EL TESTIMONIO INTERNO DEL ESPÍRITU SANTO
Autor: James N. Anderson
Traductor: Valentín Alpuche
[Originally published as James N. Anderson, Christian Research Journal, 39, 5 [2016]: 48-53: https://www.equip.org/articles/internal-testimony-holy-spirit-know-bible-gods-word/]
¿Cómo sabes que la Biblia es la Palabra de Dios?
Si usted es un lector habitual del Christian Research Journal, sospecho que esa pregunta inmediatamente lo lleva a pensar en argumentos y evidencias para la inspiración divina de la Biblia. Tomemos, por ejemplo, las profecías bíblicas cumplidas, la asombrosa consistencia y unidad del mensaje de la Biblia a pesar de tener muchos autores humanos durante cientos de años, y el testimonio de Jesús, quien confirmó su afirmación de ser el Hijo de Dios por su resurrección de entre los muertos.
Esos serían buenos pensamientos, pero hay un problema con responder a la pregunta de esa manera. Si el conocimiento de un cristiano de que la Biblia es la Palabra de Dios depende de ser capaz de reunir varios argumentos y evidencias, entonces seguramente sólo una pequeña minoría de cristianos realmente saben que la Biblia es la Palabra de Dios. La mayoría de los cristianos pueden creerlo, pero no lo saben, simplemente porque no están familiarizados con estas evidencias apologéticas. Nunca se les ha pedido que justifiquen sus creencias de esa manera, y no sabrían cómo hacerlo si se les preguntara.
Obviamente, sería muy desafortunado si resultara que la mayoría de los cristianos en realidad no saben que el cristianismo es verdadero. También parece bastante inverosímil. Tomemos a mi difunta abuela, por ejemplo. Su fe cristiana se elevaba sobre la mía. ¿Debo concluir que yo sabía algo que ella no sabía, a saber, que la Biblia sobre la que construyó su vida es de hecho la Palabra de Dios, porque ella no fue capaz de reunir argumentos y evidencias de la manera en que yo puedo?
Pensar eso sería no sólo inverosímil sino también elitista. Implicaría que sólo aquellos creyentes cristianos que alcanzan un cierto nivel de sofisticación intelectual pueden disfrutar del conocimiento de la inspiración divina de la Biblia. Sin embargo, eso estaría bastante en desacuerdo con la práctica de Jesús y los apóstoles, quienes rutinariamente apelaban a las Escrituras asumiendo que su audiencia sabía que las Escrituras eran divinamente escritas y, por lo tanto, divinamente autoritativas.
Afortunadamente, no necesitamos establecer un estándar tan alto para el conocimiento de las verdades cristianas básicas. Hay un punto de vista más generoso, de hecho, un punto de vista más amable, que ha sido la perspectiva dominante entre los protestantes desde la Reforma. Una formulación clásica se puede encontrar en el primer capítulo de la Confesión de Fe de Westminster:
- La autoridad de la Sagrada Escritura, por la cual debe ser creída y obedecida, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia; sino totalmente de Dios (que es la verdad misma) el autor de la misma: y, por lo tanto, debe ser recibida, porque es la Palabra de Dios.
- Podemos ser movidos e inducidos por el testimonio de la iglesia a una alta y reverente estima de las Sagradas Escrituras. Y la majestad del asunto, la eficacia de la doctrina, la majestad del estilo, el consentimiento de todas las partes, el alcance del todo (que es, dar toda la gloria a Dios), la revelación completa que hace del único camino de salvación del hombre, las muchas otras excelencias incomparables, y toda su perfección, son argumentos por los cuales se evidencia abundantemente que es la Palabra de Dios; sin embargo, a pesar de todo, nuestra plena persuasión y seguridad de la verdad infalible y la autoridad divina de la misma, proviene de la obra interna del Espíritu Santo dando testimonio por y con la Palabra en nuestros corazones.
Tenga en cuenta cuatro cosas afirmadas aquí. Primero, la Confesión declara que la Biblia es la Palabra de Dios simplemente porque es escrita por Dios y, por lo tanto, tiene autoridad intrínseca independientemente de lo que alguien diga o piense al respecto. La Escritura es la Palabra de Dios como una cuestión de hecho histórico objetivo.
Segundo, la Confesión dice que la iglesia cristiana tiene un papel importante que desempeñar en las personas que llegan a creer que la Biblia es la Palabra de Dios. La iglesia da testimonio de la inspiración divina de las Escrituras, y eso cuenta para algo, incluso si no es suficiente en sí mismo para establecer que la Biblia es la Palabra de Dios.
Tercero, la Confesión reconoce que la Escritura exhibe todas las marcas de una revelación divina. Posee «muchas excelencias incomparables» que son evidencias de su autoría divina. Una vez más, estos son hechos objetivos acerca de la Biblia.
Finalmente, la Confesión afirma que para tener un conocimiento seguro de que la Biblia es la Palabra de Dios, también debe haber lo que los teólogos reformados han llamado el testimonio interno del Espíritu Santo (TIES): una «obra interna» de la tercera persona de la Trinidad en el corazón y la mente de un creyente, provocando una especie de aprehensión [percepción, entendimiento, comprensión] directa de que la Biblia es la Palabra de Dios.
«Mis ovejas oyen mi voz»
Uno de los textos bíblicos citados en relación con el TIES es Juan 10:27, donde Jesús dice: «Mis ovejas oyen mi voz». Según Jesús, la razón por la que sus críticos judíos no creyeron sus afirmaciones fue porque «no sois de mis ovejas» (v. 26). Entonces, ¿qué define a las ovejas de Jesús? Ellas oyen Su voz. Jesús se refiere aquí a una aprehensión espiritual en lugar de una mera recepción física de Sus palabras. Las ovejas son las que reconocen la voz del Pastor. Al escuchar Su voz, conocen Su verdadera identidad. Pero este conocimiento no puede venir a través de medios meramente naturales.[1]
Una analogía puede ayudar aquí. Me imagino que la mayoría de los lectores han tenido la experiencia de recibir una llamada telefónica donde las palabras iniciales de la persona que llama son simplemente: «¡Oye, soy yo!» A pesar de que esas palabras podrían ser dichas por cualquiera, apostaría a que casi cada vez que recibes una llamada de «¡Soy yo!», sabías de inmediato y ciertamente quién era la persona que llamaba. Pero ¿cómo lo supiste, ya que el que habla no dio un nombre? Es simple: reconociste la voz de la persona. No participaste en algún proceso de deducción de varias «evidencias» que identificaste en su discurso. Percibiste directamente la identidad de la persona que llama.
Algo análogo ocurre cuando el Espíritu da testimonio de las Escrituras. La Biblia lleva todas las marcas objetivas de una revelación divina, pero sin embargo necesitamos «ojos y oídos» para reconocerla como tal. Esa aprehensión espiritual es uno de los dones del Espíritu Santo. Cuando leemos o escuchamos las palabras de la Biblia, el Espíritu que mora en nosotros produce en nuestros corazones y mentes la convicción de que estos no son simplemente escritos humanos. En resumen, el Espíritu de Dios nos permite escuchar la voz de Dios hablando en la Palabra de Dios.
Este relato de cómo sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios tiene una serie de virtudes teologales. Mencionaré solo dos aquí. Primero, honra la doctrina de la salvación solo por gracia. Nuestro conocimiento de las grandes verdades del evangelio, que se revelan en la Biblia y por las cuales somos salvos, no se basa en nuestras propias habilidades o esfuerzos intelectuales. El TIES pone a todos los creyentes en igualdad de condiciones. Cualquier persona, independientemente de su nivel de intelecto o educación, puede saber que la Biblia es la Palabra de Dios. El conocimiento salvador de Dios es un don divino sobrenatural, no un logro humano natural.
En segundo lugar, este relato concuerda con la convicción protestante de que la Biblia es una revelación que se atestigua a sí misma. No aceptamos su autoridad sobre la base de alguna otra autoridad (el Papa, teólogos, científicos, historiadores, etc.), sino porque Dios mismo da testimonio de ello. Puesto que la Biblia es la Palabra de Dios, tiene la autoridad más alta posible; nadie más que Dios está en posición de dar testimonio de su autoridad (cf. Heb 6:13). Por lo tanto, es apropiado que nuestra fe en la Biblia esté asegurada por el testimonio interno del Espíritu de Dios.
Una defensa filosófica del TIES
El punto de vista reformado tiene atractivos teológicos. Pero ¿es filosóficamente creíble? Una de las defensas más sofisticadas del TIES ha sido desarrollada por Alvin Plantinga.[2] En una trilogía de libros conocida como la serie Warrant, Plantinga analizó las condiciones necesarias para el conocimiento humano. Concluyó que una persona S conoce alguna proposición P sólo si:
- S cree P;
- P es verdadero;
- La creencia de S en P es producida por una facultad cognitiva que (a) funciona correctamente en un entorno apropiado y (b) apunta con éxito a la verdad.[3]
Plantinga describe cómo este relato puede explicar varios tipos de conocimiento que damos por sentado: percepción sensorial, conocimiento del pasado, conocimiento de verdades morales básicas, conocimiento de verdades abstractas sobre lógica y matemáticas, incluso conocimiento de la existencia y atributos de Dios. (El último de ellos lo atribuye a un sensus divinitatis: una facultad cognitiva que produce lo que los teólogos llaman «el conocimiento natural de Dios»).
Sin embargo, cuando se trata de saber que la Biblia es la Palabra de Dios, Plantinga reconoce que no poseemos ninguna facultad natural que pueda entregar tal conocimiento. Sin embargo, el TIES puede ser visto como análogo a nuestras facultades cognitivas naturales de una manera que cumple con todas las condiciones necesarias para el conocimiento. Si P es la proposición de que la Biblia es la Palabra de Dios, y S es alguien en quien el Espíritu Santo ha creado un reconocimiento de que P es verdadero, podemos decir que S conoce a P porque (1) S cree P, (2) P es verdadero, y (3) la creencia de S en P es producida por un tipo de proceso cognitivo, aunque sobrenaturalmente mejorado, que está dirigido con éxito a la verdad. La explicación de Plantinga ciertamente no es la única explicación filosófica de la posición reformada, pero es la que se ha desarrollado y defendido más rigurosamente.
Algunas preocupaciones abordadas
En esta última sección, quiero abordar brevemente tres preocupaciones que el lector podría tener con la visión que he esbozado. La primera preocupación es que el TIES sería intrínsecamente subjetivo, lo que a su vez implica una visión subjetivista del conocimiento. Es cierto que hay un aspecto subjetivo en el TIES, ya que el Espíritu Santo opera sobre el sujeto del conocimiento internamente y lo hace de forma individual (y selectiva). En realidad, sin embargo, hay un aspecto subjetivo en cada tipo de conocimiento. Considere mi conocimiento de que comí cereales para el desayuno. Eso es subjetivo en el sentido de que es mi memoria la que proporciona este conocimiento, y soy la única persona que tiene acceso directo a los recuerdos de mis experiencias pasadas. ¿Implica eso subjetivismo sobre el conocimiento? No en ningún sentido objetable.
Otra preocupación es que el TIES no es más respetable que la doctrina mormona del «pecho ardiente» y, por lo tanto, cualquiera que sostenga el punto de vista reformado debe perder el derecho de criticar el punto de vista mormón. De acuerdo con la enseñanza mormona, si quieres saber si el Libro de Mormón es verdadero, debes orar a Dios al respecto, y si es verdadero, Dios «hará que tu pecho arda dentro de ti; por lo tanto, sentirás que es correcto».[4] Esta experiencia se toma para confirmar los orígenes divinos del libro.
Debemos notar, sin embargo, varias diferencias cruciales entre el TIES y el punto de vista mormón:
- El TIES no implica ninguna prueba de colocación de vellón, como lo hace la práctica mormona. El testimonio interno del Espíritu es enteramente una iniciativa divina.
- El TIES no implica ninguna inferencia de un sentimiento subjetivo. El conocimiento del cristiano de que la Biblia es la Palabra de Dios puede ir acompañado de una especie de experiencia cognitiva, pero no se basa en una deducción de tal experiencia. «Siento que la Biblia es verdadera, por lo tanto, es verdadera», sería una burda distorsión del punto de vista reformado.
- El TIES no opera independientemente de las evidencias objetivas de la autoría divina de la Biblia. Más bien, implica una aprehensión habilitada por el Espíritu de esas evidencias. En contraste, la enseñanza mormona sugiere que uno puede llegar a saber que algún libro es de Dios, independientemente de si hay alguna evidencia públicamente examinable. En efecto, la prueba del «pecho ardiente» intenta evadir la cuestión de la evidencia objetiva.
Una tercera preocupación es que el TIES haría redundante la apologética. Si alguien puede saber que la Biblia es la Palabra de Dios sin depender de argumentos y evidencias, ¿no deja eso a los apologistas cristianos sin trabajo? Para nada. En primer lugar, debemos distinguir entre saber y mostrar.[5] Puedo saber que la Biblia es la Palabra de Dios sin argumentos ni evidencias, pero si los incrédulos me preguntan por qué deberían creer eso, no servirá responder simplemente: «¡El Espíritu Santo da testimonio en mi corazón!» Para mostrar a los demás que es verdad, necesito proporcionarles razones para creerlo. Necesito participar en la apologética, que el Espíritu Santo puede estar complacido en usar para llevar a esos incrédulos a la fe cristiana.
Además, aunque la apologética puede no ser necesaria para un conocimiento inicial de la autoría divina de las Escrituras, puede ser necesario nutrir y proteger ese conocimiento. Los cristianos de hoy se enfrentan cada vez más a ataques intelectuales contra la Biblia, que dan lugar a dudas. La apologética cristiana es uno de los medios dados por Dios para resolver esas dudas.
Así que no hay conflicto necesario entre el TIES y la apologética cristiana. El TIES asegura que cada cristiano pueda conocer la verdad sobre la Biblia, mientras que la apologética equipa a los cristianos para defender y demostrar esa verdad.
[1] Compare la respuesta de Jesús con el testimonio de Pedro en Mateo 16:16–17.
[2] Los puntos de vista de Plantinga están asociados con el movimiento más amplio conocido como epistemología reformada.
[3] Para el propio resumen de Plantinga, véase Warranted Christian Belief (Oxford: Oxford University Press, 2000), 153–56.
[4] Doctrine and Covenants, 9:8–9.
[5] Véase, por ejemplo, William Lane Craig, Reasonable Faith, 3ª ed. (Wheaton, IL: Crossway, 2008), 43–58.