CALVINO SOBRE LA ORACIÓN
Autor: Juan Calvino
Traductor: Valentín Alpuche
5. Y cuando ores. El Señor Jesús ahora da la misma instrucción en cuanto a la oración, instrucción que antes había dado en cuanto a la limosna. Es una burda y vergonzosa profanación del nombre de Dios cuando los hipócritas, para obtener la gloria de los hombres oran en público, o al menos fingen orar. Pero como la hipocresía es siempre ambiciosa, no debemos extrañarnos de que también sea ciega. Cristo, por lo tanto, ordena a sus discípulos, si desean orar de manera correcta, que entren en su aposento. Algunos expositores, pensando que esto es absurdo, le dan un giro alegórico, como refiriéndose a lo más oculto del corazón: pero no hay necesidad de tal baratija. Se nos ordena, en muchos pasajes, orar a Dios o alabarlo en la asamblea pública, en medio de una multitud de hombres, y ante todo el pueblo: y eso con el propósito, no solo de testificar nuestra fe o gratitud, sino también de exhortar a otros con nuestro ejemplo, a hacer lo mismo. Cristo no nos prohíbe tal ejercicio, sino que sólo nos amonesta a tener a Dios siempre delante de nuestros ojos cuando nos dedicamos a la oración.
No debemos interpretar literalmente las palabras entra en tu aposento: como si nos ordenara evitar la presencia de hombres, o declarara que no oramos correctamente excepto cuando no hay testigos. Él habla comparativamente, y quiere decir que deberíamos buscar el retiro antes que desear que una multitud de hombres nos vea orando. 428 Es ventajoso, en efecto, para los creyentes, y contribuye a que derramen con mayor libertad sus oraciones y gemidos ante Dios, retirarse de la mirada de los hombres. El retiro también es útil por otra razón, para que nuestras mentes puedan estar más libres y desconectadas de todos los pensamientos que distraen: y, en consecuencia, Cristo mismo frecuentemente eligió la soledad de algún lugar retirado para orar. Pero este no es el tema de este pasaje, sino que su tema es sólo corregir el deseo de vanagloria. Para expresarlo en pocas palabras, ya sea que un hombre ore solo o en presencia de otros, debe tener los mismos sentimientos, como si estuviera encerrado en su aposento y no tuviera otro testigo que Dios. Cuando Cristo dice: Tu Padre te recompensará, declara claramente que toda la recompensa que se nos promete en cualquier parte de las Escrituras, no se paga como una deuda, sino que es un regalo gratuito.
7. No uséis vanas repeticiones. Él reprende otro error en la oración: la multiplicidad de palabras. Se usan dos palabras, pero en el mismo sentido: porque βαττολογία es «una repetición superflua y fingida», y πολυλογία es «hablar sin sentido». Cristo reprende la locura de aquellos que, con el fin de persuadir y suplicar a Dios, derraman una superfluidad de palabras. Esta doctrina no es incompatible con las alabanzas otorgadas en todas partes en las Escrituras sobre la seriedad en la oración: porque, cuando la oración se ofrece con ferviente sentimiento, es una oración de corazón y no de labios solamente. Además, la gracia de Dios no se obtiene por un flujo insignificante de palabras; sino por el contrario, un corazón devoto arroja sus afectos, como si fueran flechas, para perforar el cielo. Al mismo tiempo, esto condena la superstición de aquellos que albergan la creencia de que se asegurarán el favor de Dios mediante largas murmuraciones. Encontramos que el Papado está tan profundamente imbuido de este error, que cree que la eficacia de la oración radica principalmente en la palabrería. Cuanto mayor sea el número de palabras que un hombre murmura, más diligentemente se supone que ha orado. El canto litúrgico largo y tedioso también, como si fuera a calmar los oídos de Dios, resuena continuamente en sus catedrales.
8. Porque vuestro Padre sabe. Este único remedio es suficiente para eliminar y destruir la superstición que aquí se condena. Porque ¿de dónde viene esta locura de pensar que se obtiene una gran ventaja, cuando los hombres cansan a Dios con una multiplicidad de palabras, sino porque imaginan que Él es como un hombre mortal que necesita ser informado y solicitado? Quienquiera que esté convencido de que Dios no sólo se preocupa por nosotros, sino que conoce todas nuestras necesidades, y anticipa nuestros deseos y ansiedades antes de que los hayamos declarado, omitirá vanas repeticiones, y considerará como suficiente prolongar sus oraciones, en la medida en que sea necesario para ejercer su fe; pero considerará absurdo y ridículo acercarse a Dios con adornos retóricos, con la expectativa de que Dios será movido por una abundancia de palabras.
Pero si Dios sabe de qué cosas tenemos necesidad, antes de pedirle, ¿dónde está la ventaja de la oración? Si está dispuesto, por su propia voluntad, a ayudarnos, ¿para qué sirve emplear nuestras oraciones, que en realidad interrumpen el curso espontáneo de su providencia? El diseño mismo de la oración proporciona una respuesta fácil. Los creyentes no oran con el fin de informar a Dios sobre cosas desconocidas para Él, o de incitarlo a cumplir con su deber, o de instarlo como si fuera renuente. Por el contrario, oran para que puedan ser movidos a buscarlo, para que puedan ejercer su fe meditando en sus promesas, para que puedan aliviarse de sus ansiedades derramándolas en el seno de Dios; en una palabra, para que declaren que sólo en Él confían y esperan, tanto para sí mismos como para los demás, todas las cosas buenas. Dios mismo, por otro lado, se ha propuesto libremente y sin que se lo pidan, otorgarnos bendiciones; pero promete que concederá dichas bendiciones a nuestras oraciones. Debemos, por lo tanto, mantener ambas verdades: que Él conoce anticipadamente nuestros deseos, y sin embargo que obtenemos por medio de la oración lo que le pedimos. En cuanto a la razón por la que a veces se demora mucho en respondernos y a veces incluso no concede nuestros deseos, tendremos oportunidad de considerarlo posteriormente.
NOTAS:
428 “Il parle ici par une forme de comparaison des deux extremitez opposites, signifiant que plustost il faut chercher d’estre seuls, que de desirer grande compagnie qui nous voye prier” — «Él habla aquí a modo de comparar dos extremos opuestos, lo que significa que debemos buscar más bien estar solos, que desear que una gran compañía nos vea orar».