UNA ARGUMENTACIÓN CLARA Y CONCISA A FAVOR DEL BAUTISMO DE INFANTES
El Nuevo Testamento enseña que los gentiles participan ahora de los pactos de la promesa que eran antes exclusivos de la nación de Israel (Efesios 2:12–13). Una de las promesas es que Dios será tu Dios, y el de tu descendencia después de ti (Génesis 17:7); esta promesa se repite también de forma explícita en el Nuevo Testamento, porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos (Hechos 2:39), constituyendo la base teológica para el bautismo de infantes.
Tras la caída del hombre, que trajo la maldición y la muerte al mundo, Dios estableció un pacto de gracia. Este pacto no se basa en la obediencia del ser humano, sino exclusivamente en la gracia de Dios. En la promesa de salvación, Dios le dijo a la serpiente y a la mujer: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar (Génesis 3:15). Este versículo promete que Cristo vendría y aplastaría la cabeza de la serpiente. A lo largo de toda la Escritura, encontramos varias administraciones del pacto de gracia. El Catecismo Mayor de Westminster expone este concepto.
P. 34. ¿Cómo fue administrado el pacto de gracia en el Antiguo Testamento?
R. El pacto de gracia fue administrado en el Antiguo Testamento mediante promesas, profecías, sacrificios, la circuncisión, la pascua y otros tipos y ordenanzas, todas las cuales prefiguraban a Cristo, que había de venir; y eran suficientes en aquel tiempo para edificar a los escogidos en la fe en el Mesías prometido, por quien tenían entonces la plena remisión de pecados y la salvación eterna.
Ro 15:8; Hechos 3:20, 24; Heb 10:1; Ro 4:11; 1Co 5:7; Heb 8-10, 11:13; Gl 3:7-9, 14.
P. 35 ¿Cómo se administra el pacto de gracia en el Nuevo Testamento?
R. En el Nuevo Testamento, cuando Cristo la sustancia fue exhibido, el mismo pacto de gracia fue administrado y aún ha de administrarse en la predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos del bautismo y la cena del Señor, en los cuales la gracia y la salvación se muestran con más plenitud, evidencia y eficacia a todas las naciones (WCF, 2003, p. 143-144)
Marcos 16:15; Mt 28:19-20; 1Co. 11:23-25; 2Co. 3:6-18; Heb. 8:6, 10, 11; Mt 28:19.
El Antiguo y el Nuevo pacto son administraciones del pacto de gracia. Hechos 15:11 dice: Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos. 1Corintios 10:4 dice: y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. Estos y otros pasajes muestran que Cristo era y siempre es la sustancia tanto del Antiguo como del Nuevo pacto. Ya que la sustancia de ambos pactos es la misma, también existe una continuidad en las administraciones externas de los pactos. La salvación se concedía a aquellos que, no solo participaban externamente en la administración del pacto, sino también tenían fe en aquel a quien la administración señalaba: Jesucristo.
El Nuevo Pacto tenía una administración externa, como prueban los pasajes sobre la apostasía. Jesús dijo: Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto (Juan 15:2). Esto no se refiere a ser salvo y perder la salvación, porque es imposible (cp. Juan 10:26-30, 1Juan 2:18-19, etc.); sino que habla de estar incluido en la administración externa del Nuevo Pacto, pero ser cortado por faltar la sustancia interna. Romanos 11:16–22 también prueba que alguien puede ser cortado del pueblo visible del pacto de Dios. Romanos 11:22 dice: Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. Así pues, el hecho de que estas personas estén en Cristo o formen parte de la iglesia externa y acaben cortados, prueba que el Nuevo Pacto tiene una administración que es externa.
Los hijos de los creyentes estaban en la administración externa del pacto de gracia en el Antiguo Testamento. Noé Creyó y Dios lo consideró justo (cp. Génesis 7:1, Hebreos 11:7). Después de eso, Dios dijo: He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros (Génesis 9:9). Dios no solo hace su pacto con el creyente individual, sino también con sus hijos. Encontramos el mismo patrón en Abraham. Abraham creyó en Cristo y Dios lo declaró justo (cp. Génesis 15:6, Juan 8:56). Después de esto, Dios le ordenó circuncidarse (credocircuncisión). No obstante, Dios también le dijo que circuncidara a todo niño varón en su casa (paedocircuncisión). A pesar de que los infantes no habían ejercido la fe, Dios ordenó que fueran circuncidados como parte del pacto de gracia, tal y como lo fue Esaú. Génesis 17:7 dice: Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. «La elección pactual por parte de Dios se extiende a la simiente, Deuteronomio 4:37, Y por cuanto él amó a tus padres, escogió a su descendencia después de ellos» (Rutherford, 2005, p. 128). ¿Sigue incluyendo Dios a los hijos de los creyentes en su pacto? No hay indicación alguna en el Nuevo Testamento de que la naturaleza del pacto haya cambiado en cuanto a incluir a los niños de los creyentes.
De hecho, el Nuevo Testamento confirma lo contrario: los niños de los creyentes están incluidos en la administración externa del Nuevo Pacto. Mateo 19:13–14 dice: Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos (cp. Isaías 40:11). «Si está bien llevar los niños a Cristo, ¿por qué no deberían ser admitidos al bautismo, que es el símbolo de nuestra comunión y compañía con Cristo? Si el reino de los cielos es de ellos, ¿por qué se les debería negar el símbolo por el que su acceso, por así decirlo, se abre a la iglesia, para que admitidos a ella puedan enrolarse entre los herederos del reino celestial?» (Calvino, 2008, p. 875–876). Pedro no excluyó del pacto de gracia a los hijos de los creyentes, y dijo a los judíos adultos en el día de pentecostés: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:38–39). La promesa es para los judíos y sus hijos. La audiencia a la que Pedro hablaba eran los judíos dispersos que se habían congregado por el Shavuot (Pentecostés). Esta promesa es una alusión a Génesis 17:7. La promesa es también para todos los que están lejos, los gentiles, como dice Efesios 2:12–13: En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. «El mismo pacto que se hizo con Abraham, se hace con los corintios, 2Corintios 6:16: y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (Rutherford, 2005, p. 131). Los gentiles participan ahora de los pactos de la promesa, y sus hijos son santos. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos (1Corintios 7:14). «Viendo el contexto, no podemos defender que esta “santidad” se refiere a la regeneración, sino que no puede tratarse de otra cosa que de la “santidad” de la relación y privilegio» (Murray, 1980, p. 65). Los hijos de los creyentes ya tienen la realidad de estar apartados como miembros del pueblo del pacto de Dios, por tanto, el bautismo, que es una señal del pacto, es su derecho.
En el Nuevo Testamento, cada vez que una persona se convertía en cristiana y tenía familia, se bautizaba a toda su casa. Lidia creyó el mensaje de Pablo, y fue bautizada con toda su casa (Hechos 16:14–15). En el mismo capítulo, también el carcelero filipense cree y es bautizado con toda su casa. Pablo bautizó también a la casa de Estéfanas (1Corintios 1:16). Estudiando todos estos pasajes, hallamos que cuando la cabeza de la casa entraba en el pacto, también lo hacía toda la casa.
Se podría plantear la objeción de que no existen ejemplos en la Escritura de infantes siendo bautizados por los apóstoles. «Si este tipo de argumento fuera adecuado, de manera similar sería necesario prohibir la cena del Señor a las mujeres, ya que no leemos que fueran admitidas en días de los apóstoles» (Calvino, 2008, p. 876). Walter Chantry objeta: «Las promesas [Hechos 2:39] no pertenecen a los hijos de los creyentes si no existe un llamado efectivo» (Chantry, 2013, p. 126). «La promesa se les hace de forma absoluta, ya sea que crean o no. Pero la bendición de la promesa y el pacto de gracia es entregada y concedida de manera condicional, si creen» (Rutherford, 2005, p. 151). Chantry objeta de nuevo: «Si la palabra “santos” [1Corintios 7:14] sugiere una relación pactual… haciendo que los niños sean adecuados para el bautismo, entonces el cónyuge incrédulo también es un candidato válido para dicho sacramento» (Chantry, 2013, p. 127). A esto contestamos que la santidad federal basa el derecho de ellos a la membresía visible de la iglesia, y, consecuentemente, en al bautismo. Sin embargo, un rechazo a la fe o el negarse a profesar públicamente a Cristo cuando es posible hacerlo, prácticamente expulsaría a alguien de la iglesia visible, anulando su derecho al bautismo. Es decir, negarse a profesar la fe es perder el derecho a bautizarse. Los bebés no pueden profesar o rechazar la fe, por lo que son bautizados solo en base a la santidad federal.
Otra objeción es que no había ningún infante presente en las casas que fueron bautizadas, lo cual es mera especulación. Lo importante es que las casas fueron bautizadas basándose en la profesión de fe de su cabeza, y esto guarda continuidad con el pacto de gracia bajo el Antiguo Testamento. Por esta razón, todos los miembros de la casa han de bautizarse, incluyendo a los infantes.
Concluyendo, tanto el Antiguo como el Nuevo Pacto son dispensaciones del mismo pacto de gracia. El Nuevo Pacto, al igual que el Antiguo, tiene una administración externa que constituye la iglesia visible. Los pasajes acerca de la apostasía lo prueban. Los niños de los creyentes están incluidos en la administración externa del pacto de gracia bajo ambos pactos, ya que ambos son dispensaciones del pacto de gracia. Tal y como los infantes en el Antiguo Pacto y en el pacto de gracia bajo la casa de Abraham eran circuncidados, en el Nuevo Pacto los infantes han de bautizarse y están incluidos en el pacto de gracia en virtud de su pertenencia a la casa de un creyente, como los bautismos de casas completas en Hechos 16 y 1Corintios 1:16 demuestran. Por tanto, sin ningún tipo de controversia, los infantes de los creyentes han de bautizarse.
Referencias
E.M. Blackburn, (2013). Covenant theology: A Baptist distinctive. Birmingham, Ala.: Solid Ground Christian Books.
Juan Calvino. Traductor: Beveridge, Henry (2008). Institutes of the Christian Religion. Peabody, MA: Hendrickson Publishers.
John Murray (1980). Christian Baptism. Filadelfia, PA: Presbyterian and Reformed Publishing Co.
Samuel Rutherford. Editor: McMahon, C. M. (2005). The Covenant of Life Opened. New Lenox, IL: Puritan Publications.
The Westminster Confession of Faith. (2003). Glasgow: Free Presbyterian Publications.
Citas tomadas de la Biblia Reina Valera 1960.