Descubriendo la visión reformada del trabajo
Descubriendo la visión reformada del trabajo
Hugh Whelchel
La Reforma influyó profundamente en la manera en que los cristianos comprendieron el trabajo, de formas que continúan moldeando nuestra concepción contemporánea de la vocación. Como es de esperar, Martín Lutero y Juan Calvino desempeñaron roles decisivos en la formulación de la visión reformada del trabajo.
Antes de examinar dicha perspectiva, resulta conveniente contrastarla con la comprensión del trabajo que predominaba en la iglesia medieval, la cual le antecedió.
La visión del trabajo en la Iglesia medieval
La división entre lo sagrado y lo secular dio lugar a la creencia errónea de que el trabajo poseía menor valor que la contemplación dentro del reino de Dios. Hasta la Reforma, este error configuró gran parte del pensamiento cristiano posterior en torno a la vocación. En su libro Has God Called You, Henlee Barnett describe este proceso de la siguiente manera:
Para el momento en que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio romano, la distinción entre clero y laicos estaba ya firmemente establecida. Con la instauración del celibato clerical en el siglo XI, esta demarcación se consolidó, y los laicos fueron relegados a una condición de segunda clase dentro de la iglesia.
Esta tendencia se vio reforzada además por el auge de la espiritualidad monástica, la cual concebía la vocación como un llamado a salir del mundo hacia el aislamiento del desierto o del monasterio.
En la iglesia medieval, la noción de vocación o llamado se aplicaba casi exclusivamente al ministerio eclesiástico a tiempo completo. Las ocupaciones ordinarias de la vida —como ser campesino agricultor o criada de cocina, fabricar herramientas o vestimenta, ejercer como soldado o incluso como rey— eran reconocidas como necesarias, pero consideradas esencialmente mundanas. Aun el matrimonio y la paternidad, aunque afirmados como bienes legítimos, eran vistos como obstáculos para la vida religiosa.
Esta división de la existencia en categorías sagradas y seculares durante la Edad Media, junto con la consecuente subordinación de los laicos al sacerdocio profesional, marginó la visión neotestamentaria del sacerdocio de todos los creyentes. Esta distorsión no pasó inadvertida para Lutero.
La visión reformada del trabajo
Fue principalmente a través de los esfuerzos de Martín Lutero que los reformadores del siglo XVI comenzaron a recuperar la doctrina bíblica del trabajo. Reconocieron que toda la vida, incluido el trabajo cotidiano, debía entenderse como un llamado de Dios. En una afirmación notable para su época, Lutero escribió en El cautiverio babilónico de la Iglesia:
Por tanto, no aconsejo a nadie que ingrese en una orden religiosa o en el sacerdocio… a menos que esté provisto de este conocimiento y comprenda que las obras de los monjes y sacerdotes, por santas y arduas que parezcan, no difieren en lo más mínimo ante los ojos de Dios de las obras del labrador en el campo o de la mujer que se ocupa de las labores del hogar, sino que todas las obras son evaluadas delante de Dios únicamente por la fe.
En The Fabric of the World, Lee Hardy resume la postura de Lutero sobre la vocación de la siguiente manera: «La vocación es el llamado específico a amar al prójimo». Hardy concluye señalando que, según Lutero, respondemos a este llamado mediante el cumplimiento fiel de los deberes propios de nuestro trabajo cotidiano.
Paul Althaus amplía esta comprensión en su obra The Ethics of Martin Luther, al explicar que dicho trabajo incluye tanto las responsabilidades domésticas y cívicas como el empleo remunerado. De hecho, Lutero sostenía que solo en medio de las circunstancias ordinarias de la vida es posible servir verdaderamente a Dios. Todo intento por exaltar la vida contemplativa por encima de la vida activa constituye, para él, un error.
El avance de la visión reformada del trabajo
Treinta años después de Lutero, Juan Calvino desarrolló una concepción aún más dinámica del llamado cristiano, alentando una mayor iniciativa en la vida urbana y reconociendo la posibilidad de cambiar de vocación. En su artículo «Calvin and the Christian Calling», Alister McGrath afirma: «Para Calvino, la teología ofrecía un marco para el compromiso con la vida pública». Calvino enseñó que todo creyente posee un llamado vocacional a servir a Dios en el mundo, en cada esfera de la existencia humana, confiriendo así una nueva dignidad y significado al trabajo ordinario.
La visión calvinista de la vocación resulta menos estática que la de Lutero, pues promueve una mayor reflexión personal sobre las oportunidades disponibles y la legitimidad de cambiar de ocupación. En su contexto histórico, esta idea era profundamente revolucionaria. En Armonía de los Evangelios, Calvino escribió:
Sabemos que las personas fueron creadas con el propósito expreso de ocuparse en labores de diversa índole, y que no hay sacrificio más agradable a Dios que aquel en el que cada uno se aplica diligentemente a su propio llamado y procura vivir de tal manera que contribuya al bien común.
Calvino exhortó a los creyentes a ser sal en el mundo, introduciendo una presencia e influencia cristianas en el contexto en el que vivían. Este llamado ha inspirado a generaciones posteriores, desde John Winthrop y los puritanos, hasta los creyentes de hoy que continúan trabajando en profesiones ordinarias para la gloria de Dios.
