UNA CITA A LA QUE NO FALTARÁS
Autor: Joel Beeke
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Francisco Campos
Estimado lector,
Es posible que tú y yo no nos conozcamos; posiblemente nunca nos veremos en esta vida. Sin embargo, deseo escribirte una carta personal.
Te escribo porque tú y yo tenemos más en común de lo que crees. Aunque es posible que nunca nos encontremos en este mundo, algún día estaremos presentes frente a frente porque ambos poseemos un alma que nunca muere. Con esta alma ambos debemos comparecer ante Dios nuestro Creador en el día del gran juicio. “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Heb 9:27).
Puedes hacer todo lo que esté a tu alcance para alejar el pensamiento de la muerte de tu mente. Sin embargo, no puedes escapar del hecho de que vas a morir. Sabes que morirás y enfrentarte a Dios. Tal vez eres reacio a pensar en la muerte porque también sabes que el juicio viene después de la muerte tan seguramente como la noche viene después del día. Por lo tanto, difícilmente puedo insistir en hacerte una pregunta más urgente que esta: ¿Qué pasará contigo cuando mueras?
La Biblia, la conciencia y el sentido común, todos te declaran que hay una eternidad que debes enfrentar. Por lo tanto, no evites esta pregunta por tu propio bien: ¿Estoy preparado para morir y enfrentar a Dios como Juez?
Lamento tener que decirte que millones de personas hoy piensan que están preparadas para encontrarse con Dios, pero ellas terminarán en el infierno después del día del gran juicio. Esto es lo que Dios nos dice en Su Santa Palabra: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat 7,22-23).
¿Alguna vez consideraste lo terrible que será el despertar para aquellos que viajan en esta vida, pensando que todo está bien con ellos, y tengan que escuchar en ese día mientras están de pie ante el Dios Altísimo: “Nunca te conocí”? Las palabras no pueden describir la angustia del alma cuando escuchen la sentencia: “Apártense de mí, hacedores de maldad”. ¿Estaremos tú y yo también entre estos “muchos” decepcionados de los que Cristo habla en Mateo 7?
Estimado lector, por favor dame cinco minutos de tu tiempo para tratar de mostrarte quién terminará en el infierno y quién terminará en el cielo.
El camino ancho hacia la destrucción eterna
Primero, debo decirte honestamente que la Biblia nos informa en Mateo 7 que la gran mayoría de las personas irán al infierno. “Porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). Tal vez esto te suene cruel, pero este triste hecho es cierto no porque Dios sea cruel; más bien, nosotros somos crueles con nosotros mismos. Voluntariamente desafiamos a nuestro Creador y despreciamos Su amor, mientras pisoteamos Sus mandamientos que nos ha dado para nuestro verdadero bienestar. Debido a tal rebelión y maldad, todos merecemos la muerte y el infierno. Estas son las dos únicas cosas que nos hemos ganado: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y la “paga del pecado es muerte” (Rom 6:23).
¿Qué clase de personas están incluidas en esta vasta multitud que se va al infierno?
1. Toda la gente impía terminará en el infierno. Esto incluye a aquellos que viven abiertamente vidas malvadas, haciendo cosas como:
- pasar su tiempo en tabernas y gastar su dinero en bebidas y drogas,
- participar en relaciones sexuales ilícitas,
- tratando el domingo como un día más de la semana,
- ver diariamente la visualización gráfica del pecado en una pantalla de televisión,
- jurando abiertamente contra Dios al usar Su Santo Nombre en vano,
- vivir una vida de rebelión contra los padres y la autoridad impuesta por Dios.
Esas personas impías terminarán en el infierno a menos que sean llevadas al verdadero arrepentimiento y conversión por el poder todopoderoso de la gracia de Dios. ¿Tú eres de este grupo? Si es así, ¡te insto a que te arrepientas, confieses y vengas a la gracia, antes de que sea demasiado tarde para buscar al Señor!
2. Todas las personas mundanas terminarán en el infierno. Terminarán en el infierno los que se abstienen de pecados graves, pero cuyas vidas están entrelazadas con el mundo, que viven sin preocupación cuando continuamente hacen cosas como:
- colocarse por encima y delante de Dios,
- valorar más las posesiones de las riquezas mundanas que las riquezas de la gracia de Dios,
- darle más importancia a los deseos de otras personas por encima de la voluntad de Dios como se revela en Su Palabra,
- valorar más las necesidades de la vida diaria que la necesidad de un Salvador para sus almas inmortales,
- considerar que los resultados del pecado son más trágicos que ofender y pecar contra su santo Creador que los colma de bendiciones,
- creer que es más importante lo que sus vecinos y amigos piensan de ellos que lo que Dios piensa de ellos.
Estos terminarán en el infierno a menos que sean llevados al verdadero arrepentimiento y conversión por el poder todopoderoso de la gracia de Dios. ¿Estás dentro de este grupo?
Si es así, debo decirte: El cielo mismo no sería felicidad para ti si llegaras allí, porque el Señor del cielo no es tu amigo, lo que le agrada a Él no te agrada; lo que le disgusta no te da dolor. Su Palabra no es tu consejero; Su día [de reposo] no es tu deleite; Su ley no es tu guía. No te interesa oír hablar de Él y te interesa menos hablar con Él. Estar para siempre en Su compañía sería algo que no podrías soportar; la sociedad de santos y ángeles te cansaría. En lo que respecta a tu vida práctica, no te importa la Biblia, y menos te importa Cristo, y la salvación es algo que no necesitas. “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo “. … No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Efesios 5:14; Mat 6:24).
3. Muchas personas religiosas terminarán en el infierno. Es posible estar destinados al infierno, aunque seamos fieles asistentes a la iglesia, maestros de escuela dominical e incluso ministros. La religión puede ser nuestro tema favorito, nuestra conversación puede ser sobre Dios y Cristo, y nuestro camino externo de la vida puede ser intachable, pero a pesar de todo ello, nuestra alma no se salvará de la destrucción.
Podemos ser tan religiosos como las cinco falsas vírgenes en Mateo 25, poseyendo la misma confesión, la misma expectativa, las mismas lámparas y la misma apariencia externa que las cinco vírgenes sabias, y aun así perecer. Podemos ser tan religiosos como Acab, de quien la Escritura dice: “… rasgó sus vestidos y puso cilicio sobre su carne, ayunó, y durmió en cilicio, y anduvo humillado” (1Rey 21:27), y aun así no se convirtió.
Es posible experimentar convicciones comunes de pecado e impresiones de Dios y Sus atributos santos; incluso reconocer el pecado y quedar humillados por él, llorar y orar por él, tener miedo de pecar de nuevo, y aun así no entrar en el reino de los cielos. Piensa en Caín, Saúl y Judas.
Necesitamos más que una religión a medias y asistir a la iglesia. Lo que necesitamos es la obra irresistible y regeneradora del Espíritu Santo para nacer de nuevo y convertirnos. Sólo así amaremos a Dios con todo nuestro ser, que es el ingrediente clave que falta en los ejemplos anteriores, y desearemos a Dios como un hombre sediento que anhela agua fresca. Sólo entonces quedaremos capacitados por la gracia de Dios para estar preparados para encontrarnos con el Señor. “Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas” (Lucas 11:35).
¿Cómo puedo saber si estoy incluido entre los que están destinados al cielo?
El camino angosto hacia la vida eterna
Todos los que lleguen al cielo confesarán que su salvación es un gran milagro de la gracia gratuita de Dios. Todas ellas serán almas que hayan nacido verdaderamente de nuevo por el Espíritu Santo (véase Juan 3). Son personas que han sido convertidas por Dios. En su conversión experimentan tres cosas: (1) una tristeza sincera por su propia pecaminosidad, (2) un gozo sincero por la salvación en Jesucristo, y (3) una gratitud sincera a Dios por Su gran salvación (ver Romanos 7:24-25; Salmos 50:15).
1. Dolor sincero por su propia pecaminosidad
Cuando el Espíritu Santo comienza a obrar la salvación en un pecador, no comienza mostrándole a Cristo. Por naturaleza, no hay lugar en nuestros corazones para Cristo. Más bien, Él pone a un pecador cara a cara con su trágica miseria y peligroso estado de pecaminosidad ante Dios. El pecador es llevado a experimentar:
- un dolor sincero por sus innumerables pecados reales en pensamientos, palabras y acciones contra un Dios omnisciente;
- un dolor sincero por estar sin Dios, sin Cristo y sin esperanza en el mundo;
- un dolor sincero por su terrible pecado original a través de su profunda caída en Adán, que le enseña que todo su corazón no es más que una fuente de contaminación y corrupción;
- un dolor sincero no solo porque la carga del pecado se vuelve demasiado pesada para soportarla, sino también porque le resulta imposible liberarse de esta carga;
- un dolor sincero cuando es llevado al punto en que se da cuenta de que no puede salvarse a sí mismo y, sin embargo, que necesitar ser salvo, para que entonces clame: “Señor, Tú eres justo y recto para desecharme para siempre, pero ¿es posible que haya alguna manera para escapar de Tu castigo divino y ser restaurado en Tu favor?”
¿Te has convertido también en un pecador tan preocupado, miserable, indigno, culpable y perdido, un pecador que sabe por experiencia que no hay esperanza de salvación de su parte?
2. Gozo sincero por la salvación en Jesucristo
Cuando el pecador experimenta que, por sí mismo, no tiene más futuro que la condenación, y que el Espíritu Santo le permite arrojarse sobre Dios como el único lugar de refugio, ese mismo Espíritu bendito revelará el camino indescriptiblemente rico del Dios trino de salvación y liberación a través de la sangre y la satisfacción del Señor Jesucristo. El pecador es llevado a experimentar:
- una necesidad de Cristo;
- una visión de algún aspecto de la obra expiatoria de Cristo en su belleza, plenitud e idoneidad;
- una revelación de Cristo en su alma por medio de la Palabra y el Espíritu a través de la cual aprende cómo Cristo ha obedecido plenamente la ley y ha soportado plenamente el castigo del pecado en nombre de los pecadores caídos e indignos;
- una aplicación de la obra de Cristo por la cual puede aceptarlo con gozo indescriptible como su Salvador y su salvación.
¿Has experimentado a Cristo como el gran camino de liberación a través del poder del Espíritu Santo quien aplica la Palabra de Dios a tu alma? ¿Te ha hecho desear conocer a Cristo cada vez más como tu todo en todo, conocerlo experiencialmente como el Salvador exclusivo y dispuesto que salva completamente?
3. Sincera gratitud a Dios por Su salvación
Finalmente, aquellos que verdaderamente experimentan el camino de la salvación de Dios en Jesucristo también expresarán una gratitud de todo corazón por tan grande liberación: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?” (Salmos 116:12). Desean entregar todo, alma y cuerpo, en el tiempo y la eternidad, en las manos del Señor, postrarse a Sus pies en verdadera sumisión y confesar: “Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. A pesar de muchas deficiencias de nuestra parte, deseamos vivir para la gloria de Dios sobre todas las cosas y servir amorosamente a nuestro prójimo para su bienestar espiritual y temporal.
Estimado lector, examínate a ti mismo.
¿Qué camino estás recorriendo?
¿Estás viajando por el camino ancho hacia la destrucción eterna o el camino estrecho hacia la vida eterna? En este mundo hay muchos caminos, pero en el mundo espiritual solo hay dos, y estos dos nunca se cruzan. Son tan opuestos entre sí como la oscuridad y la luz, Satanás y Dios, la naturaleza y la gracia, el infierno y el cielo. Sólo Dios, en Su gracia gratuita, puede sacarnos del camino ancho hacia la destrucción y colocarnos en el camino estrecho hacia la vida eterna.
Pecador, te suplicamos que te apartes de tus caminos pecaminosos y malvados. Clama por la verdadera conversión a Aquel que no sólo dijo: “Debes nacer de nuevo”, sino que también testificó de Sí mismo: “El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Tu alma está perdida y tu condición es miserable; por lo tanto, ruega al Señor que te muestre esto, para que pueda hacer espacio dentro de ti para el mensaje del evangelio de Jesucristo y, este crucificado.
Permíteme darte una última advertencia. En los veintisiete libros del Nuevo Testamento, el infierno se menciona 234 veces. Si el camino de la vida tuviera 43 kilómetros de largo, y hubiera 234 vallas publicitarias a lo largo de esta ruta que dijeran: “Este camino conduce al infierno”, ¿te quedarías en ese camino? Mientras seas un pecador impenitente, incrédulo, sin Cristo, satisfecho de ti mismo, estás en este camino al infierno. El infierno es el fin de una vida mundana o religiosa que permanece sin Cristo.
Este breve mensaje es otra valla publicitaria enviada por Dios a ti en tu camino de vida para advertirte que todos los caminos del hombre terminan en la muerte. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).
¿Cuántas vallas publicitarias más enviará el Señor a tu camino antes de que Su paciencia llegue a su fin, y Él cumpla Su propia Palabra: “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio?” (Hebreos 9:27).
Date prisa, pecador, por el bien de tu vida. El hilo de tu vida aún no está cortado, pero se está volviendo cada vez más delgado y quebradizo. El Señor todavía te llama: “Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ezequiel 33:11).
La puerta de la gracia sigue abierta. El trono de Cristo aún no está cerrado. ¿Escucharás Su voz antes de que sea demasiado tarde? “Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían” (Sal 2:12).
Todos los que han vivido sin Dios en la tierra estarán sin Dios en el infierno. Qué terrible será experimentar con el hombre rico en Lucas 16:23-24: “Y en el Hades (infierno) alzó sus ojos, estando en tormentos… dijo… estoy atormentado en esta llama”.
Querido amigo, deseo advertirte con amor. Tú y yo no podemos escapar de la muerte. Es una cita a la que acudiremos sin importar lo que pase.
¿Estás preparado para morir?
Autor
El Dr. Joel R. Beeke se desempeña como Presidente y Profesor de Teología Sistemática, Historia de la Iglesia y Homilética. Ha estado en el ministerio desde 1978 y ha servido como pastor de su iglesia actual desde 1986. También es editor de Banner of Sovereign Grace Truth, director editorial de Reformation Heritage Books, presidente de Inheritance Publishers y vicepresidente de la Dutch Reformed Translation Society. Ha escrito, es coautor y editor de cincuenta libros y ha contribuido con más de mil quinientos artículos a libros, revistas, publicaciones periódicas y enciclopedias reformados. Su Ph.D. (1988) del Seminario Teológico de Westminster lo obtuvo en Reforma y Teología Post-Reforma. Con frecuencia es llamado a dar conferencias en seminarios reformados y a dar conferencias en todo el mundo. Él y su esposa, María, tienen tres hijos: Calvino, Ester y Lidia.