La huida a Egipto
Introducción
Amados hermanos, actualmente nos enteramos más que antes de los eventos que suceden en otras naciones del mundo. Oímos de dictadores, de presidentes corruptos e inmorales, de gobiernos que oprimen con mano dura a sus propios ciudadanos. Pues, déjenme decirles que esto no es nuevo porque no hay nada nuevo debajo del sol (Eclesiastés 1:9). Reyes y emperadores malos y crueles siempre han existido. El pueblo de Israel estuvo bajo reyes muy malos, y para el tiempo en que Jesús nació gobernaba uno de los reyes más crueles de toda la historia de la humanidad. La Biblia lo conoce como Herodes, pero la historia le ha llamado Herodes el Grande; si en algo era grande este Herodes era en su maldad y crueldad. Y como los relatos de la Biblia realmente sucedieron, nuestro pasaje de hoy nos relata uno de los últimos espantosos crímenes que cometió ese rey perverso; pero al mismo tiempo, nos relata cómo el Señor soberano que está por encima de todos los reyes protegió a su Hijo Jesús. Meditemos, pues, sobre nuestro pasaje (Mateo 2:13-23) bajo el siguiente pensamiento principal: El Señor soberano protege a su Hijo Jesús cumpliendo las profecías del Antiguo Testamento. Para esto, desarrollaremos tres puntos:
- La huida a Egipto (2:13-15)
- Herodes asesina a los niños (2:16-18)
- El regreso a la tierra de Israel (2:19-23)
La huida a Egipto
El evangelista Mateo dice que una vez que los magos fueron avisados por revelación para que no regresaran a informarle al rey Herodes dónde se encontraba el niño Jesús, se fueron a su tierra por otro camino (2:12). Soberanamente el Señor guio y avisó a los magos para que así el plan perverso de Herodes fuera destruido. Pues nuestro pasaje empieza relatando que una vez que los magos se fueron, “he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José”. Al parecer, el Señor esa misma noche que los magos se fueron, envió a su ángel. Herodes planeaba meticulosamente, pero el plan eterno y perfecto de Dios siempre se adelantaba a Herodes y frustraba su perverso plan. El ángel le dijo a José que esa misma noche se levantara y tomara al niño y a su madre, y huyeran a Egipto.
Los problemas para Jesús empezaron desde que era un infante. Y esto nos recuerda que Jesús realmente se humilló al tomar una naturaleza humana y venir a vivir entre nosotros y experimentar el odio de sus enemigos. Su sufrimiento no inició en la cruz, sino desde su mismo nacimiento e infancia. La cruz fue la culminación de su sufrimiento por nosotros (cp. Filipenses 2:5-8). Sí, hermanos, Jesús el Señor se auto sometió a este sufrimiento y humillación por nosotros.
El ángel le dijo a José que fuera a Egipto. El país de Egipto tiene mucha historia dentro de la historia bíblica. Recordamos que Abram huyó a Egipto durante una sequía; su hijo Isaac hizo lo mismo; José fue vendido a Egipto y la familia de Jacob se fue a vivir a Egipto donde vivieron un poco más de 400 años. Durante la cautividad de Israel por los babilonios y asirios muchos judíos también huyeron a Egipto.
Egipto, para el tiempo de Jesús, tenía a muchos judíos viviendo ahí. Josefo, un historiador judío, calcula que había cerca de un millón de judíos en Egipto, especialmente en la famosa ciudad de Alejandría, que fundó Alejandro el Grande. Así que, al huir Jesús y sus padres a Egipto, probablemente encontraron con relativa facilidad paisanos judíos en Egipto. Asimismo, es posible que el oro que los magos le llevaron, lo hayan usado sus padres para sus gastos de viaje y estancia en Egipto.
El ángel le dijo que permaneciera allá “hasta que yo te diga”. Esto fue especialmente alentador para José, ya que estaba seguro de que Dios le revelaría cuándo debían regresar a Israel. La razón fue que “Herodes buscará al niño para matarlo”. En efecto, ese era el plan de Herodes, y aunque para ese tiempo, Herodes ya contaba con cerca de 70 años y Jesús no representaba ningún peligro real, no dudó en intentar matarlo. Pero la providencia divina siempre se adelantaba y protegía a Jesús y a su familia. José, quien era un hombre justo (Mateo 1:19), obedeció inmediatamente. En medio de la noche oscura, tomó al niño y a su madre y huyeron a Egipto. ¡Qué bendición para María y para Jesús que tuvieran a un padre y esposo temeroso y obediente a Dios! Uno de los mensajes de este pasaje es que, precisamente, el pueblo de Dios debe actuar siempre en obediencia a los mandamientos divinos. La obediencia fue una marca característica de José y debe ser también la nuestra.
Mateo 2:15 nos dice que Jesús estuvo en Egipto hasta que murió Herodes. La mayoría de los historiadores piensan que Jesús y sus padres no estuvieron en Egipto más de un año. Después de la matanza de los niños, no pasó mucho tiempo para la muerte de Herodes. Pero la huida de Jesús a Egipto no solamente fue circunstancial, sino sucedió con un propósito: “para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo”. Esta repetición continua del cumplimiento de lo anunciado en el Antiguo Testamento en conexión con lo que le sucedía a Jesús nos alerta ante el hecho de que nada sucedía en la vida de Jesús por casualidad, sino “por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hechos 2:23). Incluso nos da a entender que Herodes era solamente un instrumento en las manos de Dios.
Mateo dice que se cumplió lo que el profeta Oseas dijo: “De Egipto llamé a mi hijo”. Es interesante cómo Mateo nos dice que se cumplieron estas palabras, ya que está diciendo que Jesús fue a Egipto, no que ya había regresado. Es posible que el cumplimiento se refiera al hecho de que lo que sufrió el pueblo de Israel, ahora lo estaba sufriendo Jesús; y Jesús es identificado con el pueblo de Israel. El pueblo de Israel fue a Egipto, Jesús también. El pueblo de Israel regresó a Egipto, Jesús (como veremos) también. Jesús así está reviviendo lo que vivió el pueblo de Israel. Así como Israel era el hijo de Dios, Jesús es el Hijo eterno y natural de Dios que es identificado con los israelitas. La pregunta es: ¿se identificaría el pueblo judío con Jesús? La gran mayoría no, pero muchos sí lo hicieron.
Herodes asesina a los niños
Pues bien, cuando Herodes se dio cuenta de que los magos no regresaron a él, se enojó muchísimo. El texto nos dice que Herodes “se vio burlado por los magos”, es decir, él interpretó que los magos se habían burlado de él; pero en realidad, no era así. Dios les avisó que no regresaran a Herodes. Lo contrario era verdad: Herodes pensaba que se iba a burlar de los magos haciéndoles creer que realmente iba a adorar a Jesús cuando en realidad lo que quería era matarlo. En efecto, el que quería engañar y burlarse de los magos resultó ser burlado por el plan perfecto de Dios.
En su enojo tan grande, mandó matar a todos los niños menores de dos años. Es muy posible que los magos le hubieran dicho que habían visto la estrella de Jesús dos años antes (Mateo 2:16), y eso le dio la idea a este perverso rey de matar a los niños menores de dos años. No debe sorprendernos esta reacción de Herodes, ya que él mató a su propia esposa y a tres de sus hijos de quienes sospechaba que lo quería suplantar como rey. Y además durante todo su reinado mandó matar a cientos y cientos de personas. Era un rey cruel, quien dudaba de todos y no se apiadaba de nadie. Así que la matanza de los niños no era nada sorprendente para los que conocían a Herodes.
Mandó matar a los niños menores de dos años que había “en Belén y en todos sus alrededores”, es decir, en los pueblos y aldeas alrededor de Jerusalén. Usted puede imaginarse cómo los soldados de Herodes entraban casa por casa para matar a los bebés. Ciertamente era un hecho cruel, diabólico y perverso. Una de las cosas que aprendemos de este evento es que no debemos ignorar la maldad que hay en el mundo. Hay gente que pretende que vivimos en un mundo bueno en el que no hay violencia, crímenes, asesinatos, etc. Pero esa es una visión ingenua de la realidad; la Biblia es real y nos dice que la maldad sí existe; pero también nos dice que Dios es poderoso para protegernos, si es su voluntad, de la crueldad de la gente. No vivamos paralizados por la maldad, sino vivamos confiando en el poder de Dios para proteger a su pueblo.
Con la muerte de los niños, Mateo nos dice que se cumplió otra profecía del Antiguo Testamento. En este caso, Jeremías 31:15 que dice: “Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada porque perecieron”. En efecto, Raquel que es representada como la madre de Israel lloró y murió cuando dio a luz a su hijo Benjamín y fue sepultada en Efrata, cerca de Rama, Belén y Jerusalén. En Jeremías ella está representada como viva, y que llora cuando el pueblo de Israel es llevado como prisionero a Asiria y Babilonia; y ahora Raquel llora otra vez por los niños que han sido asesinados. La diferencia es que ahora ese llanto no será en vano porque Jesucristo regresará del exilio y traerá salvación para todo su pueblo y los gentiles.
El regreso a la tierra de Israel
Y así llegamos a nuestro último punto: Jesús y su familia regresan a la tierra de Israel. Mateo 2:19 nos dice que Herodes murió, y luego un ángel del Señor le aparece para decirle que ya pueden regresar a Israel. Es tan alentador para José saber que Dios está controlando todos los eventos, al grado que sabe cuándo es el momento exacto en que Jesús y su familia ya pueden regresar a su patria. Ahora ya no hay peligro para la vida del niño, y pueden regresar tranquilamente. Inmediatamente José se levantó, y tomó al niño y a su madre, y regresaron a tierra de Israel. Una vez más vemos al obediente José. En ningún momento duda de las instrucciones de Dios. No importa si ya se sentían cómodos en Egipto; no importa si era de día o de noche, José simplemente obedece la voz de Dios y se pone en marcha hacia Israel.
Es posible que muchos se hayan enterado en Egipto de que Herodes había muerto, ya que muchos judíos deseaban la muerte de Herodes para regresar a Israel. Muchos habían sido expulsados por Herodes, otros habían huido a Egipto por su vida. Así que, probablemente, muchas personas exiliadas regresaron a Israel. Pero José también se enteró de que Arquelao, uno de los hijos de Herodes, reinaba en Judea en lugar de su padre, y por eso José tuvo temor de regresar a Belén, y el Señor nuevamente le revela que se vaya a la región de Galilea donde reinaba otro hijo de Herodes que se llama Herodes Antipas.
Arquelao tan pronto como subió al trono mandó a matar a muchos judíos, cerca de tres mil. Fue tan cruel que el emperador romano tuvo que deponerlo y exiliarlo, y en su lugar puso a funcionarios romanos que se llamaban procuradores. Herodes Antipas, el otro hijo de Herodes, era más tranquilo que su hermano Arquelao, y por ello José y su familia regresaron a su ciudad de Nazaret que se encontraba en el distrito de Galilea, al norte de Israel.
El Señor guiaba cada paso que daba José y su familia. Y José humildemente se sometía a la dirección de Dios. Así que tenemos nuevamente el ejemplo de José para nosotros: sometámonos a la voluntad de Dios y no dudemos en seguir la dirección de Dios, ya que eso es lo mejor para nuestras vidas. José no dudó en ningún momento; nosotros también somos guiados por Dios por medio de su Palabra y su Espíritu y debemos tomar decisiones que estén de acuerdo con su voluntad.
Finalmente, Mateo nos dice que, por irse a vivir a Nazaret, Jesús cumplió no una profecía sino muchas. Por eso Mateo dice: “para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno”. No hay en el Antiguo Testamento ninguna parte que diga que Jesús sería llamado nazareno. Así que es probable que Mateo tenga en mente que los profetas en general habían profetizado que el Mesías sería despreciado por su pueblo. Y sabemos que Nazaret era un pueblo pequeño alejado de la santa ciudad de Jerusalén, un pueblo, como dijo Natanael, de donde nada bueno podía salir (Juan 1:46). Luego aprendemos de los evangelios que Jesús era despreciado por ser de Nazaret, una región de Galilea de donde no podría salir el Mesías. El Mesías debía salir de Belén, la ciudad de David. Esto era verdad, pero los líderes religiosos ignoraban el hecho de que Jesús sí nació en Belén de Judea. El punto es que lo que los profetas predijeron del Mesías se cumplió en Jesús, es decir, que sería despreciado y rechazado por su pueblo en la carne, pero sus elegidos lo recibirían como el verdadero Mesías.
Conclusión
Amados hermanos, Dios destruye los planes malvados del rey Herodes, y salva a su Hijo. No era el tiempo o la hora en que Jesús muriera; más tarde moriría, en efecto, por su pueblo; pero no en su niñez. Aprendemos que Jesús sufrió y fue humillado desde su infancia, aunque Él no tenía necesidad de eso; pero lo hizo por nosotros. Aprendemos también que Dios bendijo a Jesús y a María dándoles un padre y esposo justo y temeroso de Dios. Una vez más, somos exhortados por este pasaje a obedecer a Dios, a vivir según su dirección revelada en las Escrituras para nuestras vidas. Y, por otro lado, los malos reciben su justo castigo. Se dice que Herodes murió de una muerte terrible, agonizando de dolor, lo cual apunta a su condenación eterna en el infierno. El plan de Dios nadie lo podía frustrar, ni siquiera el rey Herodes; asimismo, el plan de Dios para nuestra salvación nadie lo puede frustrar, y por el sufrimiento y humillación de nuestro Señor nuestra salvación está asegurada. Amén.
(Esta predicación se dio en el servicio de adoración del 20 de febrero del 2022 en la Iglesia Reformada Valle de Gracia. Una grabación está disponible, y también se puede ver la transmisión de todo el servicio.)