La nueva vida del creyente en Cristo
Hank Bowen
Traductor: Juan Flavio de Sousa
Fuente: Reformed Herald
En 2 Corintios 5:17, el apóstol Pablo dijo: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Lo que diferencia al cristiano del mundo es que es una nueva creación, renacido por la obra del Espíritu Santo en la regeneración, aplicando los beneficios de la muerte de Jesús en la cruz, siendo vivificado en el Salvador. La enseñanza de nacer de nuevo, la entrega de una nueva vida, fue transmitida por Jesús en el tercer capítulo del Evangelio de Juan en una hermosa lección presentada al fariseo Nicodemo.
El Evangelio de Juan es un gran libro que todos harían bien en leer y hacer suyo: dejar que se convierta en maná para sus mentes. Si se convierten en maestros de este Evangelio, se beneficiarán de entrenar sus mentes para pensar bíblicamente ―tener la mente de Cristo para dirigir sus pensamientos― ver este mundo a través de los ojos de Dios.
Lo que quiero discutir es una doctrina muy importante, una doctrina que es fundamental para tu salvación, para entender lo que significa identificarse como cristiano. Es la enseñanza de nuestra unión con Dios. La palabra «unión» no se encuentra en la Biblia, pero la enseñanza de tu unión con Dios se enseña en toda la Biblia y particularmente en esta enseñanza de nacer de nuevo en la novedad de la vida espiritual. Entonces, ¿qué debes entender acerca de la doctrina de la unión? Primero, es útil saber lo que la palabra significa. Unión es la acción de unir o ser unido. La unión es tomar cosas separadas y cambiar su relación mutua para que se conviertan en una.
El Ejército de la Unión en la época de la Guerra Civil se llamaba así porque eran los ejércitos de varios estados que se unieron para formar un solo ejército. El matrimonio es la reunión de un hombre y una mujer en una unión santa para que se identifiquen en una sola familia. En la Biblia, tu unión con Dios es el resultado de la acción del Espíritu Santo que te hace pasar de estar en enemistad con Dios a ser uno que ha sido reconciliado con Dios en Jesucristo.
La salvación es el resultado de la determinación de Dios de hacerte uno de sus hijos elegidos y llevarte a la familia de Dios. Esto se enseña a menudo como la doctrina de la adopción, por la cual Dios pone su nombre sobre ti a través del bautismo. Pero piensa que en Juan 3, Jesús dijo que era a través del nuevo nacimiento o nacer de nuevo que entras en el Reino de Dios. ¿Cómo te trae Dios a su familia? A través de un nacimiento; no un nacimiento físico sino un nacimiento espiritual.
Consideremos esta idea bajo un esquema trinitario. En primer lugar, consideraremos la designación del Padre. Cuando hablamos de Dios Padre, la mayoría de las veces lo entendemos como la persona de la Divinidad que dirigió principalmente la creación de todas las cosas. Se podría considerar al Padre como la persona de la Divinidad más asociada con el diseño o la responsabilidad de «lo» que iba a ser hecho.
Lleva ahora esa idea a tu forma de pensar sobre tu salvación. Dios Padre es la figura principal en el diseño o proceso de la salvación. Él es quien determinó quién sería salvo y como sería salvo. A esto se le llama la doctrina de la elección o el hecho de que Dios escogió quién sería salvo. En Juan 6:37, Jesús dijo: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera».
Puede que te resulte más fácil entenderlo si piensas en el hecho de que Dios es el Omnipotente o Todopoderoso. Esto es lo que queremos decir cuando llamamos a Dios soberano. Él hace exactamente lo que ha decidido hacer de la manera que ha elegido hacerlo, y nadie puede detenerlo. En la creación, quiso mostrar su amor creando un mundo en el que el don de la vida eterna ponía de relieve su amor y su misericordia.
En la salvación, Dios Padre determinó reunir para sí un pueblo escogido, una familia de creyentes antes de crear nada. Antes de la fundación del mundo, ya había decidido que habría una iglesia. Esta iglesia sería su familia, y escogió quién estaría en ella. Si bien es correcto hablar de su adopción, también es correcto para el cristiano decir que Dios me dio a luz espiritualmente cuando me trajo a su familia. Y eso es unión, llegar a ser uno con Dios. Pero también decidió los medios para llegar a este fin. ¿Cuál sería ese fin? En el Catecismo Menor de Westminster, la primera pregunta es: «¿Cuál es el fin principal del hombre?» La respuesta es: «glorificar a Dios y gozar de Él para siempre».
La gloria de Dios es el fin no sólo de por qué Dios creó todo, sino también de por qué Dios estaba decidido a salvar a los pecadores de la destrucción eterna. Así que Dios Padre estableció un plan de salvación en el que su Hijo unigénito moriría por los pecados de todos aquellos que Él había elegido para ser salvados, y el Espíritu Santo aplicaría el beneficio de la vida espiritual a aquellos que el Padre había elegido y aquellos por los que el Hijo había muerto. Jesús enseñó esto en Juan 6:44: Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
En segundo lugar, consideramos lo que el Hijo logró. La realización de tu salvación se produjo a través de la obra terminada de Jesús al redimirte o pagar la pena por tus pecados para comprar un lugar para ti en el cielo.
Esto se enseña en Juan 3 en varios lugares. En Juan 3:14-15, Jesús dijo: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Ese cuadro enseña que cuando miras la muerte de Jesús en la cruz y tienes fe en que murió por tus pecados, es evidencia del don de la vida eterna en ti.
Pero esta enseñanza de unión es una enseñanza de unión con Cristo. La frase «en Cristo» aparece ochenta y siete veces en el Nuevo Testamento. Así que, aunque la palabra «unión» no aparece, es lo que significa la frase «en Cristo». 1 Corintios 6:15-17 es un ejemplo de esta unión. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos se harán una sola carne. Pero el que se une al Señor un espíritu es con Él.
La imagen de la Cena del Señor es una imagen de tu «unión» con Dios. ¿Qué sucede cuando comes el pan y bebes el vino? ¿O la comida en general? Te lo metes en la boca, te lo comes y se convierte en parte de ti. La Cena del Señor enseña que de la misma manera los elementos se convierten en parte de lo que eres. Así que espiritualmente, cuando estás en Cristo, te conviertes en uno con Él por la fe en la fiesta espiritual de su cuerpo y sangre.
Jesús asumió voluntaria y gozosamente nuestra naturaleza humana para poder identificarse con nosotros, pero también para que tú puedas identificarte con el pueblo de Dios. Pablo dijo en Gálatas 4:6-7: Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. Asimismo, en Romanos 8:14-17 dijo: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados.
Uno de los versículos más reconfortantes de la Biblia es Romanos 8:1, donde Pablo exclama: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
En tercer lugar, consideramos la aplicación del Espíritu. El sentido de unión o conexión del hombre con Dios se perdió cuando Adán y Eva pecaron por primera vez. El Catecismo de Heidelberg explica que, por su desobediencia voluntaria, Adán se privó a sí mismo y a todos sus descendientes de esos dones divinos (P y R 9). En otras palabras, todos los descendientes de Adán heredaron una naturaleza depravada o pecaminosa alienada de Dios.
¿Qué dones divinos se perdieron entonces? Los dones divinos que constituyen nuestra unión con Dios. ¿Qué hicieron Adán y Eva después de pecar? Se escondieron o buscaron separarse de Dios.
¿Cómo se recupera este sentido de conexión? La pregunta 8 de Heidelberg dice que hay que nacer de nuevo por el Espíritu de Dios. El catecismo afirma lo que Jesús enseñó a Nicodemo: Es necesario nacer de nuevo por el Espíritu de Dios. Todos necesitamos una nueva vida para la restauración espiritual. La obra del Espíritu Santo es ir a aquellos a quienes el Padre eligió y por quienes el Hijo murió y llevarlos a una comunión restaurada con Dios a través de nacer de nuevo. Esto hace que todas las cosas sean nuevas en la vida del creyente.
Jesús señaló a Nicodemo esa obra en Juan 3:7-8 donde Jesús dijo: No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
¿Cómo sabes que has nacido de nuevo por el Espíritu Santo? Bueno, si el Espíritu Santo está representado por el viento, no puedes ver el viento, pero sabes que está ahí porque lo sientes y ves los árboles moviéndose. Del mismo modo, no ves al Espíritu Santo, pero puedes sentir la fuerza del Espíritu en tu vida. Él te cambia al insuflarte vida espiritual, y tu vida se vuelve diferente a la de aquellos que permanecen inconversos. De este efecto del Espíritu Santo es de lo que habla Juan 3:18-21. El que recibe nueva vida mediante la regeneración cree (v. 18) y el que practica la verdad viene a la luz, para que se sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios (v. 21).
Para terminar, veamos Efesios 1:3-6, que reúne todo esto. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.
Con la llegada de un nuevo año, es beneficioso considerar cómo, a través de este nuevo nacimiento, se nos ha concedido una nueva relación con nuestro Dios por medio de su Hijo Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. En esto, nos recordamos a nosotros mismos que la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios (Rm 10:17).