La Genealogía de Jesucristo
Introducción
Congregación del Señor Jesucristo, el día de hoy comenzamos una serie de predicaciones del Evangelio de Mateo que iremos alternando con nuestra serie de predicaciones del libro de Génesis. De esta manera, seremos nutridos tanto por el Antiguo como por el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento tenemos cuatro evangelios, y Mateo es el primero en el orden de los libros, aunque no necesariamente el primero en orden cronológico.
Cada evangelio nos brinda un relato de la vida y obra de Jesús desde una perspectiva única, la cual, en muchos casos, concuerda con los otros evangelios, pero también cada uno nos ofrecerá información especial que los demás no ofrecen. De manera que estudiar cada evangelio enriquece mucho lo que nuestro Señor dijo e hizo.
Pues nosotros empezaremos con Mateo, y debemos saber, primeramente, que él era judío, un discípulo o apóstol de Jesucristo; además, él era un recaudador de impuestos, o publicano, es decir, un judío que trabajaba para los romanos, y por esa razón era odiado por los demás judíos. Se cree que por la forma en que Mateo escribió su evangelio lo hizo para instruir a los nuevos conversos y prepararlos para ser miembros de la iglesia. Otro dato importante que debemos saber es que, al escribir su evangelio, Mateo lo destinó para cristianos judíos principalmente, no para cristianos de la gentilidad. Por eso vamos a encontrar en su evangelio que cita muy frecuentemente pasajes del Antiguo Testamento, para mostrar que en Jesús se cumplieron todas las profecías del Antiguo Testamento, profecías que los judíos esperaban que se cumplieran.
De hecho, la forma en que empieza su evangelio indica que sus receptores eran más judíos que de otras naciones. Vamos a meditar en la genealogía de Jesucristo, como la presenta Mateo, bajo la siguiente idea principal: “Dios controló y preparó toda la historia de Israel para la llegada del Salvador prometido”. Para ello, dividiremos nuestro sermón en tres puntos:
- El cumplimiento de las promesas de Dios.
- Entre pecadores y mujeres marginadas
- La misión mundial del Rey Jesús
El cumplimiento de las promesas de Dios
Es muy llamativo que Mateo empiece su evangelio con una genealogía, la cual es una lista de los antepasados de una persona. Para nosotros eso no es muy atractivo; al contrario, parece aburrido. Pero para los judíos era muy importante saber que ellos y sus antepasados realmente provenían del patriarca Abraham, el padre de la nación judía y que pertenecían al pueblo de Dios (Juan 8:33). Como ustedes recuerdan de nuestras predicaciones del libro de Génesis, nos hemos topado con varias genealogías (5; 10; 11:10-32). Y también encontramos genealogías en otros libros de la Biblia.
Lo interesante es que las genealogías quedaron registradas en la Biblia, y si están en ella es porque Dios tiene un propósito que enseñarnos por medio de ellas. ¿No dice 2Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”? Veamos, entonces, cómo esta genealogía es útil para nuestra instrucción.
- En primer lugar, es la lista de los antepasados de nuestro Señor Jesucristo. ¿No debería esto ser ya importante en sí mismo? El Señor Jesucristo, en su humanidad tan solamente, es la persona más importante que ha existido sobre toda la tierra. ¿Acaso no nos emocionamos por saber un poco sobre la vida de un personaje famoso? ¿Pues no deberíamos emocionarnos superlativamente en conocer más sobre nuestro Señor?
- Segundo, la genealogía de Mateo nos recuerda que nuestro Salvador era hombre verdadero, no era un fantasma, o una leyenda; de hecho, este registro de sus antepasados demuestra que Él realmente existió; que fue una persona verídica, histórica.
- Tercero, por la forma en que Mateo lo dice, aprendemos que Jesucristo es el cumplimiento de todas las grandes promesas de Dios que el pueblo judío estaba esperando con grande expectación.
Mateo dice que Jesucristo era “hijo de David, hijo de Abraham”. Se le llama así porque Él era descendiente de David y de Abraham. Y dentro de la historia de Israel esta doble descendencia de Jesús era muy importante. David era el rey por excelencia de Israel. Fue el segundo rey de Israel, pero el primero por medio de quien Dios prometió, que, de su descendencia, nacería el Hijo de Dios.
En el Antiguo Testamento había una profecía de que el Mesías, el Ungido de Dios, nacería de la descendencia de David. La encontramos en 2Samuel 7:4-16 donde leemos que Dios mismo le dice a David que Él iba a levantar a uno de sus descendientes y afirmaría su reino, cuyo reino sería estable eternamente. Sabemos que ninguno de los descendientes de David que fueron reyes tuvieron un trono eterno porque todos murieron.
Entonces, ¿quién era ese Rey eterno que tendría un trono eterno? El Señor Jesucristo. Por eso la gente durante el tiempo de Jesús, al verlo predicar, enseñar y todos los milagros que hacía, decían que era el hijo de David. En Mateo 12:23, la gente decía: “¿No será este el Hijo de David?” La mujer cananea que tenía una hija endemoniada le rogaba que le ayudara, diciéndole: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Mateo 15:22). Luego los dos ciegos de Jericó gritaban: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!” (Mateo 20:30).
Pero Lucas, otro evangelista, claramente dice que el ángel le dijo a María, hablando de Jesús: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (Lucas 1:32). La genealogía de Mateo, entonces, demuestra que Jesús no solo era descendiente de David, sino que era el legítimo heredero del trono de David, un reino que con Cristo llegó en verdad a ser un reino eterno.
Pero Jesús también era hijo de Abraham. Ya hemos aprendido de Génesis 12 que Dios llamó a Abram y le dijo que lo convertiría en una gran nación y que todas las familias de la tierra serían benditas en él. ¿Cómo sucedió esto? A través de Cristo. Pero en Génesis 17:7 Dios le dice a Abraham: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti”.
¿En quién se cumplieron estas palabras a perfección? ¿En cuál de los hijos de Abraham las naciones de la tierra han sido bendecidas con el evangelio de la salvación? ¿En Isaac, en Jacob? No hermanos, sino en el Señor Jesucristo. Así lo dice el apóstol Pablo en Gálatas 3:14: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles,…” Cristo cumple las promesas de Dios de uno que sentaría sobre el trono de David y que sería el verdadero descendiente de Abraham por medio de quien Dios bendeciría a todas las naciones.
Entre pecadores y mujeres marginadas
Hermanos, otra característica importante de la genealogía de Mateo es que se refiere a nosotros. ¿En serio? Sí, hermanos, porque habla de gente pecadora como nosotros. Empecemos con Abraham. Como ya vimos la semana pasada, en la primera prueba que Dios envió a Abraham, él falló (Génesis 12:10-20). No confió en Dios y le mandó a su esposa que dijera que no era su esposa, sino su hermana. Y ese no fue el único pecado del patriarca.
Y ¿David? Él fue el rey que, teniendo muchas esposas, quiso tener una más, y mandó al esposo de una mujer al frente de la guerra para que lo mataran, y así quedarse con su mujer. Y bueno, el tiempo no nos alcanza para relatar más pecados de David. Pero ¿será que solo ellos dos cometieron pecados de todos los mencionados en la genealogía? No, solo fueron los primeros. Isaac, al igual que su padre Abraham, le dijo a su esposa que mintiera diciendo que ella era su hermana. Jacob era un tramposo; y los hermanos de Judá y Judá mismo vendieron a su propio hermano José. Eran muy malos.
Luego menciona a una mujer, Tamar, la nuera de Judá, quien se disfrazó de prostituta y así hizo que su suegro Judá tuviera relaciones sexuales con ella, y de esa relación nacieron Fares y Zara. Y luego menciona a reyes muy malos en la historia de Israel. Y nuevamente no nos alcanzaría el tiempo para mencionar todas las maldades que cometieron.
Pero un dato muy interesante es que, en la genealogía de Jesucristo, Mateo menciona a mujeres. Para nosotros tal vez no sea nada importante, pero cuando comprendemos que los judíos no tomaban en cuenta a las mujeres, que eran despreciadas y que el esposo tenía poder absoluto en la casa, entonces llegamos a entender un poco la fuerza de que en la genealogía del Señor se hayan mencionado a mujeres.
Como ya dijimos, Tamar actuó como prostituta, y muy probablemente ella era cananea, no judía; la otra mujer es Rahab, la cual ejercía la prostitución como profesión y no era judía; luego se menciona a otra mujer llamada Rut y, el dato interesante de Rut es que ella no era judía, sino moabita; o sea tres mujeres extranjeras fueron incluidas dentro de la lista. La otra mujer ya la mencionamos de paso, y era Betsabé, la esposa de Urías, el soldado de David a quien él mandó a matar para quedarse con su esposa. Y la última mujer era María, la madre del Señor Jesucristo.
¿Quién era María? Una jovencita que vivía en una zona desconocida y despreciada de Israel; no era una princesa, o una mujer adinerada. Ella dice de sí misma en Lucas que era pecadora y necesitaba de la salvación de su Hijo. Así dice ella: “Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador; porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventuradas las naciones” (Lucas 1:46-48).
Hermanos, sí, nuestro Señor colocado entre pecadores y mujeres marginadas y despreciadas. Y hasta en su muerte en la cruz le sucedió lo mismo: el Señor fue crucificado con dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Pero ¡qué gran consuelo obtenemos de esto! Veamos de qué manera esto es buenas noticias para nosotros:
- La genealogía de Mateo nos muestra que no hay ninguno de los antepasados de Jesús que pudiera rescatarse a sí mismo y a los demás judíos de la condenación del pecado, pero Dios “ha dado a su Hijo para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
- La genealogía de Mateo nos muestra que tanto hombres como mujeres son aceptados por nuestro Señor si se arrepienten de sus pecados, y ambos son de igual valor delante de Él. Los judíos despreciaban a las mujeres tratándolas como seres humanos inferiores. De hecho, una oración de los judíos era: “Gracias Señor por no hacerme gentil, esclavo o mujer”. En Cristo quedan borradas esas distinciones pecaminosas en las que una clase de persona era despreciada por las demás. En Cristo todos llegamos a ser una nueva criatura (2Corintios 5:17). Y por eso el apóstol Pablo dice: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
- La genealogía de Mateo nos muestra que Jesucristo se humilló a tal grado que permitió que su nombre quedara entre la lista de pecadores, de manera que al redimirnos del pecado “no se avergüenza de llamarnos hermanos” (Hebreos 2:11). Cristo es nuestro hermano mayor que vino “a buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
¿Podemos tener a un mejor Salvador aparte de Cristo? El Rey eterno se encarnó y nació y vivió entre pecadores para rescatarnos de la maldición y darnos bendición. Gloria a Dios por su Hijo Jesucristo.
La misión mundial del Rey Jesús
Y así llegamos a nuestro último punto: la misión mundial del Rey Jesús. Esto ya lo hemos mencionado de manera indirecta en nuestra exposición, pero ahora lo diremos más claro. Mateo en su genealogía menciona a tres mujeres que no eran del pueblo de Israel, es decir, eran extranjeras. Una de ellas actuó como prostituta, otra era prostituta de profesión, y otra era una moabita, es decir, de una nación que había sido excluida de la congregación de Israel. Deuteronomio 23:3 dice: “No entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová, ni hasta la décima congregación de ellos; no entrarán en la congregación de Jehová para siempre”.
Pero vemos que la salvación que Cristo Jesús ofrece sobrepasa los límites de la ley, y la ofrece a los que no tenían ninguna esperanza de salvación. ¿No es esto de gran esperanza para nosotros también? Por nuestro pecado somos como moabitas excluidos del reino de Dios. El apóstol Pablo dice en Romanos 3:23: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Sí, hermanos, nosotros somos espiritualmente moabitas, es decir, destituidos, excluidos del reino de Dios, pero en Cristo podemos entrar al reino de Dios.
Para los judíos era un escándalo incluir a personas extranjeras dentro de sus genealogías; era, en efecto, algo impensable. Pero Mateo al incluir en la genealogía de Jesús a estas mujeres extranjeras ya está anunciado un tema central en su evangelio que irá desarrollando poco a poco hasta llegar a su clímax en Mateo 28:19 donde dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Jesucristo llegó a ser el Salvador no solo de las ovejas perdidas de la casa de Israel, sino de las ovejas perdidas de todas las naciones del mundo. Su misión no era una misión nacionalista, o racial, sino mundial. Él vino para que todas las naciones llegasen a participar de la bendición de Abraham; vino para ser el Rey de su pueblo multicultural y multinacional. Jesús no es propiedad de los judíos, sino que es el Rey de todas las naciones bajo el cielo.
Por eso el apóstol Pedro dice en Hechos 4:12, y precisamente a judíos: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. “Bajo el cielo” es una forma de decir, en todo el mundo, y por eso el apóstol Pablo dice en Romanos 10:12-13 así: “Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.
Aplicación
Mateo termina la genealogía de Jesús diciendo: “De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia, catorce”. Esta es una forma de decir que Dios es el Señor soberano de la historia que ha dirigido todos los tiempos y eventos dentro del pueblo de Israel para la llegada de su Amado Hijo. Nada sucedió por casualidad, por tanto, Cristo ha hecho realidad las promesas salvadoras de Dios, y ha llegado a ser el Salvador de su pueblo, su pueblo compuesto de judíos y gentiles. La mujer es dignificada y reivindicada por medio de Él por gracia; y su salvación ha llegado a nosotros, sí, a nosotros que “estábamos sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:12-13).
La genealogía de Jesús no es un registro sin importancia en el evangelio de Mateo, sino una introducción necesaria a la vida y obra del Señor que nos muestra que Dios es un Dios de gracia. Su gracia y misericordia es tan grande hacia nosotros que permitió que el nombre de su Hijo quedará ligado a hombres y mujeres pecadores; a reyes perversos y mujeres extranjeras y prostitutas. Y lo hizo para extenderles su gracia salvadora, y por medio de Él ahora, nosotros igualmente, indignos pecadores, podemos recibir la bendición de Abraham por medio de Cristo y ser reyes y sacerdotes para Dios su Padre. Gloria a Dios por el Hijo de Abraham, Hijo de David. Amén.
(La predicación también se puede ver en nuestro canal de YouTube o se puede escuchar en Sermonaudio.)