Una antorcha de fuego
Introducción
Amados hermanos, en la sociedad humana la gente se conduce mediante acuerdos, alianzas o pactos para llevar a cabo algún trabajo. No siempre la gente está consciente de que al hacer algo por alguien, están entrando en un acuerdo; pero en muchas ocasiones sí estamos conscientes. Por ejemplo, cuando dos personas se casan, se ponen de acuerdo entre ellos como también firman ante las autoridades civiles de que entran en un estado de matrimonio. Otro ejemplo es la familia. Aunque los hijos no están conscientes en muchas ocasiones de vivir dentro de un pacto familiar, vemos que, si quieren vivir con sus padres, tienen que respetar, ayudar y aportar a la familia. Pues bien, en la Biblia de principio a fin vemos la presencia de pactos; a veces uno puede ver con claridad que Dios hace pactos con su pueblo y a veces no se ven tan claro, pero incluso ahí están presentes elementos del pacto entre Dios y su pueblo. Hoy vamos a reflexionar en la confirmación oficial del pacto que Dios ya había hecho con Abram en Génesis 12.
Y vamos a hacerlo reflexionando sobre la siguiente idea central: El Señor confirma sus promesas a Abram por medio de una ceremonia antigua y revelándole lo que sucederá a sus descendientes. Miremos tres puntos para desarrollar esta idea central:
- El Señor se identifica (15:7)
- (15:8-12)
- (15:12-21)
El Señor se identifica como el liberador de Abram
Después de que Abram es justificado por su fe en las promesas de Dios, ahora vemos que Moisés nos relata un episodio muy interesante entre Abram y Dios mismo. En primer lugar, nos dice en 15:7 que Dios siguió hablando, pero esta vez le dijo a Abram que Él era Jehová, es decir, el Señor que siempre cumple su palabra. Y aquí le va a corroborar que la palabra que le prometió en Génesis 12:1-3 se hará realidad. Ya lo vimos en 15:4 donde Dios le promete y asegura que un hijo de él y Sarai sería su heredero y no el esclavo Eliezer. Yo soy Jehová, el Dios fiel a su pacto, a sus promesas, el Dios liberador.
Luego el Señor le dice que Él lo sacó de Ur de los caldeos, para darle a heredar la tierra de Canaán. Noten que aquí Dios se está identificando como el rescatador de Abram. Lo rescató de la idolatría, de prácticas y costumbres abominables delante de Dios y lo hizo su hijo. No fue Abram quien decidió salir de la idolatría, sino Dios lo rescató. Y es que la salvación de Dios es así: Dios toma la iniciativa siempre y Él es quien nos salva. Estas palabras, como ustedes recordarán, se parecen mucho también a las palabras que el Señor le dirá a su pueblo Israel cuando los sacó de Egipto y les dio los diez mandamientos en Éxodo 20:1-2. Y esta manera de rescatar es la misma en principio al rescate que Cristo Jesús hizo por nosotros. Nosotros estábamos esclavizados a la idolatría y al pecado, teníamos nuestro propio Ur y Egipto, pero Cristo nos sacó de esa esclavitud condenatoria y nos ha trasladado a su reino de luz.
El Señor manda a Abram preparar una ceremonia de pacto antigua
Ahora pasamos a nuestro segundo punto. Inmediatamente después de las palabras de Dios, Abram le pregunta al Señor cómo podría saber que realmente iba a heredar la tierra de Canaán. Aquí Abram no está dudando de la palabra de Dios, sino que desea una confirmación o una señal de cómo llegaría a heredar la tierra. La relación de pacto que Dios había establecido con Abram era una relación de confianza: Abram podía expresar sus inquietudes al Señor sin temor a ser regañado por Él. Esto significa que el creyente puede expresar al Señor sus inquietudes y preocupaciones, pero lo hace con fe y confianza, con respeto y humildad. Y el Señor se deleita cuando sus hijos actuamos de esa manera.
La respuesta del Señor fue larga y por medio de un rito o ceremonia antiguo que se usaba en la época de Abram en el mundo oriental. Le dijo que le llevara una becerra de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un palomino. Noten que la becerra, la cabra y el carnero debían ser de tres años, y tal vez se refiera a una edad en que esos animales están en la flor de su edad, saludables y bien engordados. Le dijo que a esos animales los partiera a la mitad y pusiera cada mitad enfrente de la otra, dejando un pequeño camino entre ellos. Las aves no fueran partidas a la mitad. Esto hacían los antiguos cuando hacían un convenio, un pacto o una alianza. Recuerden que todo esto se desarrolló en la visión que Dios le dio a Abram. Fue una visión larga, más larga de lo usual. Por Génesis 15:5, podemos decir que la visión empezó siendo todavía de noche, probablemente en la madrugada cuando Abram podía ver las estrellas.
Y ahora para preparar todos estos animales y acomodarlos para la ceremonia de pacto llevaría una buena parte del día, ya que se nos dice que una vez que arregló a los animales en su lugar, las aves de rapiña o aves carroñeras bajaban y se paraban sobre los cuerpos muertos para comer, pero Abram las ahuyentaba. Es decir, Dios no se comunicó inmediatamente con Abram, tanto así que 15:12 nos dice que se puso el sol, e hizo enviar un sueño profundo a Abram, como el sueño que cayó sobre Adán cuando Dios formó de una de sus costillas a Eva. Pero, además, a Abram le sobrecogió un temor porque una grande oscuridad cayó sobre él. Esta oscuridad estaba preparando a Abram, por así decirlo, para conocer el futuro difícil del pueblo de Israel en Egipto, pero también el rescate que Dios les haría para salvarlos de la mano dura de Faraón.
El Señor revela el futuro de sus descendientes
Fue en ese sueño y temor por esa grande oscuridad que Dios le reveló lo que sucedería a sus descendientes, y le dijo que su descendencia, es decir, el pueblo de Israel moraría en tierra extranjera, es decir, en Egipto, y serían esclavizados y oprimidos por 400 años. Pero también le reveló que los iba a rescatar y saldrían con gran riqueza y regresaría a Canaán. Iban a pasar cuatro generaciones, lo cual se refería al tiempo en que la maldad de los amorreos, una de las principales tribus de Canaán, sería juzgada por su maldad. Por eso 15:16 dice que Israel sería liberado hasta que la maldad del amorreo llegara a su colmo, es decir, a la máxima expresión de su maldad.
Una de las grandes bendiciones del pacto de Dios con su pueblo es que Dios quien es la parte central y sobresaliente del pacto conoce el futuro de la otra parte del pacto, es decir, de Abram y de su descendencia. Dios como integrante del pacto es diferente a cualquier otra parte que forma un pacto entre hombres. Él es el Dios que todo lo sabe y todo lo puede, y además que asegura su palabra a su pueblo. ¡Cuán grande consuelo era oír esto de parte de los israelitas a quienes Moisés les escribió originalmente esta ceremonia pactual! Sabían que la palabra dada a Abram, Dios ya la había cumplido porque ellos eran la descendencia de Abram que habían sido rescatados de Egipto, de la esclavitud. Ellos eran los descendientes numerosos como las estrellas del cielo, y con su rescate de Egipto se cumplía parcialmente la promesa hecha Abram. ¡Si tan solo creyeran en la promesa de Dios! Pero vemos que toda una generación, la primera generación que salió de Egipto fue incrédula y murieron en el desierto. Pero a pesar de su incredulidad e infidelidad, Dios cumplió su palabra y los introdujo a Canaán. Gloria al Dios que es siempre fiel a su pacto.
Y por fin, Dios confirma su pacto a Abram de una manera impresionante y singular. En el mundo oriental antiguo cuando dos o más personas hacían un pacto, ambas partes caminaban en medio de los animales partidos cuyas mitades estaban colocadas una frente de la otra. Y de esa manera, ellos estaban jurando que serían fiel a su palabra, o de otro modo caerían bajo la maldición del pacto en que les pasaría lo que les pasó a esos animales que fueron matados y partidos a la mitad.
Pero leemos que, en este caso, en la noche (15:17) solo se vio que andaba entre los animales partidos una antorcha de fuego. Y esa antorcha representaba a Dios mismo. O sea, Dios, y no Abram, se estaba poniendo bajo maldición si no cumplía sus promesas. Estaba diciendo que le sucedería lo mismo que a esos animales. Lo singular es que Abram no caminó junto con Dios entre los animales, lo cual significa que el cumplimiento de las promesas dependía enteramente de Dios mismo, no de Abram. Y Dios es la mejor garantía de todos. Dios estaba jurando por sí mismo de que iba a cumplir su palabra a Abram.
Fue de esta manera soberana que Dios, Jehová, hizo un pacto con Abram. Y le dijo que le entregaría a su descendencia la tierra de Canaán, destruyendo a todos sus moradores. Hermanos, este es el pacto con Abram tan importante para el pueblo de Israel y para todo el pueblo de Dios por todas las edades. En el Nuevo Testamento encontramos que para nuestra salvación Dios entró en pacto con nosotros, pero el Señor Jesucristo se sometió a la maldición del pacto en nuestro lugar; Él mismo dijo: Yo seré partido en beneficio de ellos, de modo que la maldición del pacto cayó sobre Jesús, para que nosotros seamos librados.
A través del sacrificio de Cristo, Dios nos ha confirmado su pacto, y estamos seguros de que hemos sido completamente liberados de toda maldición, y que Cristo es la mejor garantía de que nuestra salvación está segura por su obra perfecta. Amén.
(Esta predicación se dio en el servicio de adoración de la Iglesia Reformada Valle de Gracia para el 27 de febrero del 2022. Una grabación del sermón, y un video del servicio se encuentran disponibles.)