entonces comienzan a mostrar un interés particular en medidas restaurativas especiales.
Al mismo tiempo, es una señal alentadora encontrar personas cristianas que se preguntan seriamente cómo pueden mejorar su salud espiritual y promover su crecimiento espiritual. La persona que no es consciente del hecho de que su salud está fallando, y que por esa misma razón es indiferente a las medidas de restauración, se encuentra en una situación más triste que aquella que es profundamente consciente de ello y, por lo tanto, busca consejo médico. Cuando los cristianos preguntan qué se puede hacer para mejorar su vida espiritual, son claramente conscientes del hecho de que su condición actual no es la ideal y manifiestan un deseo de crecimiento espiritual. Sienten que aún no han alcanzado el ideal, que su santificación está lejos de ser completa y que su vida cristiana debe pasar a niveles superiores. Y esto es alentador, ya que es un requisito previo necesario para un mayor avance espiritual. Es un verdadero motivo de regocijo encontrar a los estudiantes de teología planteándose con frecuencia la cuestión de cómo pueden mejorar su espiritualidad.
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En cualquier intento de dar una respuesta a esta pregunta, es de la mayor importancia determinar la naturaleza de la verdadera espiritualidad, especialmente porque existe una considerable diferencia de opinión sobre este punto.
El idealismo panteísta basa su concepción de la espiritualidad en la inmanencia de Dios y la concibe panteísticamente. Lo divino en el hombre está luchando por dominar sus bajas inclinaciones; y el hombre que permite que los elementos superiores de su naturaleza controlen su vida, es el hombre verdaderamente espiritual. El hombre es espiritual en la medida en que se siente uno con Dios en lo más profundo de su ser. Spinoza, el hombre ebrio de Dios, puede presentarse como un ideal. Shelley y Tennyson eran eminentemente espirituales. «La vida espiritual», dice el presidente Hyde de Bowdoin College, «es la vida universal, la vida determinada por la razón». Y según Gerald Birney Smith, difunto profesor de teología sistemática en la Divinity School of Chicago, «la esencia de la espiritualidad consiste en una relación directa, personal e interna con Dios… En cuanto al contenido, se basa en una buena voluntad y no puede distinguirse de una vida verdaderamente moral».
El humanismo tiene una concepción de la espiritualidad basada en su visión de la bondad inherente del hombre. Todos los valores humanos genuinos, como la ciencia, el arte, la literatura y la filosofía, relacionados con las relaciones humanas, especialmente sociales, son espirituales. Dice Roy Wood Sellars de la Universidad de Michigan: «Dondequiera que haya valores genuinos, está lo espiritual. ¿No se está convirtiendo la lealtad a estos valores espirituales de la vida humana en el único significado de la religión?». El hombre espiritual es el hombre que se dedica sin reservas al bienestar de su prójimo y de la humanidad, y que trabaja por la reconstrucción social de la sociedad humana.
En el Misticismo y las sectas místicas nos encontramos con una concepción bastante diferente de la espiritualidad. Es característicamente místico afirmar una independencia espiritual de la Palabra de Dios y afirmar que se tiene una iluminación especial del Espíritu Santo. Los místicos a veces hablan de estar sumergidos en el océano infinito de Dios. Según ellos, es exactamente su independencia de la letra que mata, su visión especial de las cosas de Dios y su unidad mística con Dios, lo que constituye su espiritualidad. Las sectas evangélicas de la actualidad manifiestan ocasionalmente una tendencia a moverse en la misma dirección. A veces desacreditan el elemento intelectual de la religión, hablan de una luz espiritual especial de la que disfrutan y se jactan de un alto, si no único, grado de espiritualidad.
Hay una visión relacionada, muy común en algunos círculos evangélicos hoy, que se basa en la idea de que la religión tiene su sede en los sentimientos, o en el corazón concebido como sede de las emociones. Usan el término «espiritualidad» para describir las emociones religiosas más cálidas. El predicador que habla con especial unción y mucho sentimiento, y los libros que despiertan las emociones religiosas, se consideran eminentemente espirituales. El hombre que está profundamente conmovido por las operaciones del Espíritu Santo en su corazón y se deleita en hablar de las misericordias de Dios, es considerado como un hombre profundamente espiritual. Ahora bien, este punto de vista ciertamente llama la atención sobre un elemento real de la espiritualidad, pero es unilateral y reduce indebidamente la concepción de la espiritualidad. De hecho, tales expresiones emocionales pueden no estar enraizadas en absoluto en la vida más profunda del alma. Tristemente, algunos cristianos profesantes, cuyo discurso da evidencia de este tipo de espiritualidad, llevan vidas perversas y hacen cosas muy poco espirituales. Y, sin embargo, es de temer que este es exactamente el tipo de espiritualidad que muchos consideran ideal en el presente. La suposición subyacente es que no puede haber espiritualidad en absoluto aparte de las efusiones emocionales. Se sospecha que los hombres que son por naturaleza poco emocionales no son espirituales. Esto les está haciendo una gran injusticia. Tales hombres pueden ser más verdaderamente espirituales que aquellos que son todo calidez y emoción.
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Debemos aprender de las Escrituras quién es el hombre espiritual. Pablo habla repetidamente de los creyentes como pneumatikoi (hombres espirituales). Coloca al hombre pneumático [espiritual] frente al hombre psíquico como alguien que posee una vida derivada de la operación especial del Espíritu Santo y bajo el control de ese Espíritu, en contraste con la vida del hombre natural, que es ajeno a las operaciones especiales del Espíritu Santo. El hombre espiritual es el hombre que está en posesión del Espíritu Santo y, por lo tanto, de una vida nacida del cielo, que está controlado en su vida moral y religiosa por el Espíritu de Dios, y que adapta su vida a las realidades del mundo espiritual en el que fue introducido por la obra de la regeneración.
Dado que el Espíritu Santo mora en el corazón del hombre, naturalmente ejerce una influencia correspondientemente amplia. En la actualidad, como se dijo, muchos se inclinan a pensar que la psicología bíblica representa el corazón exclusivamente como el asiento de las emociones y, por lo tanto, considera la espiritualidad como una especie de emocionalidad. El hombre cuyas emociones son conmovidas por el Espíritu Santo es el hombre verdaderamente espiritual. Pero el concepto bíblico del corazón es mucho más amplio. Según la Biblia, el corazón es el centro y foco de toda la vida consciente del hombre, el órgano de todos los estados posibles de conciencia, de todo pensamiento, sentimiento y voluntad. Del corazón salen todos los asuntos de la vida. Entre los hebreos, un hombre inteligente era llamado «un hombre de corazón». Los hombres entienden con el corazón, Mateo 13:15; tienen propósitos de corazón, Hechos 11:23; y están turbados en sus corazones, Juan 14:1. El corazón es el taller del alma en todas sus actividades. Es en el corazón donde el espíritu humano responde al Espíritu divino. El hombre espiritual es el hombre que piensa los pensamientos del Espíritu, que se aflige a causa de toda oposición al Espíritu, ya sea en su propia vida o en la de los demás, que se regocija en los frutos del Espíritu, que se deleita en hablar del Espíritu y sus obras maravillosas, y que está profundamente preocupado por hacer las obras del Espíritu.
Hay un sentido en el que todo hijo de Dios es pneumatikos (espiritual), pero también hay un sentido en el que este apelativo se aplica sólo a una parte de ellos. Todos los cristianos son pneumatikoi (espirituales) a diferencia de psuchikoi (anímicos o naturales); pero en la manifestación de su vida algunos de ellos son somatikoi (carnales) en vez de pneumatikoi (espirituales). Pablo escribe a los corintios: «Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo» (1Corintios 3:1). Esto implica claramente que hay grados de espiritualidad en la manifestación de la vida de los creyentes. Si bien todos son esencialmente espirituales, no todos reflejan la vida del Espíritu de Dios como deberían en su vida diaria.
La guía del Espíritu Santo, a la cual el hombre espiritual se somete gustosamente, es una guía que está conectada con la Palabra de Dios y opera a través de ella. En este punto discrepamos muy decididamente de todas las sectas místicas, que tienen poco uso de la Palabra de Dios y se glorían en la luz interior y en la operación inmediata del Espíritu Santo. Es muy peligroso divorciar la guía del Espíritu de la Palabra de Dios. De hecho, hay operaciones inmediatas del Espíritu Santo, pero siempre deben someterse a la prueba de la Escritura. No siempre es fácil distinguir la voz del Espíritu Santo de la del espíritu humano, y a veces incluso de la del espíritu del abismo. La historia atestigua que los místicos a menudo cometieron los pecados más graves en nombre del Espíritu Santo. Piense en las extravagancias e inmoralidades de Jan van Leiden y sus seguidores. La espiritualidad sólo puede desarrollarse mediante una santificación cada vez mayor, y esto es imposible sin la Palabra de Dios.
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No puede haber duda sobre la importancia de desarrollar una verdadera espiritualidad. Todo creyente debe estar muy preocupado por esto. La mundanalidad debe dar paso a la mentalidad celestial. Esto se aplica particularmente en el caso de aquellos que se están preparando para la obra del ministerio. Deben ser eminentemente espirituales, ya que aspiran al liderazgo espiritual. Deben buscar el desarrollo intelectual, pero mientras lo hacen, no deben descuidar el cuidado de su vida espiritual. Si lo hacen, su formación científica puede hacerlos cada vez menos aptos para la obra del ministerio. Bien podemos buscar una respuesta, por tanto, a la pregunta de cómo debe ir el teólogo en busca de la cultura espiritual.
En primer lugar, permítase decir que, para el desarrollo de la verdadera vida espiritual, la responsabilidad recae principalmente en el individuo en cuestión. El Espíritu de Dios da crecimiento espiritual por medio de la gracia, pero no aparte de los esfuerzos fieles y persistentes del hombre espiritual. Tal crecimiento depende del ejercicio de una fe viva en Jesucristo. Pablo exhorta a los romanos a andar, no conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:5). El que no se preocupa por las cosas del Espíritu, sino que prefiere seguir los deseos de la carne, nunca crecerá espiritualmente. No obedece a la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, la condición misma del crecimiento, y así impide el desarrollo de su vida espiritual. Tal persona puede sentirse inclinada a trasladar la responsabilidad y culpar a otros por su falta de espiritualidad: a sus padres, a su ministro, a sus maestros o a sus profesores, pero el hecho es que él es el culpable, ante todo. Parece pensar que las diversas influencias extrañas a las que está sujeto deberían volverlo espiritual a pesar y parte de sí mismo; pero esto es una completa imposibilidad.
En segundo lugar, es necesario enfatizar el hecho, a veces pasado por alto, de que el estudiante nunca debe colocar su formación espiritual en yuxtaposición con su trabajo escolar regular. Cuando Phillips Brooks ingresó al Seminario, una vez asistió a una reunión de oración de los estudiantes y quedó profundamente impresionado por su devoción y oraciones. Pero al día siguiente descubrió que no sabían sus lecciones, y se dio cuenta de que algo andaba mal en su espiritualidad. Los estudiantes para el ministerio no pueden desarrollar su vida espiritual descuidando el trabajo mismo para el cual asisten a la escuela, o por cualquier muestra de devoción que no afecte las raíces de su conducta y los haga más consagrados y esmerados en su trabajo regular. Un resplandor que no proviene del fuego viviente tiende a ser muy evanescente. La verdadera espiritualidad hará que el estudiante considere su trabajo como una tarea dada por Dios, como un deber religioso, y lo impulsará a realizarlo como en la presencia de Dios. Dará a su trabajo una mayor aprobación.
Todo esto no quiere decir, sin embargo, que no haya medios que puedan ministrar al crecimiento espiritual de los que están estudiando para el ministerio. Los hay, y los estudiantes deben ser diligentes en el uso de estos medios. Asimismo, deben recordar que la eficacia de los medios dependerá en gran medida del uso que hagan de ellos. La Biblia claramente revela esto. Hay algunos que oyen la Palabra de Dios, pero no responden a ella; hay quienes oran, pero oran mal. En general, puede decirse que los medios de que dispone el estudiante no son otros que los empleados por los cristianos en general. Permítanme llamar la atención sobre algunos de los más importantes.
El primer gran medio que Dios ha puesto a nuestra disposición es el ministerio público de la Palabra de los Sacramentos. Los estudiantes que realmente deseen desarrollar su vida espiritual deben ser diligentes en la asistencia a la iglesia. Además, deben ir a la iglesia con el propósito correcto: tener comunión con Dios en Su casa, Salmo 42 y 84. Que escuchen la Palabra, no con oído crítico, sino con ánimo receptivo, buscando para sí mismos la edificación espiritual. Justo en este punto, los estudiantes, y especialmente los estudiantes de teología, a menudo están expuestos a un peligro particular. Pope dijo una vez: «Un poco de aprendizaje es algo peligroso». Esa verdad se aplica aquí también. Los estudiantes son a menudo los oyentes más críticos de un ministro. Tienen un poco de conocimiento teológico, y acaban de ser expuestos a ciertos estándares exegéticos y homiléticos, que les permiten, según creen, tomar la medida exacta del predicador. Con su vara de medir recién adquirida juzgan todos los sermones escuchados. Y en la medida en que escuchan con oído crítico, no logran captar el significado espiritual del mensaje que se les presenta. Deben fijar sus mentes en oración en aquellos elementos del sermón que edifican y elevan el alma. Esto los hará más agradecidos y producirá mayores retornos espirituales.
A continuación, señalaría la devoción privada, que incluye la lectura de la Biblia, la meditación y la oración. Los estudiantes deben dedicar una pequeña parte de su tiempo a la lectura bíblica devocional diaria. En el Seminario se dedican día a día al estudio bíblico científico y, a menudo, crítico. Y si no tienen cuidado, esto puede hacer que pierdan de vista la santidad de las Escrituras y su significado espiritual. Después de todo, es el mayor de los medios de gracia y debe leerse por sus mensajes espirituales. En conexión con tal lectura de la Biblia, un comentario práctico, como el de Matthew Henry, puede ser de gran valor. También debe haber temporadas de meditación tranquila sobre las verdades de las Escrituras y sobre los caminos de Dios. Esto tiende a centrar la atención en Dios y las cosas espirituales, y con frecuencia nos trae lecciones que se nos habrían escapado en el ajetreo y el bullicio de la vida. ¿Alguna vez notó con qué frecuencia el libro de los Salmos habla de la meditación de los santos del Antiguo Testamento? La oración privada es otro medio importante para cultivar la vida espiritual. En ella buscamos el contacto con aquel que es la fuente de toda fuerza espiritual. No siempre somos suficientemente conscientes del tremendo significado de la oración. Lutero solía decir: «Si he orado bien, ya hice la mitad de mi trabajo».
Se puede plantear la cuestión de si el Seminario mismo puede contribuir en algo al crecimiento espiritual de sus alumnos. Y la respuesta es afirmativa. Si los profesores y estudiantes son diligentes en el cultivo de las gracias espirituales (que no deben confundirse con el mero emocionalismo), la atmósfera del Seminario mismo será propicia para el desarrollo de la espiritualidad. Pero que los alumnos tengan presente constantemente que ellos determinan en gran medida el ambiente del Seminario.
Los ejercicios devocionales regulares ciertamente pueden contribuir al crecimiento espiritual de los estudiantes. Les ayudarán a entrar en la presencia de Dios, y les traerán mensajes de la Palabra, que son mensajes del Espíritu. Por supuesto, mucho dependerá de la forma en que el estudiante participe en estos ejercicios. Ni por un momento debe permitirse pensar que no pueden ser útiles, a menos que sean de naturaleza emocional. Una agitación de las emociones ciertamente tiene su lugar legítimo en la religión, y a menudo es muy agradable, pero no es absolutamente esencial para el crecimiento espiritual. El Dr. Warfield dice en su conferencia sobre «Cultura Espiritual en el Seminario Teológico», que todo el trabajo del Seminario merece ser clasificado en la categoría de medios de gracia. Lo que estamos tratando en el Seminario es principalmente el estudio de la Palabra de Dios y de Su trato con su pueblo. El asunto presentado es verdadero alimento espiritual. La obra realizada puede ser un poderoso medio de gracia, si se prosigue con el espíritu correcto y con la debida consideración de su valor espiritual o religioso. Si los estudiantes de teología prosiguen su trabajo con el debido espíritu, todo servirá para elevar el alma a Dios y conducirlos a alturas cada vez mayores de espiritualidad. Que nuestros alumnos trabajen tanto durante los años de su formación en el Seminario que su mismo aumento en el conocimiento sea para ellos una fuente de ricas bendiciones espirituales, y que puedan alcanzar cada vez más «la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13).