Dios valora mucho la vida humana y, por tanto, nosotros también deberíamos hacerlo
Noé, el Diluvio y el nuevo mundo: una serie de sermones sobre Genesis 6-9
Wes Bredenhof
Traductor: Juan Flavio de Sousa
Sermón 7
Dios valora mucho la vida humana y, por tanto, nosotros también deberíamos hacerlo
Génesis 9:1-7
Amada congregación de Cristo,
En la historia la vida humana ha sido considerada poco costosa a menudo. Filósofos griegos como Platón y Aristóteles enseñaban que ciertos bebés no merecían vivir. Si dabas a luz a un bebé con un defecto congénito, había que llevarlo al vertedero, tirarlo a un pozo o arrojarlo a un río. El primer libro conocido sobre ginecología fue publicado por un autor griego, Sorano de Éfeso. En su libro, incluyó una sección, «Cómo reconocer al recién nacido digno de crianza». Los que no merecían ser criados debían ser desechados como basura, decía.
En la antigua Roma, la esclavitud era una realidad. Los esclavos no eran considerados seres humanos. Así que los ciudadanos podían hacer lo que quisieran con sus esclavos, incluso violarlos y asesinarlos. La vida de un esclavo no valía gran cosa. Por supuesto, esta forma de pensar resurgió con la trata de esclavos en la cuenca del océano Atlántico y con la colonización de lugares como Australia y Canadá.
Luego vinieron los genocidios del siglo XX. Hitler y la Alemania nazi fueron responsables de la muerte de seis millones de judíos y de muchos millones de otros más. Josef Stalin asesinó al menos a siete millones de sus propios compatriotas. El presidente Mao en China mató al menos a 45 millones con su «Gran Salto Adelante». La lista continúa. Al pensar en nuestros días, pensamos también en el holocausto del aborto que continúa en este y en tantos lugares del mundo. Son numerosas muertes innecesarias. Todo porque la gente no ha valorado adecuadamente la vida humana.
Desde el momento en que creó a Adán y Eva, Dios dio el máximo valor a sus vidas. Él valora toda vida humana y quiere que nosotros hagamos lo mismo. Esta es la idea central del sermón de esta mañana, extraído de Génesis 9:1-7. Mientras escuchamos a Dios hablar a Noé y a sus hijos, oiremos cómo Dios valora mucho la vida humana y, por tanto, nosotros también deberíamos hacerlo.
Analizaremos:
- Cómo valora Dios la vida humana
- Cómo lo reflejamos al valorar la vida humana
En Génesis 9, estamos con Noé y su familia cuando acaban de salir del arca. En el pasaje anterior, Noé ofreció sacrificios de expiación a Dios. Dios respondió con hermosas promesas. Nunca más maldeciría la tierra y mantendría los ciclos de la naturaleza. Eso fue todo al final del capítulo 8.
Dios sigue respondiendo a Noé al principio del capítulo 9, pero ahora le habla directamente a él y también a sus hijos. Observen conmigo el versículo 1. Noten cómo Dios bendice a Noé y a sus hijos. Curiosamente, la bendición viene en forma de mandato: «Fructificad y multiplicaos y llenad la tierra». Es lo mismo que en Génesis 1:28. Allí también se dice que el mandato de la creación es una bendición de Dios, pero viene en la forma de una orden. Hay algo que la gente debe hacer, pero es algo para lo que normalmente tenemos un impulso natural. Pero ese impulso natural no siempre conduce a tener hijos. Puede haber luchas con la infertilidad en este mundo roto, la Biblia tiene historias de mujeres como Sara, Raquel, Ana e Isabel. La bendición de Génesis 9 no significa que nadie vaya a tener problemas de infertilidad. Lo que sí significa es que Dios se va a asegurar de que prolifere la vida humana. Es como si dijera: «Les prometo que serán fecundos y se multiplicarán y llenarán la tierra. Habrá vida abundante en el planeta y será algo bueno». Dios ama la vida y cuanta más vida, mejor.
Por eso las palabras «fructificad y multiplicaos» vuelven a aparecer en el versículo 7. Esas palabras en realidad enmarcan todo lo demás en este pasaje. Es como si Dios pusiera un signo de exclamación tras su amor por la vida y su voluntad de verla florecer de nuevo por toda la tierra.
Queridos, eso sí que influye en la forma en que entendemos tener hijos como padres cristianos. «Sed fecundos y multiplicaos» fue la bendición de Dios, es una bendición para los cristianos tener hijos. «Herencia de Jehová son los hijos», dijo Salomón en el Salmo 127. Basándonos en lo que la Escritura dice aquí, nadie debería pensar que el mundo necesita menos vida humana. Dios dice que más vida humana es buena. Él quiere ver eso. No voy a decir nada sobre el tamaño adecuado de una familia cristiana. En mi primera congregación, yo era copastor. Mi compañero pastor era un hombre mucho mayor y más sabio que yo. Le gustaba decir: «No se trata del máximo ni del mínimo, sino del óptimo». Lo óptimo es algo que cada pareja cristiana tiene que resolver por sí misma utilizando la sabiduría informada por la Palabra de Dios. Pero nuestro punto de partida debería ser siempre cómo la Escritura habla de ser fructíferos y multiplicarse y llenar la tierra como una bendición. Es algo bueno.
En el versículo 2, Dios vuelve a mostrar cómo valora la vida humana. Esta vez asegura a Noé y a sus hijos que los animales no podrán dominar a los seres humanos. El ser humano siempre será el depredador supremo. Por regla general, los animales nos tendrán miedo. En el mundo animal existe un miedo natural al ser humano. Algunos depredadores rara vez se encuentran con seres humanos, por lo que no necesariamente poseen ese miedo. Pero la mayoría de los animales, incluidos la mayoría de los depredadores, nos temen a nosotros y a nuestro poder sobre ellos. Y algunos animales pueden ser domesticados también y el miedo a los seres humanos puede ser superado. Pero Dios puso este miedo natural en el mundo animal debido a su amor por la vida humana. Quiere que florezcamos en la tierra.
Dios muestra su preocupación por la vida también con respecto al alimento. El versículo 3 plantea una cuestión al respecto. Dios dice allí que ahora da de comer a los animales, igual que antes daba de comer plantas verdes a los seres humanos. ¿Significa esto que antes del Diluvio los seres humanos nunca comían carne? Algunos lo han dicho. Aquí están los hechos tal como los tenemos en las Escrituras: En Génesis 1:29, Dios dijo que dio las plantas y los árboles con sus frutos a los seres humanos para alimentarse. Después de esto, aparte de que Adán y Eva comieron el fruto prohibido en el Jardín, no oímos nada más acerca de que la gente comiera algo en particular. Esas son las cosas que sabemos con certeza. Es posible que la intención de Dios fuera que los seres humanos no comieran carne antes del Diluvio. Es posible que mucha gente no escuchara la intención de Dios. Los días anteriores al Diluvio estuvieron llenos de rebelión contra Dios, así que ¿por qué iba a ser esto diferente? Cualquiera que sea el caso, sabemos con certeza que ahora Dios permite que los seres humanos coman carne. La carne puede ser un alimento para mantener la vida.
Pero Dios hace una regla en este punto con respecto a comer carne. Prohíbe comer carne que no haya sido desangrada. Cuando Noé y sus hijos mataban un animal para comer, Dios quería que se aseguraran de que estaba bien desangrado. En el mundo antiguo, sucedía a menudo que la gente comía y bebía sangre porque creían que al hacerlo estarían tomando la vida del animal. Al hacerlo estarían recibiendo poder del animal. Si matas a un oso e ingieres su sangre, obtendrás la fuerza del oso. Es fácil ver cómo se desarrollaría esta creencia: si matas a un animal y este sangra, pierde su vida. Pero Dios no quería que su pueblo siguiera estas ideas paganas supersticiosas, así que hizo este requisito aquí y luego más tarde se repitió en las leyes dietéticas en Levítico.
Ahora sé la pregunta que muchos de ustedes se estarán haciendo: ¿qué pasa con nosotros hoy? ¿Significa este pasaje que no podemos comer nada que no sea un filete bien cocido? ¿Y la morcilla, el embutido hecho con sangre de cerdo? En primer lugar, cuando se trata de su filete, la cosa roja que se ve no es sangre. Es una proteína llamada mioglobina. Cuando se sacrifica al ganado vacuno, siempre se le sangra inmediatamente después. No hay sangre en esa carne. Así que, sea cual sea tu opinión, puedes disfrutar de un filete semi cocido o término medio. No es el caso aquí.
¿Y la morcilla? Aquí la gente a veces trae a colación lo que dice el Nuevo Testamento en Hechos 15. Hubo un debate en la iglesia sobre la morcilla. Hubo un debate en la iglesia sobre los gentiles y lo que se les podía exigir. Algunos judíos pensaban que los gentiles debían cumplir todas las leyes dietéticas del Antiguo Testamento. Pero los apóstoles decidieron que a los cristianos de la iglesia primitiva sólo se les debía pedir que se abstuvieran de los alimentos sacrificados a los ídolos, de la sangre y de lo que fue estrangulado. La razón por la que tomaron esta decisión fue porque había muchos judíos en la iglesia y se trataba de que los gentiles no los ofendieran innecesariamente. Hoy en día estamos en una situación muy diferente, por lo que la regla que se encuentra en Hechos 15 ya no se aplica. Fue pensada para un momento particular en la historia de la iglesia, no como un requisito obligatorio. Así que, si quieren comer morcilla, adelante. Tienen la libertad de hacerlo. En Marcos 7:19, Jesús declaró que todos los alimentos son limpios. Ya no estamos más atados a las leyes dietéticas del Antiguo Testamento.
Nosotros estamos obligados a valorar la vida humana igual que lo hace Dios. A eso se refieren los versículos 5 y 6. El ser humano es único entre todas las criaturas de Dios. El ser humano es el pináculo de la creación de Dios, su obra más bella y refinada. Como dice el Salmo 139, todos hemos sido creados de forma maravillosa. Pero no sólo eso, también hemos sido creados a imagen de Dios. Esto es lo que se desprende de lo que dicen los versículos 5 y 6 sobre la maldad del asesinato.
¿Qué significa ser creado a imagen de Dios? En pocas palabras, significa que le reflejamos. No lo reflejamos en todos los sentidos, pero lo que somos como seres humanos sí refleja quién es Dios en algunos aspectos importantes. Efesios 4:24 menciona un aspecto de la imagen de Dios: el aspecto moral. Pablo dice que el nuevo yo en Cristo es «…creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad». Ese aspecto estrecho de la imagen de Dios se perdió después de la caída en el pecado. Se restaura mediante la regeneración y la conversión. Pero hay más en la imagen de Dios. Santiago 3:9 dice que usamos la lengua para maldecir a los hombres «que están hechos a la semejanza de Dios». Aunque aún están afectadas por el pecado, todas las personas retienen la imagen de Dios en un sentido amplio. ¿Cómo podemos ver esto? Dios se comunica y las personas se comunican. Dios tiene relaciones y la gente tiene relaciones. Dios aprecia la belleza y la gente aprecia la belleza. Dios gobierna a las criaturas y las personas gobiernan a las criaturas. De todas estas maneras, los hombres siguen mostrando que han sido creados a imagen de Dios, que siguen llevando su imagen, aunque haya sido vandalizada y arruinada por el pecado.
Por eso Dios habla como lo hace en Génesis 9. Los seres humanos son portadores de su imagen y, por serlo, tenemos una vida digna y respetada. Es porque somos portadores de una imagen que tomar una vida humana es un asunto tan serio. Asesinar a otro ser humano es matar a alguien que lleva la imagen del Creador. Es como un ataque a Dios.
Como resultado, Dios dice que exigirá cuentas a todo aquel que asesine. Habrá justicia: vida por vida. Dice esas famosas palabras en el versículo 6: «El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada». Ahora debes notar aquí que Dios no dice cómo se haría esto. Pero a medida que la Escritura se desarrolla desde aquí, finalmente es algo que se ve como responsabilidad del gobierno. Por eso Romanos 13:4 habla de la autoridad gobernante que lleva la espada. El gobierno tiene el poder y la responsabilidad de hacer justicia no sólo cuando se trata de asesinatos, sino de todos los males de la sociedad.
Entonces, ¿enseña este pasaje que la pena capital es la pena apropiada para el asesinato? Sí, pero tenemos que entender dos cosas importantes. La primera es lo que acabo de mencionar. No nos corresponde a nosotros individualmente condenar a muerte a los asesinos. Esa es la tarea del gobierno. Cuando lo hacen, no están asesinando. Asesinar es matar ilegalmente. Según la Biblia, la pena capital es un asesinato lícito. Dios la aprueba como pena por asesinato. La segunda cosa que hay que entender es un principio importante que se encuentra en Números 35. Allí Dios dijo que nadie debía matar. Allí Dios dijo que nadie debía ser condenado a muerte por asesinato por el testimonio de un solo testigo. Tenía que haber por lo menos dos testigos oculares. Como la vida humana es tan valiosa, no se quiere equivocar con la pena capital. Este principio de al menos dos testigos no elimina la posibilidad de errores, pero contribuye en gran medida a evitarlos.
No parece que la pena capital por asesinato vaya a reinstaurarse pronto en nuestro país. Pero lo que es justo y correcto según la Palabra de Dios no cambia. Nuestra responsabilidad como ciudadanos cristianos es promover lo que es justo y correcto, independientemente de lo que piensen los demás. No debemos tener miedo de decir que el castigo correcto para el asesinato es la pena de muerte; y esto es exactamente porque valoramos la vida humana como Dios lo hace.
Porque valoramos la vida humana, también reconocemos que lo que la Biblia enseña sobre el asesinato va más allá de derramar literalmente sangre y quitar vidas. El pueblo de Dios en los días de Jesús pensaba que era suficiente con no matar a otra persona. Pero en el Sermón del Monte, Cristo enseñó que esta era una manera miope de ver la ley. Dijo que, si tienes ira pecaminosa contra alguien, estás bajo el juicio de Dios. Si insultas a alguien y le pones apodos, lo mismo. Mereces el castigo de Dios. El hermano de Jesús nos dice por qué es un asunto tan serio. Santiago dice que es porque los seres humanos son creados a imagen de Dios. Si tienes una ira pecaminosa contra otro ser humano, lo estás haciendo contra uno de los portadores de la imagen de Dios, alguien que Él creó a su imagen. Si insultas a alguien, se lo estás haciendo a un portador de su imagen. Podrías pensar que es un asunto ligero, pero Cristo dice algo diferente. Dice que mereces castigo si lo haces; lo que quiere decir es que mereces la pena de muerte, y una pena de muerte eterna.
¿Alguna vez has tenido una ira pecaminosa contra otro portador de la imagen? Tal vez fue tu esposo o esposa o uno de tus hijos. Tal vez fueron tus padres. Muchos de nosotros lo hemos hecho, yo incluido. Está mal, es pecaminoso. Muestra una infravaloración de otros seres humanos creados a imagen de Dios. Esa ira pecaminosa está en la raíz del asesinato; es donde empieza el asesinato.
¿Alguna vez has insultado a alguien? Tal vez era un extraño que pensabas que nunca volverías a ver o tal vez era un hermano o hermana en Cristo, o tal vez alguien de tu familia. Tal vez usaste un insulto racial. ¿Alguna vez has dicho algo grosero e insultante? Me sorprendería que alguno de nosotros no lo haya hecho. Escucha lo que dice nuestro Señor Jesús: «Quedará expuesto al infierno de fuego». Mereces el infierno por tratar así a otro portador de imagen. Es malvado y perverso. No estás valorando la vida humana al insultar e injuriar a la gente.
Podemos lamentarnos de que nuestro gobierno no haga justicia aplicando la pena capital a los asesinatos. Podríamos decir: «No valoran la vida humana como es debido». Pero ¿y nosotros? ¿Qué pasa con esa viga en nuestros propios ojos? ¿Estás valorando la vida humana cuando ignoras a Jesús y tienes una ira pecaminosa e insultas a la gente?
Queridos, por todos nuestros fallos a la hora de valorar la vida humana como lo hace Dios, arrepintámonos sinceramente. Siguiendo lo que Cristo dice en Mateo 5, alejémonos de nuestra ira pecaminosa y odiémosla. Arrepintámonos de corazón de las formas en que hemos insultado a otras personas y atacado la imagen de Dios. Al hacer estas cosas, somos malvados y pecadores y merecemos la ira de Dios.
Pero cuando nos arrepentimos y nos volvemos a Cristo con fe, encontraremos dos cosas. Al descansar y confiar en Jesucristo, encontraremos en primer lugar el perdón en la cruz. Por su muerte y por su sangre derramada por nosotros, tenemos el pago que necesitamos por toda nuestra infravaloración de la vida humana. Dios mirará la muerte de Cristo en nuestro lugar y se dará por satisfecho. Si miras a Cristo y confías sólo en Él, serás perdonado. Y la segunda cosa que encontraremos en Cristo es una medida perfecta de justicia como un don gratuito. Jesús siempre valoró la vida humana; valoró tanto nuestras vidas que estuvo dispuesto a sacrificar la suya. Siempre tuvo un amor perfecto y una estima perfecta por los portadores de la imagen de Dios. Toda su obediencia a la ley de Dios se nos transmite a nosotros, se acredita en nuestras cuentas con Dios. Cuando Dios mira a los creyentes, ve a los que son como Jesús, que valoran la vida humana exactamente igual que él. Tenemos la justicia perfecta en Jesucristo. El Evangelio nos lo promete.
El Evangelio nos lleva a una vida en la que queremos ser lo que somos en Cristo. Queremos conformar nuestras vidas a las suyas. Queremos que los valores de Dios sean nuestros valores. Cuando Dios valora tanto la vida humana, nosotros vamos a hacer lo mismo. Empieza por pedir la ayuda del Espíritu Santo, el Señor y dador de vida. Necesitamos que inculque los valores de Dios, los valores de Cristo, en nuestros corazones. Le oramos para eso y le pedimos que nos dé esas cosas. Le pedimos que nos ayude en nuestros corazones para que resistamos la tentación de tener una ira pecaminosa hacia los demás, de insultar a los demás. Pero también le pedimos que nos ayude a defender y promover la vida en este mundo pecador. Por ejemplo, como cristianos decimos que estamos en contra del aborto. Pero, ¿qué estamos haciendo positivamente para hacer frente a este mal? Podríamos hacer mucho más en este frente. Hagamos todo lo posible para demostrar que valoramos la vida como Dios la valora.
A lo largo de la historia, los cristianos se han caracterizado por considerar valiosa toda vida humana cuando todos los demás a su alrededor pensaban que era barata. Fueron los cristianos quienes rescataron bebés del vertedero en el mundo antiguo. Fueron los cristianos quienes encabezaron la abolición de la esclavitud en el Imperio Británico. Fueron los cristianos quienes escondieron a los judíos de los nazis que intentaban matarlos. En todo el mundo, los cristianos han estado a la vanguardia del movimiento provida, no sólo haciendo incidencia política, sino también dirigiendo centros de crisis del embarazo que proporcionan ayuda concreta a las mujeres. ¿Por qué los cristianos han hecho todas estas cosas y por qué deberíamos hacerlas nosotros también? Exactamente porque nuestro Dios valora mucho la vida humana. Porque le amamos, queremos ser como Él. AMÉN.
Oración
Oh Dios de la vida, Gracias por el gran valor que concedes a la raza humana. Pones las cosas en su lugar para que florezcamos y vivamos para tu gloria. Nos das la bendición de los hijos, y te damos gracias por esa nueva generación que vemos y oímos entre nosotros. Nos bendices con protección frente a animales que podrían matarnos fácilmente. Nos bendices con alimentos, tanto plantas como animales. Gracias por todas estas formas en que muestras cuánto valoras a la humanidad. Por favor, perdónanos por todas las veces que no hemos valorado la vida humana como deberíamos. Por favor, perdona nuestra ira pecaminosa, nuestras palabras insultantes, nuestra falta de amor y compasión hacia los demás. Por favor, lava todo ese pecado con la sangre de Cristo derramada por nosotros en el Calvario. Padre, te pedimos que nos enseñes con tu Espíritu Santo a valorar la vida como Tú la valoras. Ayúdanos a reflejar a Cristo nuestro Salvador en nuestras vidas, ayúdanos a reflejarte a Ti. Oramos en particular por todos los no nacidos que pierden la vida a causa del aborto en nuestro país y en otros lugares. Te pedimos que pongas fin a esta perversa injusticia. Pero también oramos para que nos ayudes a preocuparnos más. Por favor, ayúdanos con tu Espíritu Santo a implicarnos más en la ayuda a las mujeres con embarazos en crisis. Padre, ayúdanos a marcar la diferencia con nuestras vidas en este mundo de muerte. Ayúdanos a amar la vida.