Para ser salvo, ¡entra al Arca!
Noé, el Diluvio y el nuevo mundo: una serie de sermones sobre Genesis 6-9
Wes Bredenhof
Traductor: Juan Flavio de Sousa
Sermón 4
Para ser salvo, ¡entra al Arca!
Génesis 7
Amada congregación de Cristo,
Las zonas costeras de los Estados Unidos son azotadas regularmente por huracanes. Todas estas tormentas son peligrosas, pero algunas lo son mucho más que otras. Hace unos años hubo una noticia sobre un huracán muy poderoso que azotó Texas. Antes de que el huracán llegara, las autoridades advirtieron a todos los que se encontraban en su camino que se apartaran. Muchos hicieron caso, pero otros no. Una persona que no hizo caso fue entrevistada después del huracán. Le preguntaron si tenía algún consejo que dar a alguien que se enfrentara a un huracán en el futuro. Sólo dijo una palabra: «Corre».
Cualquier huracán, ciclón o tifón que haya pasado palidece en comparación con lo que ocurrió el decimoséptimo día del segundo mes del sexcentésimo año de la vida de Noé. Ese día se desataron todas las aguas de arriba y de abajo. Se acabó el tiempo y llegó el juicio. Nadie sobrevivió excepto las ocho almas del arca. Antes de ese día, los habitantes de la tierra habían sido advertidos, así como la gente en Texas fue advertida acerca de ese huracán. Segunda de Pedro 2 dice que Noé era «pregonero de justicia». Mientras construía esa gigante arca, puedes estar seguro de que sus vecinos preguntaban por ella. Puedes estar seguro de que les dijo lo que estaba haciendo y por qué. Dios le dijo que la construyera porque venía el juicio sobre la tierra por la rebelión humana. Pero nadie creyó, nadie se apartó de su pecado. Las personas que estaban en el arca el día de la tormenta eran las que querían estar en el arca. Puede que los demás se arrepintieran mientras subían las aguas, pero para entonces ya era demasiado tarde.
De la lectura de 1 Pedro 3 aprendemos que el diluvio es una imagen del trato de Dios con su pueblo. Las mismas aguas que juzgaron al mundo pecador arrastraron el arca que contenía al creyente Noé y a su familia. Noé y su familia sólo pudieron salvarse a través de las aguas porque estaban en el arca. Esta es una imagen del trato de Dios con nosotros. El mensaje de la historia de Noé en Génesis 7 es simplemente este: Para ser salvo, ¡entra en el arca!
Así que vamos a considerar
- La orden bondadosa de Dios
- La respuesta correcta del creyente
- El sellado seguro de Dios
Nuestro pasaje nos dice que Noé, su familia y todos estos animales estaban en el arca. ¿Por qué entraron? El versículo 16 nos dice que fue porque Dios se lo había ordenado a Noé. La orden propiamente dicha se encuentra al principio del capítulo 7. En el versículo 1, Dios le dice a Noé: «Entra tú y toda tu casa en el arca…». Y luego debe llevar consigo siete parejas de todos los animales limpios, una pareja de todos los animales inmundos y siete parejas de toda clase de aves.
Ahora quiero hacer una breve pausa aquí por un momento y hablar de estos animales. A veces los incrédulos se aferran a lo que la Biblia dice aquí y afirman que es obviamente imposible. Por ejemplo, ¿cómo pudo Noé tener elefantes en el arca? Y no sólo mencionarán los animales grandes, sino también el número de animales. ¿De verdad vamos a creer que Noé llevó las 70 especies de conejos y las 43 especies de ciervos o las más de 250 razas de ganado? Aunque el arca fuera enorme, no sería lo bastante grande para todos esos animales. Así que dicen que la historia de Noé es obviamente un mito, que no sucedió realmente. Pero los incrédulos hacen un par de suposiciones falsas. Primero, asumen que Dios puso animales adultos en el arca. Las Escrituras no dicen eso. Los elefantes jóvenes cabrían fácilmente. Segundo, asumen que Dios puso todas las especies de cada familia en el arca. No, Dios sólo tendría que tomar una especie representativa de cada familia. De esa especie, a través de la selección natural, eventualmente obtendríamos todas las especies que vemos hoy. Así que estas objeciones no son realmente un problema. Podemos confiar en la Palabra de Dios.
En su bondad y misericordia, Dios decidió salvar a todos estos animales, así como a Noé y a su familia. Iba a salvar a estas ocho personas porque no iba a permitir que las promesas de su pacto quedaran en nada. En Génesis 3:15 prometió que rescataría a la humanidad caída. Va a cumplir esa promesa, así que ordena a Noé y a su familia que entren en el arca. Aquí vemos la fidelidad de Dios a sus promesas y su misericordia hacia nuestra raza caída. Su mandato no sólo sirve para el bien de Noé, sino también para el nuestro.
Cuando se trata de los mandatos de Dios en la Biblia, no todos son iguales. Algunos de los mandamientos de Dios están más directamente relacionados con la moralidad. Los Diez Mandamientos son el ejemplo obvio. Es la ley de Dios. Dios quiere que vivamos de una determinada manera. En las Escrituras, la ley contrasta con el evangelio cuando se trata de cómo somos salvos. La obediencia a la ley es mandada, pero es imposible para los pecadores. Lo que la ley no puede hacer por nosotros, el evangelio lo hace. El evangelio promete que Jesucristo lo ha hecho todo por nosotros. En otras palabras, la ley dice «haz», y el evangelio dice «hecho». Los mandamientos de la ley de Dios tienen un carácter legal, ético o moral.
Sin embargo, el evangelio también viene con mandamientos. Para ser salvo, hay ciertas cosas que Dios dice que hay que hacer. Lo vemos ilustrado en Génesis 7. Dios ordenó: «Entra tú y toda tu casa en el arca…». Si Noé quería salvarse, tenía que entrar en el arca. Era una orden de Dios, pero dada por la preocupación de Dios por el bienestar de Noé. Podríamos llamarlo un «mandato evangélico». Este tipo de mandato estaba relacionado con la promesa que Dios había hecho anteriormente de que salvaría a Noé y a su familia. Así que la orden de Dios se puede expresar de esta manera: «Les prometí que los salvaría, pero ahora, para que esa promesa se cumpla, tienen que escucharme y subir al arca».
En esta época del Nuevo Testamento en la que vivimos, Dios también nos ha dado un mandato evangélico: vuélvete de tu pecado y cree en Jesucristo. Se puede hacer una comparación con el Diluvio. Las aguas del Diluvio trajeron el juicio sobre el pecado. La única manera de salvarse era subiendo al arca. Hoy Dios sigue odiando el pecado. Nos dice en las Escrituras que lo juzgará. La única manera de escapar es entrando en el arca, entrando en Jesucristo. Entramos en Jesucristo apartándonos de nuestro pecado y confiando en él que tomó el juicio que merecemos. La orden de Dios para ti es: arrepiéntete y cree en Cristo. Él es tu arca. Y detrás de ese mandato evangélico está la promesa de Dios, la misma promesa firmada y sellada en tu bautismo: «Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo. Los rescataré de lo que merecen y los haré míos». Pero para que esa promesa sea realidad, tenemos que escuchar a Dios y entrar en el arca: tenemos que entrar en Jesucristo por la fe. Recibimos lo que Dios ha prometido a través de la fe. Noé no iba a ser salvo fuera del arca, y nadie será salvo fuera de Jesucristo.
Amados, el amable mandato evangélico de Dios viene a todos nosotros aquí esta mañana: entra en el Arca, entra en Cristo por la fe. El desea que ustedes sean salvos y este es el camino. R.C. Sproul dijo una vez que se puede desobedecer este mandato del Evangelio, pero no está permitido. La gente puede y dice «no» al bondadoso mandamiento de Dios. Pero cuando lo hacen, hay consecuencias. A través de ese predicador de la justicia, Noé, Dios llamó a la gente a abandonar sus pecados y volverse a Él. Se negaron y, como resultado, se ahogaron en las aguas de su juicio. Un destino peor les espera hoy a los que rechazan el bondadoso mandato de Dios. Así como los huracanes de hoy no se comparan con el Diluvio en los días de Noé, el Diluvio no se compara con lo que se experimentará en el infierno.
Hay una manera mejor y eso se ve con la respuesta correcta de Noé en nuestro pasaje. El versículo 13 nos dice que Noé y su familia habían entrado todos en el arca. De los versículos 4 y 7 aprendemos que en realidad entraron en el arca siete días antes del diluvio. Pero cuando llegó el diluvio, estaban a salvo a bordo de este barco gigante. Estaban en un lugar seguro cuando las aguas comenzaron a subir de la tierra y a caer del cielo.
Estaban en el arca porque Noé creyó en la Palabra de Dios. Cuando Dios le dijo que vendría el diluvio, él creyó lo que Dios decía. Cuando Dios le dijo que había un camino de salvación, creyó lo que Dios le dijo. Confiaba en Dios en su corazón, como debe hacer todo creyente.
Y la fe de Noé también condujo al fruto de la acción obediente. Hizo lo que Dios le dijo que hiciera: construir el arca y entrar en ella. Noé no cuestionó a Dios ni dudó de él. Porque creía en Dios, actuó conforme a lo que Dios le dijo.
Ahora bien, es importante darse cuenta de que esto exigió sacrificio por parte de Noé. No sabemos lo que hizo antes de empezar a construir el arca, pero fuera lo que fuese, tuvo que dejarlo todo para centrarse en el arca, porque eso es lo que Dios le había dicho que hiciera. Y cuando él y su familia subieron al arca, estaban dejando todo atrás. Si tenían una casa, se había ido. Si tenían rebaños de ovejas y ganado, se habían ido. Si Noé tenía una posición de influencia en su comunidad, se había ido. Creer en la Palabra de Dios y actuar conforme a ella conllevaba sacrificio y sufrimiento. Era lo correcto, pero no era lo fácil.
Así es para los creyentes de todas las épocas. Dios nos llama a escucharle, a entrar en el arca, a entrar en Jesucristo. Cuando le escuchamos y hacemos lo que dice, somos salvos, pero hay sacrificios y sufrimientos que vienen con ello. Tenemos que dejar atrás nuestra vieja naturaleza. Tenemos que dejar atrás nuestros viejos caminos de pecado. Puede que tengamos que renunciar a relaciones para seguir a Cristo.
Una vez escuché la historia de un pastor canadiense. Contaba que era alcohólico a principios de los años ochenta, antes de que Dios lo salvara. Parte de su vida como alcohólico era que estaba rodeado de otras personas que le animaban en su alcoholismo. Cuando se hizo cristiano, tuvo que renunciar a esas amistades. Esos amigos lo abandonaron. No querían estar cerca de él si no bebía con ellos. Decían que ya no era divertido. Perdió a esos amigos bebedores. Pero seguir a Cristo requiere sacrificio.
No me malinterpreten: ser cristiano no significa tener sólo amigos cristianos. Pero estamos hablando de amigos incrédulos que son peligrosos para ti espiritualmente. En lugar de que tú los acerques a Dios, ellos te están arrastrando más lejos de Dios. Verás, seguir a Cristo a veces significa renunciar a amigos que no son realmente amigos, amigos que te están arrastrando y alentando en tu pecado, tratando de involucrarte en su pecado, tratando de alejarte de Dios. Sé que renunciar a ellos es difícil y puedes estar seguro de que también lo fue para Noé y su familia. Tuvieron que dejar atrás el viejo mundo para salvarse de las aguas del juicio que se avecinaban. La fe en Dios significa abandonar el mundo y las cosas del mundo. Una cosa lleva a la otra. Tiene que hacerlo. Si no, no es fe auténtica. Cuando confiemos en Dios, entraremos en el arca, entraremos en Cristo, y al hacerlo, también estaremos dando la espalda a todo lo que se opone a Cristo. Pero valdrá la pena. Siempre valdrá la pena. Cristo siempre es mejor que el mundo. Cristo siempre es mejor que el pecado. El arca es siempre mejor lugar para estar que en las aguas del juicio. Eso es lo que Noé experimentó y eso es lo que nosotros experimentaremos también.
Noé no hizo nada de eso en su propia fuerza, y nosotros tampoco. La respuesta correcta del creyente de fe y obediencia subsecuente no es porque el creyente es tan fuerte en sí mismo. No, Noé era un pecador débil y lo veremos en el capítulo 9. Tú y yo también somos pecadores débiles. Tú y yo también somos pecadores débiles. Amados, la única manera en que podemos producir una respuesta correcta es si Dios obra esa respuesta correcta en nosotros. El hace eso a través del Espíritu Santo. ¿No ven cuánto lo necesitan? Al reconocer tu necesidad de Él, también tienes que orar por su presencia y obra en tu vida. Ora y puedes orar esto conmigo ahora mismo en tu corazón: «Espíritu Santo, por favor obra en mi corazón para que confíe en las promesas del Evangelio. Ayúdame a darle la espalda a este viejo mundo y a mi vieja naturaleza, ayúdame a entrar en el arca por fe, confiando sólo en Cristo. Espíritu Santo, ayúdame a permanecer en Cristo y a alejarme de todo y de todos los que me aparten de Él». Esa es una oración que a Dios le encanta escuchar, una oración que Él responderá.
Veamos cómo Dios hace aún más por el creyente. ¿Has estado alguna vez en un barco que hace agua? Puede ser un poco alarmante, especialmente si el agua está agitada y tienes dificultades para achicar o bombear el agua. Ahora imagina a Noé y su familia en el arca sobre las aguas crecientes del Diluvio. El versículo 11 dice «fueron rotas todas las fuentes del gran abismo», es una imagen de toda el agua de la capa freática brotando violentamente de la tierra. Y dice: «… las cataratas de los cielos fueron abiertas. Y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches». No era una lluvia suave y ligera. Era como esas grandes lluvias monzónicas que se ven en los trópicos. Chubascos gigantes. Ahora imagine que el arca no fuera completamente navegable. Imagínese si había una fuga. No tenían bombas como las que tenemos hoy en día y ciertamente no habrían sido capaces de achicar una cantidad significativa de agua del arca. Noé y su familia entrarían en el arca sólo para que esta se hundiera y todos se ahogaran de todos modos.
Por eso las últimas palabras del versículo 16 reclaman nuestra atención: «Y Jehová le cerró la puerta». El arca tenía una puerta, pero para que el arca fuera hermética, esa puerta tendría que estar sellada. Dios hizo ese último trabajo en el arca para asegurarse de que Noé y su familia sobrevivirían a las aguas del juicio. Dios iba a ser fiel a su promesa para su salvación y la nuestra. El hecho de que Dios encerrara a Noé en el arca fue un acto de gracia y de fidelidad al pacto. Dios iba a asegurarse de que Noé y su familia fueran preservados hasta el final.
Amados, esto también nos ilustra los caminos de Dios con todos los creyentes. Imaginemos una situación en la que alguien se convierte en cristiano. Entra en el arca, por así decirlo. Entra en Cristo por la fe. Ahora imagine que Dios permitiría que tal persona se perdiera. Imagina que Dios no se ocupara de que esa persona se mantuviera a salvo en el arca, en Cristo. Realmente tienes que imaginarlo, porque es imposible. Nunca va a suceder. Es tan imposible como el hundimiento del arca que contenía a Noé y su familia. Era el barco verdaderamente insumergible y era insumergible porque Dios lo hizo así.
Del mismo modo, un cristiano que está verdaderamente en Cristo por la fe es insumergible. Si usted está verdaderamente en Cristo, nunca se perderá en las aguas del juicio. Dios promete que la salvación de cada uno de sus hijos es segura. En Mateo 18, cuando Cristo habló del hombre que va en busca de la única oveja perdida, dijo que la voluntad de su Padre era que no se perdiera ni uno solo de sus pequeños. Efesios 4:30 dice que hemos sido sellados para el día de la redención con el Espíritu Santo. Pablo dijo en 2 Timoteo 4:18 que confiaba en que Dios lo llevaría sano y salvo a su reino celestial. Y hay muchos más pasajes que enseñan la seguridad eterna del creyente.
¡Qué consuelo es saber que Dios mantiene un control más firme sobre nosotros que el que nosotros podríamos mantener sobre él! Qué consuelo es saber que una vez que nos hemos unido a Cristo, una vez que estamos en el arca, ¡nunca nos vamos a hundir! Qué consuelo es saber que Dios nos ha encerrado en Cristo, igual que encerró a Noé en el arca, y una vez que estamos allí, estamos a salvo para siempre. Queridos, el Evangelio promete este consuelo a todos los que se aferran a Cristo. Si nos apartamos de nuestros pecados y creemos en Él, podemos estar seguros de que el arca nos llevará a nuestro destino celestial: Cristo nos llevará a casa con nuestro Padre celestial.
En términos prácticos, esto significa que tenemos que aprender a desconfiar de nuestros propios sentimientos. Podemos tener momentos oscuros. Yo los he tenido y sé que algunos de ustedes también. Durante esos momentos oscuros, parece como si hubiéramos abandonado a Dios. Parece que hemos perdido el rumbo espiritualmente hablando. Parece como si hubiéramos perdido nuestras amarras. Incluso podemos preguntarnos si somos cristianos en esos momentos.
Una figura en la historia de la iglesia que tuvo tales dudas y luchas fue J. Gresham Machen. Fue uno de los padres fundadores de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa de Estados Unidos. Machen escribió sobre cómo experimentó horas oscuras «cuando la lámpara ardía tenuemente, cuando pensaba que la fe había desaparecido y que mi alma había naufragado». Le escribió sobre esto a su madre y ella le recordó: «Cristo se aferra más a nosotros que nosotros a Él». Machen escribió que las palabras de su madre significaban «que la salvación por la fe no significa que somos salvos porque nos mantengamos en todo momento en una actitud idealmente perfecta de confianza en Cristo. No, estamos salvados porque, una vez unidos a Cristo por la fe, somos suyos para siempre».
Somos suyos para siempre. Verán, una vez que estamos firmemente sellados en Cristo por Dios, nunca vamos a hundirnos. En su gracia, Dios nos llevará a través de las tormentas y los problemas. Él, que es fiel, lo hará, amigos. Confíen en Él
Piensen en aquel hombre al que entrevistaron sobre el huracán y en cómo su consejo fue que corriéramos. Ahora piensen también en la parábola que Jesús contó en nuestra lectura de Mateo 25 sobre las diez vírgenes. Las cinco vírgenes insensatas no estaban preparadas para la llegada del novio y por eso encontraron la puerta cerrada. ¿Qué consejo crees que les darían? Prepárense para el Novio, les dirían, prepárense para recibirle cuando venga. En los días del Diluvio, todo el mundo, excepto Noé y su familia, se quedó fuera. No querrán que les cierren la puerta cuando llegue el juicio final con el regreso de Cristo. Así que no es sólo el consejo de las Escrituras, sino incluso su mandato: para ser salvo, ¡corre y entra en el Arca mientras puedas! AMÉN.
Oración
Nuestro gran y amoroso Dios,
Gracias por tu bondad al darnos el mandato evangélico de arrepentirnos y creer. Gracias por tu gracia al darnos tu Espíritu Santo para que seamos capaces de responder a ese mandamiento. Te alabamos por tu maravillosa gracia al preservarnos para que perseveremos. Gracias por sellar con seguridad a todos los que están en Cristo. Por favor, ayúdanos a todos a ser hallados en Él, seamos jóvenes o viejos, seamos miembros de aquí o visitantes. Te pedimos que cuando llegue el juicio final, todos estemos seguros en el arca, seguros en Cristo. Mientras vivimos en este mundo, ayúdanos con tu Espíritu Santo a renunciar a todo lo que nos aleje de ti. Por favor, danos tu ayuda para compartir este mensaje del Evangelio con los que nos rodean. Tantos están en peligro de perecer en el día del juicio. Ayúdanos a amarlos y a hablarles del rescate disponible a través de lo que Jesús ha hecho en nuestro lugar.