¿QUIÉNES ERAN LOS PURITANOS?
Joel R. Beeke
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Manuel Bento y Francisco Campos
Hace más de cuatrocientos cincuenta años, Dios levantó en Inglaterra a un grupo de personas que amaba su Palabra y quería vivir tal y como la Biblia enseña. Debido a que otros se burlaron de ellos como pueblo «puro» de Dios, llegaron a ser conocidos como los puritanos. Sin embargo, ellos se llamaban a sí mismos «cristianos», y trataron de vivir las enseñanzas de reformadores como Martín Lutero, Martin Bucer, Henry Bullinger y Juan Calvino.
¿Quiénes y cómo eran los puritanos? Hay algunos que tienen ideas extrañas sobre ellos. Piensan que los puritanos siempre vestían de blanco y negro, que nunca permitían a nadie divertirse, que eran malvados y crueles. Se da por supuesto que «puritano» equivale a una persona religiosa malvada y peligrosa. Pero nada de esto es cierto.
En muchos sentidos, los puritanos eran como otras personas que vivieron en Inglaterra durante los siglos XVI y XVII. Trabajaban en granjas, o en sus oficios y vocaciones, mientras sus hijos jugaban en casa o estudiaban en la escuela. Algunos asistieron a la universidad para aprender a ser abogados, pastores o maestros. Disfrutaban de las carreras a pie o a caballo, la caza, la pesca, la práctica de tiro con armas y la lucha libre. Les encantaba la música y cantar. Se interesaban por los últimos descubrimientos de la ciencia y la medicina. Pensaban que el gobierno debía respetar los derechos de las personas, y lucharon guerras por defenderlos. Escribieron poesía y preservaron diarios acerca de sus vidas. Amaban a sus cónyuges y a sus queridos amigos. En todo, los puritanos eran personas comunes como tú y yo.
Sin embargo, los puritanos destacaron por su labor en aplicar la fe reformada a todo, de acuerdo con la Palabra de Dios. A mediados del siglo XVI, el conocimiento sobre la Biblia era muy escaso en gran parte de Inglaterra. Durante largos años, los cristianos ingleses habían formado parte de la Iglesia Católica Romana con sus falsas enseñanzas, rituales fabricados por el hombre, y su gobernante espiritual, el Papa. El rey Enrique VIII había alejado a la Iglesia de Inglaterra del control papal, y aunque la reina María I volvió a poner a la iglesia inglesa bajo el dominio de la Iglesia Católica Romana, la reina Isabel I la separó de Roma de una vez por todas. No obstante, la Reforma apenas comenzaba a afectar a Inglaterra. La reina Isabel no quería que la gente cambiara demasiadas cosas en la iglesia, pero los puritanos creían que la Palabra de Dios debía de ser predicada a toda la nación y la adoración llevarse a cabo de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto les causó muchos problemas con los líderes de la iglesia y el gobierno. Algunos puritanos abandonaron Inglaterra para vivir en el exilio en los Países Bajos, donde encontraron amigos en las iglesias reformadas. Otros llegaron a la otra orilla del Océano Atlántico, plantando las colonias de Massachusetts y Connecticut. Durante un corto espacio de tiempo (1649-1660), los líderes puritanos gobernaron Inglaterra como una república y la nación no tuvo rey. Jugaron un importante papel en la historia inglesa, holandesa y estadounidense.
¿Cómo explicar qué fue lo que hizo que los puritanos fueran como eran? La diferencia entre los puritanos y la mayoría de las otras personas comenzaba con su fe en la Biblia como Palabra de Dios. Ellos creían que cuando leían o escuchaban la Biblia, Dios les estaba hablando. Siendo así, la Biblia es perfecta y debe creerse y obedecerse en todo lo que enseña. Enseñaron a sus hijos a leer a fin de que ellos también pudieran leer el Libro de Dios. Gran parte de los otros libros que leyeron y escribieron trataban sobre la Biblia. Amaban los buenos sermones, que para ellos eran aquellos que les ayudaban a entender y obedecer la Biblia, a odiar el pecado y a amar al Señor Jesucristo como su Salvador y Señor. Sus canciones favoritas eran los salmos musicalizados de la Biblia. La Biblia era el alimento espiritual que comían y bebían todos los días.
Mediante la Biblia, los puritanos aprendieron a conocer al gran y buen Dios. Su Dios es el majestuoso Rey que gobierna sobre el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos porque Él los hizo. Él está en control de todo lo que sucede, ya que incluso las cosas malas son planificadas por Dios para el bien. A diferencia de un rey humano, Dios es Espíritu y vive en todas partes; nunca nació y nunca morirá. Los puritanos creían que Dios ama a los pecadores a pesar de que estos le odien. Dios los ama tanto que Dios envió a su Hijo a morir por los pecados de su pueblo escogido y envió su Espíritu a vivir dentro de ellos. El Dios que adoraban los puritanos es el Dios de la Trinidad: un Dios que es tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Muchos dicen creer en Dios, pero los puritanos amaban a Dios y querían conocerle y pensar en Él tanto como les fuera posible.
Sabían que este Dios solo puede conocerse por medio de la persona y la obra de Jesucristo. Cualquiera que fuera la parte de la Biblia que estaban estudiando, los puritanos se preguntaban cómo esta nos señala a Cristo. Se asombraban de que Dios Hijo se convirtiese en hombre como nosotros, sin dejar de ser plenamente Dios. Enseñaron que el Señor Jesús es el Profeta que enseña a su pueblo la verdad, el Sacerdote que se sacrificó por sus pecados, y el Rey que los gobierna por el Espíritu Santo. Él es el único Mediador o intermediario que puede llevarnos a Dios. Dedicaron tiempo a meditar y regocijarse en cada uno de los muchos nombres y títulos de Cristo en las Escrituras. Creían que Cristo era completamente digno de amor, por lo que querían estar lo más cerca posible de Él y ser lo más parecido posible a Él. Toda la esperanza puritana pendía de Cristo, por lo cual tenían una gran esperanza, ya que Dios Padre honrará a su Hijo y su reino no fracasará.
Dado que las personas solo pueden recibir a Cristo por medio de la fe, los puritanos creían en la necesidad de que todos se convirtieran. Toda persona comienza su vida siendo pecadora por causa del pecado de Adán. Una de las primeras cosas que los puritanos enseñaban a sus hijos era que en la caída de Adán, todos pecamos. El pecado no es solo un error o imperfección. Es el mal, el peor de los males, mucho peor que el mayor dolor que exista, y el pecado más mortal es nuestra incredulidad. Los puritanos no creían que el bautismo o la Cena del Señor tuvieran poder para salvar a los pecadores sin un cambio interior del corazón. Instaron a las personas a arrepentirse de sus pecados y confiar solo en Cristo para salvarlos. Muchos de sus sermones y libros hablan sobre qué es la conversión y cómo se produce, a fin de que las personas puedan saber si son salvas. Pensaban que saberse un hijo de Dios era lo más dulce del mundo.
Siendo la conversión el comienzo de la experiencia cristiana, los puritanos cultivaron la piedad, la cual involucraba su cabeza, corazón y manos. Ya que Dios ha hablado y tenemos su Palabra, hemos de emplear nuestras mentes en conocer de Él. El cristianismo puritano era pensante, y exigía meditar o considerar cuidadosamente lo que se escuchaba de la Biblia. Sus predicadores llenaron sus sermones de puntos de doctrina para entender y creer. Sin embargo, la cosa no se detuvo ahí. Los puritanos buscaron conocer a Dios en la experiencia de sus corazones. Advirtieron a los pecadores que, para arrepentirse, necesitaban sentir la maldad de sus pecados. Querían que los cristianos pudieran probar un poco del cielo en esta tierra por medio del Espíritu Santo que se les dio. Estudiaron cómo el Espíritu Santo mata los deseos malignos en los hijos de Dios, haciéndolos más como Cristo. Además, llamaron a los cristianos a poner su fe en una acción práctica, dando instrucciones específicas sobre cómo las personas deben tratarse entre sí como esposos y esposas, hijos y padres, pastores y miembros de la iglesia, funcionarios del gobierno y ciudadanos, y así sucesivamente. Todo basándose en la Biblia. Estaban convencidos de que la gracia de Dios en el corazón produce fruto en buenas obras. La santidad no era algo solo para las reuniones de la iglesia, sino para toda la vida.
Para ellos la piedad y el crecimiento espiritual era el viaje del peregrino cristiano al cielo. Sabían que este mundo no es su hogar, que los creyentes en Cristo son ciudadanos de un país mejor, la ciudad celestial de Dios. La vida es un vapor, pero los cristianos se dirigen a la gloria. Medían la vida de un hombre, no por la cantidad de dinero que obtenía en esta vida, sino por su progreso como peregrino hacia el cielo a través de las pruebas y las tentaciones. A menudo meditaban en el descanso eterno del pueblo de Dios con Cristo en la gloria. Como resultado de esto, eran audaces en la vida y estaban preparados para la muerte.
Como peregrinos en camino hacia su hogar celestial, los puritanos mostraron una resistencia paciente bajo las pruebas. La vida era dura en los siglos XVI y XVII, y ellos soportaron mucho sufrimiento. Sufrieron en desastres, como la terrible enfermedad conocida como «la peste» o el Gran Incendio de Londres (1666). Sufrieron cuando Inglaterra fue destrozada por la guerra civil y miles de hombres perecieron por la espada, el mosquete y el cañón. Sufrieron al enterrar muchas esposas que murieron en el parto en aquella época, y a muchos hijos que murieron jóvenes. Los cristianos a veces se sienten desanimados incluso cuando la vida es buena. Los puritanos lo llamaban «melancolía», aunque nosotros lo conocemos por depresión. A través de todo este dolor, los puritanos fueron maestros y modelos de confianza en las promesas de Dios y el sometimiento a Su voluntad.
Sin embargo, no trataron de superar las pruebas por sí mismos, sino por medio de la ayuda de la verdadera iglesia. Aunque sabían que el Espíritu Santo obra cuándo y cómo le place, entendieron que el Espíritu bendice lo que ellos llamaban «los medios de gracia». Dichos medios son la lectura y escucha de la Palabra de Dios, la adoración junto con el pueblo de Dios, el bautismo, la Cena del Señor y las conversaciones piadosas con amigos cristianos. La historia les había enseñado, sin embargo, que no todas las iglesias eran verdaderas y fieles a Dios; muchas iglesias habían reemplazado la Palabra de Dios por las ideas y tradiciones del hombre. Por lo tanto, los puritanos afirmaron que la iglesia, su adoración y sus líderes, deben seguir el patrón que Dios nos entrega en la Biblia, sin agregarle ni restarle. La predicación debe ser clara, claramente basada en la Biblia, informando a la mente y apuntando directamente hacia el corazón. Aunque tenían fuertes creencias acerca de la iglesia, los puritanos no eran una organización o denominación separada; lo que los mantenía unidos eran sus creencias compartidas y las amistades entre personas que amaban a Cristo y se amaban unos a otros.
Para ellos, el lugar donde el amor cristiano se vivía por primera vez era el hogar. Se tomaron muy en serio la responsabilidad de padres y madres por criar a sus hijos en los caminos de Dios. Escribieron libros sobre el matrimonio y la vida familiar para enseñar cómo la Palabra de Dios debía guiar a cada persona en sus relaciones en el hogar. Esperaban que los padres dirigieran la adoración familiar, y creían que la familia que ora unida disfruta de la sonrisa del cielo, y si lee la Biblia unida, escucha la voz de Dios en su hogar. Los pastores puritanos escribieron muchos catecismos para ayudar a padres e hijos a aprender las verdades básicas de la Palabra de Dios. Sin eliminar la necesidad de asistir a la iglesia, ellos querían que cada familia fuera una pequeña iglesia donde se glorificase a Dios por medio de Jesucristo. Entendieron que las familias cristianas son una forma importante en la que Dios levanta a la próxima generación de líderes y miembros para la iglesia, y confiaron en que su Dios, fiel al pacto, bendeciría sus esfuerzos por criar a sus hijos en el Señor.
Los puritanos no se escondieron en sus hogares e iglesias, sino que mostraron una preocupación real por el bienestar y la justicia de su nación. Aunque sabían que este mundo no era su hogar, anhelaban que Cristo fuera amado y honrado en sus ciudades, pueblos y campos. Buscaron moldear el gobierno y los negocios a las enseñanzas de la Biblia, a la vez que reconocían que las leyes de Dios para el antiguo Israel no eran necesariamente sus leyes para Inglaterra. Cuando sucedía algún desastre, los puritanos respondían con oración y ayuno para que Dios fuera misericordioso con su nación. Querían que el Señor fuera honrado en la siembra y recolección de la cosecha, la compra y venta de bienes en el mercado, y los juicios del tribunal. En pocas palabras, su anhelo era que toda la vida se viese reformada por la Palabra de Dios, para la gloria de Dios.
Aunque la gran era de las misiones modernas no vería su amanecer hasta un siglo después de la era puritana, los puritanos tenían sus corazones puestos en la propagación del reino de Cristo por todo el mundo. Sus iglesias oraban regularmente por la salvación de los judíos, el fortalecimiento de la iglesia perseguida en otras naciones, y el avance del reino de Cristo entre todos los pueblos. Formaron y enviaron a cientos de predicadores del evangelio a lugares de su propia tierra que seguían en tinieblas. Apoyaron las misiones coloniales a los nativos americanos para que ellos también pudieran escuchar de Jesucristo y ser salvos, y pueblos enteros acabaron convirtiéndose en lugares de oración.
Su meta no fue comenzar una nueva religión, sino seguir la senda antigua revelada al pueblo de Dios en la Palabra. Hoy en día la gente presta poca atención al pasado, y piensa que las ideas más novedosas son las mejores. Puede que esto sea a veces cierto para las invenciones y las máquinas, pero los puritanos sabían que cuando se trata de Dios, la iglesia y cómo viven las personas, las antiguas formas suelen ser mejores porque Dios no cambia. Por tanto, los puritanos se veían a sí mismos como parte de una larga línea de hombres y mujeres piadosos a través de los siglos. Leyeron libros antiguos y aprendieron de cristianos que vivieron muchos siglos antes que ellos. De esta manera, siguieron los pasos de reformadores como Lutero y Calvino, cuyo objetivo fue también restaurar la iglesia a una devoción simple y pura a la Palabra de Dios, que no estuviese mezclada u oscurecida por tradiciones y rituales creados por el hombre y agregados a la iglesia a lo largo de los años.
Los puritanos eran cristianos reformados. El cristianismo había sido deformado por enseñanzas y prácticas ajenas a la Biblia. Necesitaba reformarse mediante la Palabra de Dios. Su marca distintiva fue darse cuenta de que la reforma debe comenzar con la aplicación de las verdades de la Biblia al corazón y fluir hacia afuera, hacia la vida práctica en familia, el lugar de trabajo, la iglesia y la nación. Por tanto, se esforzaron por la pureza de la doctrina cristiana, la adoración y la vida. Aunque no vivimos en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, y por lo tanto no podemos ser «puritanos», podemos aprender mucho de ellos sobre lo que significa vivir para Dios por fe y obediencia a Su Palabra.
Una enseñanza cómo Los puritanos Amán a Dios sin ningún compromiso o trueque son personas que aman a Cristo Jesús sin compromiso es un verdadero amor así es que nosotros cómo cristianos debemos amar a señor JESUCRISTO que por medio de Él llegamos ala vida eterna amén