La expulsión de Agar e Ismael
Introducción
Congregación del Señor Jesucristo, una de las cosas más difíciles en la vida de una familia son las despedidas. Cuando un ser querido tiene que irse de casa por alguna razón, no es fácil decir adiós. El patriarca Abraham vivió una de sus despedidas más dolorosas de su hijo Ismael. El domingo pasado aprendimos el gozo y la risa que causó el nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa. Abraham y Sara rebosaban de alegría porque el Señor cumplió su promesa de darle un hijo propio de él y Sara. En el tiempo de Dios la promesa se cumplió. Aprendimos también que siempre podemos contar con que Dios cumplirá sus promesas, pero claro lo hace a su manera y a su tiempo. Solo tenemos que esperar con paciencia en la seguridad de su palabra. Puede pasar mucho tiempo, pero el Señor nunca se olvida de sus promesas, y las cumple. Pero el pasaje de hoy nos relata un evento triste. Es triste por varias razones, pero una de ellas es que Sara dice a Abraham que eche de su casa a Agar, su esclava y egipcia, y a Ismael, el primogénito de Abraham. Veamos cómo este evento se desarrolló y cuáles son las lecciones que podemos aprender de este importante acontecimiento. La idea central que encontramos en este pasaje es: el Señor aleja de Isaac, el hijo de la promesa, a Ismael, el hijo de la esclava egipcia, porque Isaac es el heredero legítimo.
Ismael se burla de Isaac (21:8-9)
Génesis 21:8-9 nos relata que Dios bendijo a Isaac dándole salud y crecimiento. Recuerden que Isaac fue circuncidado a los ocho días de nacido, y la circuncisión representaba un riesgo sustancial para la vida de Isaac. Pero el Señor del pacto lo sanó, e Isaac se recuperó y creció. Su crecimiento es reforzado con lo que Moisés dice en el v. 8 donde leemos que “el niño creció, y fue destetado”. Es decir, Sara dejó de amamantar a su hijo, y ahora entraba a una etapa en la que sería alimentado con comida más sólida. De una manera rápida, Moisés está diciendo a los israelitas en el desierto (que fueron los primeros receptores del libro de Génesis) que el Señor del pacto cuida y preserva a sus hijos del pacto. Isaac, sin duda alguna, era un hijo del pacto y el heredero del evangelio, y Dios le extendió su protección de una manera especial. Asimismo, podemos confiar en que Dios, quien ha marcado a nuestros hijos con la nueva señal del pacto (el bautismo), cuidará y protegerá a nuestros hijos, como lo ha hecho hasta ahora. Sí hermanos, la salud y el crecimiento de nuestros hijos son bendiciones del pacto.
Pero no debemos olvidar que el Señor también fortaleció y mantuvo con salud a Sara, la madre de Isaac. Sara ya era muy anciana, y según la costumbre de ese tiempo, el destete se llevaba a cabo aproximadamente entre los 2 y 4 años, por lo que Sara para este tiempo ya tenía como 93 años al menos. Dios no solo la capacitó para embarazarse de Isaac, sino para darlo a luz y para amantarlo por al menos 3 años. ¡Qué gran providencia del Señor para Sara e Isaac!
Bueno, pues la costumbre de esa época era que cuando un niño era destetado se realizaba una fiesta para celebrar la vida del niño que había sobrevivido un tiempo crítico en la vida. En el caso de Abraham y Sara estaban muy felices de que Isaac había sido bendecido y protegido por Dios. Además, Isaac era el hijo natural de ellos dos y sabían que él era el hijo prometido por Dios, por medio de quien la promesa de salvación se cumpliría. Moisés nos dice que Abraham hizo “un gran banquete el día que fue destetado Isaac”. Era tiempo de celebración y de agradecimiento a Dios. Con esto aprendemos que Dios no es un Dios indiferente al crecimiento de nuestros hijos, y no nos prohíbe celebrar la vida que Él mismo les concede a nuestros pequeños. Dios quiere que celebremos no como el mundo lo hace, sino con gratitud a Él por sus bendiciones y reconociéndolo como el Dios que regala la vida a sus hijos. En ninguna parte de la Biblia encontramos que no debamos celebrar las bendiciones de Dios, de modo que cuando nuestros hijos cumplen años es una buena razón de dar gracias a Dios. Al celebrar estamos diciendo: Señor tú has cuidado de mis hijos, les ha dado salud y los hace crecer, y cuando cumplen años recordamos que la vida y la salud físicas son parte de las bendiciones del pacto.
Pero esta gran celebración fue tristemente la ocasión para que se revelara lo que había en el corazón de Ismael, el primogénito de Abraham. Para este tiempo, Ismael al menos tenía entre 15 y 17 años. Ya no era un niño, sino un muchacho, casi un adulto. Seguramente Ismael y su madre Agar, al ver que Abraham no tenía otro hijo, habían llegado a pensar que Ismael sería el heredero único de Abraham. Y esto es lo que Ismael reveló porque Moisés nos dice en 21:9 que Ismael se estaba burlando de Isaac. Mientras que todos se gozaban por la vida de Isaac y reían de alegría, había uno que estaba riéndose, pero burlonamente; Ismael no estaba feliz por Isaac, el hijo de la promesa, y es muy posible que se hubiera burlado de él pensando que Isaac no era el heredero legítimo de Abraham, sino él. En otras palabras, Ismael tenía en poca importancia lo que Dios había prometido a Abraham: de que Isaac era el único y legítimo heredero. Ismael quería obtener esa herencia no por fe en el Señor del pacto, sino por sus propios medios. Sara se dio cuenta de esta actitud pecaminosa de Ismael, e inmediatamente procedió a hacer algo al respecto.
Agar e Ismael son expulsados (21:10-14)
Sara le dijo a Abraham: “Echa a esta sierva (esclava) y a su hijo, porque el hijo de esta sierva (esclava) no ha de heredar con Isaac mi hijo”. La actitud de Sara no fue la mejor al decirle a Abraham que expulsara a Agar y a su hijo, pero Dios estaba permitiendo que esta situación sucediera para proteger a Isaac de Ismael. Nos parece muy fuerte y casi pecaminosa la actitud de Sara, y como dijimos, ella pudo haber actuado de una manera más tranquila y suave. Noten que aquí Sara se refiere a Agar ya no como su sierva, sino como su “esclava” (en el hebreo original). Le habla también con cierto desprecio, y aunque Ismael era su hijo por adopción por medio de Agar, ahora dice que solo Isaac era su hijo. Pero, como ya hemos comentado antes, Agar e Ismael no eran inocentes y ellos despreciaban a Isaac y especialmente la promesa de Dios de que Isaac era el hijo prometido. Solo de Isaac Dios levantaría descendencia a Abraham, es decir, la descendencia de la cual la promesa de salvación para toda la humanidad se cumpliría hasta la venida del Hijo de Dios. Esto significaba que si Ismael quería formar parte del pueblo del Señor no debería de tratar de ser el heredero legítimo por medios carnales, sino aceptando a Isaac como el hijo prometido y creyendo que de la línea de Isaac un día nacería el Salvador.
Este dicho, hermanos, pareció muy grave a Abraham por causa de su hijo Ismael, nos dice el v. 11. Abraham no podía creer que Sara le esté pidiendo semejante cosa. “¿Expulsar a mi concubina y especialmente a mi hijo primogénito?” Esto le parecía demasiado duro al patriarca. Pero una de las lecciones que aprendemos de este pasaje es que, a veces, tenemos que tomar una decisión entre amar a Dios o amar a nuestra familia. Es decir, Dios debe ser más importante que la familia, pero si no estamos dispuestos a amar y seguir a Dios por nuestra familia, entonces estaremos cometiendo el pecado de idolatrar a nuestra familia, y también estaremos cometiendo el pecado que Jesús condena cuando dice: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Uno como cristiano no abandonará a su familia en el sentido de olvidarse de ellos y negarse a ayudarlos en tiempos de necesidad; no, eso es pecado. Pero si la familia se vuelve un obstáculo para amar y obedecer a Dios, y preferimos complacer a la familia, a los hijos, a los nietos, etc., entonces estaremos diciendo que la familia es más importante que Dios, y eso sí es pecado. Decimos esto porque, entre otras cosas, Dios estaba poniendo a prueba la fe de Abraham: si él iba a creer la promesa de que a través de Isaac solamente, Dios levantaría un día al verdadero Hijo de la promesa, al Salvador del mundo. Además, como aprenderemos después, esta prueba de fe con respecto a su hijo Ismael, fue una anticipación, un ensayo, de la prueba de fe más difícil que tendría cuando Dios le mandó que matara precisamente a Isaac ofreciéndolo en sacrificio.
Hermanos, a veces las pruebas que vivimos en la vida son como anuncios de pruebas más grandes que vendrán, pero si nos rendimos ante las pruebas más pequeñas, ¿qué sucederá cuando vengan las más grandes?
Pero en el v. 12, Dios habló a Abraham y le dijo que no le pareciera grave lo que Sara le pidió que hiciera con Ismael y con Agar, su madre. No solo eso, sino que le dijo que, con respecto a este asunto, hiciere todo lo que Sara le dijere porque, aunque Sara tal vez no actuó de la manera más comprensible y sensible, Dios estaba actuando detrás de ella, Dios estaba hablando detrás de ella. Entonces Sara no estaba del todo equivocada cuando se dio cuenta que Ismael se burlaba de su hijo Isaac. Si hubiera sido una burla que los niños hacen comúnmente, no creo que Sara hubiera reaccionado de esa manera tan dura. Quiere decir que ella, aunque entre sombras, percibió algo más malo y reprobable en la actitud de Ismael y Agar. Y aquí es donde el Nuevo Testamento nos ilumina, nos explica lo que realmente hizo Isaac y la intención que había detrás de su burla. El apóstol Pablo en Gálatas 4:29 dice que Ismael, quien había nacido según la carne (es decir, no de acuerdo con la promesa de Dios sino según métodos pecaminosos de Sara y Abraham para hacer cumplir la promesa de Dios), perseguía al que había nacido según el Espíritu Santo, es decir, Isaac que era el hijo que Dios le había prometido a Abraham y Sara, y de quien un día nacería el Salvador. En otras palabras, en realidad la burla de Ismael hacia Isaac no era una burla superficial, sino era burlarse de que Isaac realmente no podía ser heredero (aun cuando Dios lo había prometido) e Ismael trataría de obtener la herencia según la carne, es decir, según sus propios esfuerzos.
Regresando a nuestro pasaje, el Señor le dijo a Abraham que hiciere todo lo que Sara le dijere, y la razón era “porque en Isaac te será llamada descendencia” (v. 12), es decir, solo de los hijos y descendientes de Isaac se iba a cumplir la promesa de un Salvador por medio de quien todas las naciones serían bendecidas. Solo de Isaac, y eso excluía a Ismael. Pero lo excluía porque él quiso arrebatar la herencia por medios humanos, porque pensaba que por ser Ismael e hijo de Abraham por derecho le correspondía la herencia. Si él hubiera entendido que Isaac era el heredero legítimo por derecho divino, entonces no hubiera sido expulsado de la familia de Abraham, que en ese tiempo era la iglesia de Dios. Entonces, aunque el dicho de Sara fue duro para Abraham, el Señor mismo calma su dolor recordándole que la promesa final de un Salvador se cumpliría mediante los descendientes de Isaac.
Pero Dios le dio otra razón a Abraham, o más bien, le recordó otra de las promesas que ya le había dado antes acerca de Ismael de que Dios bendeciría a Ismael y lo haría fructificar y multiplicar mucho en gran manera; y que doce príncipes engendraría y haría de él una gran nación (Génesis 17:20). Esta promesa que ya le había dado se la vuelve a recordar aquí en nuestro pasaje. Dos razones le da el Señor a Abraham para que oyera la voz de su esposa Sara, y para que Abraham mismo aceptara que no era Ismael el hijo de la promesa, sino Isaac. Solo así Abraham procedió a aceptar lo que Sara le dijo, y entonces leemos en el v. 14 que él se levantó muy temprano, tomó un poco de pan y un poco de agua y se lo entregó a Agar, y también le entregó el muchacho y los despidió. ¡Qué duro fue para Abraham expulsar a su primogénito y a su madre de su casa! Pero para él era más importante obedecer a Dios que seguir sus afectos de padre. Para que no pensemos que Abraham fue indiferente a las necesidades de Ismael, leemos más adelante en Génesis 25:6 que Abraham dio muchos regalos a los hijos de sus concubinas, es decir, Agar y Cetura. Esto significa que después del evento narrado en Génesis 21, Ismael y Abraham se reunieron como padre e hijo, aunque Ismael nunca regresó a vivir con Abraham. Además, Génesis 25:9 nos dice que cuando Abraham murió sus dos hijos, Ismael e Isaac, lo sepultaron, reconociendo Abraham de esta manera a Ismael como su hijo legítimo, aunque no como el heredero de la promesa de Dios. Pero en esta ocasión, Abraham solo dio a Ismael y a su madre un poco de agua y pan. La pregunta es ¿por qué? Tal vez la respuesta sea porque Agar e Ismael, después de disfrutar de tantas bendiciones de Dios en la casa de Abraham, ahora tenían que aprender a confiar realmente en Dios y no tomar las cosas por sentado, es decir, no ser ingratos por todas las bendiciones que antes tenían, y especialmente que querían usurpar el lugar de Isaac por medio de artimañas humanas pecaminosas.
Así, pues, el muchacho y su madre salieron y anduvieron errantes por el desierto de Beerseba, un desierto donde la primera necesidad indispensable es tener agua. Al parecer Agar e Ismael no sabían por dónde ir, y en su dar vueltas en el desierto les faltó el agua.
Dios oye la voz de Ismael (21:15-21)
No tener agua en un desierto puede ser fatal, mortal. Ismael, aunque era un joven fuerte y saludable empezó a debilitarse, a tal grado que el v. 15 nos da a entender que ya no podía caminar más, sus fuerzas se agotaron y su madre, con todo el dolor de su corazón decidió dejarlo debajo de un arbusto. Por estas palabras, podemos entender que Ismael no solo estaba cansado y débil, sino que estaba esperando la muerte. Su madre, angustiada por el dolor de su hijo, fue y sentó a una distancia algo retirada del muchacho, pero al mismo tiempo a una distancia donde podía verlo. Su dolor era tan grande que dijo: “no veré cuando el muchacho muera”. Seguramente Agar estaba destrozada y llorando. Ismael también al percibir que ya no había esperanza, alzó su voz y lloró (v. 16). Madre e hijo llorando y sin esperanza. Pero ¿hacían bien en llorar desconsoladamente? ¿Realmente estaban arrepentidos de lo que ambos habían hecho respecto a Isaac? ¿Estaba Ismael arrepentido de burlarse de Isaac, su hermano menor? Aquí debemos recordar que Dios había dado una promesa a Agar, cuando ella fue expulsada de la casa de Abraham al despreciar a su señora Sara por estar embarazada y esperar un hijo de Abraham. Ella igualmente pensó que Abraham la amaría más a ella y despreciaría a Sara, pero eso no sucedió. Génesis 16 nos habla de cuando Agar tuvo que huir de su señora Sara, pero ángel del Señor la encontró en el desierto, y le prometió que iba a bendecir mucho su descendencia, que no podría ser contada a causa de la multitud. Le había prometido que su hijo Ismael viviría y prosperaría. ¿Acaso ella e Ismael habían olvidado esa promesa de Dios? En ninguna parte vemos que ellos se hayan arrepentido y recordado la palabra de Dios. En ninguna parte se nos dice que ellos empezaron a confiar en Dios. Lo que sí se nos dice es que Dios, en su gran misericordia, interviene una vez más en la vida de Agar para salvar su vida y la de su hijo.
Nos dice el v. 17 que Dios oyó la voz de Ismael, y el ángel de Dios vuelve a aparecer para exhortar a Agar diciéndole que no temiera, porque Dios “ha oído la voz del muchacho”. Sí, hermanos, por gracia y misericordia el Señor envía a su ángel para salvar a Agar e Ismael. Ellos no se lo merecían, pero Dios los salvó de una muerte segura. Una vez más, el Señor en la angustia de Agar le recuerda lo que ya le había prometido antes: “Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación” (v. 18). Notamos que tanto a Abraham como a Agar se les tiene que recordar las promesas de Dios. Y es que sucede que cuando vienen los problemas duros en la vida tendemos a olvidar las promesas de Dios. Esto es muy común a todos nosotros hermanos, pero la Palabra de Dios nos recuerda una vez más que, no importa lo que suframos, no debemos olvidar que Dios ha prometido estar con nosotros y ayudarnos.
La angustia de Agar era tan grave y profunda que no había visto la fuente de agua que estaba cerca de ella, e incluso se requirió que Dios mismo le abriera los ojos para ver esa fuente de agua. Así pues, ella fue, llenó su cántaro de agua y dio de beber al muchacho. Dios, a pesar del pecado de Agar e Ismael, no dejaría de cumplir su palabra que les había dado. Y no solo los salvó en el desierto, sino que leemos en el v. 20 que “Dios estaba con el muchacho”. Dios cuidó de él y siguió cuidando de él e hizo de él una gran nación como había prometido. No sabemos cuál fue la condición espiritual de Agar e Ismael después de este evento en Génesis 21, pero es posible que ellos hayan temido de corazón al Señor.
Aplicación
Resumiendo nuestro sermón, podemos aprender muchas cosas de este interesante pasaje:
- Primero, en el ejemplo de Abraham aprendemos que Dios cuida de nuestros niños de una manera especial. Cuidó de Isaac y cuidó de Ismael. Especialmente, el Señor cuida de los niños del pacto. Nuestros hijos son hijos del pacto y debemos estar seguros de que Dios cuidará de ellos.
- Ismael se burló de Isaac y pensó obtener la herencia por sus obras, y decidió rechazar la promesa de que en Isaac Dios formaría a su pueblo. El apóstol Pablo nos recuerda a cada uno de nosotros que, si queremos ganar nuestra salvación por obras, por las obras de la ley, en realidad viviremos en esclavitud, no en verdadera libertad. No menospreciemos la promesa de Dios de darnos un Salvador. Él ya nos ha dado un Salvador. Él es el que salva y no queramos salvarnos con nuestras buenas obras, sino confiemos plenamente en Él.
- Dios envía diferentes pruebas a nuestras vidas, y a veces las pruebas que envía son pequeñas para prepararnos para pruebas más duras que vendrán. Aprendamos a confiar en Dios en las pruebas menos difíciles para que en las más duras no olvidemos las promesas de Dios.
- Por último, Agar e Ismael nos representan muy bien a cada de nosotros porque a veces olvidamos que la salvación es por gracia y no por obras. Y cuando queremos salvarnos por nuestras obras en realidad nos alejamos de la gracia de Dios, de la familia de Dios. Pero Dios es fiel e interviene para darnos a beber de la fuente de su gracia salvadora. Jesús es la fuente de agua viva hermanos. Él nos invita a beber de Él y si lo hacemos en nuestro interior habrá siempre ríos de agua viva (Juan 10:37-38). ¿Beberemos de Él? Dios quiera que sí. Amén.