Catecismo de Heidelberg DS 2 Williamson
Día del Señor 2
G.I. Williamson
Lecturas bíblicas: Deuteronomio 5:6-21; Romanos 7:7-12; Mateo 22:34-40
3. ¿De dónde conoces tu miseria?
De la ley de Dios.
4. ¿Qué exige la ley de Dios de nosotros?
Cristo enseña eso en un resumen, Mateo 22:37-40: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
5. ¿Puedes guardar todo esto perfectamente?
De ninguna manera, porque por naturaleza soy propenso a odiar a Dios y a mi prójimo.
¿Puedes imaginarte cómo fue el 6 de agosto de 1945 en la ciudad de Hiroshima? Un bombardero americano estaba en camino para dejar caer la bomba atómica, pero la gente que caminaba alrededor de la ciudad ese día no era consciente de tal peligro. Ellos estaban por ser destruidos, o al menos horriblemente desfigurados, y, sin embargo, el hecho triste es que no estaban conscientes del peligro.
Esto es algo como nuestra posición y condición caída al enfrentar el juicio de Dios venidero. La Biblia dice que estamos bajo la ira de Dios por naturaleza. El juicio y la condenación eterna vienen con toda seguridad.
No obstante, la tragedia es que mucha gente no comprende esto como debieran. Es por eso por lo que Dios nos dio su ley en la Biblia. Nos dio su ley para hacernos ver cuán desesperada es realmente nuestra posición y condición. Puedes ver esto claramente en una declaración que Pablo hizo acerca de sí mismo: “Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” (Rom 7:7). Lo que Pablo dice es que no comprendía cuán desesperadas eran su posición y condición delante de Dios hasta que la ley hizo que lo viera.
Ahora, esto no significa que la gente sin la ley escrita en la Biblia está completamente privada de cualquier consciencia de que son pecadores. No, la Biblia enseña claramente que todos tienen al menos alguna consciencia de ser pecador y de estar bajo la ira y maldición de Dios. Como dice la Escritura: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Rom 2:14-15).
En otras palabras, incluso la gente que no tiene la Biblia tiene alguna consciencia de que son pecadores. Ellos comprenden, hasta cierto grado al menos, que tienen razones para temer a Dios, pero nota que decimos “hasta cierto grado”. Decimos esto porque uno de los efectos del pecado es debilitar esta voz de la consciencia. Mientras más peca la gente, sus corazones son más endurecidos. Por esta razón, la consciencia sola no es suficiente para despertar a la gente y ver el peligro en que se encuentran. No, dice Pablo, “Pero yo no conocí el pecado sino por la ley” (Rom 7:7). Pablo era judío, y esto significa que nació con privilegios. Fue instruido en la ley de Dios desde que era un niño, y ni siquiera comprendió, por un tiempo, que su posición y condición eran desesperadas delante de Dios. Pablo lo pone de esta manera: “Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí” (Rom 7:9). Cuando dice que “sin la ley vivía en un tiempo”, quiere decir que él (en ese tiempo) creía que las cosas no estaban tan mal con él, pero cuando empezó a darse cuenta de lo que la ley realmente quería decir, bueno, entonces fue diferente. Entonces, el pecado que ya estaba ahí en su corazón fue estimulado para llegar a ser “sobremanera pecaminoso” (Rom 7:13). De este modo, Pablo llegó a conocer, por experiencia propia, la verdad acerca de su propia esclavitud al pecado.
Pero ¿qué queremos decir cuando hablamos de esta ley que nos hace ver nuestra desesperada posición y condición? Bueno, hay dos maneras en que podemos responder esta pregunta, y encontramos ambas en el Catecismo de Heidelberg. Una manera de responder la pregunta sería decir que la ley consiste en los Diez Mandamientos, los cuales Dios dio a Israel en el monte Sinaí (estos mandamientos se encuentran en Éxodo 20 y nuevamente en Deuteronomio 5). La otra manera sería citar el sumario de la ley como fue declarado por nuestro Señor (lo encontramos en Mateo 22). Ambas respuestas tienen el mismo significado básico. Expresan el mismo estándar moral en dos formulaciones diferentes e igualmente válidas, pero hay una buena razón de por qué el Catecismo usa la segunda formulación en este punto. Sería incorrecto pensar que Dios solamente tenía una razón para darnos los Diez Mandamientos. Dios nos dio estas leyes no solamente para hacernos conscientes de nuestro pecado (para que busquemos la salvación en Jesús), sino también para mostrarnos cómo Dios quiere que vivamos (cómo debemos mostrar nuestra gratitud a Él por nuestra salvación). Por esta razón, los Diez Mandamientos se exponen posteriormente en el Catecismo como el patrón de la vida cristiana. Pero la cosa principal que queremos enfatizar aquí es que no hay diferencia en el estándar ético presentado en estas dos formulaciones. Si guardas los Diez Mandamientos de la manera correcta, amarías a Dios y a tu prójimo. Similarmente, si amaras a Dios y a tu prójimo de la manera que debes hacerlo, guardarías los Diez Mandamientos.
Lo que Dios requiere, para ponerlo de manera sencilla, es nada menos que la perfección. Esta es claramente la enseñanza que encontramos en toda la Biblia. En Levítico 19:2 leemos: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios”. Nuestro Señor Jesús en su sermón del monte expresó la misma idea al decir, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Por eso es por lo que el Catecismo pregunta lo que pregunta en la pregunta 5: “¿Puedes guardar todo esto perfectamente?” La respuesta obvia –si somos honestos– es que no podemos hacerlo. Pero justo ahora queremos enfatizar que el estándar de Dios es la perfección y nada menos. Todo intento por parte de los hombres pecaminosos de comprometer o negar esto es un engaño. Cuando empezamos a ver esto, empezamos a entender lo que Dios quería que nosotros aprendiéramos a través de la ley. Y cuando empezamos a captar la desagradable verdad acerca de nuestra propia posición y condición, también empezamos a comprender nuestra necesidad de Jesucristo como nuestro único consuelo.
Preguntas sobre la lección
- ¿De qué dos cosas son ignorantes muchas personas?
- ¿Qué usa Dios para desvanecer nuestra ignorancia?
- Si los Diez Mandamientos y el sumario de nuestro Señor de la ley son de la misma sustancia, ¿por qué el Catecismo trata con el sumario primero y con los Diez Mandamientos después?
- ¿Cuán alto es el estándar ético de Dios?
Preguntas para estudio y discusión
- ¿Pueden los Diez Mandamientos ser divididos en dos partes de acuerdo con el primer y segundo mandamientos de Jesús? ¿Cómo los dividirías tú?
- ¿El estándar de Dios tiene que ver con nuestras acciones o nuestros pensamientos?
- ¿Piensas que es correcto hablar de los hombres como “esclavizados para pecar”? ¿Por qué?
- ¿No podría alguien vivir de acuerdo con el estándar de Dios si realmente lo intentara? ¿Qué tal el joven rico en Marcos 10:17-27?