Tesoros en la tierra
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan – Mateo 6:19
El Señor Jesús advierte a sus discípulos en contra de hacer tesoros en la tierra. Generalmente este versículo muchos lo entienden como si Jesús estuviese prohibiendo la riqueza en sí misma. Se entiende como si Jesús estuviese condenando la riqueza misma, ser rico en sí mismo, como si estuviese condenando el dinero en sí mismo. Pero intentemos descubrir si esta es la enseñanza de Jesús.
En primer lugar, Jesús prohíbe en contra de hacer tesoros. El verbo en la frase «hacer tesoros» es interesante porque es un verbo en tiempo presente que contiene la idea de hacer algo constantemente, de tener un hábito, una costumbre, algo que hacemos constante y repetitivamente. Así pues, Jesús no solo está prohibiendo que hagamos tesoros en general, sino que dejemos de hacerlo, que paremos; es decir, presupone que el ser humano está comprometido con la acción de hacer tesoros en la tierra, y es tiempo de que pare de hacer eso.
Segundo, esta actividad de hacer tesoros se ha convertido ya en un hábito, en una costumbre, en una constante en la vida del hombre, de modo que su vida gira en torno precisamente en hacer tesoros. La vida no se reduce a hacer tesoros; hay muchas cosas más que podemos y debemos hacer también. De hecho, quien solamente se dedica a hacer tesoros deja de disfrutar a Dios, dador de la vida, y la vida misma.
Tercero, es importante señalar que el inicio de Mateo 6:19 se puede traducir también así: «No acumulen, no amontonen, no atesoren tesoros para ustedes en la tierra». La prohibición pues tiene que ver, no con los tesoros en sí mismos, sino con la acumulación de estos como la meta última de la vida. Sí, cuando el objetivo de nuestra vida es amontonar tesoros, entonces ya caímos en un pecado grave. ¿De qué manera? Implícitamente estamos diciendo que los tesoros tienen más valor que mi prójimo, más concretamente: tienen más valor que mi esposa, mis hijos, mis padres, mi familia, etc. Claro, toda la vida gira en torno no a las personas, sino en torno a algo material. ¿Quién no ha conocido a una persona que valora más un carro que a su misma esposa? ¿Incluso que a sus hijos? Por consiguiente, el pecado no radica en los tesoros mismos, sino en la obsesión de acumular, amontonar tesoros para nosotros mismos en este orden temporal de la vida.
Por otro lado, debemos decir algo respecto a la palabra tesoros como la usa nuestro Señor aquí. Esta palabra es diferente a la palabra dinero. Tesoro es un término más amplio que dinero, y se refiere a todo aquello que llega a ser valioso, muy valioso para una persona. Así pues, tesoros se refiere a todo aquello que ha llegado a suplantar el lugar de Dios en nuestra vida en orden de importancia. Podemos amontonar dinero, casas, vehículos, propiedades, joyas, y usted puede seguir con la lista. Al hacer esto, ya hemos hecho a Dios a un lado, ya ha pasado a tomar el segundo lugar porque el primer lugar lo ha ocupado aquello que valoramos más que a Él.
Jesús no está en contra de la riqueza misma, no está en contra del dinero mismo, sino que está en contra de poner nuestra confianza, satisfacción, salvación, esperanza y consuelo en los tesoros, en la riqueza, en el dinero. Recordemos que José de Arimatea era un hombre rico; Nicodemo era un hombre importante y, podemos decir, adinerado en Israel, y así podemos dar más ejemplos de contemporáneos de Jesús que eran ricos o al menos tenían posiciones importantes en la sociedad de ese tiempo. Aquí también debemos recordar lo que el apóstol Pablo dice en 1Timoteo 5:8: «porque raíz de todos los males es el amor al dinero». Noten que el apóstol dice que la raíz de todos los males no es el dinero, sino el amor al dinero; el dinero que en sí mismo no tiene valor alguno, pero el hombre le asigna un valor, y para muchos llega a ser lo más valioso de todo. De este amor al dinero tenemos que huir, ya que, en línea con la enseñanza de Jesús, nos puede llevar a acumular, amontonar dinero y desviarnos de lo verdaderamente importante.
Otra cosa que notamos en la primera frase de Mateo 6:19 es que Jesús dice que no debemos amontonar tesoros «en la tierra». Esta expresión es interesante en esta conexión, ya que se refiere a que el que acumula tesoros piensa que esta vida temporal es lo único y último en grado de importancia. Lo temporal se ha convertido en lo más importante para él o ella. «En la tierra», entonces, no impugna al planeta tierra como creación de Dios, no niega o condena la vida que se desarrolla en nuestro planea, y, especialmente, no está diciendo que la creación de Dios sea mala. No. «En la tierra» significa, primero, esta vida temporal contrastada con la vida eterna. Sí, la creación de Dios es buena, la tierra fue creada por Dios y, por ello, tiene valor, pero comparada con la vida eterna su valor mengua. Segundo, «en la tierra» denota la vida desarrollada en este mundo temporal sujeto a las consecuencias profundas del pecado. Este sentido es negativo, vivir en esta tierra donde el pecado predomina, donde se desarrollan sistemas de vida que se oponen radicalmente a una cosmovisión cristiana. No debemos amar esta tierra en este sentido, sino huir de ella.
En nuestro tiempo materialista y secularista mucha gente centra toda su vivencia en el aquí y ahora desarrollado en el planeta tierra, en esta vida temporal como si fuera lo único y más importante. Fácilmente llegamos a pensar que los deleites de esta vida temporal no son superados por nada más en alguna otra vida, de modo que el centro y significado de la vida llega a ser la vida en esta tierra. Pero esta visión es falsa, es ingenua, es rebelde a la vida eterna que Cristo nos regala. La vida misma en la tierra nos enseña los estragos del pecado por doquier; por donde volteemos, si no nos cegamos a la realidad, vemos decadencia, deterioro, putrefacción, desgaste, etc. El Señor Jesús solo nos da dos razones de la futilidad de centrar todo el quehacer de nuestra vida en esta tierra como fin último de toda existencia. En primer lugar, dice que en esta tierra los tesoros no están seguros porque la polilla y el orín (óxido) corrompen, echan a perder las cosas. Las cosas mismas son vulnerables. La corrupción ataca desde dentro podemos decir. Y no solo eso, sino que también la inestabilidad y destructibilidad de los tesoros terrenales proviene desde fuera, de ladrones que rompen nuestras puertas, perforan nuestras paredes y se meten a nuestras casas o bancos para robar nuestros tesoros.
¿Qué o quién es lo más valioso para ti? Recuerda que cualquier tesoro en esta tierra no es eterno, está sujeto a la corrupción y a los ladrones que lo pueden robar. Para el creyente en el evangelio, Jesucristo es la perla más valiosa, la joya más costosa, el tesoro más valioso que pueda existir en esta vida y en la venidera. Jesucristo nos da verdadera vida abundante, vida eterna que se halla fuera del alcance de la polilla, del óxido y de ladrones; una vida plenamente rica que perdurará por toda la eternidad.