NUESTRO DAR AL SEÑOR
Autor:Wes Bredenhof
Traductor: Valentín Alpuche
¿Confundido?
Ya sea que seas un recién llegado o un miembro de la iglesia desde hace mucho tiempo, es posible que no tengas claros los principios y prácticas de nuestras iglesias reformadas con respecto al manejo del dinero. Durante cada servicio de adoración dominical, los diáconos pasan a recoger las ofrendas. Además, los miembros de la iglesia que tienen un salario normalmente hacen contribuciones voluntarias de manera regular. ¿Cuál es la diferencia entre lo que normalmente pones en la colecta y cuando pones una parte de tu salario? Echemos un vistazo a algunos principios y prácticas bíblicas y veamos si podemos aclararlo todo.
Principios bíblicos
Las Escrituras nos dan muchos principios cuando se trata de nuestro dinero. Ya en el Antiguo Testamento, Dios quería que su pueblo tuviera muy claro que la riqueza de ellos le pertenecía a Él. Como punto de partida, Dios requería que su pueblo le diera una décima parte de todo, o sea el diezmo o el diez por ciento de sus ganancias (por ejemplo, Números 18:21-32). Sin embargo, esto era solo un punto de partida. Dios esperaba mucho más de su pueblo que solo el 10%. Por ejemplo, el Señor dio leyes sobre ofrendas voluntarias, ofrendas además de lo que se requería (por ejemplo, Levítico 22:17-33). Cuando el pueblo era fiel en dar, Dios prometía bendiciones:
«Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde» (Mal.3:10).
Nuestro Señor Jesús cumplió las leyes ceremoniales del Antiguo Testamento, incluyendo la ley del diezmo. No podemos ganar el favor de Dios por dar fielmente nuestros diezmos y ofrendas; nuestro Señor Jesús ganó el favor de Dios para nosotros al darse a sí mismo por nosotros. Pero ¿cuál es el resultado de eso para nuestras prácticas financieras en la iglesia?
Prácticas bíblicas
Al entregarse completamente por nosotros, nuestro Señor Jesús se mostró como el verdadero sacerdote de Dios, el que hizo el sacrificio perfecto y completo. A través del Espíritu Santo, ahora comparte esta unción sacerdotal con todos los cristianos. ¿Qué significa eso para nosotros?
En las palabras de Romanos 12:1-2, significa que nos presentaremos como sacrificios vivos, santos y aceptables a Dios. Las Escrituras dejan claro que los sacerdotes de Dios— el sacerdocio de todos los creyentes— en el Nuevo Testamento no van a guardar nada para sí mismos. Puedes estudiar el ejemplo de Ananías y Safira en Hechos 5 para ver qué sucede cuando las personas que dicen ser creyentes no viven como sacerdotes para el Señor.
Por lo tanto, amamos a nuestro Señor, vivimos por causa de nuestra unión con Él, y queremos dar. Queremos dar para mostrar nuestro agradecimiento a nuestro Señor. Queremos dar para honrar y glorificar a nuestro Señor en todo. Al final del día, la pregunta no es: ¿qué tan poco de mi dinero puedo dar? La pregunta debería ser: ¿cómo no puedo dar todo lo que puedo a mi Señor, especialmente cuando se trata de mi dinero?
Las finanzas de la Iglesia
Las Escrituras son claras en cuanto a que los creyentes deben involucrarse en la vida financiera de su iglesia local. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios proveía para los sacerdotes levitas para que pudieran llevar a cabo su ministerio. El pueblo de Dios también se aseguró de que el tabernáculo, y más tarde, el templo, pudieran funcionar. Para eso se usaban las ofrendas, incluido el diezmo.
En la era del Nuevo Testamento, las cosas no cambiaron. Aunque el apóstol Pablo mismo no se impuso a las iglesias, sí insistió en que aquellos que “anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”. (1Corintios 9:14). Las iglesias necesitaban apoyo también para los necesitados, y el Nuevo Testamento habla de colectas para ese fin (ver 1Corintios 16:1-2).
Las cosas no han cambiado hasta el día de hoy. En la Iglesia Reformada tenemos varios diáconos. Los diáconos son responsables del ministerio de Cristo a los necesitados, tanto dentro como fuera de nuestra congregación. Por lo general, el dinero que va a la colecta es distribuido por los diáconos a los necesitados y a las organizaciones que los diáconos consideran dignas de nuestro apoyo.
En las iglesias reformadas también tenemos un Comité Administrativo. Este comité se ocupa de las finanzas diarias de la iglesia, incluyendo el pago de los recibos o utilidades. Las contribuciones voluntarias regulares de los miembros están destinadas al dinero que va a este comité. El funcionamiento diario de la iglesia depende de las contribuciones voluntarias regulares de nuestros miembros. Para que la iglesia funcione correctamente depende de que los miembros den regularmente a nuestro Señor de sus primicias; en otras palabras, los miembros deben hacer de su contribución regular una prioridad cada vez que se reciben sus ingresos.
“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”, 2 Corintios 9:6-7.