LA DIFERENCIA ENTRE UNA CARRERA Y UN LLAMADO
LA DIFERENCIA ENTRE UNA CARRERA Y UN LLAMADO
Mark Tranvik
Muchas personas saben que Martín Lutero (1483-1546) insufló nueva vida al concepto cristiano de vocación. Él heredó una tradición de la Edad Media que sostenía que solo los monjes, monjas y sacerdotes tenían vocaciones o llamados. Debido a que habían hecho votos especiales de pobreza, castidad y obediencia, se les consideraba más cercanos a Dios y, por tanto, más cerca de la salvación que aquellos que quedaban encargados de mantener el mundo en funcionamiento. Una partera o un carnicero podrían estar realizando un trabajo valioso, pero solo para esta vida. A diferencia del monje o la monja, no estaban ganando mérito para la vida futura.
Lutero llegó para desafiar toda esta forma de pensar. Basándose en una lectura renovada de las Escrituras, comprendió que nuestros esfuerzos en esta vida no nos acercan a Dios. De hecho, nada de lo que hacemos nos acerca a Él. Más bien, Dios en Cristo viene a nosotros y provee lo que no podemos ganar ni merecer: su perdón y nuestra identidad como sus amados hijos. Esto tiene dos implicaciones enormes para los creyentes.
- Primero, nuestras buenas obras no nos hacen merecedores del favor de Dios. Más bien, nuestras buenas obras son para esta vida y para la tierra. Como señaló Lutero, Dios no necesita nuestras buenas obras, pero nuestro prójimo sí.
- Segundo, esto implica una expansión infinita del concepto de vocación. Ahora todos están llamados en todo momento. Ya no se restringe a una clase especial de personas dentro de los muros de un monasterio o claustro. La vocación no nos acerca a Dios; nos acerca a nuestro prójimo y a la creación. Es un compromiso de tiempo completo, 24/7, durante todo el año. Y los llamados adoptan múltiples formas. Estamos llamados a ser trabajadores, padres, abuelos, hijos, hermanos, amigos, ciudadanos, miembros de la iglesia y… bueno, ya captan la idea. La vocación es la manera en que Dios nos usa en la tierra para llevar amor, justicia y orden a nuestro mundo.
Esto prepara el terreno para una conversación más específica sobre vocación y trabajo. Muchos de ustedes saben que la protesta de Lutero contra la iglesia de su tiempo consistió en la publicación de tesis en la puerta de la iglesia de su ciudad alemana de Wittenberg. Me gustaría tomar prestado ese método y presentar ocho tesis sobre el tema de la carrera y el llamado. Las tesis se construyen unas sobre otras y están diseñadas para llevar al lector a un nivel más profundo de reflexión. Al terminar de leerlas, deberían tener una mejor idea de cómo la vocación cambia nuestra visión del trabajo y hace que las ideas contemporáneas sobre tener una “carrera” sean algo cuestionables.
- Las raíces de la palabra “carrera” nos ayudan a entender tanto su utilidad como sus limitaciones.
Explorar los orígenes de la palabra “carrera” resulta esclarecedor. Muchos diccionarios la definen como una profesión o actividad elegida, así como un camino o trayectoria. Además, la raíz latina de carrera es carrere, que significa correr o competir. También puede implicar “fuera de control”, como sugiere la palabra inglesa careen. Sugiero que está bien tener un camino o plan, pero no es tan útil estar fuera de control.
- Una “carrera” sugiere dedicación profunda y seria a un oficio.
Desde los más famosos hasta los menos conocidos, aplaudimos y confiamos en quienes han demostrado a lo largo del tiempo que se puede contar con ellos para realizar una tarea con excelencia. Algunos nombres son casi sinónimos de sus carreras:
- Steven Spielberg como director de cine
- Toni Morrison como escritora
- LeBron James como jugador de baloncesto
Pero este sentido de dedicación no solo incluye a los grandes nombres. También destacaría a nuestro mecánico de confianza quien ha arreglado nuestros frenos, cambios de aceite y llantas durante los últimos diez años, con habilidad y honestidad.
- En nuestra época se ha vuelto necesario ampliar el arco de la carrera.
Hasta hace poco, era impensable para la gran mayoría de las personas contemplar un cambio en su carrera. Un vistazo al lado paterno de mi árbol genealógico, que se remonta al siglo XVII (principalmente en Noruega), lo dice todo: ser un “Tranvik” significaba ser pescador o agricultor. La revolución industrial y las grandes migraciones urbanas cambiaron esta dinámica. Ahora los Tranviks son (o fueron) conductores de tranvía, vendedores, enfermeros y maestros.
- A menos que esté guiada por un sentido de llamado, una carrera corre el riesgo de descarrilarse.
Como ya he señalado, las carreras son buenas en sí mismas. Es honorable trabajar duro y alcanzar la excelencia en un oficio. Sin embargo, la tentación en nuestra cultura es hacer de la carrera un fin en sí mismo. Cuando esto ocurre, el estatus, el poder y el salario dominan el horizonte.
El resultado es que la búsqueda de una carrera nos hace descarrilar a través de la vida, probablemente causando daños serios en nuestros lugares de trabajo, hogares y amistades.
- Un sentido de llamado se desarrolla cuando te ves bajo un horizonte más amplio de fe y comunidad.
Como se sugirió antes, cuando tu enfoque se centra únicamente en la carrera, tu mundo comienza a reducirse y las preguntas que te haces se vuelven predecibles: ¿Cuánto dinero puedo ganar? ¿Qué debo hacer para recibir el ascenso?
Pero cuando ves tu carrera bajo el rubro más amplio de la vocación, surgen preguntas como: ¿Cuáles son las necesidades de mi comunidad? ¿Qué sucederá con mi matrimonio o familia si persigo un determinado objetivo o puesto? Además, cuando el sentido de llamado proviene de la historia cristiana, la fuerza motriz es el inmenso amor de Dios por nosotros en Cristo y la necesidad de dejar que ese amor fluya hacia el mundo. Ahora las preguntas podrían incluir: ¿Quién está siendo olvidado o descuidado? ¿Qué hay de los pobres? ¿Estamos cuidando la creación?
- Las carreras tienden a limitarse al mundo laboral, mientras que un sentido de llamado nunca termina.
Como hemos visto desde los tiempos de Lutero y la Reforma, tener un llamado va mucho más allá del mundo laboral. Nuestras vocaciones son múltiples. Nos movemos más allá de nosotros mismos dentro de una red compleja que involucra cónyuges, hijos, hermanos, miembros de la iglesia, ciudadanos, etc.
- Los llamados no solo se refieren al futuro; implican atención a los detalles desordenados de la vida.
No hay nada de malo en hacer planes y pensar en la forma del futuro. ¡Pero el presente también importa! Como les digo a mis estudiantes, no solo se están preparando para una vocación (es decir, trabajo), sino que tienen un llamado en el “tiempo presente” para prestar atención en clase, hacer las lecturas, escuchar a sus compañeros, etc. A veces nos enfocamos tanto en grandes planes y sueños que descuidamos al nieto que llora o al compañero de cuarto que necesita alguien que lo escuche.
- Los llamados se caracterizan por el sufrimiento y la alegría.
Existen muchas voces que intentan apropiarse del concepto de vocación y reducirlo a “autorrealización” y “cumplimiento personal”. Un sentido cristiano de vocación nos libera de esa constante preocupación por el YO. Un llamado cristiano es realista respecto a las tensiones y cargas que acompañan la vocación. Amar al prójimo y cuidar la creación exige esfuerzo y, con frecuencia, implica sufrimiento. Pero debe renovarse constantemente mediante el amor de Dios por nosotros en Cristo. Aun así, la vocación también trae una profunda sensación de satisfacción a pesar de la frustración y los obstáculos. Un sentido profundo y sorprendente de alegría a menudo acompaña a quienes están inmersos en sus llamados. Solo que no debe convertirse en el foco principal. En la vocación, nuestra mirada debe estar puesta en el prójimo y en sus necesidades.
