¿Una bandera en la Iglesia? – Dr. J. Faber
Uno de los últimos números de Clarion mencionaba que el Concilio de una Iglesia Reformada Canadiense había decidido que:
Una bandera canadiense (y una asta) se colocarán en (el vestíbulo de) el edificio de la iglesia en reconocimiento de nuestro estatus como iglesia canadiense y como símbolo de lealtad como ciudadanos.
A fin de discutir esta decisión de la manera más fraternal y formal posible, no haré mención al nombre de la iglesia. Cualquier lector con la curiosidad suficiente puede descubrirlo por sí mismo. Escribo este artículo simplemente con el objeto de dar a conocer mi opinión y sugerir con modestia que este Concilio reconsidere su decisión.
Tres observaciones preliminares
A fin de evitar malentendidos, quisiera en primer lugar hacer tres salvedades a modo de observaciones preliminares.
En primer lugar, permitan que declare con prontitud que podemos regocijarnos en el hecho de que, en nuestra tierra, la bandera canadiense se muestre de manera más prominente ahora que en el pasado. Sin duda podríamos aprender de nuestros vecinos de los Estados Unidos con respecto a este particular. A título personal puedo decir que, antes incluso de que la Honorable Sheila Copps decidiera usara el dinero de los contribuyentes para distribuir banderas canadienses, nuestra casa ya exhibía la Hoja de Arce.
En segundo lugar, creo que es apropiado que la bandera canadiense y el retrato de la Reina de Canadá se exhiban no solo en los edificios gubernamentales, sino también en nuestras escuelas reformadas. Una escuela es una institución cuyo objetivo es educar a los alumnos a servir a Dios y al prójimo en la vida pública. No solo tenemos la obligación de contar a los estudiantes la historia de nuestro país, provincia y región, sino también la de mostrar y exhibir los símbolos federales y provinciales. El hecho de que al menos el gobierno de Ontario haga injusticia a los padres cristianos que mantienen las así llamadas escuelas privadas, no debería determinar nuestro plan de estudios o la apariencia de nuestros edificios escolares. No obstante, ¿significa esto que deberíamos colocar una bandera canadiense en una iglesia?
En tercer lugar, permítaseme añadir también que mis reservas con respecto a este asunto no se derivan de un falso dilema naturaleza-gracia o de sentimientos anabautistas ocultos. Esto debería resultar claro por mis observaciones anteriores.
Suscribimos de todo corazón el artículo 36 de nuestra Confesión. Todos, sin importar la calidad, condición o rango, deben estar sujetos a los funcionarios civiles, pagar impuestos, mantenerlos en honor y respeto, y obedecerlos en todas las cosas que no están en desacuerdo con la Palabra de Dios (Mt. 17:27; Mt. 22:21; Tit. 3:1; Romanos 13:7; Tit. 3:1; 1Pedro 2:17).
Es notable que tengamos incluso un artículo sobre las autoridades civiles en nuestro orden de la iglesia. El artículo 28 habla de las autoridades civiles (en el estado) y de los titulares de cargos u oficiales (en la iglesia). En lo que respecta a los últimos, tienen el deber de inculcar con diligencia y sinceridad la obediencia, el amor y el respeto que se deben a las autoridades civiles a toda la congregación; deben darle un buen ejemplo con respecto a este asunto, y se esforzarán por asegurar y retener el favor de las autoridades hacia la Iglesia de Cristo, a fin de que ésta lleve una vida tranquila y pacífica, piadosa y respetuosa en todos los sentidos.
Está completamente claro en las Escrituras que en la oración congregacional debemos prestar una adecuada atención a las súplicas a favor de las autoridades federales, provinciales y municipales. En nuestro mundo, que se está convirtiendo en una aldea global, los ministros (entre los que me incluyo) deberían ser más conscientes de la situación política de toda la tierra y sentirse obligados en ciertas situaciones a orar incluso por el trabajo de las Naciones Unidas y sus fuerzas para mantener la paz. Existe una amonestación apostólica a interceder por los reyes y todos los que están en altos cargos (1Ti 2:1-2). Además, la proclamación de la Palabra de Dios se refiere a la totalidad de la vida. ¿Por qué no recordar en un sermón en marzo o abril cuál es la forma cristiana de rellenar nuestro formulario de impuestos?
Objeciones
No obstante ¿significa esto que una bandera de Canadá, de los Estados Unidos o de las Naciones Unidas debería recordar a los miembros de las Iglesias Reformadas Canadiense y Americana sus deberes civiles? ¿Acaso no tenemos las Escrituras?
El edificio de la iglesia es el lugar de adoración de Dios, en el que todo apunta hacia Él. Las personas reformadas siempre han sido muy sobrias en la estructura de sus edificios de iglesia, incluso en lo que respecta a una fuente bautismal o una mesa permanente de la Cena del Señor. Un asta con una bandera nacional en (el vestíbulo de) el edificio de una iglesia, ¿es algo que está en conformidad con la sobriedad de la liturgia reformada? ¿Dónde queda el carácter como iglesia de Dios?
En un edificio de la iglesia se reúne la congregación de Aquel que hizo primero la buena confesión ante Poncio Pilato al decir: «Mi reino no es de este mundo…» (Juan 18:36) y que ahora es el Gobernante de los reyes de la tierra (Apocalipsis 1:5).
En este edificio se reúnen los cristianos, que confiesan que su politeuma (ciudadanía) está en el cielo. La RV60 traduce muy claramente: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos (Flp 3:21). La Jerusalén de arriba es nuestra madre (Gálatas 4:28).
Aquí en la tierra somos extranjeros y exiliados en busca de una patria. La patria que buscamos no es el antiguo país o la madre patria; nunca tuvimos una bandera holandesa en un edificio de la iglesia reformada. En lugar de eso buscamos un país mejor, celestial (Heb 13:13-16).
Nuestra patria es la tierra nueva, donde habrá una gran multitud de toda nación, tribu, pueblo y lengua, que nadie podrá contar (Apocalipsis 7:9).
¿Tengo que citar extensamente la primera carta de Pedro, dirigida a los expatriados de la Dispersión, a la nación santa, al pueblo propiedad de Dios? Permitan que mencione simplemente 1Pedro 1:1; 1:17, 2:11 y recordando la palabra «extranjeros».
¿Deberíamos tener en nuestra federación, que es única, una bandera canadiense en la iglesia de Chatham y una estadounidense en Grand Rapids? ¿Deberíamos tener una estadounidense en la iglesia de Lynden y una canadiense en la iglesia de Abbotsford? ¿Sería esto un buen símbolo de la confesión cristiana común de la iglesia, que es una, santa, católica y apostólica?
Tampoco debemos olvidar la lucha de los hermanos y hermanas reformados durante la Primera Guerra Mundial, cuando, por ejemplo, el reverendo Herman Hoeksema y el reverendo J.J. Weersing se negaron a permitir las banderas en la iglesia. Poco después, Weersing y el maestro de la escuela cristiana local se vieron obligados a abandonar la ciudad, perseguidos por un grupo de varios cientos de patriotas. Algunos de ellos, insatisfechos con las medidas oficiales y de las autodefensas, dieron el paso final de quemar tanto la iglesia como la escuela. [1]
¿Cuáles son los sentimientos actuales en nuestra fraternidad reformada? ¿Cuáles son, por ejemplo, en las Iglesias Reformadas Unidas y las Iglesias Reformadas Libres? ¿Siguen siendo conscientes del peligro del falso nacionalismo en la iglesia católica de Dios? Si este es el caso, ¿no deberíamos renunciar a todo tipo de novedades que puedan obstaculizar la tan necesaria unión de confesores reformados?
Dos observaciones finales
Para concluir, haré otras dos observaciones.
El nombre de las Iglesias Reformadas Libres es también el de nuestras iglesias hermanas en Australia y Sudáfrica, y me gusta incluso más que Canadian Reformed [reformada canadiense]. El hermoso nombre de Free Reformed [Reformada Libre] nos recuerda la lucha de nuestros antepasados en la Secesión de 1834 en los Países Bajos. Fue la lucha contra el jerarquismo y el cesarismo. No sólo existía un dominio de las llamadas asambleas eclesiásticas superiores -jerarquismo-, sino también el señorío del Estado sobre la Iglesia, que conocemos por cesarismo.
Reflexionando sobre esto, ¿no ha sido siempre esta lucha contra el jerarquismo y el cesarismo la lucha de la iglesia de Dios en la historia? Ha existido una lucha contra el jerarquismo -pensemos en la iglesia de Roma en la Edad Media e incluso hoy dentro de la Ciudad del Vaticano- y contra el cesarismo desde el imperio de Constantino el Grande.
En mi vida, por ejemplo, experimenté el cesarismo en la actitud servil de la Iglesia Ortodoxa en la Rusia comunista y de la Deutsche Reichs Kirche en la Alemania nacionalsocialista. Recuerdo vívidamente la imagen del obispo Ludwig Muller que uniformado saludó: «¡Heil Hitler!» ¿No debemos temer al falso nacionalismo en la iglesia de Dios, especialmente en estos últimos días, cuando la bestia que sale de la tierra intenta hacernos adorar la imagen de la bestia que se levanta del mar de las naciones (Apocalipsis 13)?
Nuestros hermanos Lutero y Calvino tenían un miedo mortal a la confusion regnorum, una confusión del reinado de Cristo sobre la iglesia y su reinado sobre los gobernantes en la tierra. Discernieron en el catolicismo romano y en el anabautismo tal confusión de los reinos bajo la autoridad de Cristo o su doble forma de reinado. ¿Puedo referirme a la exposición de Calvino en su Institución 3.19.15 acerca de los dos reinos, el espiritual y el político? «Hay en el hombre, por así decirlo, dos mundos, sobre los cuales diferentes reyes y diferentes leyes tienen autoridad».
Mi segunda observación se refiere a nuestro Orden de la Iglesia. Mencioné el art. 28, pero no debo guardar silencio acerca del art. 30: Las asambleas eclesiásticas «no se ocuparán de otros asuntos que de los eclesiásticos, y de estos, de una manera eclesiástica».
Si no me equivoco, este artículo fue formulado precisamente contra una confusio regnorum en las jóvenes iglesias reformadas de los Países Bajos. Recientemente ha habido publicaciones muy interesantes sobre la Reforma en Amberes y sobre las actas del consistorio de la iglesia de los refugiados holandeses en Londres. Creo que también dejan claro cuál es el trasfondo del art. 30 del Orden de la Iglesia: Los consistorios deben mantenerse alejados de las falsas acciones nacionalistas. [2]
Ahora surge la pregunta: ¿Fue la decisión sobre una bandera en (el vestíbulo de) un edificio de la iglesia reformada en (no de) Canadá un asunto eclesiástico? Mi respuesta es obvia: No.
Notas
[1] J.D. Bratt, Dutch Calvinism in modern America (Grand Rapids: Eerdmans 1984) pp. 88ss.
[2] Joh. Jansen, Korte verklaring van de kerkenordening(Kampen: Kok, 2ª ed. 1937) pp. 134f. Las publicaciones recientes son, por ejemplo, Guido Marnef, Amberes en la era de la refor mation: Protestantismo subterráneo en una metrópolis comercial, 1550-1577 (Baltimore: John Hopkins University Press, 1996); A.J. Jelsma y O. Boersma, eds., Acta van het consistorie van de Nederlandse gemeente to London, 1569-1585 (La Haya: Rijks Geschiedkundige Publicatien, Kleine serie, deel 76, 1993); O. Boersma, Volatile example, De nederlandse, franse en italiaanse vluchtelingenkerken in London, 1568-1585 (Kampen: Kok, 1994). Estas son excelentes adiciones a A.A. van Schelven, Kerkeraads-pro tocollen der Nederduitsche vluchtelingenkerk to Londen 15601569 (Ámsterdam: J. Muller, 1921).
Traducción: Valentín Alpuche
Revisión: Manuel Bento
Tomado con permiso del Clarion (1997) Vol. 46, No 9