¡Bendice al Señor!
Reuben Bredenhof
La alabanza salta de la página en el salmo 103:
«Bendice, alma mía a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre».
¿Es este el aspecto que tiene para ti la alabanza? Algunos de nosotros somos silenciosos y reservados por naturaleza, por lo que la viveza y energía de esta alabanza puede parecernos incómoda y un poco ajena a nuestra experiencia. ¿Acaso puede nuestra adoración ser tan exuberante como la de David alguna vez?
Puede serlo, cuando pensamos cuidadosamente en todas las razones que tenemos para alabar a Dios.
Cerca del comienzo del salmo, David se insta a sí mismo: «no olvides ninguno de sus beneficios». Luego continúa haciendo recuento de algunas de las numerosas bendiciones de Dios:
Dios le perdonó.
Dios lo rescató del hoyo.
En todo esto, Dios no trató a David conforme a sus pecados, sino que mostró una gracia asombrosa. ¡Así que es por esto que David le alaba con gran gozo!
David adora porque ha sido receptor de la rica compasión de Dios. Lo que resulta increíble, es que es una compasión que conocemos mucho más profundamente de lo que jamás lo hizo David, porque conocemos la inmensurable e inagotable extensión del amor del Padre, que dio a su único Hijo para morir por los pecadores.
Sabemos cuánto cuesta nuestro perdón: que el cuerpo de Cristo fue entregado por nosotros, y que su sangre fue derramada. Dios incluso nos da un precioso recordatorio de este sacrificio en el pan y el vino de la Cena del Señor.
Por consiguiente, es adecuado que, en la tradición reformada, la Cena del Señor finalice con citas extendidas del Salmo 103: «Ya que el Señor ha alimentado ahora nuestras almas en su mesa, alabemos juntos su santo nombre: ¡Bendice alma mía al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre!»
Por causa de Cristo Jesús, podemos cantar el Salmo 103 con gran gozo.
Ya no somos acusados de pecado, porque Jesús fue acusado en nuestro lugar.
Somos extraídos del hoyo cenagoso, porque Jesús se hundió por nosotros en el infierno.
Podemos llamar a Dios Padre nuestro, porque, en Jesús, el Padre nos adopta como suyos.
Así que la próxima vez, después de que celebres la Cena del Señor, aprecia con cuánto entusiasmo puedes alabar al Señor con salmos como el 103.
Pero no solo entonces. Porque cada día en que se te permite disfrutar del amor del Padre, alaba a Dios con este gozoso salmo. Tienes todas las razones para llamar a tu alma a la celebración de la bondad del Señor, «bendiga todo mi ser su santo nombre». Y si es algo que comienza en tu corazón, se trasladará a toda tu vida.
Como David, es probable que tengas que exhortarte este día, «[alma mía] no olvides ninguno de sus beneficios». Todos batallamos con la amnesia espiritual, olvidando verdades fundamentales acerca de quién es Dios y lo que ha hecho por nosotros en Cristo. Pero es bueno desarrollar nuestros recuerdos por los grandes dones de Dios.
La memoria alimenta la gratitud, sirve como una ayuda para nuestra fe, e impulsa nuestra alabanza. ¡No olvides ninguno de sus beneficios! Llámate con frecuencia a la alabanza, de manera que no pases un día sin ella: «¡Bendice al Señor!»