El origen de Jesús
Introducción
Pueblo del Señor Jesucristo, el nacimiento de un niño siempre llena de alegría a una familia. Pero hay nacimientos que, debido a circunstancias especiales, suelen ser más esperados que otros. Por ejemplo, si un matrimonio no ha podido tener un bebé por mucho tiempo, a pesar de hacer todo lo posible médicamente hablando, cuando la madre queda embazada, obviamente que la alegría y la expectativa son mucho mayores que el nacimiento de un bebé, digamos en circunstancias normales.
En la antigüedad, tener un bebé era muy especial por diferentes razones. Una sería por los peligros que implicaba. No había clínicas ni hospitales como ahora y la ciencia médica no estaba tan desarrollada como hoy. Otra sería la salud del bebé al nacer. Muchos bebés morían en la infancia.
Pues bien, para nosotros como cristianos no hay un nacimiento más importante, más gozoso, más esperado que el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, y el relato de Mateo evangelista, nos ayudará a entender un poco más la relevancia del nacimiento del Hijo de Dios. Meditemos en nuestro pasaje de hoy, Mateo 1:18-25, bajo la siguiente idea central: El nacimiento de Jesús fue una obra divina de acuerdo con lo anunciado anticipadamente en el Antiguo Testamento. Desarrollaremos esta idea central bajo cuatro breves puntos:
- La concepción virginal (1:18)
- El dilema de José (1:19-20a)
- La aparición del ángel (1:20-21)
- El cumplimiento de la profecía (1:22-25)
La concepción virginal
Mateo evangelista inicia su relato de la concepción y nacimiento de Jesucristo de una manera muy interesante, ya que dice: el nacimiento de Jesucristo fue así. En primer lugar, la forma en que Mateo se expresa es para decirnos que el nacimiento de Jesús, a pesar de ser muy especial, fue un hecho histórico, verídico, que realmente sucedió en el tiempo y en la historia. Los primeros cristianos en la época apostólica nunca dudaron del carácter real y verdadero del nacimiento de Cristo, y nosotros tampoco debemos dudar de su nacimiento. Eso es lo primero que debemos tomar en cuenta.
En segundo lugar, la palabra para nacimiento que usa Mateo en el versículo 18 está estrechamente relacionada con la palabra que usa en el versículo 1, y esa palabra es genealogía. Genealogía y nacimiento en griego proceden de la misma palabra, y ambas tienen el mismo significado rico y profundo de generación, comienzo, principio, pero especialmente de origen. Así pues, Mateo con el uso doble de la palabra nacimiento quiere que entendamos no solo el hecho mismo del embarazo de María y nacimiento de Jesús, sino que entendamos su origen, es decir, la forma extraordinaria en que se realizó; y esto para que comprendamos correctamente quién es Jesús.
Esto, pues, significa que, como predicamos hace dos domingos, la primera parte de Mateo (1:1-17) nos habla de la genealogía de Jesucristo, es decir, de su origen humano, ya que nos proporciona la lista de todos sus antepasados humanos. En cambio, la segunda mitad de Mateo (1:18-25) nos habla del origen divino de Jesús, y, al mismo tiempo, de su naturaleza humana. Es decir, cómo el Hijo de Dios, quien es primera y eternamente Dios se hizo hombre. El misterio de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Al proseguir nuestra lectura, Mateo dice que María, la madre de Jesús, estaba desposada con José. Desposada quiere decir que estaba oficial y legalmente comprometida a casarse con José, y José a casarse con María. El desposorio o compromiso matrimonial de los judíos en tiempos del Señor Jesucristo era muy diferente al compromiso matrimonial de nuestros tiempos. El desposorio de José y María implicaba que ellos ante testigos, los padres y los novios se comprometían a casarse, y desde ese momento, ante la ley, eran considerados esposo y esposa. La boda propiamente se llevaba a cabo un año después. Pero desde el momento del desposorio, ellos eran considerados esposo y esposa, y no podían terminar el compromiso matrimonial sino solo mediante un acta de divorcio. De hecho, si antes de la boda, el novio moría, la novia era considerada viuda, y viceversa también.
Pues fue dentro de este contexto del matrimonio judío que Mateo nos dice, que “antes que se juntasen”, es decir, de la boda y antes de vivir como marido y mujer, “se halló que [María] había concebido del Espíritu Santo”. Por la forma en que Mateo lo describe, llegó un momento en que María ya no pudo esconder su embarazo y tuvo que contarle a su esposo José que estaba embarazada. Pero el punto importante aquí es la forma en que María se embarazó de Jesús. Mateo dice que había concebido “del Espíritu Santo”, es decir, el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, operó un milagro en María, al grado que ella quedó embarazada de Jesús. De este modo, el origen de Jesús no es humano, sino divino. El Espíritu Santo es Dios, y por su poder María queda embarazada, por tanto, Jesús no solo es hombre verdadero, sino principalmente es Dios.
Y ese el misterio profundo e incomprensible de la concepción de María: ella no quedó embarazada como resultado de relaciones matrimoniales íntimas, sino como resultado de la obra de Dios, de modo que Jesús es verdadero hombre, pero especialmente verdadero Dios. Si Jesús hubiera sido concebido mediante las relaciones íntimas de los padres, no hubiera sido el Salvador de los pecadores porque hubiera nacido como un pecador. Pero la obra del Espíritu Santo libró a Jesús de ser concebido con pecado, y así llegó a ser el Salvador de los pecadores. Este es el misterio de la encarnación, un misterio que realmente sucedió, pero que solamente podemos aceptar por fe. Observen que Mateo narra este evento como algo conocido de todos los cristianos de ese tiempo, un evento que nadie dudaba porque verdaderamente sucedió. Y nosotros el día de hoy no debemos dudar del milagro de la concepción virginal de nuestro Señor Jesucristo. Y así llegamos a nuestro segundo punto.
El dilema de José
Nosotros al tener el registro completo de cómo sucedieron las cosas, no tenemos problema en entender que María, al quedar embarazada, no engañó a José con otro hombre; pero José no sabía lo que había sucedido. Y entonces al enterarse, quedó atrapado en un verdadero dilema. Es interesante por qué José tuvo dificultad en decidir qué iba a hacer con María, ya que, conforme a la ley judía, la solución era sencilla: María cometió adulterio, por lo tanto, debería divorciarse de ella, y, peor aún, María, conforme a la ley judía, debía morir apedreada por adulterio. Pero para José las cosas no fueron tan fáciles, y veamos por qué.
En Mateo 1:19, el evangelista, antes de contarnos el dilema de José propiamente, nos describe el carácter de José. Dice: “José su marido, como era justo”. Sí hermanos, debemos entender que José no era un machista o un hombre sin sentimiento, sino que era justo. Esta palabra justo en el contexto de la Palabra de Dios tiene dos significados importantes. Primero, quiere decir que José era un hombre piadoso, que amaba a Dios, que su conducta era la de un verdadero hijo de Dios. Y, en segundo lugar, quiere decir que José se esforzaba por obedecer los mandamientos de Dios. Entonces había una conjugación de un hombre íntegro y un hombre amoroso en José. No era alguien que simplemente aceptaba las cosas como son, y sin misericordia, procedía a actuar; sino uno que respetaba la ley de Dios, pero que era bondadoso, tierno y amoroso. En otras palabras, José amaba a Dios y quería cumplir sus mandamientos, pero también amaba a María y no quería que nada malo le sucediera.
Por eso el evangelista dice en seguida: “y no quería infamarla”, es decir, no quería denunciar a María ante la ley públicamente y así ser tratada como adúltera y como una mujer despreciada en Israel. ¿Qué pensaba hacer José en vez de denunciarla públicamente? Mateo dice que “quiso dejarla secretamente”, es decir, en presencia de testigos, en la casa de María, firmar un acta de divorcio y así dejar de ser su esposo. Cualquier otro hombre no hubiera pensado dos veces en divorciarse de María, y denunciarla públicamente. El hombre de por sí es orgulloso y rencoroso. Pero la gracia de Dios había cambiado a José, y él realmente amaba a María, y por eso pensaba que lo mejor era dejar a María secretamente.
Realmente era duro para José, hermanos. Por eso es que Mateo 1:20, al principio, dice: “Y pensando él en esto”, es decir, pobre José no podía ni dormir por estar pensando en que su amada María lo había engañado con otro hombre como también en divorciarse de ella; él sabía que, aunque no quería difamar a María, y aunque se divorciaran secretamente, tarde o temprano María sería la burla de la gente en su pueblo de Nazaret. Así que pensaba y pensaba, y sus pensamientos no lo dejaban descansar. Y es así como entramos al tercer punto de nuestro sermón:
La aparición del ángel
Dios es bueno con José, y justo cuando sus pensamientos lo torturaban, mandó a un ángel, “el ángel del Señor”. Pero la forma en que se apareció a José fue especial. Dice que “el ángel del Señor le apareció en sueños” a José. A través de la Biblia encontramos que Dios daba a conocer su voluntad o comunicaba un mensaje especial a sus hijos por medio de los sueños. Pero no era algo que le sucedía a todos los israelitas, de manera que pensemos o esperemos que Dios nos vaya a revelar un mensaje en nuestro sueño. Dios lo puede hacer, sin duda, pero en la misma Biblia era una excepción, no la norma. Y ahora que tenemos la revelación escrita de Dios en la Biblia, es ahí donde debemos ir para encontrar la voluntad de Dios. Entonces no esperes que hoy en la noche el ángel del Señor se te vaya a aparecer para darte un mensaje.
Por otro lado, Mateo evangelista nos quiere mostrar que Dios estaba en control de todos los acontecimientos en torno a la concepción y nacimiento virginal de su Hijo Jesucristo. Eso es algo que no debemos pasar por alto. El nacimiento del Señor Jesús no fue un asunto de la casualidad, sino del plan perfecto de Dios. Dios tenía el tiempo señalado desde la eternidad en que su Hijo iba a nacer (Gálatas 4:4).
El ángel le dijo a José: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es”. ¡Qué bueno fue Dios con José! Por medio de su ángel, le dice: “deja de tener miedo”, es decir, ya no sigas pensando que María, tu amada esposa, te ha engañado, y por eso te vas a divorciar de ella. El plan de Dios se estaba cumpliendo a perfección, y nada lo iba a detener. El ángel le dijo a José que lo que se había formado en el vientre de su esposa no era resultado del adulterio de María, sino era producto de la obra maravillosa y poderosa del Espíritu Santo. El Padre de Jesús no era ni José ni ningún otro hombre por allá, sino Dios mismo. En el vientre de la virgen María se había formado, en su naturaleza humana, el cuerpo precioso del Señor Jesucristo. Entonces, debe quedar muy claro que el Hijo de Dios no empezó a existir cuando María quedó embarazada; Él es Dios mismo que ha existido por toda la eternidad; pero al tomar una naturaleza humana, precisamente como hombre, y no como Dios, empezó a existir en el vientre de María.
Pero el mensaje del ángel continuó y le dijo en Mateo 1:21: “Y [María] dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. El nacimiento del Hijo de Dios era indispensable para la salvación de los que ponen su fe en Él. Nadie más podía ni puede salvarnos, sino solo el Señor Jesucristo. Ese hijo que María daría a luz es el Salvador de la humanidad, el único Salvador, y aparte de Él no hay salvación. Jesús entonces significa Salvador o Dios salva. Y a eso vino el Señor Jesús: a salvar, a salvar de manera completa y perfecta. Pero noten que Él vino a salvar a su pueblo, es decir, el pueblo de Dios está conformado de todos aquellos, de cualquier país o cultura, que creen de todo corazón en Él. No vino a salvar a todos, sino a su pueblo.
Y ¿de qué vino a salvarlos? El ángel dijo: “de sus pecados”, es decir, de su rebelión y desobediencia a los mandamientos de Dios. Pero esto presupone que todos los seres humanos somos pecadores, y la única manera de ser salvos por Jesús es arrepentirnos de nuestros pecados, de nuestra desobediencia a Dios y poner toda nuestra confianza en su Hijo Jesucristo. Y ¿por qué sucedió todo esto? ¿Por casualidad? No, hermanos, sino sucedió de acuerdo con el plan eterno y perfecto de Dios. Y así llegamos a nuestro cuarto y final punto del sermón.
El cumplimiento de la profecía
Después del mensaje del ángel que impartió una tremenda paz a José, el evangelista dice en Mateo 1:22 que “todo esto aconteció para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta”. “Todo esto” se refiere al compromiso matrimonial de José y María, al carácter justo y piadoso de José, al mensaje del ángel en sueño, pero especialmente a la concepción virginal del Señor Jesucristo. Es decir, no hay nada que haya quedado fuera del plan eterno de Dios para el nacimiento de su Hijo. Presten atención a lo que dice el texto: “para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta”. Notemos varias cosas. Primero, era necesario que naciera el Señor Jesucristo; eso está dado a entender por la expresión “para que se cumpliera”. Nada ni nadie iba a frustrar el plan de Dios. El Hijo de Dios tenía que nacer para ser el Salvador. Segundo, “lo dicho por el Señor” se refiere a que el nacimiento de su Hijo Jesucristo no fue un plan improvisado o que sucedió por casualidad, sino que Dios ya lo había declarado desde antes. Y ¿dónde lo declaró? Eso está dado a entender cuando “por medio del profeta”, es decir, en el Antiguo Testamento, específicamente en el profeta Isaías 7:14. Dios habló por medio del profeta, es decir, el profeta era solo el que comunicaba el mensaje de Dios.
Mateo inmediatamente dice que Dios lo había anunciado de antemano en la profecía que dice: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”. Estaba profetizado que la madre del Señor Jesús iba a ser una mujer virgen, es decir, que se iba a embarazar sin tener relaciones íntimas con un hombre, sino que sería la obra milagrosa del Espíritu Santo. Pero a ese niño, dice la profecía, se le llamaría “Emanuel: Dios con nosotros”. Es decir, el niño concebido en el vientre de María era Dios mismo. Dios, en la persona encarnada de su Hijo Jesucristo, caminando y viviendo en nuestro mundo. ¿No es eso algo inefable que excede todo intento de compresión? En Jesús, pues, tenemos al Dios-hombre en una sola persona. Grande es el misterio de la encarnación, hermanos.
Ante todo esto, ¿qué debería hacer José? Mateo 1:24 dice: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer”. Sí hermanos, José como hombre justo no dudó en obedecer el mandato de Dios. José amaba a María, y ahora está súper feliz de saber que ella no había cometido adulterio, pero especialmente que en su vientre llevaba el milagro más inefable de todos: al Hijo de Dios encarnado. Dice Mateo que José “recibió a su mujer”. Sí, hermanos, era una gran bendición para María que fuera esposa de un hombre justo delante de Dios, de un hombre que la amaba y que estaba dispuesto a soportar las críticas y burlas de sus paisanos por casarse con una mujer que había quedado embarazada antes de que se juntasen. Era una bendición que su bebé especial naciera y creciera en un hogar, con su padre y madre.
José pudo entender un poco de la maravilla de lo que había pasado con María, por eso el texto termina diciendo: Pero [José] no la conoció [a María] hasta que dio a luz a su hijo primogénito, y le puso por nombre Jesús”. Es decir, José no tuvo relaciones íntimas con María durante todo el embarazo y, por eso, podemos hablar no solo de la concepción virginal de Jesús, sino también del nacimiento virginal de Jesús.
El texto termina diciendo: “y le puso por nombre Jesús”, es decir, al nacer Jesús, José lo adoptó como su hijo. Sí, hermanos, lo adoptó para que Jesús sea su hijo legalmente, y así creciera con sus padres. Pero, por otro lado, que José adoptara a Jesús nos recuerda que su Padre era Dios mismo.
Aplicación
Esta es la verdadera navidad amados hermanos, la navidad entendida bíblicamente, y no según las ideas incorrectas de la sociedad secular en que vivimos. De acuerdo con el plan eterno y perfecto de Dios, su Hijo fue concebido en el vientre de una jovencita y fue adoptado por José para ser el Salvador de su pueblo, para salvarnos de todos nuestros pecados. ¿Es Jesús tu Salvador? Si te arrepientes de tus pecados, y pones toda tu confianza en Él y solo en Él para tu salvación, entonces Jesús es tu Salvador. Amén.
(Este mensaje se predicó en la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 23 de enero del 2022. Todo el servicio se puede ver en nuestro canal de YouTube.)