Catecismo de Heidelberg DS 5 – Williamson
Parte II
Liberación
G. I. Williamson
DÍA DEL SEÑOR 5
LECTURAS BÍBLICAS: Levítico 4; Mateo 25; Hebreos 10
12. Siendo, pues, que por el justo juicio de Dios merecemos el castigo temporal y eterno, ¿no existe algún medio por el cual podamos escapar de ese castigo y ser nuevamente recibidos en gracia?
Dios hará que Su justicia quede satisfecha; por lo tanto, debemos hacer plena satisfacción a la misma, ya sea por nosotros mismos, o por otro.
13. ¿Pero podemos nosotros mismos hacer esta satisfacción?
De ninguna manera; al contrario, cada día aumentamos nuestra deuda.
14. ¿Puede existir en alguna parte una simple criatura capaz de satisfacer por nosotros?
Ninguna, porque, en primer lugar, Dios no castigará a ninguna otra criatura por el pecado que el hombre ha cometido; y, además, ninguna mera criatura puede sostener la carga de la ira eterna de Dios contra el pecado, y librar a otros de ella.
15. ¿Qué clase de mediador y libertador debemos buscar?
Uno que sea un hombre verdadero y justo, y sin embargo más poderoso que todas las criaturas; es decir, uno que sea también verdadero Dios.
Todos, por naturaleza, preferimos pensar en Dios únicamente en términos de su bondad y misericordia. Nos gustaría que fuera el tipo de Dios que está dispuesto a dejar pasar nuestros pecados, sin insistir en la justicia. De hecho, muchas personas piensan así de Dios. Pero se engañan a sí mismos. Cuando hacen esto, en realidad están imaginando un dios falso; un ídolo. Porque en verdad Dios es santo y justo y no compromete la justicia. Él dice: «No justificaré al impío» (Éx 23:7). Como nos recuerda el apóstol Juan, «Dios es luz» y «no hay ningunas tinieblas en Él» (1 Jn 1:5). La luz es el símbolo natural de la justicia y la verdad absolutas de Dios, así como las tinieblas son el símbolo del reino del error y el mal de Satanás. Puesto que Dios es luz, es muy insensato pensar ni por un momento que será indulgente con el pecado. La verdad es que ni un solo pecado ―ni siquiera uno que podríamos llamar «muy pequeño»― será remitido sin un pago completo.
Dos cosas en la santa Palabra de Dios no permiten otra conclusión. Primero, la Escritura nos dice claramente que algunos hombres serán castigados eternamente: Enfatizamos esto, no porque nos guste decirlo, sino porque no podemos negarlo, si creemos al Señor Jesús. Fue Él, más que ningún otro, quien habló claramente de esta asombrosa realidad. (Al leer el evangelio de Mateo, se sorprenderá de la frecuencia con que Jesús habla de la condenación eterna. Lea Mateo 25, por ejemplo).
Una segunda cosa que hace abundantemente claro que Dios castigará cada pecado en su totalidad es el sufrimiento y la muerte de Jesús. A pesar de que Jesús mismo estaba completamente libre de culpa, todavía tenía que morir para redimir a su pueblo. Si hubiera sido posible que Dios dejara pasar el pecado, seguramente lo habría hecho para evitarle a Jesús tan terrible sufrimiento. Pero la Biblia dice que Dios «no escatimó ni a su propio Hijo» (Ro 8:32). Si incluso los pecados de los creyentes tuvieron que ser castigados en Jesús, entonces es algo vano imaginar que los incrédulos escaparán.
Se deduce, entonces ―dado que somos pecadores― que sólo nos quedan dos opciones. O tendremos que satisfacer la justicia de Dios nosotros mismos, o alguien más tendrá que hacerlo por nosotros. No existe una tercera posibilidad. Y si algo queda claro en la Biblia ―desde Génesis hasta Apocalipsis― es que no existe forma alguna de que podamos satisfacer la justicia absoluta de Dios por nosotros mismos. Por eso existe el castigo eterno. Es eterno por una sencilla razón: no existe forma de que un pecador pueda terminar de pagar adecuadamente por el pecado. Supongamos, por ejemplo, que debes una suma infinita de dinero, tanto dinero que ni el ordenador más rápido podría sumarlo todo. Supongamos también que pagas ese dinero a razón de mil dólares al día durante un millón de años. ¿Comprendes que aún estarías al principio del reembolso? La razón es que una suma infinita de dinero nunca puede devolverse mediante un número finito de pagos. Lo mismo ocurre con nuestra deuda con Dios. Hemos pecado contra un Dios infinito, y no existe manera de que podamos pagarle completamente sufriendo como criaturas finitas.
Pero supongamos que un hombre tuviera un buey o un cordero, e hiciera que ese buey o cordero sufriera en su lugar. ¿Satisfaría eso la justicia de Dios? ¿Sería suficiente para «igualar la balanza de la justicia»? Una vez más, ¡la respuesta es no! A pesar del hecho de que Dios mismo en un tiempo ordenó sacrificios de animales, estos nunca fueron suficientes para pagar por los pecados de un hombre. La Escritura dice: «Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados» (Heb 10:4). La razón es muy sencilla: los animales no son iguales al hombre en naturaleza y valor. Los animales no fueron hechos a imagen de Dios y no tienen naturaleza moral. Por la misma razón, ni siquiera los ángeles podrían redimir al hombre, pues no están hechos a imagen de Dios y, por tanto, no son iguales al hombre. Por eso la Biblia dice que nuestro redentor tenía que ser verdaderamente humano.
«Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo». (Heb 2:14-17)
Uno podría imaginar a un hombre justo muriendo para redimir a otra persona (si tal hombre justo pudiera ser encontrado, y estuviera dispuesto a hacerlo). Pero incluso si tal persona pudiera ser encontrada, no podría redimir a muchas personas, a menos que no solamente fuera un hombre, sino también una persona infinita. Y no existe nadie infinito excepto Dios. Por tanto, necesitamos un Salvador que sea a la vez divino y humano. Existe uno, y sólo uno, que cumple estos requisitos. Es el Señor Jesús, que se revela a nosotros en la Biblia como el Salvador divino-humano. Veremos esto claramente cuando continuemos en la siguiente sección del Catecismo.
Preguntas sobre la lección
1. ¿De qué forma se imaginan muchas personas un dios falso?
2. ¿Qué dos hechos de la Escritura dan la certeza de que ni siquiera un «pequeño» pecado quedará impune?
3. En la Escritura, ¿quién habla más de la condenación eterna?
4. ¿Por qué no pudo hacerse hombre un ángel para morir por nuestros pecados (como dicen los Testigos de Jehová), en lugar del mismísimo Hijo de Dios?
5. ¿Por qué no pudo morir por nuestros pecados otro hombre que no fuera Jesús?
Preguntas para estudio y discusión
1. ¿Piensan falsamente muchos cristianos que Dios sólo está lleno de amor y no de justicia? ¿Por qué lo hacen, cuando la Biblia es tan clara al respecto?
2. ¿Es justo que tanto un chismoso como un asesino sean castigados con la condenación eterna? ¿No es el asesinato mucho peor que el chisme?
3. ¿Qué pasa con tus pensamientos pecaminosos? ¿Te dejará Dios «libre de culpa» mientras no los pongas en práctica?