EL ESPÍRITU SANTO O LA TERCERA PERSONA DE LA TRINIDAD
TEOLOGÍA SISTEMATICA
Autor: Louis Berkhof
Traductor: Valentín Alpuche
3. EL ESPÍRITU SANTO O LA TERCERA PERSONA DE LA TRINIDAD
a. El nombre aplicado a la tercera persona de la Trinidad. Mientras que se nos dice en Juan 4:24 que Dios es Espíritu, el nombre se aplica más particularmente a la tercera persona de la Trinidad. El término hebreo por el cual Él es designado es ruach, y el griego pneuma, los cuales son, como el latín spiritus, derivados de raíces que significan «respirar». Por lo tanto, también pueden ser traducidos como «aliento», Génesis 2:7; 6:17; Ezequiel 37:5, 6, o «viento», Génesis 8:1; 1Reyes 19:11; Juan 3:8. El Antiguo Testamento generalmente usa el término «espíritu» sin ninguna cualificación, o habla de «el Espíritu de Dios» o «el Espíritu del Señor», y emplea el término «Espíritu Santo» solo en el Salmo 51:11; Isaías 63:10-11, mientras que en el Nuevo Testamento esto se ha convertido en una designación mucho más común para la tercera persona de la Trinidad. Es un hecho sorprendente que, mientras que el Antiguo Testamento llama repetidamente a Dios «el Santo de Israel», Sal 71:22; 89:18; Isaías 10:20; 41:14; 43:3; 48:17, el Nuevo Testamento rara vez aplica el adjetivo «santo» a Dios en general, pero lo usa con frecuencia para caracterizar al Espíritu. Esto se debe con toda probabilidad al hecho de que fue especialmente en el Espíritu y Su obra santificadora que Dios se reveló como el Santo. Es el Espíritu Santo que hace Su morada en los corazones de los creyentes, que los separa para Dios, y que los limpia del pecado.
b. La personalidad del Espíritu Santo. Los términos «Espíritu de Dios» o «Espíritu Santo» no sugieren personalidad tanto como lo hace el término «Hijo». Además, la persona del Espíritu Santo no apareció en una forma personal claramente discernible entre los hombres, como lo hizo la persona del Hijo de Dios. Como resultado, la personalidad del Espíritu Santo fue a menudo cuestionada y, por lo tanto, merece una atención especial. La personalidad del Espíritu fue negada en la Iglesia primitiva por los monarquianos y los pneumatomaquianos. En esta negación fueron seguidos por los socinianos en los días de la Reforma. Aún más tarde, Schleiermacher, Ritschl, los unitarios, los modernistas actuales y todos los sabelianos modernos rechazan la personalidad del Espíritu Santo. A menudo se dice en la actualidad que aquellos pasajes que parecen implicar la personalidad del Espíritu Santo simplemente contienen personificaciones. Pero las personificaciones son ciertamente raras en los escritos en prosa del Nuevo Testamento y pueden ser fácilmente reconocidas. Además, tal explicación claramente destruye el sentido de algunos de estos pasajes, por ejemplo, Juan 14:26; 16:7-11; Romanos 8:26. La prueba bíblica de la personalidad del Espíritu Santo es muy clara: (1) Se le dan designaciones que son propias de la personalidad. Aunque pneuma es neutro, sin embargo, el pronombre masculino ekeinos se usa del Espíritu en Juan 16:14; y en Efesios 1:14 algunas de las mejores autoridades tienen el pronombre relativo masculino hos. Además, el nombre Parakletos se aplica a Él, Juan 14:26; 15:26; 16:7, que no puede traducirse por “consuelo”, ni ser considerado como el nombre de alguna influencia abstracta. Que se refiere a una persona está indicado por el hecho de que el Espíritu Santo como Consolador se coloca en yuxtaposición con Cristo como el Consolador a punto de partir, a quien se aplica el mismo término en 1Juan 2:1. Es cierto que este término es seguido por los neutros ho y auto en Juan 14:16-18, pero esto se debe al hecho de que pneuma interviene. (2) Se le atribuyen características de una persona, tales como inteligencia, Juan 14:26; 15:26; Romanos 8:16, voluntad, Hechos 16:7; 1Corintios 12:11, y afectos, Isaías 63:10; Efesios 4:30. Además, realiza actos propios de la personalidad. Él busca, habla, testifica, ordena, revela, se esfuerza, crea, intercede, resucita a los muertos, etc., Génesis 1:2; 6:3; Lucas 12:12; Juan 14:26; 15:26; 16:8; Hechos 8:29; 13:2; Romanos 8:11; 1Corintios 2:10-11. Lo que hace todas estas cosas no puede ser un mero poder o influencia, sino que debe ser una persona. (3) Se le representa como manteniendo relaciones con otras personas que implican Su propia personalidad. Él es colocado en yuxtaposición con los apóstoles en Hechos 15:28, con Cristo en Juan 16:14, y con el Padre y el Hijo en Mateo 28:19; 2Corintios 13:13; 1Pedro 1:1-2; Judas 20-21. La sana exégesis requiere que en estos pasajes el Espíritu Santo sea considerado como una persona. (4) También hay pasajes en los que el Espíritu Santo se distingue de Su propio poder, Lucas 1:35; 4:14; Hechos 10:38; Romanos 15:13; 1Corintios 2:4. Tales pasajes se volverían tautológicos, sin sentido e incluso absurdos, si se interpretaran bajo el principio de que el Espíritu Santo es simplemente un poder. Esto se puede demostrar sustituyendo el nombre «Espíritu Santo» por una palabra como «poder» o «influencia».
c. La relación del Espíritu Santo con las otras personas de la Trinidad. Las primeras controversias trinitarias llevaron a la conclusión de que el Espíritu Santo, así como el Hijo, es de la misma esencia que el Padre, y por lo tanto es consustancial con Él. Y la larga disputa sobre la cuestión de si el Espíritu Santo procedía solo del Padre o también del Hijo, fue finalmente resuelta por el Sínodo de Toledo en 589 agregando la palabra «Filioque» a la versión latina del Credo Constantinopolitano: «Credimus in Spiritum Sanctum qui a Patre Filioque procedit» («Creemos en el Espíritu Santo, el cual procede del Padre y del Hijo»). Esta procesión del Espíritu Santo, brevemente llamada espiración, es de su propiedad personal. Mucho de lo que se dijo con respecto a la generación del Hijo también se aplica a la espiración del Espíritu Santo, y no necesita repetirse. Sin embargo, se pueden notar los siguientes puntos de distinción entre los dos: (1) La generación es la obra del Padre solamente; la espiración es obra tanto del Padre como del Hijo. (2) Por generación, el Hijo es capacitado para participar en la obra de la espiración, pero el Espíritu Santo no adquiere tal poder. (3) En orden lógico, la generación precede a la espiración. Debe recordarse, sin embargo, que todo esto no implica ninguna subordinación esencial del Espíritu Santo al Hijo. Tanto en la espiración como en la generación hay una comunicación de toda la esencia divina, de modo que el Espíritu Santo está en igualdad con el Padre y el Hijo. La doctrina de la procesión del Espíritu Santo del Padre y del Hijo se basa en Juan 15:26, y en el hecho de que el Espíritu también es llamado el Espíritu de Cristo y del Hijo, Romanos 8:9; Gálatas 4:6, y es enviado por Cristo al mundo. La espiración puede definirse como ese acto eterno y necesario de la primera y segunda persona de la Trinidad por el cual, dentro del Ser divino, se convierten en la base de la subsistencia personal del Espíritu Santo, y ponen a la tercera persona en posesión de toda la esencia divina, sin ninguna división, alienación o cambio.
El Espíritu Santo está en la relación más cercana posible con las otras personas. En virtud de Su procesión del Padre y del Hijo, el Espíritu es representado como manteniendo la relación más cercana posible con las otras dos personas.
De 1Corintios 2:10-11, podemos inferir, no que el Espíritu es lo mismo que la autoconciencia de Dios, sino que Él está tan estrechamente conectado con Dios el Padre como el alma del hombre está conectada con el hombre mismo. En 2Corintios 3:17, leemos: «Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad». Aquí el Señor (Cristo) se identifica con el Espíritu, no con respecto a la personalidad, sino en cuanto a la manera de obrar. En el mismo pasaje el Espíritu es llamado «el Espíritu del Señor». La obra para la cual el Espíritu Santo fue enviado a la Iglesia en el día de Pentecostés se basó en Su unidad con el Padre y el Hijo. Él vino como el Parakletos para tomar el lugar de Cristo y hacer Su obra en la tierra, es decir, para enseñar, proclamar, testificar, dar testimonio, etc., como lo había hecho el Hijo. Ahora, en el caso del Hijo, esta obra reveladora descansaba en Su unidad con el Padre. Así la obra del Espíritu se basa en Su unidad con el Padre y el Hijo, Juan 16:14-15. Note las palabras de Jesús en este pasaje: «Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber».
d. La deidad del Espíritu Santo. La deidad del Espíritu Santo puede ser establecida a partir de las Escrituras por una línea de prueba bastante similar a la empleada en relación con el Hijo: (1) Se le dan nombres divinos, Éxodo 17:7 (comp. Heb 3:7-9); Hechos 5:3,4; 1Corintios 3:16; 2Timoteo 3:16 (comp. 2Pedro 1:21). (2) Se le atribuyen perfecciones divinas, tales como omnipresencia, Sal. 139:7-10, omnisciencia, Isaías 40:13,14 (comp. Ro 11:34); 1Corintios 2:10-11, omnipotencia, 1Corintios 12:11; Romanos 15:19, y la eternidad, Hebreos 9:14 (?). (3) Las obras divinas son realizadas por Él, como la creación, Génesis 1:2; Job 26:13; 33:4, la renovación providencial, Sal 104:30, la regeneración, Juan 3:5-6; Tito 3:5, y la resurrección de los muertos, Romanos 8:11. (4) También se le rinde honor divino, Mateo 28:19; Romanos 9:1; 2Corintios 13:13.
e. La obra del Espíritu Santo en la economía divina. Hay ciertas obras que se atribuyen más particularmente al Espíritu Santo, no sólo en la economía general de Dios, sino también en la economía especial de la redención. En general, se puede decir que es la tarea especial del Espíritu Santo llevar las cosas a su fin actuando inmediatamente sobre y en la criatura. Así como Él mismo es la persona que completa la Trinidad, así también Su obra es completar el contacto de Dios con Sus criaturas y consumar la obra de Dios en todas las esferas. Sigue a la obra del Hijo, así como la obra del Hijo sigue a la del Padre. Es importante tener esto en cuenta, porque si la obra del Espíritu Santo queda divorciada de la obra objetiva del Hijo, el resultado forzoso será un falso misticismo. La obra del Espíritu Santo incluye lo siguiente en la esfera natural: (1) La generación de la vida. Así como el ser proviene del Padre, y el pensamiento a través del Hijo, así la vida es mediada por el Espíritu, Génesis 1:3; Job 26:13; Sal. 33:6 (?); Salmo 104:30. En ese sentido, Él pone el toque final a la obra de la creación. (2) La inspiración general y la cualificación de los hombres. El Espíritu Santo inspira y cualifica a los hombres para sus tareas oficiales, para el trabajo en la ciencia y el arte, etc., Éxodo 28:3; 31:2,3,6; 35:35; 1Sam. 11:6; 16:13-14.
De mayor importancia aún es la obra del Espíritu Santo en la esfera de la redención. Aquí se pueden mencionar los siguientes puntos: (1) La preparación y cualificación de Cristo para su obra mediadora. Él preparó un cuerpo para Cristo y así lo capacitó para convertirse en un sacrificio por el pecado, Lucas 1:35; Hebreos 10:5-7. En las palabras «mas me preparaste cuerpo», el escritor de Hebreos sigue a la Septuaginta. El significado es: Tú me has capacitado al prepararme un cuerpo santo para convertirme en un verdadero sacrificio. En Su bautismo Cristo fue ungido con el Espíritu Santo, Lucas 3:22, y recibió los dones capacitadores del Espíritu Santo sin medida, Juan 3:24. (2) La inspiración de las Escrituras. El Espíritu Santo inspiró las Escrituras, y así trajo a los hombres la revelación especial de Dios, 1Corintios 2:13; 2Pedro 1:21, el conocimiento de la obra de redención que es en Cristo Jesús. (3) La formación y el aumento de la Iglesia. El Espíritu Santo forma y aumenta la Iglesia, el cuerpo místico de Jesucristo, por la regeneración y la santificación, y mora en ella como el principio de la nueva vida, Efesios 1:22-23; 2:22; 1Corintios 3:16; 12:4 ss. (4) Enseñar y guiar a la Iglesia. El Espíritu Santo testifica de Cristo y guía a la Iglesia a toda verdad. Al hacer esto, Él manifiesta la gloria de Dios y de Cristo, aumenta el conocimiento del Salvador, guarda a la Iglesia del error y la prepara para su destino eterno, Juan 14:26; 15:26; 16:13,14; Hechos 5:32; Hebreos 10:15; 1Juan 2:27.
PREGUNTAS PARA ESTUDIO ADICIONAL. ¿Contiene la literatura pagana alguna analogía de la doctrina de la Trinidad? ¿El desarrollo de la doctrina de la Trinidad comienza desde la Trinidad ontológica o desde la Trinidad económica? ¿Se puede entender la Trinidad económica aparte de la ontológica? ¿Por qué la doctrina de la Trinidad es discutida por algunos como introductoria a la doctrina de la redención? ¿Cuál es la concepción hegeliana de la Trinidad? ¿Cómo lo concibió Swedenborg? ¿Dónde encontramos el sabelianismo en la teología moderna? ¿Por qué es objetable sostener que la Trinidad es puramente económica? ¿Qué objeciones hay a la concepción humanitaria moderna de la Trinidad? ¿Por qué Barth trata de la Trinidad en los Prolegómenos a la teología? ¿Cuál es el significado práctico de la doctrina de la Trinidad?
LITERATURE: Bavinck, Geref Dogm. II, pp. 260-347; Kuyper, Dict. Dogm., De Deo II, pp. 3-255; Vos. Geref. Dogm. I, pp. 36-81; Mastricht, Godgeleerdheit I, pp. 576-662; Turretin, Opera, Locus Tertius; Hodge, Syst. Theol. I, pp. 442-534; Dabney, Syst. and Polem. Theol., pp. 174-211; Curtiss, The Chr. Faith, pp. 483-510; Harris, God, Creator and Lord of All, I, pp. 194-407; Illingworth, The Doctrine of the Trinity; Adeney, The Christian Conception of God, pp. 215-246; Steenstra, The Being of God as Unity and Trinity, pp. 159-269; Clarke, The Chr. Doct. of God, pp. 227-248; Bartlett, The Triune God; Liddon, The Divinity of Our Lord; Mackintosh, The Doctrine of the Person of Jesus Christ; Warfield, The Lord of Glory; ibid, The Spirit of God in the Old Testament; y The Biblical Doctrine of the Trinity (ambos en Biblical Doctrines), pp. 101 ff.; ibid., Calvin’s Doctrine of the Trinity (en Calvin y Calvinism); Kuyper, Het Werk van den Heiligen Geest, cf. Index; Owen, A Discourse Concerning the Holy Spirit, cf. Index; Smeaton, The Doct. of the Holy Spirit; Pohle-Preuss, The Divine Trinity.