¿Cómo obtuvimos el Credo de los Apóstoles?
Autor: Eric Kampen
Traductor: Valentín Alpuche
Introducción
Una parte familiar del servicio semanal de adoración de la tarde es el uso del Credo de los Apóstoles. Puede ser cantado o recitado por la congregación, o leído por el ministro. En ocasiones, un ministro puede usar el Credo de Nicea, o aún más raramente, el Credo de Atanasio, pero el Credo de los Apóstoles es el más prominente. El lugar prominente del Credo de los Apóstoles en la vida de la iglesia se muestra aún más por la forma en que se incorpora en el Catecismo de Heidelberg. En el Catecismo se le conoce como los Doce Artículos de nuestra fe cristiana católica e indudable (CH, DS 7, P/R 22). Se explica, artículo por artículo, en los Días del Señor 9-22.
Al igual que con tantas actividades que hacemos rutinariamente, el uso de este credo puede que no provoque ningún interés sobre cómo lo obtuvimos o por qué lo usamos. Saber cómo y por qué, sin embargo, siempre es beneficioso. Tal conocimiento conducirá a una apreciación y conciencia más profundas de lo que uno realmente está haciendo. En definitiva, enriquecerá la experiencia.
Con el fin de enriquecer la experiencia del uso del Credo de los Apóstoles, este artículo explicará cómo la iglesia terminó con este credo. [1]
Impresiones iniciales
Si pensamos en el nombre más común para este credo, entonces podríamos pensar que debe remontarse a los doce apóstoles mismos. Este pensamiento parecería encontrar apoyo cuando pensamos en la descripción en el Catecismo. La forma en que se les llama –los artículos de nuestra fe católica e indudablemente cristiana– sugiere que este credo ha funcionado como una expresión de fe para los creyentes a lo largo de la historia, básicamente desde los días de Pentecostés.
Durante muchos siglos, la gente pensó que esto era cierto. Esto es evidente a partir de un comentario sobre un credo escrito alrededor del año 404 d.C. por un hombre llamado Rufino. Este credo se parecía mucho a nuestro actual Credo de los Apóstoles. Declaraba que después del derramamiento del Espíritu en Pentecostés, los discípulos redactaron un breve resumen para guiarlos a medida que iban al mundo a predicar el evangelio. Como Rufino había sugerido que cada apóstol había contribuido con una cláusula cada uno, los autores posteriores trataron de determinar qué frase debía asociarse con cada apóstol. Se dice que Pedro comenzó diciendo: “Creo en Dios Padre todopoderoso”. A Matías se le atribuyó la última frase sobre la vida eterna.
Esta comprensión del origen del Credo de los Apóstoles prevaleció hasta los siglos XV y XVI, la época del Renacimiento y la Reforma. Un estudio cuidadoso de las fuentes llevó a la conclusión de que esto no era exacto. Una razón para rechazar este entendimiento era que, si los apóstoles realmente habían compuesto tal credo, uno podría esperar que se mencionara específicamente en el libro de los Hechos o en las diversas cartas. Además, el estudio histórico llevó a la comprensión de que el Credo de los Apóstoles solo tomó la forma tal como lo tenemos alrededor del año 725 d.C. También se cayó en la cuenta de que, si bien este credo había ganado una amplia aceptación en la iglesia occidental o de habla latina, con Roma como su centro, no se conocía ni se usaba en las iglesias orientales, que tenían a Constantinopla como su centro.
La conclusión fue que el Credo de los Apóstoles no había sido escrito por los apóstoles. No había aparecido de repente como una entidad completa. Más bien, el Credo de los Apóstoles fue el fruto de un largo desarrollo.
El desarrollo del Credo de los Apóstoles
Si bien el Credo de los Apóstoles en la forma en que lo tenemos no se originó en el tiempo de los apóstoles, podemos rastrear su comienzo hasta lo que aprendemos del Nuevo Testamento. Aprendemos que había un cuerpo definido de enseñanzas. Uno podría reducir esto a la enseñanza muy básica de que “Jesús es el Señor”, o que “Jesús es el Cristo”. Al mismo tiempo, también hay ejemplos más extensos que se centran especialmente en el nacimiento, la muerte y la resurrección del Señor Jesús. Por ejemplo, en 1Corintios 15:3-4, Pablo escribió: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (véase también 1Tim 3:16). Cuando lees las cartas de Pablo a Timoteo y Tito, hay frecuentes referencias a “la fe” (1Tim 1:2; 4:6; 6:12), y “la sana enseñanza” (2Tim 1:13; Tito 1:9). Judas en su carta escribió acerca de “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). Si bien no hay una declaración compacta y completa de todos los puntos de la creencia cristiana, es obvio que había un cuerpo muy claro de verdades, centradas en que el Hijo de Dios que se había encarnado para nuestra salvación.
Podemos ver el comienzo de la formación de credos propiamente dichos en los escritos de la generación de líderes de la iglesia después de los apóstoles. Estos líderes generalmente son llamados los “Padres de la Iglesia”. En realidad, hay un cuerpo considerable de sus escritos que se ha conservado. En sus escritos se obtienen ejemplos de esfuerzos para resumir las enseñanzas clave de la fe cristiana. Por ejemplo, Ignacio de Antioquía, alrededor del año 107 d.C., escribió:
Sed sordos, por lo tanto, cuando alguien hable en desacuerdo con Jesucristo, el Hijo de Dios, que descendió de la familia de David, nacido de María, que verdaderamente nació, tanto de Dios como de la Virgen, verdaderamente tomó un cuerpo; porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros sin pecado, comió y bebió verdaderamente, verdaderamente sufrió persecución bajo Poncio Pilato, fue verdaderamente crucificado y murió, que también fue verdaderamente resucitado de entre los muertos … fue recibido en la presencia del Padre y se sienta a su mano derecha, esperando hasta que sus enemigos sean puestos bajo sus pies.
No es difícil encontrar las referencias bíblicas para estas diversas declaraciones. También hay una similitud obvia con la parte de la sección en el Credo de los Apóstoles que habla de Dios el Hijo. La elección de las palabras sugiere que Ignacio estaba respondiendo a formas de enseñanza gnóstica que negaban que el Hijo de Dios hubiera venido en nuestra carne humana.
Un segundo ejemplo es de los escritos de Ireneo, alrededor del año 180 d.C. Lo que es significativo notar en sus escritos es la forma en que muestra el desarrollo hasta la estructura trinitaria como se encuentra en el Credo de los Apóstoles. Escribió:
La Iglesia, aunque dispersa por todo el mundo hasta los confines de la tierra, ha recibido de los Apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, que hizo el cielo y la tierra, y los mares, y todo lo que hay en ellos; y en un solo Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que se hizo carne para nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por medio de los profetas predicó las dispensaciones y el advenimiento, y el nacimiento de la Virgen… pasión… resurrección de entre los muertos… asunción corporal al cielo … su aparición desde el cielo en la gloria del Padre… y la resurrección de los muertos.
Se podrían dar más ejemplos. [2] Lo que debe notarse en este punto es la forma en que los líderes de la iglesia primitiva resumieron las enseñanzas centrales de la fe cristiana. No es sorprendente que los primeros resúmenes de este tipo se centraran en la persona y la obra del Señor Jesús. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que los resúmenes se ampliaran e hicieran referencias a Dios el Padre y Dios el Espíritu. Esto no es sorprendente a la luz de la comisión de nuestro Señor Jesús de hacer discípulos de todas las naciones, lo que incluyó bautizar en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Es un testimonio de la predicación fiel de los apóstoles y de los líderes que los sucedieron de que hubo tal consistencia en las formulaciones utilizadas. Definitivamente hubo un cuerpo claro de enseñanzas transmitidas a través de las generaciones. Estos líderes, en sus esfuerzos por enseñar a los nuevos creyentes y en su necesidad de refutar las falsas enseñanzas, produjeron resúmenes sucintos, similares en contenido, pero con palabras variadas.
Entre estos diversos resúmenes, con el tiempo uno se elevó a la cima, a saber, uno escrito en Roma. Ganó aceptación no solo como una herramienta de enseñanza local y confesión, sino también como una declaración de fe que mostró la unidad de las diversas iglesias locales. Hay razones para pensar que este credo romano puede remontarse hasta principios del siglo III. Una versión que data de antes del año 341 d.C. dice lo siguiente:
Creo en Dios Padre Todopoderoso. Y en Jesucristo su Hijo unigénito, que nació del Espíritu Santo y de la Virgen María; crucificado bajo Poncio Pilato, y sepultado; al tercer día resucitó de entre los muertos; ascendió al cielo, y se sentó a la diestra del Padre; desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo; la santa Iglesia; el perdón de los pecados; la resurrección del cuerpo; la vida eterna.
Una vez más, se anima a aquellos que deseen más información a seguir las referencias en las notas a pie de página. [3] En particular, es muy interesante ver un cuadro comparativo que muestra variaciones menores y cómo se comparan con la forma final del Credo de los Apóstoles. En este punto, está claro que los contenidos se remontan esencialmente a la era apostólica, pero la forma se desarrolló con el tiempo.
En cuanto a la forma que utilizamos, se mencionó que se puede rastrear alrededor del año 725 d.C. Fue obra de Priminio, un monje de la orden benedictina. Vivió en el sur de Alemania, donde escribió un manual de misión que incluía el Credo de los Apóstoles en su forma actual. Esto fue durante un tiempo de renovación bajo los reyes de la Galia. Especialmente durante el reinado de Carlomagno, los salterios entraron en mayor uso. Estos salterios incluían oraciones y el Credo de los Apóstoles. Otros documentos de esa época indican que la forma similar del Credo se usó incluso en el borde occidental de Europa, a saber, Irlanda.
A partir de lo que se puede reunir, la forma del Credo tal como fue escrito por Priminio prevaleció y se convirtió en la forma estándar utilizada en las iglesias occidentales alrededor de los siglos X al XII. Es interesante observar cómo un credo arraigado en las Escrituras se desarrolló en Roma y llegó a su expresión madura en el sur de Alemania.
Conclusión
Esta revisión del desarrollo del Credo de los Apóstoles nos enfatiza la importancia de una serie de puntos.
En primer lugar, la iglesia tiene una larga historia de resumir las enseñanzas clave. Esto es útil para tener en cuenta contra aquellos que tienen como eslogan, “Sólo la Biblia”. Los líderes de los primeros siglos continuaron el patrón de los apóstoles, transmitiendo el cuerpo de enseñanza sólida mediante el uso de resúmenes. Estos resúmenes se desarrollaron con el fin de enseñar a los nuevos conversos y a los jóvenes, así como para garantizar la doctrina correcta contra las falsas enseñanzas, como el gnosticismo.
En segundo lugar, estos resúmenes pronto tomaron un formato trinitario, con la mayor parte del énfasis puesto en la obra de Dios en su Hijo Jesucristo. Esto no es sorprendente ya que el Señor Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de Dios y todas las Escrituras apuntan a él.
Tercero, si bien la forma del Credo de los Apóstoles que usamos puede considerarse relativamente reciente, rastrear su desarrollo y compararlo con otras declaraciones escritas por los líderes de la iglesia, y compararlo con la Escritura misma, muestra consistencia en el contenido con formas anteriores. Es de contenido católico.
Cuarto, la conciencia de esta rica historia subraya cómo el Credo de los Apóstoles, en efecto, es la posesión de la iglesia de todas las edades y lugares y tomó mucho tiempo llegar a una forma común de expresión. Por lo tanto, las iglesias o federaciones locales deben tener mucho cuidado al hacer cambios o modificaciones. El Credo es propiedad comunal. Los reformadores reconocieron esto y lo reclamaron como parte de su herencia. Hacer cambios a nivel local o como federación indica una separación de la iglesia de todas las edades y lugares.
Finalmente, la conciencia de la historia del Credo debe despertar en nosotros la conciencia de que cada vez que confesamos nuestra fe con estas palabras, nos estamos uniendo a una gran multitud de creyentes que nos han precedido, y una gran multitud que la confiesa en otras partes del mundo hasta el día de hoy. Realmente es una expresión de nuestra fe católica y la catolicidad de la iglesia. Confesar este antiguo credo, con sus profundas raíces, protege a una congregación local contra el sectarismo y semanalmente refresca el sentido de la catolicidad.
La próxima vez que uses el Credo de los Apóstoles, recuerda su historia. Saber esto también debería enriquecer el uso que hacemos de él.
Notas
[1] Una descripción más extensa de esta historia se puede encontrar como un Apéndice en Fred H. Klooster, Our Only Comfort: A Comprehensive Commentary on the Heidelberg Catechism Vol. 2. (Grand Rapids: Faith Alive Christian Resources, 2001) 1169-1204. Klooster esencialmente condensa la información de J.N.D. Kelly, Early Christian Creeds, tercera ed. (Nueva York: Longman, Inc.; 1972).
[2] Se pueden encontrar más ejemplos en P. Schaff, Creeds of Christendom. Véase http://www.ccel.org/ccel/schaff/creeds2.pdf: Reglas de fe. De particular interés será una tabla comparativa al final de esa sección.
[3] Ibíd., véase la sección “Confesiones de las Escrituras, Symbolum Apostolicum”. El Credo de los Apóstoles.