Habla conmigo
Reuben Bredenhof
Traductor: Martín Bobadilla
Me encanta el libro de Proverbios. Y después de años de leerlo, he llegado a una profunda conclusión: Si Proverbios menciona algo muchas veces, entonces debe ser importante.
¿Y qué menciona mucho Proverbios? El dinero, adulterio, orgullo. Y también dice mucho sobre nuestras palabras.
Proverbios advierte contra la jactancia, los chismes y las discusiones sin sentido. Al mismo tiempo, celebra el consejo sabio, la palabra amable y la amonestación cariñosa. Una y otra vez, el poder de la comunicación ordinaria pasa a primer plano.
Cualquiera que esté casado lo sabe: ¡conversar es vital! Cuando hablo con parejas jóvenes que se preparan para casarse, todas mencionan esto como algo en lo que necesitan trabajar, o algo que realmente valoran de su relación: ¡una buena comunicación! Y cuando se empieza a cortejar, a veces da la sensación de que se podría estar hablando eternamente. Hay tanto que decir.
Descuidos peligrosos
Pero ¿qué ocurre? Los maridos y las esposas empiezan a descuidar esta actividad esencial. Sabemos que es esencial, pero intentamos seguir adelante sin ella. Es como si quitáramos todo el aceite de nuestro motor, y empezáramos a conducir, sólo para ver qué pasa.
Quitarle el aceite al motor sería una destrucción automovilística intencional y deliberada. Pero cuando dejamos de comunicarnos en el matrimonio, a menudo es algo accidental. Es un mal hábito en el que caemos sin darnos cuenta de la destrucción que puede causar en el camino.
Sabemos que es importante, pero me temo que es demasiado común que las parejas casadas existan sin comunicarse realmente. ¿Cómo ocurre esto?
La respuesta más fácil es que estamos demasiado ocupados. Nos ocupamos de nuestro trabajo diario y de nuestra carrera, de mantener un hogar, de criar a los hijos, además de disfrutar de nuestras aficiones. Estamos ocupados con muchas cosas, y muchas cosas buenas: sirviendo en la iglesia, ayudando en la escuela, estando disponibles para otras personas.
Y cuando uno está ocupado, se queda sin tiempo para ciertas actividades. Tal vez dejemos de lado nuestros devocionales personales, o renunciemos a hacer ejercicio con regularidad. Y tal vez no tengamos esa media hora preciosa esta noche para sentarnos con nuestra esposa o esposo y simplemente hablar. Después de un mes de vivir así, puedes sentirte como si estuvieras cohabitando. Comparten la cama, las comidas, incluso se llevan bien, pero no hablan.
«Pero claro que hablamos», protestas. Al fin y al cabo, coordinan sus horarios cada semana. Planean las próximas vacaciones familiares. Hablan de que hace mucho calor en esta época del año, pero les han dicho que la semana que viene va a llover.
En otras palabras, eres muy bueno intercambiando información.
Pero no estás hablando de verdad, porque tienes que irte a la reunión o porque ya casi es hora de dormir.
Hablar de cosas difíciles
El tiempo —o la falta de tiempo— es un factor importante. Pero todos sabemos que, si quieres sacar tiempo para algo, puedes hacerlo. La comunicación flaquea en el matrimonio porque hablar puede ser difícil. Extraño, ¿verdad? Cuando eran novios, solía ser muy fácil. Pero ahora hay temas de los que es difícil hablar.
¿Cómo cuáles? Normalmente las cosas que más nos preocupan, —¡y no es el tiempo! ¿Qué nos preocupa? ¿Con qué pecados estamos luchando? ¿De qué nos arrepentimos de nuestra vida? Podemos tener miedo de la verdad sobre nosotros mismos. Así que incluso con la persona más cercana a nosotros y que mejor nos conoce —incluso con ella, tenemos miedo de ser vulnerables.
Es difícil hablar de nuestros miedos personales, ya que parecen bastante tontos. Nos da vergüenza hablar de sexo, porque debería ser algo natural, ¿no? Odiamos parecer débiles admitiendo ciertos pecados o poniéndonos sentimentales. Tampoco queremos herir a nuestro cónyuge. Así que evitamos tener esa conversación difícil sobre la familia política, o sobre alguna pequeña irritación en la vida doméstica.
Pueden ser conversaciones cruciales. Sabemos que pueden ser difíciles y que pueden provocar reacciones fuertes. Así que quizá esperamos el momento oportuno, cuando tenemos tiempo suficiente para una conversación decente y ella esté de buen humor, y el ambiente sea bueno. Y normalmente el momento nunca llega.
El patrón de la evasión
Lo que sucede en lugar de una buena comunicación es la evasión. Como sé que hay conversaciones difíciles que debemos tener, me aseguro de no estar disponible.
¿Qué aspecto tiene la evasión? Puede parecer ajetreo. Digo «sí» a todas las peticiones de ayuda de la iglesia. O me sumerjo en el trabajo: muchas horas, semana tras semana. O para evitar esas tardes tranquilas en las que vamos a necesitar hablar, me voy a tratar de arreglar algo en el garaje. Algunas personas se esconden en el taller, otras detrás de un libro, otras detrás de los niños.
Esta negligencia no dará como resultado un matrimonio fuerte. Recuerda Proverbios y el énfasis que Dios pone en una comunicación buena y sana para todas nuestras relaciones. Si quiero llevarme bien con mi vecino, o con mi hermano en el Señor, necesito hablar con ellos. ¿Cuánto más en el caso de nuestros matrimonios?
Si nos cerramos el uno al otro, será imposible lograr la unidad que Dios desea para el matrimonio.
Como resultado, nos perdemos gran parte del don y la bendición que puede ser el matrimonio.
Probablemente cada consistorio puede contar una historia sobre un matrimonio que se estrelló contra las rocas sin previo aviso. Durante años, todo parecía ir bien, pero entonces llega la crisis, y ella está dispuesta a irse, o él acaba de tener una aventura. Todo es muy repentino, pero lleva años gestándose. Y soy prudente a la hora de generalizar sobre las rupturas matrimoniales. Pero ¿no es justo decir que la falta de una verdadera comunicación está tan a menudo envuelta en estos otros problemas matrimoniales?
Problemas cotidianos
Probablemente sea común en muchos matrimonios que se permita que irritaciones menores perduren durante años. Es la forma en que él no vuelve a poner la tapa en el tubo de pasta de dientes. Es cómo ella no aplana las cajas de cartón antes de depositarlas en el contenedor de reciclaje. Estas cosas pueden parecer pequeñas. Pero si acumulan docenas de estas irritaciones y nunca hablan de ellas para resolverlas, su matrimonio puede entrar en un terreno escabroso.
Un autor escribe, «Cada pequeño problema que tengas cada mañana, tarde o noche con tu cónyuge se repetirá durante cada uno de los 15,000 días que durará un matrimonio de cuarenta años». Así que no finjas que estás contento con algo si no lo estás. Sácalo a la luz, enfréntate a ello. Será una carga menos.
Si hay algo que ocurre a diario en tu matrimonio, entonces es importante: la cocina, los platos, la limpieza de la casa, la gestión de las finanzas, etcétera. Cada discusión que tengan sobre estas cosas se repetirá hasta que la aborden con éxito.
Así que, si hay algo que te irrita de tu cónyuge, decídete a hablar de ello. O simplemente decídete a que no es para tanto y que te niegas a que te siga molestando. En lugar de eso, aplastarás las cajas y no te quejarás de ello.
Cuando dedicas tiempo suficiente a la comunicación, puedes ocuparte de miles de cosas pequeñas que componen la vida cotidiana. Intercambias la información necesaria para que recojan a los niños del colegio y renueven el seguro del coche. Cuando tienes tiempo suficiente para hablar, te ocupas de esas cosas durante la primera media hora, más o menos, y luego por fin llegas a las cosas más importantes.
Sigue hablando
¿De qué hay que hablar? Hay temas clave que los cónyuges deberían tratar con cierta regularidad. Por ejemplo, ¿qué te ha alegrado últimamente? ¿Algo que haya sido difícil? ¿Cómo puedo orar por ti? ¿Qué es lo que más te preocupa? ¿Cómo van tus devocionales?
Habla de estas cosas, haciendo el tiempo y el espacio para ser transparente.
No pretendo que este tipo de conversación sea siempre fácil. Tampoco digo que hablar por sí mismo sea capaz de resolver nuestras dificultades. Seguimos luchando contra nuestro egoísmo natural, como nuestro querer ser escuchados y no realmente escuchar. En nuestras conversaciones juntos, todos necesitamos la gracia continua del Espíritu Santo.
Santiago 3:17-18 describe la sabiduría que proviene de temer al Señor: «Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz». Fíjense en todos los elementos para una conversación sana en nuestros matrimonios de hoy: pureza, paz, consideración, sumisión, misericordia, sinceridad.
Ese mismo texto habla de cosechar el fruto de justicia que «se siembra en paz». Porque cuando hacemos la vida a la manera de Dios, según el diseño de Dios, Él la bendecirá.
¿Y cuáles son las bendiciones de realmente hablar juntos?
Llegan a compartir la carga juntos. Se mantienen mutuamente humildes y honestos en el servicio a Dios. Tú obtienes el beneficio de la perspectiva de tu esposa y la perspicacia de tu esposo. Dios da una rica bendición a los esposos cuando hablan, cuando se abren al tipo de unidad que Él desea para ellos.
Que Dios bendiga nuestros matrimonios para que podamos decir la verdad, y decirla con amor, y decirla a menudo.