Catecismo de Heidelberg DS 1 Williamson
Día del Señor 1
G. I. Williamson
Lecturas bíblicas: Génesis 1-11; Hebreos 2:14-18; Tito 2:11-14
El Catecismo de Heidelberg consiste en una serie de 129 preguntas y respuestas. Estas están arregladas de acuerdo con un plan. Las primeras dos preguntas y respuestas son introductorias, y luego siguen las tres partes principales: la primera (P/R 3-11) trata con el pecado y la miseria del hombre; la segunda (P/R 12-85) muestra el camino de la liberación; y la tercera (P/R 86-129) desarrolla la vida de gratitud que se espera de aquellos que son salvos. En el resto de esta sección trataremos con las preguntas y respuestas introductorias.
¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?
Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo; quien con su preciosa sangre ha satisfecho completamente por todos mis pecados, y me ha liberado de todo el poder del diablo; y me preserva de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un cabello puede caer de mi cabeza; sí, que todas las cosas deben estar al servicio de mi salvación, por lo tanto, por su Espíritu Santo también me asegura de la vida eterna, y me dispone y prepara de todo corazón para que de ahora en adelante viva para Él.
¿Cuántas cosas son necesarias que conozcas para que puedas vivir y morir felizmente en este consuelo?
Tres; la primera, cuán grandes son mis pecados y miseria; la segunda, cómo soy liberado de todos mis pecados y miseria; la tercera, cómo debo ser agradecido a Dios por tal liberación.
El Catecismo comienza con una pregunta que es muy importante para cada uno de nosotros. Lo comprendamos o no, necesitamos consuelo. Necesitamos consuelo porque somos descendientes de Adán y Eva. Por ser sus descendientes, estamos (incluso si somos ignorantes de ello) en una condición de pecado y miseria.
Si retrocedemos a los primeros capítulos de la Biblia (caps. 1-6 de Génesis), leemos acerca de la creación del hombre y después acerca de la caída del hombre en el pecado. Cuando Adán y Eva pecaron contra Dios, ocurrieron profundos cambios. Dios los expulsó del Huerto del Edén y llegaron a ser pecaminosos en su naturaleza. El pecado se multiplicó en el mundo y empezó a haber crimen y anarquía.
El mundo llegó a ser un lugar peligroso, y, en última instancia, ya sea por violencia, enfermedad o edad avanzada, la gente finalmente moría. En otras palabras, tan solo en los primeros seis capítulos de la Biblia, Dios nos dice que perdimos algo así como “el cielo en la tierra” (en el Huerto del Edén) y nos encontramos en un mundo que empezó a parecerse al infierno. Nunca entenderemos la verdad acerca de nosotros mismos a menos que tomemos en completa consideración lo que sucedió. El mundo de hoy es mejor, en algunas maneras, de lo que el mundo era antes del gran diluvio que finalmente llegó en los días de Noé. La razón de esto es que Dios ha dado algunas cosas a la humanidad desde ese tiempo para restringir el poder del mal en la tierra y moderar la miseria que se desprende de él.
La primera es que Dios dividió la raza humana al hacer que la gente hablara diferentes idiomas (Gen 11). Debido a esto, ahora no hay una completa unidad en el desarrollo del mal. Diferentes naciones tienden a competir en diferentes grupos de poderes, el uno contra el otro, en vez de unirse en el mal. Dios también ha puesto el poder de la espada en las manos de los gobernadores civiles para restringir a los hombres en el mal que ellos de otra manera harían. Es por esta razón que tenemos fuerzas policiales y ejércitos y marinas nacionales para disuadir la agresión. Dios usa estas cosas para restringir y limitar el desarrollo del mal. Y luego, por último, pero no por ello menos importante, Dios ha instituido la iglesia en medio del mundo, aunque distinta al mundo. Cuando la iglesia es fiel a la Palabra santa de Dios, también hace mucho para retrasar el desarrollo del mal. Por razones como estas, el mundo no es tan malo hoy como lo era antes del diluvio. Los primeros pocos capítulos de Génesis son muy, pero muy importantes porque nos enseñan lo que sucedió en ese período de la historia antes de que Dios introdujera estos cambios en el mundo.
Al principio, Dios permitió que el mal se desarrollara completamente, podríamos decir, para que toda la gente en edades subsecuentes pudiera conocer cuán grande son realmente el pecado y la miseria del hombre. Y mientras que hoy podemos estar muy agradecidos de que el pecado es de alguna manera restringido en el mundo, también necesitamos comprender a partir de los datos de la Escritura que nuestro predicamento humano es básicamente uno de desesperación. Solo detente y piensa en los millones de personas matadas en las guerras. Piensa en todos los que han sido perseguidos y torturados. Piensa en todo el sufrimiento padecido por causa de las enfermedades. Piensa en todo el crimen y miseria que resulta de ello. Piensa en la miseria que debe ser pasar toda una vida en prisión.
Estas son tristes realidades en el mundo en que vivimos. Pero ellas son solo algunas de las cosas más obvias. Considera un pequeño pueblo, por ejemplo. A primera vista, las cosas parecen ser muy pacíficas y placenteras, pero si supiéramos todo acerca de la gente que vive allá, pronto descubriríamos serios problemas en casi cada hogar. Aquí hay una viuda joven de luto porque su esposo fue recientemente asesinado. Unas cuantas puertas más allá tienes a un padre y madre afligidos porque su pequeño bebé nació con una seria anormalidad. Otro hogar está roto por los pleitos entre esposo y esposa. Todavía otro está en gran agitación por los hijos adolescentes rebeldes.
¿Sorprende que el Catecismo, siguiendo la Biblia, hable de nuestro pecado y miseria como lo hace? Sí, la verdad es que nuestro predicamento humano es trágico.
Sin embargo, la cosa maravillosa es que tantísima gente no está dispuesta a admitirlo. De hecho, hacen muchas cosas para no enfrentar la desagradable verdad. Se embriagan. Van a las fiestas. Se drogan. Se escapan en el mundo fantasioso de la TV. Sin embargo, ni una de estas diversiones puede cambiar los hechos desagradables.
Así que nuestra necesidad número uno es finalmente hacerle frente a nuestra verdadera situación, y después encontrar la solución. Por esa razón el Catecismo dice en la respuesta 2 que debemos llegar a conocer tres cosas si vamos a encontrar la solución. La primera cosa que necesitamos conocer es la desagradable verdad acerca de nuestra trágica situación. Una vez que entendamos esto, podemos continuar para aprender que hay en verdad una solución. La solución es la obra salvadora lograda por el Señor Jesús.
Ahora bien, todo esto está claramente declarado en la P/R 2 del Catecismo de Heidelberg. Esto llegará a ser claro conforme avancemos. Pero primero debemos notar que también tenemos en la P/R 1 una clase de sumario de todo lo que sigue. Como se dan cuenta, al preguntar “¿Cuál es tu único consuelo?”, el Catecismo ya da algo por sentado. Lo que da por sentado es que somos pecadores miserables y por tanto necesitamos encontrar consuelo. Y la manera en que podemos encontrar consuelo está resumido justo aquí en esta primera respuesta. La obra consumada del Señor Jesucristo proporciona exactamente el consuelo que necesitamos. Y cuando poseamos eso, ciertamente estaremos agradecidos por ello, tanto que luego vamos a querer vivir para Jesús.
Pongámoslo de esta manera: ¿Qué es lo que hace que uno sea cristiano? ¿No es el simple hecho de que el cristiano tiene un consuelo genuino (tan distinto de las muchas falsificaciones que vemos a nuestro alrededor hoy)? ¿Y cuál es este consuelo?
La respuesta se encuentra en dos cosas: lo que Jesús ya ha hecho por mí y lo que sigue haciendo por mí. Trataremos con estas cosas con mayor detalle posteriormente. Por ahora, solo queremos exponer brevemente lo que ellas son. La obra que Cristo ya ha hecho por mí es esta: Él pagó el precio de mi pecado. En tanto que ese precio no esté pagado, pertenezco a Satanás. Pero una vez que fue completamente pagado, ya no estaba más bajo el control de Satanás. La Biblia lo pone de esta manera: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb 2:14-15). Cristo satisfizo las demandas de la justicia de Dios para efectuar esta liberación.
Pero también hay mucho que Jesús hace ahora en nombre de su pueblo. Ejerce toda autoridad sobre todas las cosas en los cielos y en la tierra (Mt 28:18-20). Y porque “fiel es el Señor”, Él “os afirmará y guardará del mal” (2 Tes 3:3). Él hace esto al controlar todo en el mundo alrededor de nosotros y a través del poder de su Espíritu Santo que mora en nosotros.
Así que la miseria del hombre es grande, pero la obra de Jesucristo es todavía mayor. En medio del dolor, por lo tanto, me puedo regocijar. Puedo hacer esto porque pertenezco, en cuerpo y alma, ahora y para siempre, a Jesús mi Salvador. Él prometió compartir su herencia con su pueblo. Esta herencia incluye muchas cosas, demasiadas para mencionarlas aquí, pero hay una cosa que debe ser mencionada, a saber, la muerte. Como veremos posteriormente en estos estudios, Cristo ha conquistado a la muerte. Debido a esto, aunque está establecido que los hombres mueran una sola vez, incluso en la muerte el aguijón es removido para los creyentes. No tiene el poder de dañarnos como, de hecho, puede y daña a los que no tienen a Jesús como su Salvador. Y cuando nuestro Señor regrese al fin de esta era, la muerte misma será destruida al levantarnos de la tumba para participar en su gloria. La perspectiva, en otras palabras, es de una completa liberación de todo pecado y de todos los efectos que ha producido en nosotros. ¿Es de sorprender que a uno que se le ha dado una salvación tan grande llegue a estar “dispuesto y preparado de corazón para que de ahora en adelante viva” para tal Redentor? ¿Qué otra cosa pudiera hacer?
Que Dios nos ayude a ver esto y experimentarlo al continuar escuchando las lecciones enseñadas por este venerable maestro llamado el Catecismo de Heidelberg.
Preguntas sobre la lección
- ¿Con qué tratan las tres principales secciones del Catecismo de Heidelberg?
- ¿Cómo están implicadas cada una de estas tres principales secciones en la P/R 1 del Catecismo?
- ¿Por qué el consuelo es una de nuestras necesidades más profundas?
- ¿Cuáles son algunas de las cosas que la gente hoy sustituye por el verdadero consuelo?
- ¿Por qué (solo) el cristiano tiene verdadero consuelo?
Preguntas para estudio y discusión
- Mucha gente hoy aborrece la idea de pertenecer a alguien. ¿Crees que es bueno pertenecer a alguien? ¿A quién?
- ¿Crees que Dios realmente controla todo lo que sucede?
- ¿Es la vida eterna un concepto religioso vacío?
- ¿Es real el diablo o es solo una personificación del mal?
- ¿Por qué alguien quisiera vivir “de corazón” para Jesucristo?