Por qué creo en Dios
Autor: Cornelius Van Til, Ph.D.
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Manuel Bento, Francisco Campos
¿No han notado que en los últimos tiempos ciertos científicos como el Dr. James Jeans y Sir Arthur Eddington, así como algunos filósofos destacados como el Dr. C.E.M. Joad, han tenido mucho que decir sobre la religión y Dios? Los científicos Jeans y Eddington están dispuestos a admitir que puede haber algo en las afirmaciones de aquellos que dicen haber tenido una experiencia de Dios, mientras que el filósofo Joad dice que la «prominencia del mal» prácticamente lo ha obligado a investigar de nuevo el argumento de la existencia de Dios. Al igual que el Dr. Reinhold Niebuhr, el teólogo modernista, que habla sobre el pecado original, el filósofo Joad habla del mal como algo que no se puede eliminar de la mente humana.
También tú te has preguntado en ocasiones si la muerte es el fin de todo. Tal vez has recordado cómo Sócrates, el gran filósofo griego, luchó con ese problema el día antes de beber la copa de cicuta. ¿Realmente tiene sentido, te preguntas, la idea de un juicio después de la muerte? ¿De verdad puedo afirmar que no hay un juicio? ¿Cómo sé que no hay Dios?
En resumen, como persona inteligente que tiene un sentido de responsabilidad, de vez en cuando te has hecho algunas preguntas sobre el fundamento de tus pensamientos y actos. Has investigado, o al menos te ha preocupado, por lo que los filósofos llaman tu «teoría de la realidad». Así que cuando te sugiero que pases conmigo la tarde de un domingo discutiendo mis razones para creer en Dios, siento que básicamente estás interesado en lo que voy a proponer para la discusión.
Para hacer nuestra conversación más interesante, comencemos comparando notas sobre nuestro pasado. Eso encajará bien con nuestro plan, ya que el debate sobre la herencia y el medio ambiente es prominente en nuestros días. Tal vez pienses que la única razón real que tengo para creer en Dios es el hecho de que me enseñaron a hacerlo en mis primeros días. Por supuesto, no creo que eso sea realmente así. No niego que me enseñaron a creer en Dios cuando era niño, pero sí afirmo que desde que desde que soy mayor de edad he escuchado una declaración bastante completa de los argumentos en contra de la creencia en Dios. Y es después de haber escuchado dichos argumentos que estoy más dispuesto que nunca a creer en Dios. De hecho, siento que toda la historia y la civilización serían ininteligibles para mí si no fuera por mi creencia en Dios. Tan cierto es esto, que propongo argumentar que a menos que Dios esté detrás de todo, no puedes encontrar significado en nada. Ni siquiera puedo argumentar a favor de creer en Él sin haberlo dado ya por sentado.
De manera similar, defiendo que no puedes argumentar en contra de la creencia en Él a menos que también lo des por sentado primero. Discutir sobre la existencia de Dios, sostengo, es como discutir acerca del aire. Puedes afirmar que el aire existe, y yo que no existe. Pero mientras debatimos el punto, ambos estamos respirando aire todo el tiempo. O para usar otra ilustración, Dios es como el emplazamiento en el que deben colocarse las armas mismas que se supone se disparan contra Él para negar que existe. Sin embargo, si después de escuchar mi historia brevemente, todavía piensas que todo es una cuestión de herencia y entorno, no estaré en total desacuerdo. Mi punto será que hay una armonía perfecta entre mi creencia como niño y mi creencia como hombre, simplemente porque Dios mismo es el entorno por el que mi vida temprana fue dirigida y mi vida posterior se hizo inteligible para mí mismo.
El «accidente del nacimiento»
Con frecuencia se nos dice que mucho en nuestra vida depende de «el accidente del nacimiento». En la antigüedad, se decía que algunos hombres brotaban ya completamente desarrollados de las frentes de los dioses. En cualquier caso, eso no es cierto hoy. No obstante, entiendo que te ha sucedido una de las mejores cosas que pueden suceder. Me dicen que naciste en Washington, D.C., bajo la sombra de la Casa Blanca. Bueno, yo nací en una casa pequeña de techo de paja con un establo de vacas adjunto, en Holanda. Tú usabas «zapatillas plateadas» y yo zapatos de madera.
¿Es esto realmente importante para nuestro propósito? No particularmente, pero es importante que ninguno de nosotros haya nacido en Guadalcanal o Tombuctú. Ambos, quiero decir, nacimos en medio y bajo la influencia de la «civilización cristiana». Limitaremos nuestra discusión, entonces, al «Dios del cristianismo». Creo en este tipo particular de Dios, aunque tú no creas o no estés seguro de que sí crees. Eso dará sentido a nuestro debate. Porque seguramente no tiene sentido hablar de la existencia de Dios, sin saber qué clase de Dios puede o no existir.
Así pues, ya hemos ganado mucha ventaja. Al menos sabemos en general qué clase de Dios será el tema de nuestra conversación. Si podemos llegar ahora a un acuerdo preliminar similar en cuanto a la norma o prueba por la cual probar o refutar la existencia de Dios, podemos proceder. Tú, por supuesto, no esperas que traiga a Dios a la habitación aquí para que puedas verlo. Si yo fuera capaz de hacer eso, Él no sería el Dios del cristianismo. Todo lo que esperas es que haga que sea razonable que creas en Dios. Y me gustaría responder rápidamente diciendo que eso es justo lo que estoy tratando de hacer. Pero una reflexión momentánea me hace dudar. Si realmente no crees en Dios, entonces naturalmente no crees que eres su criatura. Yo, por otro lado, que sí creo en Dios también creo, naturalmente, que es razonable que la criatura de Dios crea en Dios. Así que sólo puedo comprometerme a demostrar que, incluso si no te parece razonable, es razonable para ti que creas en Dios.
Veo que te estás emocionando. Te sientes un poco como alguien que está a punto de someterse a una operación importante. Te das cuenta de que, si cambias tu creencia acerca de Dios, también tendrás que cambiar tu creencia acerca de ti mismo. Y no estás del todo preparado para eso. Bueno, puedes irte si lo deseas. Ciertamente no quiero ser descortés. Solo pensé que, como persona inteligente, estarías dispuesto a escuchar el «otro lado» de la pregunta. Y después de todo, no te pido que estés de acuerdo con lo que digo. Realmente no hemos estado de acuerdo en lo que queremos decir con Dios más que de una manera general y formal. Por lo tanto, tampoco necesitamos ponernos de acuerdo en este momento sobre el estándar o la prueba de una manera más que general o formal. Podrías seguir mi argumento, solo por el bien del argumento.
Niñez
Para continuar, entonces, puedo recordar que de niño jugaba en una caja de arena construida en una esquina del granero de heno. Desde el pajar pasaba por el establo de vacas hasta la casa. Construido en el granero de heno también, pero con puertas que se abren al establo de vacas, había una cama para el trabajador. ¡Deseaba tanto tener permiso para dormir en esa cama por una noche! Finalmente, se me concedió el permiso. Freud todavía era completamente desconocido para mí, pero había oído hablar de fantasmas y «precursores de la muerte». Esa noche escuché a las vacas sonar sus cadenas. Sabía que había vacas y que hacían muchos tintineos con sus cadenas, pero después de un tiempo no estaba muy seguro de que fueran solo las vacas las que hicieran todos los ruidos que escuchaba. ¿No había alguien caminando por el pasillo detrás de las vacas, acercándose a mi cama? Ya me habían enseñado a decir mis oraciones vespertinas. Algunas de las palabras de esa oración fueron en este sentido: «Señor, conviérteme, para que me convierta». Sin tener en cuenta la paradoja, hice esa oración esa noche como nunca había orado.
No recuerdo haber hablado ni con mi padre ni con mi madre sobre mi angustia. Habrían sido incapaces de proporcionar el remedio moderno. La psicología no llegó a la mesa de su biblioteca, ¡ni siquiera The Ladies Home Journal! Sin embargo, sé lo que habrían dicho. ¡Por supuesto que no había fantasmas, y ciertamente no debería tener miedo de todos modos, ya que en cuerpo y alma pertenecía a mi Salvador, que murió por mí en la cruz y resucitó para que su pueblo pudiera ser salvado del infierno e ir al cielo! Debería orar fervientemente y con frecuencia para que el Espíritu Santo me dé un corazón nuevo para que pueda amar verdaderamente a Dios en lugar del pecado y a mí mismo.
¿Cómo sé que este es el tipo de cosas que me habrían dicho? Bueno, ese era el tipo de cosas de las que hablaban de vez en cuando. O, mejor dicho, ese era el tipo de cosas que constituían la atmósfera de nuestra vida cotidiana. La nuestra no era en ningún sentido una familia pietista. No hubo grandes arrebatos emocionales en ninguna ocasión que recuerde. Había mucho ruido sobre hacer heno en el verano y sobre el cuidado de las vacas y las ovejas en el invierno, pero alrededor de todo había una profunda atmósfera acondicionada. Aunque no había lluvias tropicales de avivamientos, la humedad relativa siempre fue muy alta. En cada comida estaba presente toda la familia. Había una oración de cierre y una oración de apertura, y se leía un capítulo de la Biblia en cada una. La Biblia se leía desde Génesis hasta Apocalipsis. En el desayuno o en la cena, según era el caso, oíamos hablar del Nuevo Testamento, o de «Los hijos de Gad por sus familias: de Zefón, la familia de los zefonitas; de Hagui, la familia de los haguitas; de Suni, la familia de los sunitas». No pretendo que siempre haya entendido completamente el significado de todo. Sin embargo, del efecto total no puede haber duda. La Biblia se convirtió para mí, en todas sus partes, en cada sílaba, en la misma Palabra de Dios. Aprendí que debía creer en la historia de las Escrituras, y que la «fe» era un don de Dios. Lo que había sucedido en el pasado, y particularmente lo que había sucedido en el pasado en Palestina, era uno de los mejores momentos para mí. En resumen, fui criado en lo que el Dr. Joad llamaría «parroquialismo topográfico y temporal». Fui «condicionado» de la manera más completa. ¡No pude evitar creer en Dios, en el Dios del cristianismo, en el Dios de toda la Biblia!
Como vivías al lado de la Biblioteca del Congreso, tú no estabas tan restringido. Tus padres estaban muy iluminados en sus puntos de vista religiosos. Te leían de alguna Biblia del Mundo en lugar de leer de la Biblia de Palestina. No, de hecho, me corriges, no hicieron tal cosa. No querían molestarte sobre asuntos religiosos en tus primeros días. Buscaban cultivar una «mentalidad abierta» en sus hijos.
¿Diremos entonces que en mi vida temprana fui condicionado a creer en Dios, mientras que tú tuviste la libertad para desarrollar tu propio juicio a tu antojo? Difícilmente puede decirse eso. Tú sabes tan bien como yo que cada niño está condicionado por su entorno. Estabas tan completamente condicionado a no creer en Dios como yo a creer en Dios. Así que no nos ofendamos unos a otros. Si pretendes decir que me forzaron a comer de la fe, responderé diciendo que a ti te forzaron a comer de la incredulidad. Eso nos preparará para nuestro argumento.
Educación temprana
En breve llegaremos al argumento. Sin embargo, mencionaré algo más acerca de mi educación. Así tendremos todos los factores en la imagen.
No tenía ni cinco años cuando alguien, afortunadamente no puedo recordar quién, me llevó a la escuela. El primer día me vacunaron y me dolió. Todavía puedo sentirlo. Ya había estado en la iglesia. Recuerdo eso de manera muy definida, porque a veces usaba mis zapatos de cuero bien pulidos. En mi bautismo se me leyó una fórmula que afirmaba solemnemente que había sido concebido y nacido en pecado; la idea era que mis padres, como todos los hombres, habían heredado el pecado de Adán, el primer hombre y el representante de la raza humana. La fórmula afirmaba además que, aunque estaba condicionado por un pecado ineludible, yo era, como hijo del pacto, redimido en Cristo. Y en la ceremonia, mis padres prometieron solemnemente que tan pronto como pudiera entender, me instruirían en todos estos asuntos por todos los medios a su disposición.
Fue en cumplimiento de este voto que me enviaron a una escuela primaria cristiana. En ella aprendí que el ser salvado del pecado y mi pertenencia a Dios marcaba una diferencia en todo lo que sabía o hacía. Vi el poder de Dios en la naturaleza y su providencia en el curso de la historia. Eso proporcionó el escenario adecuado para mi salvación, la cual tuve en Cristo. En resumen, todo el amplio mundo que gradualmente se abrió para mí a través de mi educación, era algo que consideraba que, en todos sus aspectos, operaba bajo la dirección del Dios todopoderoso y omnisciente de quien yo era hijo a través de Cristo. Debía aprender, imitándole a Él, a pensar los pensamientos de Dios en cada área de mis esfuerzos.
Naturalmente, hubo peleas en el «campus» de la escuela y yo estuve involucrado en algunas de ellas, aunque no en todas. Los zapatos de madera eran maravillosas armas de guerra. Sin embargo, se nos prohibió estrictamente usarlos, incluso con fines defensivos. Siempre hubo conferencias tanto de maestros como de padres acerca del pecado y el mal en relación con nuestras hazañas marciales. Especialmente, este fue el caso cuando un regimiento de nosotros salió a luchar con los alumnos de la escuela pública. A los niños de la escuela pública no les caímos bien. Tenían un extenso vocabulario de vituperios. ¿Quiénes pensábamos que éramos? Éramos muy buenos, ¡demasiado buenos para ir a la escuela pública! «¡Ajá! ¡Toma esto!» Respondíamos de la misma manera. Mientras tanto, nuestro sentido de distinción crecía a grandes pasos. Se nos decía por la noche que debíamos aprender a soportar con paciencia el ridículo del «mundo». ¿Acaso no había odiado el mundo a la iglesia desde la época de Caín?
¡Qué diferente fue tu educación temprana! Fuiste a una escuela «neutral». Así como sus padres lo habían hecho en casa, ahora lo hicieron tus maestros en la escuela. Te enseñaron a ser «de mente abierta». Dios no fue puesto en conexión con tu estudio de la naturaleza o la historia. Fuiste enseñado en todo momento sin inclinaciones.
Por supuesto, ahora sabes más. Te das cuenta de que todo eso era puramente imaginario. Estar «sin inclinaciones» solo es tener un tipo particular de sesgo. La idea de «neutralidad» es simplemente un traje incoloro que cubre una actitud negativa hacia Dios. Al menos debería quedar claro que el que no está a favor del Dios del cristianismo está en contra de Él. Verás, el mundo le pertenece a Él, y tú eres su criatura, y como tal debes reconocer ese hecho honrándolo ya sea que comas o bebas o hagas cualquier otra cosa. Dios dice que vives, por así decirlo, en su finca. Y su patrimonio tiene grandes letreros de propiedad colocados en todas partes, de modo que incluso el que pasa a setenta millas por hora no puede dejar de leerlos. Cada hecho en este mundo afirma al Dios de la Biblia, tiene su sello grabado indeleblemente en él. Entonces, ¿cómo podrías ser neutral con respecto a ese Dios? ¿Caminas tranquilamente un cuatro de julio en Washington preguntándote si el Monumento de Lincoln pertenece a alguien? ¿Miras a la «Old Glory» ondeando desde una asta de alta y te preguntas si representa algo? ¿Exige algo de ti, que has nacido ciudadano estadounidense como eres? Merecerías sufrir el destino del «hombre sin país» si, como estadounidense fueras neutral a Estados Unidos. Bien, en un sentido mucho más profundo, mereces vivir para siempre sin Dios si no lo haces tuyo y lo glorificas como tu Creador. No te atrevas a manipular el mundo de Dios, y menos aún a ti mismo como portador de su imagen para tus propios propósitos finales. Cuando Eva llegó a ser neutral entre Dios y el diablo, sopesando las afirmaciones de cada uno como si fueran inherentemente de igual valor, ¡en realidad ya estaba del lado del diablo!
Ahí estás, emocionándote de nuevo. Toma asiento y cálmate. Eres de mente abierta y neutral, ¿no es así? Y has aprendido a pensar que cualquier hipótesis tiene, como teoría de la vida, un derecho igual a ser escuchada que cualquier otra, ¿no es así? Después de todo, solo te pido que veas lo que está involucrado en la concepción cristiana de Dios. Si el Dios del cristianismo existe, la evidencia de su existencia es abundante y clara, de modo que es a la vez anticientífico y pecaminoso no creer en Él. Cuando el Dr. Joad, por ejemplo, dice: «La evidencia de Dios está lejos de ser clara», sobre la base de que si fuera claro todos creerían en Él, está incurriendo en una petición de principio. Si el Dios del cristianismo existe, la evidencia de Él debe ser clara. Y la razón, por lo tanto, por la que no «todos» creen en Él debe ser que «todos» están cegados por el pecado. Todo el mundo lleva gafas de colores. Ya has escuchado la historia del valle de los ciegos. Un joven que estaba cazando cayó por un precipicio en el valle de los ciegos. No había escapatoria. Los ciegos no lo entendían cuando hablaba de ver el sol y los colores del arco iris, pero una buena joven lo entendía cuando hablaba el lenguaje del amor. El padre de la muchacha no quería consentir el matrimonio de su hija con un lunático que hablaba tan a menudo de cosas que no existían. Pero los grandes psicólogos de la universidad de ciegos se ofrecieron a curarlo de su locura cosiendo sus párpados. Entonces, le aseguraron, sería normal como «todos» los demás. Pero el simple vidente siguió protestando de que sí veía el sol.
Así, mientras tomamos nuestro té, me propongo no solo operar sobre tu corazón para cambiar tu voluntad, sino también sobre tus ojos para cambiar tu perspectiva. Pero espera un minuto. No, no me propongo operar en absoluto. Yo mismo no puedo hacer nada así. Solo estoy sugiriendo levemente que tal vez estés muerto, y tal vez ciego, permitiendo que pienses en el asunto por ti mismo. Si ha de haber una operación, debe ser realizada por Dios mismo.
Educación posterior
Mientras tanto, terminemos nuestra historia. A los diez años llegué a este país y después de algunos años decidí estudiar para el ministerio. Esto implicó una educación preliminar en una escuela preparatoria cristiana, y una universidad. Todos mis maestros se comprometieron a enseñar sus materias desde el punto de vista cristiano. ¡Imagina enseñar no solo religión sino álgebra desde el punto de vista cristiano! Pero así se hizo. Se nos dijo que todos los hechos en todas sus relaciones, tanto numéricos como otros, son lo que son debido al plan integral de Dios con respecto a ellos. Por lo tanto, las definiciones mismas de las cosas no serían simplemente incompletas, sino básicamente incorrectas si Dios quedara fuera del encuadre. ¿No fuimos informados sobre las opiniones de los demás? ¿No oímos hablar de la evolución y de Immanuel Kant, el gran filósofo moderno que había demostrado de manera concluyente que todos los argumentos a favor de la existencia de Dios eran inválidos? Oh, sí, escuchamos todas estas cosas, pero se nos dieron refutaciones y éstas parecían resolver el caso adecuadamente.
En los seminarios a los que asistí, a saber, Calvin y Princeton antes de su reorganización de acuerdo con líneas semi-modernistas en 1929, la situación era muy similar. Así, por ejemplo, el Dr. Robert Dick Wilson solía decirnos, y, hasta donde podíamos entender los idiomas, mostrarnos a partir de los documentos, que los «críticos superiores» no habían hecho nada que legítimamente dañara nuestra fe infantil en el Antiguo Testamento como Palabra de Dios. Del mismo modo, el Dr. J. Gresham Machen y otros confirmaron su afirmación de que el cristianismo del Nuevo Testamento es intelectualmente defendible, y que la Biblia tiene razón en sus afirmaciones. Puedes juzgar sus argumentos leyéndolos por ti mismo. En resumen, escuché la historia del cristianismo histórico y la doctrina de Dios sobre la cual se construye una y otra vez, desde todos los ángulos, contada por aquellos que lo creyeron y fueron más capaces de interpretar su significado.
La narración de esta historia ha ayudado, confío, a hacer que la pregunta básica sea simple y clara. Ahora sabes muy claramente qué clase de Dios es del que te estoy hablando. Si mi Dios existe, fue Él quien estaba detrás de mis padres y maestros. Fue Él quien condicionó todo lo que me condicionó en mi vida temprana. Pero entonces también fue Él quien condicionó todo lo que te condicionó en tus primeros años de vida. Dios, el Dios del cristianismo, ¡es el condicionador de todo!
Como condicionador de todo, Dios es el todo consciente. Un Dios que ha de controlar todas las cosas debe controlarlas «por el consejo de su voluntad». Si no lo hiciera, Él mismo estaría condicionado. Así pues, sostengo que mi creencia en Él y tu incredulidad en Él son igualmente sin sentido excepto por Él.
Objeciones planteadas
En este momento probablemente te estés preguntando si realmente alguna vez he escuchado las objeciones que se plantean contra la creencia en tal Dios. Bueno, creo que sí. Las escuché de mis maestros que trataron de darles respuesta. También las escuché de maestros que creían que no podían ser respondidas. Mientras estudiaba en el Seminario de Princeton, asistí a cursos de verano en la Escuela de Divinidad de Chicago. Naturalmente, allí escuché por completo la exposición de la visión moderna o liberal de las Escrituras. Y después de graduarme del Seminario, pasé dos años en la Universidad de Princeton para un trabajo de posgrado en filosofía. Allí las teorías de la filosofía moderna fueron expuestas y defendidas por hombres muy capaces. En resumen, se me presentó una declaración tan completa de las razones de la incredulidad como lo había sido la de las razones de la fe. Escuché ambas partes por completo, y por parte de aquellos que creían lo que enseñaban.
Me has obligado a decir esto por la mirada de tu rostro. Tus mismos gestos sugieren que no puedes entender cómo alguien familiarizado con los hechos y argumentos presentados por la ciencia y la filosofía modernas, puede creer en un Dios que realmente creó el mundo, que realmente dirige todas las cosas en el mundo por medio de un plan hacia los fines que Él tiene en vista para ellos. Bueno, soy solo uno de los muchos que se aferran a la antigua fe, siendo plenamente consciente de lo que dice la ciencia moderna, la filosofía moderna y la crítica bíblica moderna.
Obviamente no puedo entrar en una discusión de todos los hechos y todas las razones presentadas contra la creencia en Dios. Hay quienes han dedicado toda su vida al estudio del Antiguo Testamento así como del Nuevo Testamento. Son sus obras las que debes leer para una refutación detallada de los puntos de la crítica bíblica. Otros se han especializado en física y biología. A ellos debo referirte para una discusión de los muchos puntos relacionados con asuntos como la evolución. Pero hay algo que subyace a todas estas discusiones. Y es con ese algo que ahora deseo tratar.
Puedes pensar que me he expuesto terriblemente. En lugar de hablar de Dios como algo vago e indefinido, según la moda de los modernistas, los barthianos y los místicos, un dios tan vacío de contenido y alejado de la experiencia como para no hacer exigencias a los hombres, he cargado la idea de Dios con ciencia «anticuada» y lógica «contradictoria». Parece como si hubiera complicado innecesariamente mi caso al presentar el tipo de Dios más objetable que pude encontrar. Debería ser muy fácil para ti reventar mi burbuja. Veo que estás listo para recitarme porciones de hechos tomados de los textos universitarios estándar sobre física, biología, antropología y psicología, o para aplastarme con tus tanques de sesenta toneladas tomados del famoso libro de Kant, La crítica de la razón pura. Pero he estado bajo estas pruebas de fuego muchas veces. Antes de que te tomes la molestia de abrir el grifo de nuevo, hay un punto preliminar que quiero mencionar. Ya me he referido a él cuando estábamos discutiendo el tema de la prueba o el estándar.
El punto es este. Al no creer en Dios, como hemos visto, no te consideras una criatura de Dios. Y al no creer en Dios no crees que el universo haya sido creado por Dios. Es decir, piensas en ti mismo y en el mundo como cosas que simplemente están ahí. Ahora bien, si realmente eres una criatura de Dios, entonces tu actitud actual es muy injusta para Él. En ese caso, es incluso un insulto para Él. Y habiendo insultado a Dios, su desagrado descansa sobre ti. Dios y tú no estáis en «términos de hablar». Y tienes muy buenas razones para tratar de probar que no existe. Si Él existe, te castigará por despreciarlo. Por lo tanto, llevas gafas de colores. Y esto determina todo lo que dices acerca de los hechos y las razones para no creer en Él. Has tenido tus picnics y fiestas de caza sin pedirle permiso. Has tomado las uvas de la viña de Dios sin pagarle ninguna renta y has insultado a sus representantes cuando te la pidieron.
Debo disculparme contigo en este momento. Nosotros, los que creemos en Dios, no siempre hemos dejado clara esta posición. A menudo hemos hablado con ustedes sobre hechos y razones sólidas como si estuviéramos de acuerdo con ustedes en lo que realmente son. En nuestros argumentos a favor de la existencia de Dios, con frecuencia hemos asumido que ustedes y nosotros al unirnos tenemos un área de conocimiento en la que estamos de acuerdo. Pero, en realidad, no concedemos que comprendan verdaderamente ningún hecho en ninguna dimensión de la vida. En realidad creemos que tienen gafas de colores en la nariz cuando hablan de pollos y vacas, así como cuando hablan de la vida en el más allá. Deberíamos haberles dicho esto más claramente de lo que lo hicimos. Pero estábamos un poco avergonzados de lo que les parecería una posición muy extraña o extrema. Estábamos tan ansiosos por no ofenderlos que ofendimos a nuestro propio Dios. Pero ya no nos atrevemos a presentarles a nuestro Dios como más pequeño o menos exigente de lo que realmente es. Él quiere ser presentado como condicionador de todos, como el emplazamiento en el que, incluso aquellos que lo niegan, deben estar de pie.
Ahora bien, al presentarme todos tus hechos y razones, has asumido que tal Dios no existe. Has dado por sentado que no necesitas ningún tipo de emplazamiento fuera de ti mismo. Has asumido la autonomía de tu propia experiencia. En consecuencia, no puedes, es decir, no estás dispuesto, a aceptar como hecho cualquier cosa que desafíe tu autosuficiencia. Y estás obligado a llamar contradictorio a aquello que no encaja en el ámbito de tus poderes intelectuales. Recuerdas a lo que hacía el viejo Procusto. Si sus visitantes eran demasiado largos, cortaba algunas partes de cada extremo; si eran demasiado cortos, usaba la camilla estiradora para ajustarlos al tamaño de la cama. Es ese tipo de cosas lo que siento que has hecho con cada hecho de la experiencia humana. Y te pido que seas crítico con tus suposiciones más básicas. ¿No irás al sótano de tu propia experiencia para ver lo que se ha estado acumulando allí mientras estabas ocupado aquí y allá inspeccionando la superficie de la vida? Es posible que te sorprendas considerablemente de lo que encuentres allí.
Para aclarar lo que quiero decir, ilustraré lo que he dicho señalando cómo los filósofos y científicos modernos manejan los hechos y doctrinas del cristianismo.
Una doctrina básica para todos los hechos y doctrinas del cristianismo y, por lo tanto, involucrada en la creencia en Dios, es la doctrina de la creación. Ahora bien, los filósofos y científicos modernos en su conjunto afirman que sostener tal doctrina o creer en tal hecho es negar nuestra propia experiencia. Quieren decir esto, no solo en el sentido de que nadie estaba allí para ver como se hacía, sino en el sentido más básico de que es lógicamente imposible. Afirman que rompería las leyes fundamentales de la lógica.
El argumento actual contra la doctrina de la creación deriva de Kant. Puede expresarse adecuadamente en las palabras de un filósofo más reciente, James Ward: «Si intentamos concebir a Dios aparte del mundo, no hay nada que nos conduzca a la creación» (Realm of Ends, p. 397). Es decir, si Dios ha de estar conectado con el universo, debe estar sujeto a sus condiciones. Aquí está la vieja doctrina de la creación. Dice que Dios es la causa de la existencia del mundo. Pero ¿qué queremos decir con la palabra «causa»? En nuestra experiencia, es aquello que es lógicamente correlativo a la palabra «efecto». Si tienes un efecto, debes tener una causa y si tienes una causa, debes tener un efecto. Si Dios causó el mundo, por tanto, debe haber sido porque Dios no pudo evitar producir un efecto. Y, por lo tanto, se puede decir que el efecto es realmente la causa de la causa. Por lo tanto, nuestra experiencia no puede permitir a ningún Dios que no dependa del mundo tanto como el mundo depende de Él.
El Dios del cristianismo no puede cumplir con estos requisitos del hombre autónomo. Dios afirma ser todo suficiente. Afirma haber creado el mundo, no por necesidad sino por su libre albedrío. Afirma no haber cambiado en sí mismo cuando creó el mundo. Por lo tanto, debe decirse que su existencia es imposible y que la doctrina de la creación es un absurdo.
También se dice que la doctrina de la providencia está en desacuerdo con la experiencia. Esto no es más que algo natural. Aquel que rechaza la creación, debe lógicamente también rechazar la providencia. Si todas las cosas están controladas por la providencia de Dios, se nos dice, no puede haber nada nuevo y la historia no es más que un baile de títeres.
Ves entonces que podría presentarte un gran número de hechos para probar la existencia de Dios. Podría decir que cada efecto necesita una causa. Podría señalar la maravillosa estructura del ojo como evidencia del propósito de Dios en la naturaleza. Podría apelar al pasado de la historia de la humanidad para mostrar que ha sido dirigida y controlada por Dios. Todas estas evidencias no te afectarían. Simplemente dirías que por más que podamos explicar la realidad, no podemos meter a Dios. Causa y propósito, sigues repitiendo, son palabras que los seres humanos usamos con respecto a las cosas que nos rodean porque parecen actuar como nosotros mismos actuamos, pero eso es lo más lejos que podemos llegar.
Y cuando se te presenta la evidencia del cristianismo propiamente dicho, el procedimiento es el mismo. Si te señalo que las profecías de la Escritura se han cumplido, simplemente responderás que naturalmente parece ser así para mí y para los demás, pero que, en realidad, no es posible para ninguna mente predecir el futuro a partir del pasado. Si lo fuera, una vez más, todo estaría fijado de antemano, y la historia no tendría novedad ni libertad.
Entonces, si señalo los muchos milagros, la historia es una vez más la misma. Para ilustrar este punto cito al difunto Dr. William Adams Brown, un destacado teólogo modernista. «Toma cualquiera de los milagros del pasado», dice Brown, «El nacimiento virginal, la resurrección de Lázaro, la resurrección de Jesucristo. Supongamos que puedes probar que estos eventos ocurrieron tal como se afirma que sucedieron. ¿Qué has logrado? Has demostrado que nuestra visión anterior de los límites de lo posible necesita ser ampliada; que nuestras generalizaciones anteriores eran demasiado estrechas y necesitan revisión; que se acumulan problemas sobre el origen de la vida y su renovación de los que hasta ahora no habíamos sido conscientes. Pero lo único que no has mostrado, que de hecho no puedes mostrar, es que ha ocurrido un milagro; porque eso es confesar que estos problemas son inherentemente insolubles, lo cual no puede determinarse hasta que se hayan hecho todas las pruebas posibles» (God at Work, Nueva York, 1933, p. 169). Ya ves con qué confianza Brown utiliza esta arma de imposibilidad lógica contra la idea de un milagro. Muchos de los críticos más antiguos de las Escrituras desafiaron la evidencia del milagro en varios puntos. Hicieron, por así decirlo, una invasión terrestre lenta y por partes de la isla del cristianismo. Brown, por otro lado, resuelve el asunto de inmediato enviando una gran cantidad de avionetas stukas desde el cielo. Cualquier minucia que no pueda destruir de inmediato, la limpiará más tarde. Quiere obtener primero un control rápido de todo el campo. Y esto lo hace aplicando directamente la ley de la no contradicción. En efecto, Brown dice que solo es posible lo que puedo demostrar que está lógicamente relacionado de acuerdo con mis leyes de la lógica. Entonces, si los milagros quieren tener una posición científica, es decir, ser reconocidos como hechos genuinos, deben demandar la admisión en el puerto de entrada al continente del esfuerzo científico. Y la admisión se dará tan pronto como se sometan al pequeño proceso de generalización que los priva de su singularidad. Los milagros deben sacar documentos de naturalización si desean votar en la república de la ciencia y tener alguna influencia allí.
Tomemos ahora los cuatro puntos que he mencionado: creación, providencia, profecía y milagro. Juntos representan todo el teísmo cristiano. Juntos incluyen lo que está involucrado en la idea de Dios y lo que Él ha hecho alrededor y por nosotros. De todo esto se ha presentado evidencia muchas veces y de muchas formas. Pero tienes una respuesta siempre disponible y efectiva a mano. ¡Es imposible! ¡Es imposible! Actúas como un administrador de correos que ha recibido muchas cartas escritas en idiomas extranjeros. Dice que las entregará tan pronto como sean escritas en el inglés del rey por las personas que las enviaron. Hasta entonces deben esperar en el departamento de cartas muertas. Para todas las objeciones que el filósofo y científico promedio plantean contra la evidencia de la existencia de Dios, resulta básica la afirmación o suposición de que aceptar tal evidencia sería romper las reglas de la lógica.
Veo que estás bostezando. Hagamos una pausa para cenar. Porque hay un punto más a este respecto que debo realizar. No tienes ninguna duda de que en algún momento de tu vida has ido al dentista. Un dentista perfora profundo, y luego un poco más profundo, llegando finalmente al nervio del problema.
Ahora, antes de profundizar en el nervio del problema, debo disculparme nuevamente. El hecho de que a tantas personas se les coloque ante una exposición completa de la evidencia de la existencia de Dios y, sin embargo, no crean en Él, nos ha desanimado enormemente. Por lo tanto, hemos adoptado medidas de desesperación. Ansiosos por ganar tu buena voluntad, hemos comprometido de nuevo a nuestro Dios. Observando el hecho de que los hombres no ven, hemos admitido que lo que deberían ver es difícil de ver. En nuestra gran preocupación por ganar hombres, hemos permitido que la evidencia de la existencia de Dios sea probablemente convincente. Y de esa confesión fatal, hemos ido un paso más allá hasta el punto en que hemos admitido o prácticamente admitido que no es realmente convincente en absoluto. Y así, recurrimos al testimonio en lugar de al argumento. Después de todo, decimos, Dios no se encuentra al final de una discusión; se encuentra en nuestros corazones. Así que simplemente testificamos a los hombres que una vez estuvimos muertos, y ahora estamos vivos, que una vez estuvimos ciegos y que ahora vemos, y renunciamos a todo argumento intelectual.
¿Crees que nuestro Dios aprueba esta actitud de sus seguidores? No creo. El Dios que afirma haber hecho todos los hechos y haber puesto su sello sobre ellos, no concederá que en realidad exista alguna excusa para aquellos que se niegan a ver. Además, tal procedimiento es contraproducente. Si alguien en tu ciudad natal de Washington negara que existiera un gobierno de los Estados Unidos, ¿lo llevarías a cierta distancia por el Potomac y le testificarías que existe? Tu experiencia y testimonio de regeneración no tendrían sentido, excepto por la verdad objetiva de los hechos objetivos que se presuponen por ella. Un testimonio que no es un argumento tampoco es un testimonio, así como un argumento que no es un testimonio ni siquiera es un argumento.
Renunciando a todo esto por el momento, veamos qué hará el psicólogo moderno de la religión, que se basa en el mismo fundamento con el filósofo, con nuestro testimonio. Él hace una distinción entre el dato bruto y su causa, dándome el dato bruto y guardando para sí la explicación de la causa. El profesor James H. Leuba, un gran psicólogo de Bryn Mawr, tiene un procedimiento típico. Dice: «La realidad de cualquier dato dado, de una experiencia inmediata en el sentido en que se usa el término aquí, no puede ser impugnada: Cuando me siento tener frío o calor, o me siento triste o alegre, desanimado o confiado, tengo frío, o estoy triste, desanimado, etc., y cualquier argumento que pueda presentarse para demostrarme que no tengo frío es, en la naturaleza del caso, absurdo; una experiencia inmediata no puede ser contradecida; no puede estar equivocada». Todo esto, en la superficie, parece ser muy alentador. El inmigrante tiene esperanzas de una admisión lista y rápida. Sin embargo, aún debe sobrepasar Ellis Island. «Pero si los datos brutos de la experiencia no están sujetos a crítica, las causas atribuidas a ellos sí lo son. Si digo que mi sensación de frío se debe a una ventana abierta, o mi estado de júbilo a una droga, o a mi renovado coraje a Dios, mi afirmación va más allá de mi experiencia inmediata; le he atribuido una causa, y esa causa puede ser la correcta o la incorrecta». (God or Man, Nueva York, 1933, p. 243.) Y, de esta forma el inmigrante debe esperar en Ellis Island un millón de años. Es decir, yo, como creyente en Dios a través de Cristo, afirmo que he nacido de nuevo a través del Espíritu Santo. El Psicólogo dice que es un dato bruto de la experiencia y como tal incontrovertible. No lo negamos, dice. Pero no significa nada para nosotros. Si quieres que signifique algo para nosotros, debes atribuir una causa a tu experiencia. A continuación, examinaremos la causa. ¿Tu experiencia fue causada por el opio o Dios? Tú dices que por Dios. Bueno, eso es imposible ya que como filósofos hemos demostrado que es lógicamente contradictorio creer en Dios. Puedes regresar en cualquier momento, una vez hayas cambiado de opinión sobre la causa de tu regeneración. ¡Estaremos encantados de recibirte y darte la bienvenida como ciudadano de nuestro reino, si presentas tus documentos de naturalización!
Parece que ahora hemos llegado a un buen paso. Acordamos desde el principio decirnos toda la verdad. Si te he ofendido, ha sido porque no me atrevo, ni siquiera en aras de ganarte, a ofender a mi Dios. Y si no te he ofendido, no he hablado de mi Dios. Porque lo que realmente has hecho al manejar la evidencia de la creencia en Dios, es establecerte como Dios. Has hecho que el alcance de tu intelecto sea el estándar de lo que es posible o no. Por lo tanto, virtualmente has determinado que tu intención es no encontrar nunca un hecho que apunte a Dios. Los hechos, para ser hechos (es decir, hechos con una posición científica y filosófica decente), deben tener sobre ellos tu sello, como creador virtual, en lugar del de Dios.
Por supuesto, me doy cuenta muy bien de que no pretendes crear secuoyas y elefantes. Pero prácticamente afirmas que las secuoyas y los elefantes no pueden ser creados por Dios. Has oído hablar del hombre que nunca quiso ver o ser una vaca púrpura. Bueno, prácticamente has determinado que nunca verás o serás un hecho creado. Junto con Sir Arthur Eddington afirmas por así decirlo: «Lo que mi red no puede atrapar no es pescado».
Tampoco pretendo, por supuesto, que una vez que te hayas enfrentado cara a cara con esta condición, puedas cambiar tu actitud. No puedes cambiarla más de lo que el etíope puede cambiar su piel o el leopardo sus manchas. Has pegado tus gafas de colores a tu cara con tanta firmeza que ni siquiera puedes quitártelas cuando duermes. Freud ni siquiera ha tenido una idea de la pecaminosidad del pecado conforme éste controla el corazón humano. Sólo el gran Médico a través de su expiación de sangre en la cruz y por el don de su Espíritu puede quitarte esas gafas de colores y hacerte ver los hechos como son, los hechos como evidencia, como evidencia inherentemente convincente, de la existencia de Dios.
Debería ser bastante claro ahora en qué clase de Dios creo. Es Dios, el condicionador de todo. Es Dios que creó todas las cosas, que por su providencia condicionó mi juventud, haciéndome creer en Él, y que en mi vida posterior, por su gracia, todavía me hace querer creer en Él. Es el Dios que también controló tu juventud y hasta ahora aparentemente no te ha dado su gracia para que puedas creer en Él.
Puedes responder a esto: «Entonces, ¿de qué sirve discutir y razonar conmigo?» Bueno, es de mucho beneficio. Verás, si realmente eres una criatura de Dios, siempre eres accesible para Él. Cuando Lázaro estaba en la tumba, todavía era accesible para Cristo, quien lo llamó de vuelta a la vida. Es de esto de lo que dependen los verdaderos predicadores. El [hijo] pródigo pensó que había escapado completamente de la influencia del padre. En realidad, el padre controlaba el «país lejano» al que se había ido el pródigo. Así es en el razonamiento. El verdadero razonamiento acerca de Dios es tal que se apoya en Dios como el único emplazamiento que da sentido a cualquier tipo de argumento humano. Y tenemos derecho a esperar que tal razonamiento sea utilizado por Dios para romper el carruaje de un solo caballo de la autonomía humana.
Pero ahora veo que quieres irte a casa. Y no te culpo; el último autobús sale a las doce. Me gustaría volver a hablar en otra ocasión. Te invito a venir a cenar el próximo domingo. No obstante, he reventado tu burbuja, así que tal vez no vuelvas. Y, sin embargo, tal vez lo hagas. Eso depende de lo que al Padre le plazca. En el fondo de tu corazón sabes muy bien que lo que he dicho de ti es verdad. Sabes que no hay unidad en tu vida. No quieres a ningún Dios que, por su consejo, te de la unidad que necesitas. Tal Dios, dices, no permitiría nada nuevo. Así que te proporcionas tu propia unidad. Pero esta unidad no debe, según su propia definición, matar lo que es totalmente nuevo. Por lo tanto, debe estar frente a lo totalmente nuevo y nunca tocarlo en absoluto. Así, por tu lógica, hablas de posibles e imposibles, pero toda esta charla está en el aire. Según sus propios estándares, nunca puede tener nada que ver con la realidad. Tu lógica pretende tratar con asuntos eternos e inmutables; y tus hechos son completamente cambiantes; y «nunca los dos se tocarán». Así que has hecho un sinsentido de tu propia experiencia. Junto con el pródigo, estás en el abrevadero de cerdos, pero puede ser que, a diferencia del pródigo, te niegues a regresar a la casa del padre.
Por otro lado, por mi creencia en Dios, tengo unidad en mi experiencia. No, por supuesto, el tipo de unidad que quieres. No una unidad que sea el resultado de mi propia determinación autónoma de lo que es posible. Pero es una unidad más alta que la mía y anterior a ella. Sobre la base del consejo de Dios, puedo buscar hechos y encontrarlos sin destruirlos de antemano. Sobre la base del consejo de Dios, puedo ser un buen físico, un buen biólogo, un buen psicólogo o filósofo. En todos estos campos uso mis poderes de disposición lógica para ver tanto orden en el universo de Dios como se le puede conceder ver a una criatura. Las unidades, o sistemas que elaboro son verdaderos porque [son] indicadores genuinos de la unidad básica u original que se encuentra en el consejo de Dios.
Mirando a mi alrededor veo tanto orden como desorden en cada dimensión de la vida. Pero los miro ambos a la luz del gran Ordenador que está detrás de ellos. No necesito negar ninguno en aras del optimismo o del pesimismo. Veo a los hombres fuertes de la biología buscando diligentemente a través de colinas y valles para probar que la doctrina de la creación no es verdadera con respecto al cuerpo humano, solo para regresar y admitir que aún falta el eslabón perdido. Veo a los hombres fuertes de la psicología buscar profundamente en el subconsciente, en la conciencia infantil y animal, para demostrar que las doctrinas de la creación y la providencia no son verdaderas con respecto al alma humana, solo para regresar y admitir que el abismo entre la inteligencia humana y la animal es tan grande como siempre. Veo a los hombres fuertes de la lógica y la metodología científica buscar profundamente en lo trascendental una validez que no sea barrida por la marea siempre cambiante de lo completamente nuevo, solo para regresar y decir que no pueden encontrar un puente desde la lógica a la realidad, o desde la realidad a la lógica. Y, sin embargo, encuentro que todos estos, aunque estén de cabeza, informan muchas cosas verdaderas. Solo necesito dar la vuelta a sus informes, haciendo de Dios en lugar del hombre el centro de todo, y tengo una maravillosa exhibición de los hechos como Dios ha querido que los vea.
Y si mi unidad es lo suficientemente amplia como para incluir los esfuerzos de aquellos que la rechazan, es lo suficientemente grande incluso para incluir lo que aquellos que han sido restaurados por la regeneración no pueden ver. Mi unidad es la de un niño que camina con su padre por el bosque. El niño no tiene miedo porque su padre lo sabe todo y es capaz de controlar cada situación. Así que concedo fácilmente que hay algunas «dificultades» con respecto a la creencia en Dios y su revelación en la naturaleza y las Escrituras que no puedo resolver. De hecho, existe misterio en cada relación con respecto a cada hecho que enfrento, debido a que todos los hechos tienen su explicación final en Dios cuyos pensamientos son más altos que mis pensamientos, y cuyos caminos son más altos que mis caminos. Y es exactamente ese tipo de Dios lo que necesito. Sin tal Dios, sin el Dios de la Biblia, el Dios de la autoridad, el Dios que es autónomo y, por lo tanto, incomprensible para los hombres, no habría razón en nada. Ningún ser humano puede explicar en el sentido de ver a través de todas las cosas, pero solo el que cree en Dios tiene el derecho de sostener que existe una explicación.
Así, puedes ver que cuando era joven estaba condicionado por todos lados; no podía evitar creer en Dios. Ahora que soy mayor todavía no puedo evitar creer en Dios. Creo en Dios ahora porque a menos que lo tenga como Condicionador de todo, la vida es caos.
No te convertiré al final de mi argumento. Creo que el argumento es sólido. Sostengo que la creencia en Dios no es solamente tan razonable como otras creencias, o incluso un poco o infinitamente más probablemente verdadera que otras creencias; más bien sostengo que, a menos que creas en Dios, lógicamente no puedes creer en nada más. Pero como creo en tal Dios, un Dios que te ha condicionado tanto a ti como a mí, sé que puedes, para tu propia satisfacción, con la ayuda de los biólogos, los psicólogos, los lógicos y los críticos de la Biblia, reducir todo lo que he dicho esta tarde y noche a las divagaciones circulares de un autoritario sin esperanza. Bueno, mis divagaciones han sido, sin duda, circulares; han hecho que todo gire en torno a Dios. Así que ahora te dejaré con Él, y con su misericordia.
— Fin