Abraham regresa a la tierra prometida
Introducción
Pueblo del Señor Jesucristo, hace dos semanas reflexionamos sobre Génesis 12 de donde aprendemos grandes lecciones. La primera de ella es el llamado que Dios le hizo a Abram para dejar su país, su cultura y toda su familia para ir a la tierra que le prometió. Abram con una fe firme en el llamado de Dios obedeció al llamado divino.
En segundo lugar, aprendemos cómo Abram tristemente, ante la hambruna que llegó en el área donde vivía, sin pedir consejo y dirección de Dios, se fue un tiempo a Egipto donde desobedeció a Dios gravemente al hacer que Sarai, su esposa, mintiera, y al engañar a Faraón. Aun cuando no merecía ser bendecido, Dios usó a Faraón para que, al expulsar a Abram de Egipto, saliera con muchas ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos.
El capítulo trece nos introduce a una nueva etapa de la vida del patriarca Abram. Pero al mismo tiempo está en continuidad estrecha con el capítulo 12. En esta ocasión, al acercarnos a reflexionar en Génesis 13, lo haremos bajo la siguiente idea clave: Abram regresa a la tierra prometida y Dios le confirma su promesa de la tierra prometida y una gran descendencia. Para desarrollar esta idea clave, desarrollaremos tres puntos:
- Abram regresa al lugar de adoración (13:1-4)
- Disensión entre Abram y Lot (13:5-13)
- Dios confirma su promesa a Abram (13:14-18)
Abram regresa al lugar de adoración (13:1-4)
Génesis 13:1 nos dice que Abram ‘subió’ de Egipto hacia el Neguev. La referencia es a Génesis 12 donde Abram y Sarai fueron expulsados de Egipto por Faraón, cuando este descubrió que Abram le había mentido al decirle que Sarai era su hermana. Asimismo, el verbo ‘subió’ indica que Egipto se encontraba en un área baja en relación con Canaán, la cual se encontraba en un área alta. Así que, si estabas en Canaán, “bajabas” a Egipto. Si estabas en Egipto, ‘subías’ a Canaán.
En su regreso vergonzoso a Canaán, el texto dice que regresó “él con su mujer”, lo cual es una manera de enfatizar que, por la gracia de Dios, Abram pudo recuperar a su mujer y Dios no permitió que Faraón la mancillara, para que así continuara el pacto que Dios había iniciado con el patriarca.
Pero luego dice que Abram regresó al Neguev, que era un área al sur de Canaán, un área desértica, “con todo lo que tenía”, frase que se refiere a los siervos y criadas que Faraón le dio por causa de Sarai (Génesis 12:15). Y en esto vemos la bendición de Dios sobre Abram, una bendición que no merecía: pudo recuperar a su mujer y además adquirió siervos, hombres y mujeres.
Y si esto no fuera suficiente, Génesis 13:2 dice que “Abram era riquísimo en ganado, en plata y oro”. En efecto, Dios había sido muy generoso con Abram al darle grandes riquezas. No solo era rico, sino riquísimo. Tal vez este sea un buen momento para aclarar que la Biblia no condena la riqueza en sí misma. La Biblia no promueve la pobreza y desaprueba la riqueza como algo malo en sí mismo. El pecado no radica en las riquezas, sino en el corazón, y eso es lo que nos advierte 1Timoteo 6:10: “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. La riqueza no debe ser un fin en sí mismo, sino que, si Dios te bendice abundantemente, debes usar tus recursos para el reino de Dios. El Señor Jesús también dijo: “más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Pues bien, Abram no se quedó en el Neguev, sino que siguió avanzando hasta llegar cerca de Betel, “al lugar del altar que había hecho allí antes” (Génesis 13:3-4). Debemos recordar, hermanos, que Abram, al igual que muchos de su tiempo, era un nómada, es decir, debido a sus ganados viajaba constantemente de un lugar a otro. Y debemos decir, entonces, que este viaje de Abram tenía dos características:
- Era un viaje físico de un nómada, pero también
- Era un viaje espiritual
Esto lo extraemos del mismo texto, ya que Génesis 13:3 dice que Abram “volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Betel”, expresión que significa que regresó por etapas o estaciones, indicando que siguió la misma ruta que había tomado antes, la cual muy probablemente contenía pozos de agua, o arroyos, o simplemente fuentes de aguas para dar de beber a sus animales. Vemos a Abram cuidando de los animales que Dios le había dado.
Pero su viaje también fue espiritual, ya que Génesis 13:4 dice que llegó “al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová” (cp. Génesis 12:8). Sí, hermanos, Abram, al regresar de Egipto, no solo salió avergonzado por su pecado, sino también renovado espiritualmente. Seguramente reflexionó en su desconfianza en Dios que lo llevó a poner en riesgo su vida y la de su esposa, y ahora ha perdido perdón y renovado su compromiso con Dios. Una vez más, frente a Betel que, en ese tiempo era una gran ciudad con una gran muralla, Abram “invocó el nombre de Jehová”, es decir, públicamente adoró al Señor, ofreciendo sacrificios de adoración. Nunca es tarde, hermanos, para arrepentirnos de nuestros pecados y renovar nuestro compromiso con Dios. Abram y su experiencia fue escrito para enseñarnos a nosotros, para darnos un ejemplo, un ejemplo que nos alienta mucho porque vemos que este gran hombre, el hombre de fe, el amigo de Dios y padre de todos los creyentes no era impecable, no era perfecto, sino que caía en graves pecados; pero se arrepentía y seguía en su servicio y adoración a Dios. Igualmente nosotros, debemos arrepentirnos de nuestros pecados y no quedarnos en el pecado llevando una vida impía delante de Dios, pensando que Dios no nos perdonará. El apóstol Juan nos recuerda lo siguiente: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Y así llegamos a nuestro segundo punto:
Disensión entre Abram y Lot (13:5-13)
Ahora bien, el regreso de Abram y su familia no estuvo libre de dificultades o conflictos. Y esto ya debe ser una advertencia para todo cristiano: no por ser cristiano no vamos a tener problemas en la vida; los problemas le suceden a cualquier persona; la diferencia es la actitud con la que enfrentamos los problemas. Si enfrentamos los problemas según nuestra propia sabiduría humana, pronto quedaremos desilusionados y enojados. Pero si los enfrentamos con el consejo y dirección de Dios, entonces podremos salir adelante. Esto sucedió a Abram. No solo tuvo problemas o conflictos de fuera, sino también desde dentro de su familia. Veamos cómo sucedió.
Génesis 13:5 nos dice, de pasada, que Lot andaba con su tío Abram, y “tenía ovejas, vacas y tiendas”, lo cual seguramente se refiere a que Lot también bajó a Egipto durante la hambruna, aunque no se le menciona. Además, por andar con Abram, había sido bendecido con riquezas materiales. Aquí vemos que la promesa que Dios dio a Abram en Génesis 12:2 de que Abram sería bendición para otros, se estaba inicialmente cumpliendo con Lot. Su sobrino Lot había recibido bendición por andar con su tío, el patriarca Abram. ¡Qué gran enseñanza hay aquí hermanos! Si andamos en malas compañías, no dudemos de que nuestra vida será arruinada; esto es muy común en la sociedad, ya que vemos a muchos jóvenes andando en compañía de gente mala, de gente con valores completamente inmorales; con jóvenes que no respetan a sus padres, que no respetan a sus prójimos, que se burlan de la autoridad, que se meten en el mundo de las drogas, de la violencia. ¿Acaso los que se juntan con ellos recibirán mucha bendición? No, hermanos, al contrario, sus vidas también serán arruinadas.
Pero si andamos con gente temerosa de Dios que sea trabajadora, honesta, responsable, generosa, amable, que siempre busca hacer el bien y ayudar al prójimo, entonces nuestras vidas recibirán bendición, y no solo bendiciones materiales, sino principalmente bendiciones espirituales: conocer más a Dios, gozarnos en la redención que Cristo nos ha dado; disfrutar de todos los beneficios que tenemos por estar en Cristo.
Regresando a nuestro pasaje, se nos dice que “la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar”. ¿Qué causó la contienda entre Abram y Lot? Sus posesiones, es decir, los animales que poseían en gran cantidad: vacas, ovejas, burros, camellos, etc. La abundancia no siempre significa felicidad ni ausencia de problemas; todo lo contrario, las riquezas producen muchos conflictos personales, matrimoniales y familiares. Las riquezas, nuevamente, no son malas en sí mismas, pero por la abundancia el dueño queda cargado de preocupaciones, de muchas responsabilidades, llega a ser desconfiado, arrogante, orgulloso, y se considera autosuficiente e independiente de Dios. Piensa que no necesita a Dios, ya que sus riquezas han llegado a ser su dios. Proverbios 16:8 dice: “Mejor es lo poco con justicia que la muchedumbre de frutos sin derecho”. Y luego Proverbios 17:1 dice: “Mejor es un bocado seco, y en paz, que casa de contiendas llena de provisiones”.
Pero una idea central en este pasaje es “la tierra”; la tierra que Dios prometió “no es suficiente para que habitasen juntos”. Aquí debemos recordar que la promesa de Dios significa que la tierra la daría a los descendientes de Abram. Mientras tanto tenían que seguir viviendo en ella como peregrinos y extranjeros.
Pues bien, Génesis 13:7 dice que “hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot”. Seguramente se peleaban por las fuentes de agua donde sus ganados iban a beber, como también por quedarse con los mejores pastos para los ganados. Esta contienda era un mal presagio, ya que ellos no se encontraban solos en la tierra de Canaán. Por eso Génesis 13:7 al final dice: “y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces la tierra”. Los señores de la tierra no eran Abram y Lot, sino los cananeos y ferezeos. Ellos también controlaban el agua y los pastos, así que ellos deberían tener mucho cuidado.
¿Cómo se resolvió este conflicto interno entre Abram y Lot? En primer lugar, apenas se enteró Abram de la contienda, procedió a buscar una solución, lo cual es importante ya que cuando surge un problema, cualquiera que fuera, debemos buscar solucionarlo rápidamente, y no dejar que pase el tiempo, ya que con el paso del tiempo el problema se hará más grande y complicado. Esto hizo Abram: atacó el problema, por así decirlo, inmediatamente. Dice Génesis 13:8: “Entonces Abram dijo a Lot”. Sí, Abram tomó la iniciativa para solucionar el problema. Esto también nos enseña que ante los problemas no debemos esperar que la otra persona involucrada tome la iniciativa, sino que nosotros debemos, con la ayuda de Dios, dar el primer paso para mantener la paz y tranquilidad.
Noten cómo Abram habló a su sobrino Lot: “No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos”. Nos llama la atención que Abram busca la paz no solo entre él y Lot, sino entre sus trabajadores. Ahora el Abram que fracasó en Egipto y desobedeció está actuando como el verdadero hombre de fe y confianza en Dios. No quiere problemas, conflictos ni divisiones entre toda su familia y trabajadores. Romanos 12:18 dice: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Abram actuando como el hombre de paz. Pero todavía hay más del Abram renovado espiritualmente hermanos, ya que Génesis 13:9 dice:
“¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda”. Casi increíble la propuesta de Abram a su sobrino. Ya no es el Abram mentiroso y engañador, sino el Abram que confía en la promesa que Dios le hizo de darle la tierra de Canaán. Abram puso a Dios primero, y después sus riquezas. Abram se porta generoso y desinteresado, pero especialmente confiando en la promesa de Dios. Ahora Abram sabe que su seguridad, su prosperidad y sus riquezas están en las manos de Dios y que, si confía en Él, todo saldrá bien. Abram le da escoger a Lot. Esta actitud de Abram, hermanos, era casi imposible de entender y mucho más de practicar. En el mundo antiguo la edad se respetaba mucho. Si eras mayor que otra persona (como Abram era mayor que su sobrino), el menor de edad tenía que someterse a la autoridad del mayor. Pero aquí vemos que el mayor sirve al menor, por así decirlo. Abram, el tío de Lot, Abram quien recibió un llamado divino, Abram a quien Dios le prometió que sería una gran nación, Abram el mayor, sirvió al menor, a Lot. Y en esto él se parece a (es un tipo, figura de) Cristo, quien siendo el Mayor de todos sirvió a los menores que en sí mismos éramos detestables por nuestro pecado. Jesús mismo lo enseñó en Lucas 22:26-27: “mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve”.
Génesis 13:10 nos dice que “Lot alzó sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y Gomorra”. Estas palabras son muy reveladoras, ya que dan a conocer la motivación de Lot. Primero, debemos recordar que él era menor, el sobrino de Abram, y él sabía que Dios le había prometido a su tío entregarle la tierra de Canaán. Eso era suficiente para que Lot hiciera una pausa, y dejara que su tío le indicara a dónde ir. Por otro lado, Lot debió haber pensado: Dios está con mi tío, él y su familia y sus siervos son la iglesia, el pueblo de Dios, y no quiero alejarme del pueblo de Dios, quiero estar dentro del círculo de los que pertenecen al pacto de Dios. Pero tristemente no reaccionó así Lot.
El texto dice que se dejó llevar por lo que vieron sus ojos. Se enamoró a primera vista de lo que vio. Y esta acción de Lot de mirar y actuar con base a lo externo, a lo hermoso, a lo físico solamente, nos recuerda que así también Eva, en el jardín del Edén, se dejó llevar por lo que vieron sus ojos, cuando Génesis 3:6 dice: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría”. Esta forma de actuar, basado en los sentidos corporales meramente por así decirlo, no es una forma sabia de actuar. Las cosas bellas y agradables no son malas en sí mismas, lo malo es poner el corazón en ellas y dejar que se conviertan en nuestros dioses o ídolos, lo cual nos lleva a abandonar al Dios verdadero. Las cosas no son eternas ni pueden por sí mismas satisfacer todas nuestras necesidades. Por eso el apóstol Juan dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. Cuando Dios no es el centro de nuestras vidas, las cosas externas y materiales ocupan su lugar, y seguir nuestros deseos carnales es el comienzo de un decaimiento moral y alejamiento de los mandamientos de Dios.
“La llanura (o circuito) del Jordán en realidad era muy bella, como el huerto de Jehová”. Tan bella era que es comparada con el jardín del Edén antes de la entrada del pecado en el mundo. Y Dios, a veces, pone pruebas así ante nosotros: pone cosas tan bellas ante nosotros que quedamos deslumbrados; puede ser una persona, un empleo, una casa, un carro, una amistad, una idea, etc. Pero el cristiano tiene que parar y autopreguntarse: ¿Esto es lo que Dios quiere para mí? ¿Glorifica a Dios que yo vaya tras esta meta aun cuando esto me puede alejar de Dios, de mi familia, de mis hermanos en Cristo?
Bueno, Lot no pensó así e inmediatamente “escogió para sí toda la llanura del Jordán”. Interesante forma de decirlo por Moisés, el escritor de Génesis. Escogió “para sí”; noten el egoísmo y la ambición de Lot. No había otra cosa importante en ese momento que él mismo, su persona, sus deseos. Además, el texto dice que escogió para sí no solo una parte, sino “toda la llanura del Jordán”. No quiso compartir nada con su tío. ¿Era correcto que Lot actuara así? Pero, hermanos, Lot nos representa muy bien a nosotros también, ¿cierto o no? Representa muy bien la cultura en que vivimos: una cultura hambrienta y sedienta de complacer sus placeres sensuales; y los ojos juegan un rol indispensable. Casi todo entra por los ojos. Los medios de comunicación se encargan de que sea así: apresan a nuestros jóvenes para que vean cuál es la “buena vida”, que tener sexo con cualquiera que se te ponga en el camino es “bueno”; que desear tener muchas cosas es “bueno”; que vivir como tú quieras es “bueno”; y si alguien se atreve a decir lo contrario, los medios de comunicación se encargan de humillarlo, despreciarlo y odiarlo. Amados hermanos, Lot debió haber orado a Dios y pedido humildad, contentamiento y fortaleza para no dejarse llevar por “los deseos de los ojos”. Nosotros también debemos recibir esta advertencia, y fijar nuestros ojos en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Pues bien, cada uno se fue a su lugar, y Génesis 13:12-13 nos dice que Lot “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. Esta es una forma muy gráfica y vívida de describir la maldad de los habitantes de Sodoma. ‘Los hombres’ se refiere a toda la población, jóvenes y viejos. No había uno que fuera bueno. También de manera doble se nos describe su maldad al decir que eran “malos y pecadores”. No tenían respeto por nadie, su vida estaba completamente controlada por el pecado. Y su maldad y pecado es rematada porque dice el texto que eran malos y pecadores “contra Jehová en gran manera”. Su odio y su maldad iban dirigidos a Dios primera y principalmente, y claro también se odiaban entre ellos mismos. Pero el pecado es primeramente una ofensa a Dios, y eso es lo que lo hace más impío. Por eso el rey David cuando fue convencido de su gran pecado de asesinato y adulterio escribió lo siguiente: “contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (Salmo 51:4). ¿Acaso no pecó David contra Urías, el esposo de Betsabé? Claro que sí, pero primeramente pecó contra Dios y por eso debía morir. Amados hermanos, la fama de los sodomitas y gomorritas no era una cosa escondida y nunca oída. Todo lo contrario, la forma en que Moisés los describe da a entender que eran famosos, conocidos por sus grandes maldades. El profeta Isaías hablando del pecado de Israel, lo compara a los pecados de Sodoma, a quienes describe así: “porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan” (Isaías 3:9). Y el profeta Ezequiel da a entender lo mismo al decir: “He aquí que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité” (Ezequiel 16:49, 50).
El punto central de esto es que Lot, muy seguramente, conocía, había oído acerca de la fama de Sodoma y Gomorra, pero no le importó. Él solo, como dice el dicho, se fue a meter a la boca del lobo. ¿Somos diferentes a Lot? No, hermanos, nos gusta, nos divierte muchas veces, el andar cerca de gente mala y perversa; la sociedad en que vivimos no esconde su maldad, su impiedad, al contrario, la publica; pero incluso así, muchas veces preferimos andar en esos caminos de perversidad. Según esta descripción de Sodoma y Gomorra, la única solución que quedaba para ellos era su destrucción total y radical. Pues fue a esta región de Canaán que Lot llegó, y con esto llegamos a nuestro último y tercer punto.
Dios confirma su promesa a Abram (13:14-18)
No perdamos de vista que el mundo y las circunstancias en que Abram vivió, aunque en muchos aspectos difieran del nuestro, en cuanto al pecado y la maldad no ha cambiado mucho. Ellos eran grandes pecadores contra Jehová, y de nuestra sociedad actual no se puede decir algo mejor que eso. El pecado abunda, satura los medios de comunicación y somos constantemente bombardeados para que lo pecaminoso y perverso sea considerado como bueno y benéfico. Pero si esto no fuera suficiente, Abram ahora tenía que enfrentar los conflictos desde dentro de su familia.
Pero, y es aquí donde llegan las buenas noticias, amados hermanos. Ya que, como dice el apóstol Pablo: “mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). Génesis 13:14-15 dice: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”. ¡Qué gran alivio y ánimo para Abram que el Señor hablara con él otra vez! Y digo esto porque Jehová le habla justo después que su sobrino Lot “se apartó de él”, lo cual parece indicar que Abram estaba triste de que su sobrino que salió con él desde Ur de los Caldeos y que fue con él a Egipto, ahora se haya alejado de él. Abram amaba mucho a Lot, tal vez pensaba que él sería su heredero porque hasta ahora no tenía hijos. Pero el Señor le habla para animarlo, y, además, especialmente, para confirmarle su promesa que le entregó en Génesis 12:7 de que a su descendencia le daría la tierra de Canaán.
Pero observen algo interesante en las palabras del Señor a Abram. Le dice: “Alza ahora tus ojos” y mira toda la tierra. Estas palabras son semejantes, pero también contrastan con lo que hizo Lot en Génesis 13:10 que dice que Lot “alzó sus ojos y vio toda la llanura del Jordán”. Son semejantes porque ambos Abram y Lot alzaron sus ojos para reconocer la tierra. Ellos pudieron reconocer la tierra porque se hallaban en Betel que era una región montañosa, y desde allí tenían una vista panorámica. El contraste es que Lot alza sus ojos para mirar la tierra sin consultar a Dios, sin considerar la promesa que Dios había dado a su tío y sin considerar la maldad de los habitantes de la región que escogió. Y su fin fue terrible, como veremos más adelante. En cambio, Abram en obediencia a la voz de Dios alzó sus ojos para mirar toda la tierra a su alrededor. Abram actuó con fe en Dios, siguiendo la dirección de Dios y confiando en su promesa infalible, que no falla y que no cambia, incluso cuando las cosas no marchan bien a nuestro alrededor. La promesa de Dios es incondicional amados hermanos. Por fe en la promesa de Dios, Abram sabía que la tierra de Canaán sería suya y de su descendencia.
Pero en Génesis 13:16-17 el Señor sigue hablando a Abram así: “Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré”. En la promesa de Dios había dos aspectos clave: el primero, se refiere a la tierra, que ya vimos; y ahora el segundo, la descendencia numerosa de Abram. Las dos cosas van unidas, son inseparables. Dios aseguró a Abram que su descendencia poseería la tierra prometida, lo cual sucedió en tiempos de Josué, los jueces y los reyes de Israel; y asimismo su descendencia se hizo numerosa, como el polvo de la tierra. Pero estos aspectos de la promesa siguen vigentes todavía para nosotros amados hermanos. Sí, porque la promesa de Dios a Abram es para nosotros también. Solo que la promesa de Dios a Abram ahora en Cristo ha tomado un nivel más alto, más grande, más amplio. Nosotros sabemos, como predicamos el domingo pasado, que el Señor Jesucristo es Hijo de Abraham, y el apóstol Pablo nos recuerda que por pertenecer a Cristo “ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:29). Y Romanos 4:16,18 nos dice que Abraham es “padre de todos nosotros”. Es decir, la promesa dada a Abram apuntaba a Cristo en quien se cumplió perfectamente.
Pero noten otra cosa en la promesa de la descendencia de Abram, la cual somos nosotros también: Dios le dijo que su descendencia sería como el polvo, es decir, innumerable, que no se puede contar. Esto debe ser de aliento para nosotros porque a veces llegamos a pensar que somos muy pocos, como si nosotros fuésemos todo el pueblo de Dios, pero no es así hermanos. Nosotros, si somos fieles al pacto de Dios, somos una parte pequeña de una innumerable multitud de cristianos que han existido desde el principio del mundo hasta su final. Recordemos eso y cobremos aliento.
Aplicación
El Señor le dijo a Abram en Génesis 13:17: “Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré”. En fe, Abram desmontó sus carpas y arreó todo su ganado y movilizó a toda su gente para recorrer la tierra de Canaán, la tierra prometida. Era un acto de fe, era un recorrido físico y espiritual también hermanos. Era un recorrido mediante el cual Abram, con base en la promesa infalible de Dios, reclamaba la tierra para sí. Fortalezcámonos, hermanos, en la promesa de Dios, en su fidelidad a su santo pacto, y con base en la obra perfecta del Señor Jesucristo, vivamos confiando y estando ciertos de que en Cristo tenemos asegurada la tierra prometida, pero no un pedazo de tierra en el medio oriente, sino nuevos cielos y tierra nueva (1Pedro 1:3-4; Apocalipsis 21:1).
Finalmente, el Dios de Abram es el mismo Dios que confirmado su promesa en Cristo Jesús para nosotros. Aunque no lo merecemos, Dios confirma su promesa de una manera perfecta en Cristo, y por eso el apóstol Pablo puede decir que en Cristo todas las promesas de Dios son sí y amén por medio de nosotros para la gloria de Dios (2Corintios 1:20). Amén.
(Esta predicación se dio en el servicio de adoración de la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 16 de enero del 2022. El servicio se puede ver por medio de YouTube.)