B.B. Warfield sobre la Creación y la Evolución
Autor: Fred G. Zaspel
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Martín Bobadilla, Francisco Campos
Los avances de varios grupos creacionistas y del movimiento del diseño inteligente indican que los cristianos todavía están considerablemente interesados en la controversia creación-vs-evolución. Sin embargo, nos equivocaríamos si pensáramos que el avance está sólo en el lado creacionista. El renombrado profesor de AT, Dr. Bruce Waltke, recientemente llegó a los titulares con sus comentarios de que la evolución es totalmente compatible con el cristianismo, de hecho, con el cristianismo evangélico conservador, incluso inerrantista. Waltke advierte además que, si los cristianos no conceden el punto, serán relegados al gueto académico y descubrirán que la sociedad en general nunca los tomará en serio.1 Claramente, no hay señales de que el interés en el tema pronto se desvanezca.
Dentro de este debate, a veces se apela a nuestros antepasados cristianos, y nunca estamos muy lejos en esta discusión antes de escuchar acerca de Benjamin Breckinridge Warfield (1851-1921) de Old Princeton. Warfield, a menudo se nos asegura, el teólogo de la doctrina de la inspiración cuyas credenciales conservadoras son incuestionables, es alguien que se aferró tanto a la inerrancia de las Escrituras como a la evolución teísta. David N. Livingstone y Mark A. Noll han liderado el camino en el avance de esta caracterización.2 Algunos de los escritos de Warfield sobre esta cuestión han sido republicados en Selected Shorter Writings y The Works of Benjamin B. Warfield.3 Pero otros de sus escritos relacionados habían sido difíciles de encontrar, languideciendo principalmente en publicaciones periódicas centenarias. Livingstone y Noll han remediado esto para nosotros en Evolution, Science and Scripture, que recopila prácticamente todos los escritos de creación-evolución de este gigante de Princeton.
Livingstone afirmó anteriormente que Warfield “había sido un defensor clave de la teoría evolutiva al menos desde sus días de estudiante en Princeton” y “se mantuvo entusiasmado” con la teoría darwiniana a lo largo de su carrera teológica.4 Más recientemente, Livingstone y Noll han argumentado que Warfield abandonó temporalmente la teoría de la evolución, pero que a lo largo de su carrera volvió a abrazarla cada vez más.5 Su título de un artículo más reciente afirma su conclusión con confianza: “B.B. Warfield (1851-1921): Un inerrantista bíblico como evolucionista”.6 El artículo comienza con la misma nota confiada: “Uno de los secretos mejor guardados en la historia intelectual estadounidense es que B.B. Warfield, el principal defensor moderno de la doctrina teológicamente conservadora de la inerrancia de la Biblia, también fue un evolucionista”.7 En una versión anterior del artículo, implican que reconciliar la evolución con el calvinismo bíblico fue un “objetivo constante” de Warfield a lo largo de su tiempo en Princeton.8
Esta visión de Warfield es ampliamente aceptada, tal vez la comprensión “canónica”, y Livingstone y Noll, a menudo se citan acríticamente en apoyo.9 Sin embargo, estoy convencido de que este entendimiento es erróneo. Warfield afirmó haber aceptado la teoría de la evolución en su juventud, pero luego la rechazó al principio de su carrera. A partir de entonces, permaneció abierto a la posibilidad de ello y afirmó que la Escritura podría acomodarla, si se demostrara que era cierta, pero él mismo continuó rechazando la teoría. Para demostrar esto, examinaremos los escritos de Warfield primero por sus suposiciones fundacionales y distinciones básicas sobre la creación y la evolución, segundo por su escepticismo sobre la evolución como una teoría científica, y tercero por cómo los cristianos específicamente deben evaluar y responder a la evolución. Entonces estaremos en condiciones, finalmente, de reevaluar el argumento y la evidencia que Livingstone y Noll proponen.
1. Estudio de Warfield sobre la evolución
1.1. Naturalismo vs. Sobrenaturalismo
La base de Warfield es la distinción esencial y necesaria entre naturalismo y sobrenaturalismo. Completamente convencido del carácter sobrenatural del cristianismo, Warfield siempre está alerta para exponer teorías con tendencias naturalistas. Su propio interés en el tema de la evolución parece haber comenzado mientras criaba ganado con su padre en Kentucky, pero esto –su preocupación por el sobrenaturalismo– fue la preocupación impulsora detrás de su continuo interés en el tema. La filosofía darwiniana estaba fuertemente en aumento en los días de Warfield, y exigía cada vez más audiencia. Pero su naturalismo esencial, el “ateísmo”, como su mentor Charles Hodge lo había caracterizado, era descaradamente anticristiano.10 Warfield a menudo afirmaba que puede ser posible aferrarse al cristianismo bíblico y a alguna forma de evolución, pero también se quejaba de que el evolucionismo se había convertido más en una filosofía que en una ciencia, una filosofía basada en la presuposición del anti-sobrenaturalismo y que explicaba toda la existencia en términos específicamente naturalistas.11 Esto nunca serviría. El universo físico, los animales y la humanidad misma fueron el resultado de la obra creadora de Dios.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Esa es la primera oración en la revelación cristiana. Que sólo Dios es el primero y el último, que no cambia, que todo lo que existe es obra de sus manos y depende de su poder tanto para su existencia como para su continuidad en la existencia, esta es la enseñanza invariable de toda la Biblia. Es parte de la esencia misma del cristianismo, por lo tanto, que la explicación del universo se encuentra en Dios, y su palabra fundamental es, en consecuencia, “creación”.12
Cualquiera que sea el terreno común que se pueda descubrir entre las Escrituras y las diversas hipótesis científicas de la época, esto es en lo que Warfield insistió a lo largo de su carrera: “Creo en Dios todopoderoso, creador del cielo y la tierra”. “La afirmación fundamental de la doctrina bíblica del origen del hombre es que debe su ser a un acto creativo de Dios”.13 Por contraste, señala:
Sin embargo, en contra de la concepción cristiana ha surgido en nuestros días un movimiento que se ha comprometido a explicar el mundo y todo lo que contiene sin Dios, sin ninguna referencia a ningún elemento invisible, sobrenatural y espiritual. La consigna de este movimiento es “evolución”. Y su confesión de fe dice: “Creo en un flujo eterno y en la producción de todas las cosas desde sus condiciones precedentes a través del inter-funcionamiento natural de las fuerzas intrínsecas al material cambiante”.14
Warfield aprovecha en varias ocasiones para exponer e incluso despreciar esta nota de naturalismo. Uno de sus temas favoritos es la locura de asignar al azar lo que solo se puede lograr por causa y diseño. Este sarcasmo de 1903 es representativo:
¡El movimiento sin rumbo en el tiempo producirá un mundo ordenado! También podrías suponer que, si agitas un tipo de masa con un palo lo suficientemente largo, se encontrará que las letras se han dispuesto en el orden en que se encuentran en las páginas impresas del Infierno de Dante. Nunca sucederá, aunque la agites por una eternidad. Y la razón es que tales efectos no ocurren, sino que son producidos solo por una causa adecuada a ellos y dirigida al fin a la vista… Ciertamente, lo que el azar no puede comenzar a producir en un momento, el azar no puede completar su producción en una eternidad… Lo que se necesita no es tiempo, sino causa.15
En el fondo, el debate sobre los orígenes fue para Warfield la lucha del naturalismo contra el sobrenaturalismo. Que Dios es el creador de todo lo que existe es el postulado fundamental del cristianismo bíblico. Y lo que se entiende por “Dios” es “un Dios supernatural” que está por encima y más allá de la naturaleza y no enredado en ella, uno que no es solo “otro nombre para la naturaleza en sus actividades coordinadas, o para ese misterio que yace debajo y palpita a través del Todo”. El Dios cristiano es realmente inmanente, pero ante todo es el Dios trascendente que gobierna y dirige como Dios por encima de todo. Este Dios, “el Dios supernatural”, es nuestro creador.16
1.2. Cómo surgió el mundo: Creación, Mediación y Evolución
Vinculado a esta verdad fundamental que Dios ha creado sobrenaturalmente, Warfield concibió la creación y la evolución como conceptos mutuamente excluyentes. Es decir, la creación connota la existencia de algo nuevo, algo que no está ya “en” formas previamente existentes. La evolución, por el contrario, habla de un desarrollo y mejora de la materia previamente existente. La evolución, por definición, no origina nada; solo modifica. Decir “evolución” es negar la creación, y decir “creación” es necesariamente negar la evolución. “Lo que llega a ser por el proceso creación por ese mismo hecho no llega a ser por evolución. Todo lo que viene por la evolución no es creado; todo lo que se crea no evoluciona”. Hablar como algunos lo hacen de la evolución como “creación por gradualismo” o “evolución creativa” es una tontería. Cada uno excluye al otro. “No se puede modificar por originación; no se puede originar modificando”. Esto no quiere decir que no pueda haber habido tanto creación como evolución (posterior), admite Warfield a menudo, pero es para decir que la evolución por su naturaleza misma no puede explicar los orígenes. Warfield a veces expresa frustración porque esta distinción básica no se reconoce. La evolución, si es que ocurrió, es un fenómeno secundario y posterior. Estas dos cuestiones no deben confundirse. En su opinión, los evolucionistas a menudo pasan por alto completamente esta distinción y problema fundamentales. Incluso el evolucionista teísta no puede explicar los orígenes últimos en términos de evolución: la evolución no origina nada. Y en lo que respecta a la teología cristiana, Warfield insiste en que la humanidad no es simplemente materia orgánica mejorada, sino un nuevo ser resultante del poder creativo de Dios.17 En estos puntos no hay término medio entre la evolución y la fe cristiana.
El cristianismo exige y debe exigir también la interferencia sobrenatural directa y la producción inmediata por la cual se introduce algo nuevo que la materia y las fuerzas existentes son incompetentes para producir. En este punto hay un conflicto absoluto que no puede ser comprometido. Uno u otro debe ser superado, y al ser vencido debe ser hasta ahora desacreditado.18
Una tercera categoría posible es la creación mediata/mediada. La creación inmediata difiere de la evolución en que habla de originación ex nihilo. Es un acto totalmente milagroso de Dios en el que trae a la existencia de la nada. La creación mediada difiere de ambas en que habla de Dios milagrosamente trayendo algo nuevo de la materia previamente existente. En la creación mediata, Dios no se limita a guiar un proceso de desarrollo de tal manera que surjan nuevas formas del potencial ya inherente a las formas más antiguas, eso es evolución –modificación pura y simple, o tal vez guía providencial. La creación mediata es:
los actos verdaderamente creativos de Dios que ocurren en el curso de su gobierno providencial en virtud de los cuales algo absolutamente nuevo se inserta en el complejo de la naturaleza, algo para cuya producción todo lo que existía anteriormente en la naturaleza es inadecuado, por sabio y poderoso que sea el curso tomado y gobernado, algo para cuya producción se requiere el inmediato “destello de la voluntad que puede”.
Estos, entonces, según Warfield, son los tres medios por los cuales Dios puede haber provocado el orden mundial: la creación de la nada, la creación mediata y la evolución.19
1.3. La credibilidad de la evolución
Entonces, si estas son las distinciones y creencias necesarias para considerar la evolución, ¿qué debería hacer un cristiano, o alguien de la teoría científica? En su conferencia sobre la evolución, “Evolución o Desarrollo”, preparada originalmente en 1888, pero utilizada repetidamente a partir de entonces, Warfield describe tres posiciones generales que se pueden tomar en referencia al tema de la evolución. Primero, podemos tomarlo como “una filosofía adecuada del ser” y “como un suministro de una explicación completa del origen y el estado actual del universo”. Es decir, podemos tomar las teorías evolutivas al pie de la letra como una explicación de los hechos. Esta posición equivale al ateísmo con una nueva forma de expresión.
En segundo lugar, “podemos considerar la hipótesis evolutiva como un descubrimiento por parte de la ciencia del orden y las condiciones bajo las cuales las diversas formas vivientes han llegado a existir de hecho” y por las cuales se han producido las formas. De esta manera se presupone el teísmo, y la evolución se ve sólo en términos de segundas causas. Esta fue la posición del mentor anterior de Warfield en el Princeton College, James McCosh: la evolución es completamente consistente con el teísmo cristiano y, de hecho, constituye el método a través del cual Dios hizo la creación. Esta era evidentemente la opinión que el propio Warfield tenía en los días de su trabajo universitario. Mirando hacia atrás en 1916 a la llegada de McCosh a Princeton en 1868, Warfield afirmó que él mismo ya era “un darwiniano de hueso colorado”.20
En tercer lugar, podemos ver la hipótesis evolutiva “como una conjetura más o menos probable, o más o menos improbable, de los trabajadores científicos en cuanto al método de creación”, posponiendo el veredicto sobre la cuestión mientras los científicos continúan probando la teoría contra los hechos. Esta es la posición que Warfield toma para sí mismo y recomienda a los demás, y además aconseja que no hagamos ningún ajuste a nuestra teología para acomodar “lo que aún es una conjetura más o menos dudosa”. La evolución todavía está en juicio, y Warfield dice que cuando McCosh afirma que tenemos la misma prueba de evolución que tenemos para la teoría de la gravitación de Newton, “ha permitido que su entusiasmo se esfume con su juicio”. Hasta el momento, la evolución no puede dar cuenta de los hechos, y por lo tanto todavía no es una teoría científica sino una hipótesis. Además, si la evolución finalmente puede dar cuenta de los hechos, todavía quedará determinar si da una verdadera explicación de los hechos. “No afirmo que [la evolución] no pueda explicar [los hechos], pero cualquiera que afirme que puede hacerlo ciertamente ha sobrepasado la línea fronteriza de los hechos determinados y ha hecho un uso desproporcionado de su imaginación científica”. En resumen, Warfield argumenta que aún falta tanto apoyo en esta teoría que simplemente no podemos construir ninguna teología en torno a ella.21
Warfield se refiere a sí mismo como un laico en asuntos científicos, pero a lo largo de su vida mantuvo un alto nivel de interés en el tema. Ciertamente había leído muy amplia y cuidadosamente, y fue capaz de hablar libremente de las diferentes teorías evolutivas, analizando sus diferentes afirmaciones y sopesando sus respectivos méritos. No es necesario examinar todo su pensamiento al respecto, pero debemos señalar que criticó la evolución sobre la base del registro geológico, que, “cuando se toma en todo su alcance y en su masa de detalles, se confiesa aún irreconciliable con la teoría del desarrollo por descendencia”. Del mismo modo, considera que la apelación a la embriología no puede explicar el hecho de que las supuestas etapas posteriores del desarrollo conserven una transcripción de las etapas anteriores. Del mismo modo, Warfield dice mucho más de las demandas aparentemente ilimitadas e imposibles que la teoría evolutiva dice con respecto al tiempo. Esto, señala, se había convertido más en un problema reconocido dentro de la propia comunidad evolutiva-científica. “La cuestión del tiempo que fue una amenaza para el darwinismo al principio, por lo tanto, puja por ser justa para convertirse en su Waterloo”. Así también el evolucionista enfrenta dificultades con los “límites a la cantidad de variación a la que cualquier organismo es responsable”. Warfield concluye: “Por estos y otros motivos similares, por lo tanto, debería aventurarme a decir que cualquier forma de evolución que se base en última instancia en la idea darwiniana es muy improbable como un relato de cómo Dios ha obrado en la producción de especies”.22
Warfield habla a menudo en esta línea, insistiendo a lo largo de su carrera en que la evolución sigue siendo una hipótesis no probada, y puede ser útil demostrarlo con cierta extensión, precisamente porque la tesis de Livingstone-Noll es que Warfield mismo era un evolucionista. Warfield insiste, por ejemplo, en que los científicos evolucionistas “aún no han dado el primer paso” para proporcionar suficiente evidencia para la teoría. “De una manera desprejuiciada, mirando las pruebas que la evolución ha ofrecido, estoy obligado a decir que ninguna de ellas es en absoluto, en mi opinión, estricta”. Los laicos tienen derecho a afirmar con confianza que la hipótesis evolutiva sigue estando “lejos de ser justificada por el razonamiento con el que ha sido apoyada”. Si los hechos están con el evolucionista, “tienen que agradecer por la impresión de irrealidad y fantasía que generan en el investigador serio”.23 En 1895 escribió burlonamente,
Los estudiantes de lógica podrían obtener algunos ejemplos muy entretenidos de falacia siguiendo los procesos de razonamiento por los cuales los evolucionistas a veces recomiendan sus hallazgos a un mundo dócil. Debido a que se puede construir una posible genealogía para una serie de formas, principalmente en los estratos superiores, para la cual la evolución podría dar una explicación, no se deduce que la evolución se muestre como la verdadera explicación de toda la serie de formas que se nos presentan en la corteza de la tierra.24
En 1898, dijo de los evolucionistas bajo análisis,
si sus escritores no presupusieran la evolución en sus premisas, difícilmente encontrarían tanto de ella en sus conclusiones. Todos ellos comienzan con la suposición de la evolución como una cosa “tan universalmente reconocida como lo es la gravitación” (p. 2), y suministrada desde hace mucho tiempo con “evidencia demostrativa” (p. 4); pero, curiosamente, parecen estar todavía en la perspectiva de obtener pruebas de ello, y no pueden evitar hablar de vez en cuando de material valioso para su establecimiento (p. 4). Esta actitud variada hacia su suposición fundamental parece al lector laico no del todo irresponsable. Tiene la impresión de que a medida que se acumulan masas cada vez mayores de hechos, la carga se está volviendo demasiado pesada para que la suposición original de la evolución la soporte.25
Warfield en otros lugares considera estas suposiciones, y su falta de atención a los hechos, “altamente especulativas” y juzga que toda la empresa “parece increíblemente basar los hechos en la teoría en lugar de la teoría en los hechos”.26
Una vez más, en una revisión de 1916, Warfield habló con optimismo de la evolución como demostración de teleología, diseño. “Incrustada en la concepción misma de la evolución, por lo tanto, está la concepción del fin”. Aquí parece estar más abierto a la evolución. Pero más tarde, en esta misma reseña, escribió más críticamente sobre la lamentable falta de pruebas para ello.
El descrédito de su doctrina de la selección natural como la causa suficiente de la evolución deja la idea de la evolución sin pruebas, en lo que respecta a él [J. N. Shearman, el autor bajo revisión] la deja, en una palabra, justo donde estaba antes de que él tomara el asunto. Y allí, hablando en sentido general, permanece hasta el día de hoy… La evolución es, entonces, si un hecho, no un triunfo del científico, sino uno de sus problemas más difíciles. No sabe cómo ha tenido lugar; cada suposición que hace sobre cómo ha tenido lugar resulta inadecuada para explicarlo. Sus teorías principales tienen que ser apoyadas por teorías subsidiarias para que funcionen en absoluto, y estas teorías subsidiarias por teorías subsidiarias aún más amplias de segundo rango, hasta que todo el mapa es, como el mapa ptolemaico de los cielos, escrito con ciclo y epiciclo y parece lista para descomponerse por su propio peso.27
1.4. Una evaluación cristiana de la evolución
A pesar de la crítica sostenida de Warfield a la evolución y su escasa evidencia de apoyo, todavía afirma que aferrarse a un esquema evolutivo no es necesariamente inconsistente con el teísmo. En la conferencia antes mencionada, “Evolución o Desarrollo”, Warfield argumenta que un teísta puede tener una visión más alta del proceso evolutivo que el deísta y ver en él al Dios omnipresente cumpliendo su voluntad. “Pero ser teísta y cristiano son cosas diferentes”. Esta es una distinción que Warfield hace a menudo. Una cosa es razonar como teísta que Dios está obrando a través de la evolución. Otra cosa es decir que esto está en consonancia con la Escritura y con la doctrina cristiana.
Ciertamente, para Warfield, un evolucionismo completo es imposible de reconciliar con el cristianismo y su franco sobrenaturalismo. La evolución no puede explicar el alma humana inmaterial, su sustancialidad y su persistencia en la vida después de la disolución del cuerpo. Así también la evolución no puede explicar el hecho de que los seres humanos son seres morales con conciencia, estos son asuntos inevitablemente ligados a la creación a imagen de Dios. La evolución invierte completamente la enseñanza bíblica con respecto a la caída de la humanidad en el pecado y postula un desarrollo moral. Del mismo modo, la evolución no puede abordar la cuestión de los orígenes últimos, y no puede dar cuenta de la encarnación de Cristo. En todos estos asuntos, las teorías evolutivas socavan la doctrina cristiana.28
Así que Warfield advierte que no es suficiente preguntarse si la evolución puede ser consistente con el teísmo. “El punto de prueba”, insiste, es si es consistente con la Biblia en sus declaraciones específicas y en sus doctrinas relacionadas. Insiste además en la prioridad de la palabra escrita de Dios sobre los “descubrimientos” de la ciencia.
Todas las declaraciones encontrarán su prueba en los hechos, pero no se deduce de ahí que la revelación encuentre su prueba en la ciencia. La ciencia no es un hecho, sino una lectura humana de los hechos, y cualquier lectura humana de los hechos bien puede inclinarse humildemente ante la lectura dada por Dios. En el conflicto entre la Palabra infalible y la “ciencia infalible”, es parte de la razón preferir la palabra-declaración suficientemente autenticada como divina a la palabra-declaración que es obviamente muy humana.29
Es la palabra escrita de Dios la que proporciona la piedra de toque de la verdad, y todo lo demás debe ser juzgado por ella.
¿Cuál debería ser entonces la actitud cristiana hacia la evolución? Primero, el cristiano debe insistir enérgicamente en que la evolución no puede explicar los orígenes. La evolución sólo puede hablar de modificación posterior. En segundo lugar, el cristiano también debe negar con igual vigor que la evolución pueda tomar el lugar de la creación mediata. La evolución no puede explicar la llegada de la materia, dentro de la materia no puede dar cuenta de la llegada de los seres vivos, no puede dar cuenta del alma humana, la mente humana, la autoconciencia, el pecado o la vida después de la muerte, y no puede dar cuenta de la encarnación de Cristo. Todo esto requiere un acto sobrenatural de Dios que produzca algo absolutamente nuevo. Pero dicho esto, Warfield permite que un cristiano como tal no tenga “ninguna disputa con la evolución cuando se limita a su propia esfera como un relato sugerido del método de la providencia divina”. Cabe señalar aquí que Warfield habla de que el cristiano acepta la evolución como un relato “sugerido” de la providencia divina. Esta es la posición que mantuvo a lo largo de su carrera. Mantenida en su propio lugar, la evolución no es necesariamente incompatible con la Escritura, si en algún momento se puede demostrar que es verdadera. Luego continúa su consejo: En lo que el cristiano debe insistir “es que la providencia no puede hacer la obra de la creación y no se le debe permitir entrometerse en la esfera de la creación, y mucho menos desplazar la creación fuera del reconocimiento del hombre, simplemente porque se presenta bajo el nuevo nombre de evolución”.30
La siguiente pregunta, por lo tanto, es si la evolución, correctamente entendida, es compatible con las Escrituras. Sobre este punto, Warfield dice: “El único pasaje que parece bloquear el camino es el relato muy detallado de la creación de Eva”. Debemos señalar aquí que las palabras de Warfield son un poco exageradas. Tal vez estaba pensando en las barreras exegéticas en oposición a las teológicas, ya que el relato de la creación de Eva no era, de hecho, el único obstáculo a la evolución que Warfield podía ver para el cristiano. En los párrafos anteriores acababa de señalar problemas como el origen del alma humana y la vida después de la muerte. Pero esto solo califica un poco su siguiente afirmación, “que no hay un antagonismo necesario del cristianismo con la evolución, siempre que no nos aferremos a una forma demasiado extrema de evolución”. Y continúa:
Adoptar cualquier forma que no permita a Dios obrar libremente aparte de la ley y que no permita la intervención milagrosa (en la entrega del alma, en la creación de Eva, etc.) implicará una gran reconstrucción de la doctrina cristiana y una reducción muy grande de la autoridad detallada de la Biblia. Pero si condicionamos la teoría permitiendo la supervisión constante de Dios en todo el proceso, y su interferencia sobrenatural ocasional para la producción de nuevos comienzos por una producción real de fuerza creativa, produciendo algo nuevo, es decir, algo no incluido ni siquiera en posse en las condiciones anteriores, podemos aferrarnos a la teoría modificada de la evolución y ser cristianos en el sentido ortodoxo ordinario.
Pero igual de importante para nosotros en el discernimiento de la propia opinión de Warfield es su siguiente declaración: “Digo que podemos hacer esto. Si debemos aceptar la evolución, incluso en este sentido modificado, es otro asunto, y lo dejo deliberadamente como una pregunta abierta”.31
Warfield rechazó además como “exegéticamente insostenible” la comprensión de los “días” de Génesis 1 como días de veinticuatro horas que se encuentran en el clímax de las sucesivas edades de desarrollo. Con esto también rechaza la comprensión de que el relato de Génesis se refiere al origen solo de aquellas cosas que el hombre puede ver, dejando sin abordar las largas edades de desarrollo anteriores al hombre.32 Y en una revisión de 1897 del teólogo metodista Luther Tracy Townsend (1838-1922), Warfield elogió con entusiasmo al autor por rechazar “no solo las respuestas naturalistas sino también tímidamente sobrenaturalistas” en cuanto al origen del hombre y por insistir “que el hombre vino al mundo tal como la Biblia dice que lo hizo. El profesor Townsend tiene sus pies plantados aquí en la roca”. Luego Warfield explicó su apoyo aún más: “Cuando se trata de una declaración bíblica versus una conjetura humana dignificada por cualquier nombre, ya sea el de la filosofía o el de la ciencia, el hombre cristiano sabrá dónde se debe basar su creencia… La confianza [del prof. Townsend] en las afirmaciones de la Palabra de Dios como el fin de toda lucha se encomendará a cada corazón cristiano”.33 La adhesión de Warfield a las Escrituras es obvia.
1.5. El origen de la humanidad
La discusión anterior ha planteado implícitamente la cuestión fundamental del origen de la humanidad. Dadas las dificultades exegéticas que Warfield vio para la evolución, ¿cómo concibió más ampliamente los comienzos de la humanidad? Entre las opciones de creación inmediata, creación mediata o evolución, Warfield observa, simplemente, que las Escrituras enseñan, y en aparentemente más formas de las que podemos contar, que la humanidad debe su ser al acto creativo de Dios. Más aún, esta es “la presuposición constante de cada porción de la Escritura”, así como la afirmación expresa de muchos otros pasajes. Señala por ejemplos a los Salmos 8; 89:47; y 119:73. Pero, por supuesto, es en los primeros capítulos de Génesis que esta enseñanza se presenta más claramente, en versículos clave como 1:27 y 2:7. Que debemos nuestra existencia a Dios es una de las presuposiciones más básicas de las Escrituras y una de las convicciones más íntimas de nuestra propia conciencia. Warfield habla a menudo y extensamente de este “sentido irradiable de dependencia” que tenemos de Dios como resultado de nuestra creación a su imagen. El hombre no es auto-creado, como la especulación moderna nos quiere hacer creer. Él es creado por Dios.34
Pero Warfield todavía está dispuesto a encontrar espacio para que el evolucionista reconozca la creación, y razona que el evolucionista no debería necesitar presionar la teoría hasta el punto de excluir la actividad divina y creativa en la producción de algo nuevo. Es decir, incluso dentro de un marco evolutivo debería haber espacio para la creación mediata. De hecho, el biblicista no requiere que la actividad de Dios en la creación de la humanidad sea tal que excluya todo proceso o interacción con factores naturales. El Salmo 89:47, por ejemplo, declara que Dios “creó a todos los hijos de los hombres”, y el Salmo 119:73 que Él mismo formó al salmista. “Pero seguramente ningún individuo desde Adán ha sido moldeado por el mero fiat de Dios con la exclusión completa de la interacción de las fuerzas naturales de reproducción”. De esto y de Génesis 2:7, Warfield concluye: “No parece que el énfasis de la afirmación bíblica de que el hombre debe su existencia al acto creador de Dios deba excluir, por lo tanto, el reconocimiento de la interacción de otras fuerzas en el proceso de su formación”.35 Vemos de nuevo que Warfield está característicamente abierto a la evolución en teoría sin afirmarla realmente.
Warfield tiene cuidado de decir, sin embargo, que esta opción es permisible sólo mientras se mantenga que el hombre se originó como el resultado de la actividad creativa sobrenatural de Dios. El relato de Génesis insiste en esto. En la creación del hombre, Dios no dice: “Que las aguas o la tierra salgan a la luz”, como había dicho anteriormente. Aquí no hay producción secundaria. Más bien, dice: “Hagamos”. En los días anteriores hay reproducción “según su especie”, pero “el hombre se presenta como creado según la clase de Dios: ‘Dios creó al hombre según su propia imagen'”. El hombre no surgió de abajo. Hubo un doble acto, y un doble resultado: el hombre se formó “del polvo de la tierra, pero no fue dejado así, más bien, Dios también sopló en sus fosas nasales un soplo de vida”, señalando que hay algo en el hombre que también viene de arriba. Ningún esquema puramente evolutivo será suficiente aquí. Y habiendo reafirmado esto, Warfield una vez más permite que “si” —y siempre enfatiza este “si”— los hechos demuestran la realidad de un proceso evolutivo, entonces sólo puede entenderse dentro de este marco. Ningún esquema evolutivo puede encontrar un terreno común con la Escritura hasta que reconozca que, en la llegada de la humanidad, Dios, entrometiéndose sobrenaturalmente, ha creado algo nuevo.36
2. La tesis de Livingstone-Noll reconsiderada
¿Qué hay, entonces, de la tesis de Livingstone-Noll de que Warfield era un evolucionista teísta? Claramente, Warfield estaba abierto a la posibilidad. Pero seguramente Livingstone tergiversa el asunto cuando dice que Warfield siguió siendo “un defensor clave” de la evolución desde sus días de pregrado en la universidad de Princeton.37 Como se señaló anteriormente, Warfield afirma que en su primer año en el Princeton College, cuando el evolucionista teísta McCosh llegó allí como presidente, Warfield ya era “un darwiniano de hueso colorado”. Pero alegar que Warfield siguió siendo un “defensor clave” del evolucionismo a lo largo de su vida es ignorar sus propias afirmaciones posteriores sobre el tema. Livingstone afirma además que Warfield “se mantuvo entusiasmado” con la teoría darwiniana.38 Pero fue particularmente la teoría darwiniana de la evolución la que recibió los ataques más agudos de Warfield, y Warfield señaló repetidamente que los científicos de su época estaban abandonando gran parte de la teoría darwiniana. Estas afirmaciones de Livingstone en 1986 son ciertamente injustificadas.
La afirmación posterior de Livingstone-Noll de que a lo largo de su carrera Warfield volvió a abrazar cada vez más la doctrina de la evolución también va más allá de la evidencia. Livingstone y Noll afirman con razón que Warfield permitió la “posibilidad” de la evolución dentro de un marco cristiano. También afirman que, aparte de la narración de la creación de Eva, Warfield no vio ningún conflicto necesario entre el desarrollo evolutivo y las Escrituras. Pero si reconocen que Warfield permitió la posibilidad de la evolución y si admiten que Warfield vio la narrativa de la creación de Eva como un obstáculo, entonces podríamos preguntarnos cómo es o en qué terreno pueden afirmar con tanta confianza que Warfield, de hecho, aceptó la teoría de la evolución como verdadera.
2.1. Warfield sobre James Orr
La confianza con la que Livingstone y Noll hablan se deriva principalmente de dos consideraciones. Primero, en una revisión de 1906 de la Imagen de Dios en el Hombre de James Orr, Warfield señala el argumento de Orr de que el desarrollo dispar de la mente y el cuerpo es imposible, que sería absurdo sugerir un desarrollo evolutivo del cuerpo humano a partir de una fuente bruta y una creación repentina del alma por decreto divino. Warfield elogia la comprensión de Orr del hombre como cuerpo y alma en unidad y se refiere a esto como “la bisagra de la antropología bíblica”. Pero siempre consciente de que un argumento débil nunca ayuda a un caso, Warfield también comenta que el argumento de Orr perdería su fuerza contra una teoría de la evolución per saltum: la evolución por saltos (macroevolución) bajo la mano directriz de Dios propagando un cuerpo humano de padres brutos mientras que al mismo tiempo crea un alma para ese cuerpo. En este caso, argumenta Warfield, Dios no se entendería como dirigiendo material orgánico para producir algo cuyas semillas ya están en las formas anteriores, sino como dirigiendo una evolución y creando algo nuevo. El argumento de Orr no tuvo en cuenta esta posibilidad, por lo que no es tan persuasivo como Orr parecía pensar. Pero lo importante aquí es que Warfield no se compromete con este entendimiento. Lo permite como una posibilidad para demostrar que el argumento de Orr se queda corto, pero él mismo no lo acepta. Tampoco está en desacuerdo con la posición de Orr. Así es como Warfield argumentó consistentemente a lo largo de su carrera: permitió la posibilidad de la evolución, pero permaneció sin comprometerse. Se exagera el caso cuando Livingstone y Noll alegan que Warfield aquí “propuso nuevamente su combinación de evolución y alguna forma de creación para explicar el origen de la humanidad” y que “había aceptado claramente la legitimidad teológica de un relato evolutivo del cuerpo humano”. Warfield señaló una debilidad en el argumento de Orr, y permitió la posibilidad de la alternativa, pero no reveló sus propios compromisos. Anteriormente en la misma revisión, Warfield elogió a Orr por su “coraje para reconocer y afirmar la irreconciliabilidad de los dos puntos de vista y la imposibilidad de un compromiso entre ellos, también emprende la tarea de mostrar que el punto de vista cristiano es el único sostenible en el foro de la ciencia misma”. Warfield luego siguió con esta evaluación: “Que logre esta tarea con un éxito distinguido es la importancia del volumen”. Ciertamente, esta línea de comentario, por sí sola, al menos, habría llevado a Livingstone y Noll a una conclusión muy diferente. No parecen haber tenido esto en cuenta. El hecho es que Warfield no se comprometió aquí con ningún esquema evolutivo.39
De hecho, al concluir la misma revisión, Warfield planteó otro problema con la evolución. Orr había comentado que “no hay una palabra en las Escrituras que sugiera que los animales… quedaron bajo la ley de la muerte por el pecado del hombre.” Warfield encuentra esta declaración sorprendente, y aconseja que Orr no ha pensado lo suficientemente bien en las implicaciones del problema. “El problema del reino de la muerte en esa creación que fue maldecida por causa del hombre y que debe estar con el hombre liberado de la esclavitud de la corrupción, presiona a algunos con un peso algo mayor de lo que aquí parece ser reconocido”.40 Warfield no hace más comentarios, pero evidentemente ve el relato bíblico de la muerte como un obstáculo para la evolución. Las teorías evolutivas dependen de la muerte en muchas sucesiones aparentemente interminables antes de los seres humanos, sin embargo, el relato bíblico es que la muerte ha entrado en la creación sólo por medio del pecado humano. Curiosamente, Orr puede haber sido más decididamente opuesto a la evolución que Warfield, ¡pero aquí Warfield le proporciona a Orr más munición! 41
Finalmente, Warfield cerró su revisión con un amplio respaldo al trabajo de Orr. “El libro es una clara contribución a la solución de las cuestiones que trata, y a su solución de una manera sana y estable. Será una bendición para muchos que están oprimidos por la presión persistente sobre ellos del punto de vista moderno [evolución]. No puede evitar producir en la mente de sus lectores un notable esclarecimiento”.42 Parece que esta revisión de 1906 no demuestra ninguna aceptación de la evolución por parte de Warfield.
2.2. Warfield sobre Juan Calvino
La confianza de Livingstone y Noll en nombrar a Warfield un evolucionista se deriva, en segundo lugar, del ensayo de Warfield de 1915 sobre la doctrina de la creación de Calvino. Warfield examina el énfasis de Calvino en que Dios creó por medio de segundas causas. Al principio creó ex nihilo, pero en los días siguientes se ordena “sacar adelante” la materia ya existente. Calvino no enseñó una doctrina de la creación mediata, argumenta Warfield. Él enseñó, más bien, que después de la creación inicial, Dios trajo cosas posteriores a la existencia de la materia previamente creada. Esto refleja la alta doctrina de la providencia de Calvino, la doctrina de concursus que en este contexto significa simplemente que Dios creó por medio de segundas causas. Warfield concluye: “La doctrina de la creación de Calvino es… para todos, excepto para las almas de los hombres, una doctrina evolutiva”. Continúa reconociendo que “Calvino sin duda no tenía ninguna teoría de la evolución; pero enseña una doctrina de la evolución… Por lo tanto, todo lo que no se produce inmediatamente de la nada no se crea, sino que evoluciona”. La doctrina de Calvino no era simplemente evolucionismo, sino “evolucionismo puro”.43
El trabajo de Warfield en todos los aspectos de los estudios de Calvino fue exhaustivo, y ha sido aclamado como el “incomparable intérprete estadounidense” de Calvino.44 Pero que él representa a Calvino con precisión en este punto es cuestionable. De hecho, John Murray desacredita bastante a Warfield en este punto.45 Lo que es significativo aquí, sin embargo, no es la exactitud o inexactitud de Warfield en la interpretación de Calvino. Lo que es significativo para nuestros propósitos es preguntarnos, independientemente de si Warfield representa con precisión a Calvino como la enseñanza de una doctrina de la evolución, ¿refleja esto las propias inclinaciones de Warfield? Quizás. Sin duda, nunca declara estar de acuerdo con Calvino en que la evolución fue el medio que Dios usó. De hecho, afirma claramente que la posición de Calvino es inadecuada dentro de un marco de seis días naturales. El punto de vista de Calvino requeriría que estos días fueran edades, algo que Calvino no permite. Así que Warfield ve inconsistencia en la enseñanza de Calvino en este punto, tal como él la entiende. Aun así, sin embargo, es tentador ver en esto al menos un posible reflejo de las propias inclinaciones evolutivas de Warfield, incluso si no lo dice del todo. Gundlach sugiere que Warfield puede haber querido establecer la evolución dentro de los límites de la ortodoxia calvinista, anticipando la posibilidad de que la evolución algún día pueda ser probada.46 Pero Livingstone y Noll están en mejor terreno aquí. Noll tiene razón al describir esto como “la afirmación más fuerte de la evolución de Warfield”.47 Pero, aun así, esto no es mucho, y su debilidad, especialmente cuando se compara con todas las demás pruebas, irónicamente fortalece el argumento en contra de que el propio Warfield sea un evolucionista.
2.3. Consideraciones adicionales para Warfield como evolucionista
En otro lugar, no señalado por Livingstone y Noll, Warfield podría parecer inclinar su mano a favor de la evolución, pero los comentarios son tan breves que es imposible sacar mucho de ello. En una revisión del cristianismo y la evolución del teólogo escocés James Iverach, Warfield se opone a que Iverach haya hecho demasiado de la evolución y muy poco de Dios. “Cristo es sin duda la gran excepción” a la evolución, dice Warfield asintiendo, “pero”, dice además a modo de aclaración, “no es la única excepción”. Luego continúa: “‘La Evolución’ en ningún caso puede ser aceptada como la fórmula de todo lo que es, en cualquier caso, debemos elevarnos por encima de ella a la fórmula superior de ‘Dios’, que es más que evolución, que, de hecho, obra en la evolución, pero también fuera de ella”. Esto suena como si Warfield estuviera concediendo la evolución como un punto de acuerdo. Pero estos comentarios son en 1895, demasiado tempranos para encajar en la tesis de Livingstone y Noll. Además, en la misma revisión, Warfield parece indicar que simplemente había concedido esto en aras del argumento: “Decimos que esto es cierto ‘en cualquier caso’; tenemos la intención de dejar la impresión de que de ninguna manera estamos tan seguros como el Dr. Iverach de la realidad de la evolución en el amplio rango que él le da. De hecho, no nos rezagaríamos voluntariamente a la evidencia, ni correríamos voluntariamente por delante de ella”.48
Algo debe señalarse de la importancia de la conferencia de Warfield, “Evolución o desarrollo”. Esta conferencia, que Warfield preparó en 1888 para uso en el aula, se publica por primera vez en Livingstone and Noll’s Evolution, Science, and Scripture. Livingstone y Noll se han referido a esta conferencia varias veces como representando el período más escéptico de Warfield con respecto a la evolución, ya que como se citó anteriormente, aquí lo percibe como una teoría “muy improbable”. Su tesis es que este era su punto más crítico, pero a través de los años llegó a abrazar cada vez más la evolución. Pero esta conferencia de 1888 no puede ser descartada tan fácilmente. Livingstone y Noll reconocen que Warfield usó esta conferencia repetidamente a lo largo de los años, haciendo pequeños ajustes en el camino. Algunos de estos ajustes posteriores fueron observaciones adicionales críticas de la evolución, (49) como por ejemplo cuatro largos párrafos titulados “Evolución aún no probada”.50 No sabemos en qué momento se hizo esta adición, pero presumiblemente fue posterior a 1888, e indica no una convicción menguante sino fortalecedora contra la evolución. Además, aunque no podemos saber cuánto tiempo estuvo en uso esta conferencia, es la única conferencia de Warfield sobre el tema que tenemos. Evidentemente, nunca fue reemplazada por otra con puntos de vista diferentes. Su sustancia se repite en artículos subsecuentes, y no hay evidencia que nos lleve a pensar que Warfield alguna vez abandonó la posición esbozada en esta conferencia, como nos llevaría a pensar la tesis de Livingstone y Noll.
Finalmente, en 1916, Warfield informa de una conversación privada sobre la evolución con McCosh, de algunos años antes, en la que McCosh insistía en que todos los biólogos menores de treinta años eran evolucionistas. Warfield comenta: “Nunca estuve muy seguro de que entendiera a lo que me estaba refiriendo cuando respondí que era el último hombre en el mundo en preguntarme por eso, ya que yo mismo tenía esa edad antes de superarlo”.51 Aquí la propia afirmación de Warfield en 1916 es que había rechazado el evolucionismo a principios de la década de 1880, y significativamente, su comentario parece reflejar su pensamiento todavía en 1916. Es decir, nos queda pensar que, habiendo superado su evolucionismo anterior, Warfield afirmó hasta 1916 que aún no lo rechazaba.
3. Conclusión
Que Warfield realmente se comprometió con una doctrina de la evolución parece imposible de afirmar simplemente porque, aunque hay algunos indicios de que tuvo la idea, nunca admite aceptarla. Más concretamente, lo que expresamente afirma es un agnosticismo crítico sobre el tema, y parecería que aquí es donde debe descansar el asunto.
En resumen, Warfield declaró claramente su agnosticismo sobre el tema en su conferencia que preparó en 1888 y que dio repetidamente a lo largo de los años, y el mismo agnosticismo se refleja en las notas de clase de estudiante a principios de siglo. De hecho, estas notas de clase conservan una de las descripciones regulares de warfield de la evolución: “especulación”. Este agnosticismo expresado es lo que encontramos repetido en varias revisiones a lo largo de los años y en su artículo más profundo de 1895, adaptado de su conferencia de 1888. En sus artículos de 1901 y 1903 expresó dudas y se compromete expresamente. Continuamente hablaba de la aceptabilidad de la evolución sólo “si” se demostrara como verdadera, y eso con el énfasis de que, de hecho, no se ha demostrado así. Se burló de la necesidad del evolucionista de un tiempo aparentemente infinito como si el tiempo fuera una varita mágica para realizar lo imposible, y habló cada vez más a lo largo de los años de varias teorías evolutivas como perdiendo apoyo incluso dentro de la comunidad científica. Y en 1906 respaldó la oposición de Orr a la evolución. Por supuesto, es fácil leer su artículo de 1915 sobre Calvino como un reflejo de sus propias inclinaciones hacia la evolución, y hay otros momentos en los que también parece más abierto que otros. Pero en la revisión de 1916 citada anteriormente, enfatizó específicamente y casi burlonamente la falta de apoyo de la evolución. Y nuevamente en 1916 indicó, a través de su conversación reportada con McCosh, que nunca volvió a su aceptación juvenil de la misma. Irónicamente, Livingstone afirma audazmente: “Warfield dejó el asunto como una ‘pregunta abierta’ en 1888, pero no hay duda de su creciente aceptación de la teoría evolutiva a lo largo de los años”.52 No parece que los elementos de prueba apoyen su entusiasmo.
Esto está claro: aunque a veces hablando con la posibilidad de la evolución (cuidadosamente definida), Warfield nunca la afirmó expresamente. Más bien, afirmó que la había rechazado en algún momento alrededor de los treinta años y que seguía sin estar convencido. La tesis de Livingstone-Noll no refleja la evidencia, y la comprensión prevaleciente de Warfield como evolucionista debe ser rechazada.
Notas
- Para la página web original (pero con el video de Waltke ahora eliminado), vea http://biologos.org/blog/why-must-the-church-come-to-accept-evolution y http://biologos.org/blog/why-must-the-church-come-to-accept-evolution-an-update/. Sobre la controversia, véase http://www.insidehighered.com/news/2010/04/09/video y http://thegospelcoalition.org/blogs/justintaylor/2010/04/12/updates-from-waltke-and-from-rts/ (consultado el 25/6/10).
- B.B. Warfield, Evolution, Science, and Scripture: Selected Writings (ed. David N. Livingstone y Mark A. Noll; Grand Rapids: Baker, 2000), en adelante, ESS.
- Selected Shorter Writings (2 vols.; ed. John Meeter; Nutley, NJ: Presbiteriano y Reformado, 1970-73); The Works of Benjamin B. Warfield (10 vols.; 1927-32; repr., Grand Rapids: Baker, 1981), en adelante, Works.
- “B.B. Warfield, the Theory of Evolution, and Early Fundamentalism”, EQ 58 (1986): 78-79.
- Véanse sus comentarios en ESS, 26, 29, 34, 41, 66, 183, 237.
- David N. Livingstone y Mark A. Noll, “B.B. Warfield (1851-1921): A Biblical Inerrantist as Evolutionist”, Journal of Presbyterian History 80 (2002): 153-71.
- Ibíd., 153. Véase también ESS, 14.
- David N. Livingstone y Mark A. Noll, “B.B. Warfield (1851-1921): A Biblical Inerrantist as Evolutionist”, Isis 91 (2000): 291.
- Véase, por ejemplo, Nancy Pearcey, Total Truth: Liberating Christianity from Its Cultural Captivity (Wheaton: Crossway, 2004), pág. 309.
- Curiosamente, en la copia personal de Warfield de ¿Qué es el darwinismo?, las marcas a lápiz (presumiblemente de Warfield) resaltan los comentarios de Hodge en cuanto al carácter naturalista del darwinismo, incluida la famosa conclusión de Hodge de que el darwinismo es ateísmo. Por supuesto, no podemos saber si Hodge fue instrumental en la formulación de esta convicción en Warfield, pero fue un énfasis en Hodge lo que Warfield notó y un énfasis que él mismo mantuvo a lo largo de su carrera.
- ESS, 159-63; cf. Obras, 9:27-29.
- ESS, 198.
- Obras, 9:235.
- ESS, 198; Obras, 9:235.
- ESS, 228-9.
- Obras, 9:27-29, 31-33.
- ESS, 201-4; Obras, 10:380; N. W. Harkness (notas de clase inéditas, 1900), 2. En su revisión de la biografía de Darwin, Warfield destacó la propia frustración de Darwin de que la evolución no puede explicar los orígenes. Véase ESS, 103-6.
- ESS, 125, 200-204, 214-15.
- ESS, 204-9.
- ESS, 115-16; B.B. Warfield, “Personal Recollections of Princeton Undergraduate Life IV—The Coming of Dr. McCosh”, Princeton Alumni Weekly 16:28 (19 de Abril de 1916): 652.
- ESS, 67, 115-22, 164-69.
- ESS, 122-25; cf. 165-69; Obras, 9:245-51.
- ESS, 121-22, 143, 152, 171.
- ESS, 168.
- ESS, 184-85.
- ESS, 246.
- ESS, 319-20.
- ESS, 125-29.
- ESS, 130, 174.
- ESS, 209-10; Obras, 10:380-85.
- ESS, 130-31.
- ESS, 145.
- ESS, 177-78.
- ESS, 212.
- ESS, 213-14.
- ESS, 215-16.
- Livingstone, “B.B. Warfield, la teoría de la evolución y el fundamentalismo temprano”, pág. 78.
- ESS, 79.
- ESS, 29, 37, 231-33; Obras, 10:136-41. Curiosamente, Peter S. Heslam argumenta a partir de esta cita que Warfield estaba cada vez más reacio a aceptar la teoría evolutiva debido a la influencia de su estimado amigo, el teólogo holandés Abraham Kuyper (“Architects of Evangelical Intellectual Thought: Abraham Kuyper and Benjamin Warfield”, Them 24: 2 [1999]: 13-15); ibíd., Creating a Christian Worldview: Abraham Kuyper’s Lectures on Calvinism (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), págs. 255-56.
- ESS, 235-36.
- Warfield en ninguna parte retoma este argumento para explicar más a fondo cómo podría ver esto (y otras objeciones mencionadas anteriormente) como un obstáculo y, sin embargo, permanecer abierto a la posibilidad de evolución para el cristiano. Lo más que podemos conjeturar es que estas objeciones parecen haberle impedido aceptar la teoría él mismo.
- ESS, 236.
- Obras, 5:303-5.
- Archer E. Anderson, reseña de Emil Brunner, The Mediator, BSac 92 (1935): 358.
- John Murray, “Calvin’s Doctrine of Creation”, WTJ 17 (1954): págs. 28-42.
- Bradley John Gundlach, “The Evolution Question at Princeton: 1845-1929” (PhD diss., Universidad de Rochester, 1995), 296.
- Mark A. Noll, “Charles Hodge y B.B. Warfield sobre la ciencia, la Biblia, la evolución y el darwinismo”, Reforma Moderna 7:3 (mayo/junio de 1998): 18-22.
- ESS, 152.
- Por ejemplo, ESS, 125.
- ESS, 117-18.
- “Recuerdos personales”, pág. 652.
- Los defensores olvidados de Darwin (Grand Rapids: Eerdmans, 1984), pág. 119.
Autor
Fred G. Zaspel es pastor de la Iglesia Bautista Reformada de Franconia, Pensilvania, y autor de The Theology of B.B. Warfield: A Systematic Summary, que será publicado por Crossway en septiembre de 2010.
[Nota editorial: The Theology of B.B. Warfield fue publicado y está disponible en Kindle.]