Catecismo de Heidelberg DS 6 – Williamson
Día del Señor 6
G. I. Williamson
LECTURAS BÍBLICAS: Salmo 110; Isaías 53
16. ¿Por qué Él debe ser un hombre verdadero y justo?
Porque la justicia de Dios exige que la misma naturaleza humana que ha pecado satisfaga por el pecado, y porque quien es pecador no puede satisfacer por los demás.
17. ¿Por qué Él debe ser Dios verdadero?
Para que por el poder de su Deidad pudiera llevar en Su naturaleza humana la carga de la ira de Dios; y para que pudiera obtener para nosotros y restaurarnos la justicia y la vida.
18. Pero, ¿quién es ese Mediador que es a la vez verdadero Dios y verdadero hombre justo?
Nuestro Señor Jesucristo, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.
19. ¿De dónde sabes esto?
Del santo Evangelio, que Dios mismo reveló por primera vez en el Paraíso; publicado después por los santos patriarcas y profetas, y prefigurado por los sacrificios y otras ceremonias de la ley; y finalmente cumplido por Su unigénito Hijo.
En la sección anterior vimos que el único Salvador que puede proporcionarnos lo que necesitamos es uno que es a la vez humano y divino. En esta sección, esta gran verdad se explica con mayor detalle. Además, se aclara algo muy importante. Se trata del hecho de que esta doctrina de Cristo ―como una persona que tiene dos naturalezas― es realmente la enseñanza central de las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Comencemos por el principio (el libro del Génesis). Después de que la Serpiente tentara a Adán y Eva y ellos sucumbieran a la tentación, Dios dirigió estas palabras proféticas a la Serpiente (puesto que la Serpiente no actuaba por su cuenta, sino que era el instrumento de Satanás, estas palabras también iban dirigidas a Satanás a través de la Serpiente): «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Gn 3:15). Evidentemente, esta afirmación no decía a nuestros primeros padres todo lo que podían desear saber. Pero sí les decía lo principal que necesitaban saber. Por un lado, les decía que Dios mismo pondría enemistad entre la simiente de la Serpiente y la simiente de la mujer. También estaba bastante claro que la «simiente» que Dios tenía en mente sería una persona ―un varón― que sería lo suficientemente poderosa como para infligir una herida mayor a Satanás que la que Satanás pudiera infligirle a él. Esto sugiere claramente un Salvador que sería a la vez humano (como descendiente de la mujer) y más que humano (para ser más fuerte que Satanás). Evidentemente, existiría una sola persona que combinara estas cualidades, una sola persona que destruiría las obras del Diablo.
Este mismo concepto básico se desarrolla gradualmente, cada vez más plenamente, a lo largo del resto del Antiguo Testamento. Lo vemos, por ejemplo, en los salmos de David, a quien Dios hizo rey sobre el pueblo de su pacto. Esto es lo que Dios prometió a David: «Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino» (2 Sam 7:12-13). En algunos salmos, David habla de esta gran promesa que Dios le hizo. En el Salmo 110, por ejemplo, David escribe: «Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies» (v. 1). En esta afirmación, David expresa lo que Dios había prometido al ilustre descendiente que iba a gobernar en el futuro. Lo interesante es que en esta declaración David llama «Señor» a su propio hijo (o, según el modismo hebreo, a su propio descendiente). Esto es, como mínimo, inusual. Normalmente, un antepasado rinde honores a su descendiente. ¿Por qué, entonces, David honra a su descendiente como Señor? Esta fue precisamente la pregunta que Jesús planteó a los judíos. Después de citar este pasaje, Jesús continuó preguntando: «Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su Hijo?». (Mt 22:45). La respuesta, por supuesto, es que Jesús es descendiente de David en cuanto a su naturaleza humana. Pero, al mismo tiempo, es superior a David porque también es divino. Vemos que ya en el Antiguo Testamento estos dos elementos iban juntos: iba a existir un gran Salvador, o Mesías, pero iba a ser a la vez divino y humano. A veces, los escritores del Antiguo Testamento hablaban de él de tal manera que enfatizaban que sería humano. Otras veces enfatizaban su naturaleza divina. Pero una línea constante de enseñanza a través de todo el Antiguo Testamento muestra consistentemente que iba a existir un gran Salvador, que sería tanto humano como divino.
Inmediatamente después de la caída del hombre, fue evidentemente Dios mismo quien hizo el primer sacrificio por los pecadores. Esto está implícito en Génesis 3:21, que dice: «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió». A partir de entonces, la gente piadosa siempre se acercó a Dios a través de sacrificios de animales. En Génesis 4, por ejemplo, leemos sobre Caín y Abel, los hijos de Adán. Dios «miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya» (vv. 4-5). Existía una buena razón para ello, ya que, como dice la Escritura, «por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín» (Heb 11:4). Fue más excelente porque Abel sacrificó una criatura viva ―una criatura sin pecado― ofreciéndola en la muerte por el derramamiento de sangre. Esto era importante, porque «sin derramamiento de sangre no se hace remisión [es decir, perdón]» (Heb 9:22). El hecho de que Dios rechazara la ofrenda incruenta de Caín y aceptara el sacrificio de sangre de Abel demostraba que nadie podía salvarse sin un sustituto que muriera.
En el resto del Antiguo Testamento, vemos una profundización de este concepto. En la ley de Moisés, por ejemplo ―que vino más tarde― existe toda una serie de requisitos detallados para los sacrificios que Dios aceptaría de su pueblo. Pero, ¿por qué existían tantos? Tal vez existían varias razones. Pero la razón principal era dejar claro que el coste de pagar por el pecado era alto. De hecho, era tan alto que ni siquiera grandes cantidades de sangre ―sangre animal― eran suficientes. Por eso el inspirado profeta Isaías escribió finalmente sobre el Mesías venidero en términos que nos recuerdan estos sacrificios de animales (Is 53). De esta manera Dios dejó claro que la verdadera ―la final― expiación por el pecado sería hecha por la simiente de la mujer.
Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados… Jehová quiso quebrantarlo; sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada (Is 53:4-5, 10).
Ya estaba claro en el Antiguo Testamento que los sacrificios de animales, en sí mismos, no bastaban para expiar el pecado del hombre. Tenía que existir algo mejor. Tenía que existir el sacrificio de un Salvador divino-humano. El Nuevo Testamento muestra cómo Dios cumplió su gran promesa enviando a ese redentor. Cuando el sacrificio perfecto y final fue finalmente hecho en la persona y obra de Jesucristo, entonces por fin el pueblo de Dios, pudo realmente ser libre, estar bien con Dios para siempre. Porque, como Dios mismo nos ha dicho: «Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre». Sí, «porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados» (Heb 10:10,14).
PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN
1. ¿Qué cosas básicas les dijo Génesis 3:15 a nuestros primeros padres?
2. ¿Qué prueba 2 Samuel 7:12-13 con respecto a la persona de Cristo?
3. ¿Por qué citó Jesús el Salmo 110:1 en su intercambio con los judíos?
4. ¿Por qué fue rechazada la ofrenda de Caín mientras que la de Abel fue aceptada?
5. ¿Qué hecho importante se hizo evidente por el gran número de sacrificios de animales bajo el Antiguo Testamento?
6. ¿Por qué Isaías utiliza la terminología del cordero sacrificado hablando del sufrimiento del Mesías?
PREGUNTAS PARA ESTUDIO Y DISCUSIÓN
1. La respuesta 16 del Catecismo dice que un pecador no puede pagar por el pecado de otros. ¿Por qué no?
2. Utilizando un buen diccionario bíblico, estudia los diversos sacrificios ordenados por Dios en el Antiguo Testamento. Trata de aprender el propósito de cada tipo de sacrificio.
3. ¿Qué nos enseña el sistema de sacrificios acerca de la obra de Cristo?
4. ¿Qué obras del diablo deben ser destruidas? Cristo vino a destruir las obras del Diablo. ¿Por qué entonces las obras del Diablo siguen existiendo hoy en día?