Disciplina de la Iglesia: Una exposición teológica sobre la necesidad y la práctica dentro de la tradición reformada
Fuente: https://www.monergism.com/reformation-theology/blog/church-discipline-theological-exposition-necessity-and-practice-within
En la esfera sagrada de la comunidad cristiana, la búsqueda de la santidad es de suma importancia, ya que refleja la imagen y el carácter de lo divino. A la Iglesia visible, como cuerpo colectivo de creyentes, se le confía la solemne responsabilidad de nutrir y mantener el bienestar espiritual de sus miembros. Este deber implica la práctica de la disciplina eclesiástica, un aspecto vital de la vida de la iglesia arraigada en la tradición teológica reformada.
La Confesión de Fe de Westminster articula la necesidad y el propósito de la disciplina de la iglesia en su tercera declaración en el capítulo treinta sobre este tema. Las censuras de la Iglesia, como se las llama, cumplen varias funciones vitales: hacer volver y ganar a los hermanos ofensores (1Corintios 5); disuadir a otros de ofensas similares (1Timoteo 5:20); purgar a la congregación del pecado que podría corromper todo el cuerpo (Mateo 7:6); vindicar el honor de Cristo y la santa profesión del Evangelio (1Timoteo 1:20); y evitar que la ira de Dios caiga sobre la Iglesia por tolerar el pecado no arrepentido (1Corintios 11:27-34; Judas 23). Estos propósitos revelan la sagrada responsabilidad de la Iglesia de hacer responsables a sus miembros y preservar la integridad de su testimonio divino.
Para alcanzar mejor estos fines, la Confesión prescribe un proceso a seguir por los oficiales de la Iglesia. Este proceso incluye la amonestación (1Tesalonicenses 5:12); suspensión del sacramento de la Cena del Señor por un tiempo (2Tesalonicenses 3:6); y, si es necesario, la excomunión de la Iglesia (1Corintios 5:4-5, 13; Mateo 18:17; Tito 3:10). Estas medidas disciplinarias, aunque indudablemente severas, están diseñadas para abordar la naturaleza de la ofensa y el demérito del individuo involucrado, equilibrando tanto la justicia como la misericordia en la búsqueda de la santidad.
Al contemplar las profundas implicaciones de la disciplina de la iglesia, es crucial recordar que esta práctica está arraigada en el amor y la preocupación por el bienestar espiritual tanto del individuo como de la comunidad. La disciplina, cuando se administra con sabiduría y sensibilidad pastoral, sirve para despertar al ofensor a la gravedad de su pecado y llamarlo al arrepentimiento y la restauración. Además, defiende la santidad y la pureza de la Iglesia, asegurando que el cuerpo de Cristo siga siendo un faro de luz en un mundo oscuro y roto.
Mateo 18:15-20, un pasaje crucial en las Escrituras, ofrece un marco claro y conciso para la práctica de la disciplina de la iglesia. En este pasaje, Jesús mismo proporciona instrucciones sobre cómo dirigirse a un hermano o hermana que ha pecado contra otro creyente. El proceso es el siguiente:
- La parte ofendida primero debe ir al ofensor en privado y discutir el asunto solo entre ellos. Si el ofensor escucha y se arrepiente, se logra la reconciliación y el asunto se resuelve (v. 15).
- Si el ofensor se niega a escuchar, la parte ofendida debe traer a uno o dos más como testigos para establecer la veracidad de los cargos (v. 16). Este paso defiende el principio bíblico de resolver asuntos basados en el testimonio de dos o tres testigos (Deuteronomio 19:15), asegurando un proceso justo y equitativo.
- Si el ofensor aún se niega a escuchar, el asunto debe ser llevado ante toda la iglesia. El cuerpo colectivo de creyentes, bajo la guía del Espíritu Santo, está llamado a discernir la situación y alentar el arrepentimiento (v. 17).
- Si el ofensor permanece impenitente incluso después de la intervención de la iglesia, debe ser tratado como un gentil y un recaudador de impuestos, es decir, como alguien que está fuera de la comunidad del pacto (v. 17). Este paso final, similar a la excomunión, significa el peligro espiritual en el que se coloca el ofensor al persistir en el pecado no arrepentido.
Jesús subraya además la autoridad y el mandato divino de la iglesia en asuntos de disciplina, declarando que todo lo que está atado o desatado en la tierra será atado o desatado en el cielo (v. 18). Esta declaración resalta la gran responsabilidad confiada a la iglesia, recordándonos que nuestras acciones tienen implicaciones eternas.
Además, el pasaje ofrece la seguridad de que, cuando los creyentes se reúnen para buscar la voluntad de Dios en asuntos de disciplina, Cristo mismo está presente entre ellos (v. 19-20). Esta promesa de guía y presencia divinas subraya la importancia de la disciplina de la iglesia y la necesidad de buscar la sabiduría y el discernimiento del Señor durante todo el proceso.
En el panorama cultural cambiante de hoy, la práctica de la disciplina de la iglesia enfrenta varios desafíos y problemas contemporáneos que merecen atención y reflexión cuidadosa. Algunos de estos problemas incluyen:
- Individualismo: El énfasis cultural prevaleciente en la autonomía individual y la libertad personal puede crear resistencia al concepto de disciplina eclesiástica. Algunos pueden ver la práctica como una intrusión injustificada en sus vidas privadas, lo que dificulta que la iglesia aborde el pecado y promueva la responsabilidad entre sus miembros.
- Relativismo: En una sociedad donde los absolutos morales a menudo se cuestionan y se da prioridad a la experiencia personal subjetiva, puede ser un desafío para la iglesia mantener los estándares bíblicos de justicia. Esta mentalidad relativista puede conducir a una visión disminuida del pecado y una renuencia a confrontar y abordar el comportamiento impenitente entre los miembros de la iglesia.
- Fragmentación de la iglesia: El creciente número de denominaciones, congregaciones independientes y «cambiar de iglesia» puede dificultar la aplicación efectiva de la disciplina de la iglesia. Cuando se enfrenta a medidas disciplinarias, un individuo puede simplemente optar por abandonar una congregación y unirse a otra sin abordar el problema subyacente. La presencia de múltiples denominaciones e iglesias independientes puede contribuir a un menor sentido de autoridad eclesiástica. A medida que los creyentes perciben a la iglesia como una de las muchas opciones en lugar de un cuerpo divinamente instituido con un mandato espiritual único, pueden estar menos inclinados a someterse a su autoridad en asuntos de disciplina y responsabilidad. La fragmentación puede obstaculizar los procesos de reconciliación y restauración, ya que las personas que han sido disciplinadas pueden simplemente unirse a otra congregación sin resolver el problema o reconciliarse con la comunidad de la que fueron separados. Esto puede resultar en conflictos no resueltos, pecado no arrepentido y daño continuo a individuos y comunidades.
- Redes sociales e Internet: El uso generalizado de las redes sociales e Internet ha amplificado las posibles consecuencias de la disciplina de la iglesia, así como el potencial de chismes y desinformación. La confidencialidad y la privacidad pueden verse comprometidas, y las reputaciones pueden dañarse más rápida y extensamente que en el pasado, lo que hace que el proceso de disciplina y restauración sea más complejo.
- Equilibrar la justicia y la gracia: La iglesia debe navegar el delicado equilibrio entre defender la justicia y demostrar gracia en sus procesos disciplinarios. Si bien es esencial confrontar y abordar el pecado, es igualmente importante extender el perdón, la compasión y el apoyo para la restauración a aquellos que se arrepienten. Como Jesús enseñó en la parábola del siervo malvado (Mateo 18:21-35), la iglesia está llamada a reflejar la propia naturaleza misericordiosa de Dios, ofreciendo perdón y compasión a aquellos que genuinamente lo buscan. Este énfasis en la gracia es crucial para promover la sanidad y la restauración entre los afectados por el pecado y la disciplina. Equilibrar la justicia y la gracia requiere paciencia y humildad por parte de aquellos involucrados en el proceso disciplinario. Reconociendo que todos los creyentes son pecadores que necesitan la gracia de Dios, la iglesia debe abordar los asuntos disciplinarios con una actitud de humildad y la voluntad de caminar junto al individuo en su viaje hacia el arrepentimiento y la restauración.
- Implicaciones legales: Las iglesias deben ser conscientes de las ramificaciones legales de la disciplina de la iglesia, particularmente en casos que involucran acusaciones de comportamiento criminal o disputas civiles. En tales casos, la iglesia debe cooperar con las autoridades civiles y al mismo tiempo ocuparse de sus responsabilidades espirituales.
Al reconocer y comprometerse cuidadosamente con estos desafíos contemporáneos, la iglesia puede continuar defendiendo la práctica bíblica de la disciplina mientras considera su enfoque de las complejidades únicas de la sociedad moderna. Al hacerlo, la iglesia puede preservar su testimonio del poder transformador del amor y la gracia de Cristo mientras promueve la santidad y el crecimiento espiritual entre sus miembros.
En conclusión, la tradición reformada enfatiza la necesidad de la disciplina de la iglesia como un deber sagrado confiado a la Iglesia visible. Es un elemento indispensable de la vida eclesiástica, diseñado para hacer volver a los perdidos, disuadir nuevas ofensas, purgar a la congregación del pecado y preservar el honor de Cristo y Su Evangelio. Al adherirse al proceso descrito en la Confesión de Westminster, la Iglesia puede cumplir fielmente su mandato divino, nutriendo el bienestar espiritual de sus miembros y manteniendo la pureza de su testimonio ante el mundo.