Una defensa de la creación de seis días
Autor: G. I. Williamson
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Jorge de Sousa y Francisco Campos
Estoy convencido de que nosotros, en la comunidad presbiteriana y reformada, hemos perdido credibilidad con respecto a esto.
Ahora ya tengo sesenta y un años como pastor reformado, y estoy muy consciente del hecho de que no es probable que me queden muchos más años de servicio. Por lo tanto, antes de que el Señor me llame a su presencia, quiero dar testimonio fiel de una de las doctrinas fundamentales de la Biblia. Es tan fundamental que es lo primero que se afirma en los credos más antiguos de la iglesia: “Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”, y “de todas las cosas visibles e invisibles”. La palabra griega traducida como ‘creador’ es ποιητην. En latín es creatorem. Y la Biblia misma, antes de decir cualquier otra cosa, dice “en el principio” Dios “creó” (hebreo bara) “los cielos y la tierra”. También dice claramente que lo hizo “en el espacio de seis días, y todo muy bueno”.
Esta doctrina de la creación de seis días fue también el consenso de los teólogos, ministros y ancianos en la Asamblea de Westminster. Y estoy convencido de que nosotros, en la comunidad presbiteriana y reformada de hoy, hemos perdido credibilidad con respecto a esta afirmación. Todavía decimos quecreemos cada palabra de la Biblia, incluyendo lo que dice acerca de la creación. También decimos que nos suscribimos a los Estándares de Westminster. Pero la verdad es que ya no estamos unidos en lo que queremos decir cuando decimos esto. Y estoy convencido de que esto ha debilitado seriamente nuestro testimonio hacia los incrédulos.
Soy muy consciente del hecho de que nuestra tolerancia de los puntos de vista del “día-era”, “analógico” y “marco” es vista por algunos como algo muy bueno. Demuestra que no somos fundamentalistas cerrados. Y por esta razón todavía podemos ser personas respetadas por intelectuales y científicos. Incluso podemos unirnos a ellos para ridiculizar a personas como Ken Ham por sus intentos de mantener y defender una lectura literal del relato de la creación del Génesis. Estoy dispuesto a admitir que en algún momento me sentí atraído por este punto de vista. También quería que me respetaran. Y ciertamente ha habido aspectos del fundamentalismo con los que no estoy de acuerdo.
Pero cuando se trata de un elemento tan fundamental de la fe como la doctrina de la creación, no me avergüenza decir que he llegado al punto en que, en esta doctrina, estoy más en armonía con ellos que con gran parte del material escrito por aquellos que rechazan la creación de seis días.
Esto es lo que me preocupa. Parece haber más consenso en la negación que en la afirmación. Se dice mucho más sobre lo que no sucedió, que sobre lo que sí sucedió. He leído una y otra vez materiales defendiendo la visión de la creación del día-era. También he hecho lo mismo con respecto a los argumentos para la postura analógica y la postura marco. Y no puedo decir que alguna vez haya sido capaz de entender claramente ninguno de estos tres conceptos. Lo único que parece claro en estos tres puntos de vista es su rechazo del punto de vista que prevaleció a lo largo de la historia de la iglesia hasta el surgimiento de la teoría de la evolución. Por lo tanto, quiero decir por qué ya no creo que estas opiniones negativas debieron haber sido toleradas en primer lugar.
[1] Mi primera razón es que estoy convencido de que el relato del Génesis de la creación fue dado por inspiración divina; dado por el único Dios verdadero que conoce todas las cosas, y que fue diseñado por Él para ser claramente entendido por su pueblo a través de todas las generaciones. Es por eso que no se da en términos técnicos, o lo que llamamos términos científicos, sino que se expresa en palabras que pueden ser entendidas tanto por los indoctos como por los doctos. Y ha sido entendido por personas de todos los ámbitos de la vida. Esto es posible porque la obra de la creación de Dios se describe como un hombre ordinario la describiría si hubiera estado allí para verla suceder.
Cada vez que pienso en esto, también pienso en algunos de los milagros de la creación de Jesús. Son descritos por hombres que presenciaron estos eventos. Jesús creó vino en una tarde. Otro día creó comida para miles de personas. Sabemos que estas cosas sucedieron porque tenemos el testimonio de hombres que estuvieron allí para verlo suceder. No hay necesidad de inventar teorías para tratar de “ayudarnos a entender lo que realmente sucedió” porque sucedieron tal como la Biblia dice que sucedieron.
Y creo que es lo mismo con la obra de la creación de Dios. Él se ha acomodado a nosotros describiendo en palabras que un testigo ocular usaría si hubiera estado allí durante los seis días de la creación. Y no hay más razón para dudar de lo que dice sobre cuánto tiempo tardó (días, no años, y ciertamente no edades) en suceder. Al igual que el resto de esos primeros capítulos de Génesis, estos primeros capítulos también nos dicen lo que realmente sucedió y cuánto tiempo tardó en suceder. Y no tenemos más derecho a cuestionar lo que dice –literalmente– que a cuestionar lo que sucedió con los milagros de Jesús.
[2] Mi segunda razón para afirmar la creación de seis días es que no estoy convencido de la finalidad o incluso la certeza de gran parte del pensamiento científico actual. Soy demasiado sencillo para siquiera comenzar a entender mucho de lo que algunas de estas personas están diciendo. Pero he leído lo suficiente como para saber que muchas veces en la historia la gente ha pensado que contaba con las respuestas definitivas. Pensaron que Pablo era un tonto por hablar de Jesús y la resurrección corporal. Pero una y otra vez el pensamiento científico (filosófico) ha cambiado sus posiciones. Y no veo ninguna razón para pensar que incluso el pensamiento más avanzado de hoy conservará su dominio en las generaciones venideras.
Sólo Dios sabe todo lo que hay que saber, y ha hablado a su pueblo. Ha dicho que sólo le tomó seis días crear el universo que habitamos. Y no creo que haya, o llegue a haber alguna vez, ningún descubrimiento científico que pueda desacreditar lo que Dios ha dicho. Sí, las teorías científicas parecen desacreditar ese relato de la creación. Pero tengan paciencia. Con el tiempo se verá que esos humildes creyentes de la Biblia tenían razón todo el tiempo: fue una creación de seis días.
Nuestros padres creían que la Biblia fue escrita de tal manera que es accesible a todo el pueblo de Dios. No es un libro que sólo los eruditos puedan entender. No, fue escrito por inspiración divina para ser claro para la gente común. La Asamblea de Westminster de teólogos, ministros y ancianos fue una asamblea de hombres que eran eruditos y brillantes. Pero no eran hombres que despreciaban a personas como tú y como yo como si fuéramos fundamentalistas ignorantes. Esto es lo que dijeron acerca de personas como tú y yo y el entendimiento de las Escrituras.
Todas las cosas en las Escrituras no son igualmente claras en sí mismas, ni igualmente claras para todos; sin embargo, aquellas cosas que son necesarias para ser conocidas, creídas y observadas para la salvación, están tan claramente propuestas y abiertas en algún lugar u otro de la Escritura, que no sólo los eruditos, sino los indoctos, con un uso debido de los medios ordinarios, pueden alcanzar una comprensión suficiente de ellos (CFW 1: 7).
En mis años como pastor reformado no puedo recordar a ningún cristiano mayor que dudara de la creación de seis días. Por el contrario, una y otra vez, los escuché afirmar que esta era su convicción. Y también escuché a muchos de ellos decir algo como esto: ‘Creo en la creación de seis días, y no puedo entender por qué estos eruditos educados tienen tantos problemas para aceptar lo que Dios ha declarado tan claramente’.
[3] Mi tercera razón para afirmar la creación de seis días se encuentra en el principio declarado por Jesús. Dijo que podemos juzgar las cosas “por sus frutos” (Mt. 7:16, 20). Y cuanto más tiempo hemos tolerado estos otros puntos de vista, más evidencia se ha acumulado para mostrar que la negación de la creación de seis días ha sido destructiva. Hay personas que sin duda desean sinceramente ser “reformadas”, quienes creen que es mejor que detengamos nuestra oposición a la evolución. Pero si la evolución es aceptada como verdadera, significa que la muerte no es el resultado del pecado, sino que debe considerarse como algo normal.
¿Y qué hay de Adán? ¿Hubo alguna vez un individuo con ese nombre que se quedó allí solo, antes de que hubiera cualquier otro “humanoide”, antes de que hubiera una sola mujer? ¿O la palabra Adán “realmente” se refiere a alguna asamblea tribal o a un individuo señalado de alguna asamblea tribal, etc.? La especulación que tiene lugar hoy en día es alucinante. Sin embargo, toda la estructura del diseño de Dios para la historia de la humanidad, según el apóstol Pablo, sólo puede entenderse correctamente como la (verdadera) “historia” de los dos Adanes. 1
El hombre literal, original, creado por primera vez con ese nombre, de quien descienden todos los demás seres humanos; y el Hijo de Dios literalmente encarnado, que se hizo hombre en el tiempo y en el espacio para fundar una nueva raza humana a través de su obra de redención. En mi lectura de los últimos años veo el tipo de fruto que muestra lo que esta concesión nos ha traído. La negación de la doctrina de Westminster2 es algo malo, y esto se ve confirmado por el fruto que está produciendo. Así pues, estoy convencido de que no hay necesidad mayor o más urgente en las Iglesias Presbiterianas y Reformadas de hoy que volver al testimonio fiel de nuestros padres.
Uno de los defensores recientes de la clara declaración de los Estándares de Westminster de la doctrina histórica de la creación es el Dr. J. G. Vos. En su comentario sobre el Catecismo Mayor de Westminster, el Dr. Vos hace estos comentarios sobre el fruto del pensamiento evolucionista.
Es cierto que la aceptación de la evolución como verdad a menudo, si no siempre, conduce a una amortiguación gradual de la conciencia y al debilitamiento del sentido de responsabilidad moral. Es totalmente cierto que la Segunda Guerra Mundial fue, en el sentido más profundo, el resultado de la aceptación generalizada de la doctrina de la evolución humana como la verdad, acompañada de un rechazo gradual pero muy real de la Biblia, por personas altamente educadas, como su estándar de fe y vida. La lógica involucrada en este declive moral es realmente inevitable cuando se ha asumido la verdad de la evolución humana. Si no fuimos creados por Dios, entonces no somos responsables ante Dios por nuestras creencias y acciones. Si no somos responsables ante Dios por nuestras creencias y acciones, entonces somos responsables sólo ante nuestro prójimo y ante nosotros mismos. En ese caso no existe una norma moral absoluta y permanente; lo que está bien y lo que está mal cambia con los tiempos y las circunstancias. Desde esta posición no hay más que un paso hacia la ideología de la Alemania nazi y la Rusia soviética. La teoría aparentemente inocente de la evolución ha causado enormes estragos en la vida humana. Siempre debemos darnos cuenta de que la evolución no es simplemente una teoría biológica; también es una filosofía de vida sostenida por muchos.3
Es algo asombroso ver ahora a los maestros reformados insistiendo en que debemos aceptar esta enseñanza, incluso admitiendo que bien puede indicar que también tendremos que hacer cambios radicales en todo nuestro sistema de doctrina. El ministro retirado de la CRC, Edwin Walhout, por ejemplo, dice esto sobre Adán y Eva:
Tradicionalmente se nos ha enseñado que Adán y Eva fueron la primera pareja humana, Adán hecho del polvo y Eva de una de las costillas de Adán. Pero sostener esta doctrina es extremadamente difícil cuando tomamos en serio a la raza humana tal como la conocemos hoy en día compartiendo ascendencia con otros primates como los chimpancés. ¿En qué parte de la lenta evolución del homo erectus y del homo habilis y del homo sapiens encajan Adán y Eva? Tendremos que encontrar una mejor manera de entender lo que Génesis nos dice acerca de Adán y Eva, una que haga justicia a Génesis y también a lo que la Biblia enseña acerca de su conexión con Jesús.4
Y qué decir del pecado original:
Según esta doctrina, la caída de Adán y Eva es un evento histórico real que sumió a toda la raza humana en el pecado. Desde entonces, tanto la culpa del pecado como la contaminación del pecado, teológicamente hablando, se han transmitido de padres a hijos de tal manera que todos venimos al mundo contaminados por ellos. Decimos que nuestros hijos son concebidos y nacen en pecado. Pero si Adán y Eva no son entendidos como personas históricas reales, entonces difícilmente puede haber una herencia de pecaminosidad de padres a hijos hasta Adán, en cuyo caso toda la doctrina del pecado original queda deshecha. Tendremos que encontrar una mejor manera de entender no solo qué es el pecado, sino su efecto en la población en general, una forma que haga justicia tanto a la Biblia como a la ciencia y que nos ayude a comprender cómo funciona el pecado en nuestras propias vidas bajo Dios.
Es mi opinión que el reverendo J. G. Vos tenía razón: incluso la más mínima tolerancia de la enseñanza evolucionista produce malos frutos.
[4] Mi cuarta razón para afirmar la creación de seis días es el buen trabajo de sus defensores actuales. Y aquí mencionaré a uno que recientemente me llamó la atención. El Dr. Jonathan Sarfati, Ph.D., nació en Victoria, Australia, pero se mudó con su familia a Nueva Zelanda cuando era niño. Recibió una educación universitaria en Nueva Zelanda, graduándose de la Universidad de Victoria en Wellington con honores en química, obteniendo un doctorado. Mientras estaba en la universidad, Jonathan se convirtió en un creyente en Jesús a través del testimonio de los estudiantes cristianos allí, y como consecuencia se vio obligado a investigar su herencia judía. Como judío mesiánico, se convirtió en un apasionado buscador de conocimiento sobre la historia de la iglesia y los problemas teológicos. También se interesó en el debate sobre la creación y fundó la Wellington Christian Apologetics Society en Nueva Zelanda. (También se convirtió en campeón nacional de ajedrez e incluso logró un empate contra el excampeón mundial Boris Spassky en 1988). Sus escritos sobre el tema de la evolución y la creación son algunos de los mejores que he visto.
También encuentro los escritos del Dr. John Byl, cuyos artículos se han visto a menudo en Christian Renewal, muy alentadores en su defensa de la creación de seis días. El Dr. Byl es profesor de ciencias, universitario retirado y ha servido como anciano en una Iglesia Reformada Canadiense. Ambos hombres han demostrado que la creación de seis días es capaz de una defensa vigorosa y convincente. He pensado durante algún tiempo que es una lástima que nuestros Seminarios Reformados no nos estén sacando de los efectos de la concesión errónea hecha por algunos hombres verdaderamente grandes en la historia reciente, pero también me alienta ver que se está tomando una posición clara para la creación de seis días en el Seminario Reformado Mid-America, y aún más desde que el Seminario Presbiteriano de Greenville ha estado dispuesto a declarar abiertamente su rechazo a la concesión de fe que ha producido tan amargo fruto.
Cuando era estudiante de seminario, me preocupé por entender lo que decían los teólogos neoortodoxos conocidos. Así que solicité una clase especial para esto, ya que no se ofrecía ninguna en ese momento. El profesor Addison Leitch accedió a proporcionar esto asignándome lecturas de teólogos como Emil Brunner y Karl Barth. Bueno, realicé mi lectura asignada fielmente, y luego informé al Dr. Leitch. Le dije que me daba dolor de cabeza porque no tenía sentido lo que estos hombres decían. Hablaban de que las cosas son suprahistóricas y de que las personas son tanto elegidas como no elegidas. Y luego leí la enseñanza directa de Calvino (y otros grandes reformadores). Podía entenderlos. Tenía sentido.
Así que llegué a la conclusión de que la verdad de Dios, aunque no siempre es fácil de entender, siempre tiene sentido. Es algo que puedo comprender lo suficientemente bien como para luego enseñarlo a los demás. Pero lamento tener que decir que cuando leo algunos de los largos informes de la iglesia que defienden el día-era, el marco o los puntos de vista analógicos de la creación, tengo el mismo dolor de cabeza que solía tener al leer a los teólogos neoortodoxos. Simplemente no tienen sentido. No me hacen decir ‘sí, eso es todo; eso es lo que el escritor inspirado quería decir‘.
Pero esa es la reacción que siempre tengo cuando leo lo que el Dr. John Byl o el Dr. Jonathan Sarfati escriben para explicar lo que creen que dice el texto de Génesis 1 y 2.
Estoy cada vez más convencido de que lo que los profesores de seminario, pastores y ancianos necesitan hoy en día es una buena dosis de Job y Eclesiastés, porque (si tuvieran eso) nuevamente podrían enseñar y defender lo que los Estándares de Westminster dicen sobre la creación. Los estándares dicen que Dios “creó todas las cosas de la nada, por la palabra de su poder, en el espacio de seis días, y todo muy bueno”. Pero a pesar de una “disimulación” por parte de los adherentes de estos diferentes puntos de vista, lo que nuestros estándares dicen claramente ya no es lo que realmente creemos y defendemos en todas nuestras iglesias presbiterianas ortodoxas y congregaciones de la Iglesia presbiteriana en América. Y creo que la razón es que muchos que profesan adherirse a los Estándares de Westminster han sido seducidos por el consenso cultural que dice que la gente científica moderna ahora sabe mejor que nuestros padres de la Reforma. Piensan que la ciencia moderna ahora ha hecho que esa parte de nuestro credo de la Reforma (tomada en su sentido obvio) sea obsoleta. Creo que deben considerar lo que Dios le dijo a Job hace muchos siglos.
Dios preguntó en 11:7-8: “¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos; ¿qué harás? Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás?”
Y de nuevo en 38:4-5: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?”
¡Tomo las últimas tres palabras como un sarcasmo: “házmelo entender”! Y el sarcasmo era bien merecido. ¡Vemos esto en la respuesta de Job, quien fue merecidamente reprendido!
42:1-6: “Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás.De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza”.
Lo que Job necesitaba aprender era la diferencia infinita entre el hombre (la mera criatura) y su Creador. Y siendo eso cierto, nunca será el caso de que el hombre sepa lo suficiente como para disputar lo que Dios dice acerca de su propia obra de creación. Como dijo el sabio Salomón, Dios “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ecl 3:11).
O de nuevo, “Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas“ (11:5).
Así que aquí estaba la conclusión de Job: “y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla“ (8:17).
¿Es realmente cierto que los hombres eruditos del siglo 21 se han elevado por encima de esta limitación? ¿Es realmente cierto que ahora saben lo suficiente como para decir que no sucedió de la manera en que el inspirado Moisés dice que sucedió en Génesis 1 y 2? La Escritura dice: “¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!“ (Isaías 5:21). “Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo“ (1 Corintios 8:2).
Sin embargo, estoy cada vez más convencido de que muchos que piensan que son ortodoxos, y ciertamente pretenden serlo, han manejado Génesis 1 y 2 de la misma manera que los modernistas manejaron otros textos de la Escritura. Esta no era su intención. Pero es el triste resultado. Por lo tanto, creo que ha llegado el momento de decir simplemente, alto y claro, “no más de esto”. Y una de las cosas que me ha llevado a esta conclusión es lo que aprendí de J. Gresham Machen:
La Biblia ha estado en el mundo durante casi diecinueve siglos y durante todos esos siglos los hombres eruditos y verdaderamente devotos han estado escudriñando las Escrituras y se han esforzado por resumir lo que las Escrituras enseñan.
Sería un gran error para un hombre que desea presentar lo que la Biblia enseña descuidar lo que la iglesia ha pensado y hecho durante todos estos siglos.
La sabiduría colectiva de la iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, ha encontrado expresión especialmente en los grandes credos cristianos.
Los reformadores no sólo insistieron en la autoridad de la Biblia, sino que también, en su interpretación de la Biblia, estuvieron de acuerdo con mucho de lo que había sucedido antes. Mantuvieron plenamente la verdad de los grandes credos antiguos.5
Estamos viviendo en un tiempo de decadencia intelectual y moral generalizada, y la iglesia visible desafortunadamente no se ha mantenido libre de esta decadencia. La educación cristiana ha sido tristemente descuidada; el aprendizaje ha sido despreciado; y la meditación real se ha convertido casi en un arte perdido. Por estas razones, y otras aún más importantes, creo que está claro que la nuestra no es una época para crear credos. La indolencia intelectual y moral como la nuestra no constituye el suelo del que se puede esperar que crezcan grandes credos cristianos.
Pero incluso si la nuestra fuera una era creadora de credos, dudo mucho que el avance doctrinal que ella o cualquier era futura podría producir sería comparable al avance que encontró expresión en los grandes credos históricos. Creo que bien puede resultar que la doctrina cristiana en sus grandes contornos, como se expone, por ejemplo, en la Confesión de Fe de Westminster, ahora está esencialmente completa. Puede haber mejoras en una declaración en algunos pocos puntos, en aras de una mayor precisión, pero casi ningún avance tan grande como el que se hizo, por ejemplo, en la época de Agustín o en la Reforma. Todas las grandes partes centrales del sistema bíblico de doctrina ya han sido estudiadas por la iglesia y establecidas en grandes credos.
No tenemos que sorprendernos demasiado al descubrir que ese es el caso. Debe recordarse que el contenido de la doctrina cristiana ya está fijado. Se encuentra en las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, a las que no se puede añadir nada.
La verdad es que no puede haber un progreso real a menos que haya algo que se arregle. Arquímedes dijo: “Dame un lugar para mantenerme en pie, y moveré el mundo”. Bueno, la doctrina cristiana proporciona ese lugar para pararse. A menos que haya tal lugar para pararse, todo progreso es una ilusión. La idea misma de progreso implica algo fijo. No hay progreso en un caleidoscopio.6
Ese es el problema con el progreso jactancioso de nuestra era moderna. La Biblia al principio fue abandonada. Nada debía considerarse fijo. Toda verdad era considerada como relativa. ¿Cuál ha sido el resultado? Te lo diré. Una decadencia sin igual: la libertad abatida, la esclavitud acechando casi sin control en toda la tierra, los logros de siglos desmoronándose en el polvo, la dulzura y la decencia despreciadas, la vida humana carente de todo significado. ¿Cuál es el remedio? También te diré cuál. ¡Un regreso a la Palabra de Dios! Tuvimos ciencia por el bien de la ciencia, y obtuvimos la Guerra Mundial; tuvimos arte por el arte, y la fealdad se desató; tuvimos al hombre por el bien del hombre y obtuvimos un mundo de robots, hombres convertidos en máquinas. ¿No es hora de volver en sí, como el pródigo en un país lejano? ¿No es hora de que busquemos un progreso real mediante un retorno al Dios vivo?7
El propio Machen era tolerante con la visión de la creación del día-era. Pero sus propios argumentos en su transmisión de radio de 1936 se oponen a esta trágica concesión de fe que él mismo no reconoció claramente. Pero en el punto principal tenía razón: es hora de volver a una humilde sumisión a la palabra de Dios como la de nuestros padres reformadores en la Asamblea de Westminster que dijeron: “La obra de la creación consiste en que Dios hace todas las cosas de la nada, por la palabra de su poder, en el espacio de seis días, y todas muy buenas”.8
Autor
G. I. Williamson es un ministro retirado de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, que vive en el área de Orange City, Iowa. Es autor de guías de estudio sobre la Confesión de Fe de Westminster, el Catecismo Menor de Westminster y el Catecismo de Heidelberg.
Notas
- Romanos 5:12-21 y 1 Corintios 15:45-49.
- La Confesión de Fe de Westminster 4:1 “Agradó a Dios… crear, o hacer de la nada el mundo, y todas las cosas en él, ya sean visibles o invisibles, en el espacio de seis días; y todas muy buenas”. Catecismo Mayor P/R 15 “La obra de la creación es aquella en la que Dios en el principio, por la palabra de su poder, hizo de nada el mundo, y todas las cosas en él, en el espacio de seis días, y todas muy buenas”. Catecismo Menor P/R 9 “La obra de la creación consiste en que Dios ha hecho todas las cosas de la nada, por el poder de su Palabra, en el espacio de seis días y todas muy buenas“.
- El Catecismo Mayor de Westminster, por Johannes G. Vos pp. 42-43
- Del Banner del 3 de mayo de 2013 como se ve en el sitio web de la CRC.
- Estas citas son de The Progress of Christian Doctrine, en la edición del 10 de enero de 1940 del Presbyterian Guardian.
- Un caleidoscopio es exactamente lo que tenemos hoy en día al permitir una variedad de puntos de vista sobre la doctrina de la creación.
- Estas citas son de The Creeds and Doctrinal Advance, en la edición del 10 de febrero de 1940 del Presbyterian Guardian.
- La respuesta al Catecismo Menor de Westminster P. 9.