Cremación
Nelson D. Kloosterman
Traductor: Martín Bobadilla
El Dr. Kloosterman fue profesor de Ética y Nuevo Testamento en el Mid-America Reformed Seminary.
Entre las instrucciones que el Señor dio al Israel del Antiguo Testamento, encontramos estas palabras sobre las costumbres de duelo: «Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto. Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra» (Dt 14:1-2).
De estos versículos aprendemos que el duelo por los muertos es un asunto del pacto. Las costumbres funerarias de Israel debían mostrar a quién pertenecía por elección soberana. El Señor había fijado un límite a su luto, un límite que implicaba que un día la vida vencería a la muerte en la persona y obra de Jesucristo.
Como parte de un estilo de vida pactual, los funerales creyentes de entonces —y de ahora— constituían y constituyen un testimonio para el mundo observador acerca de quién es la Fuente y el Sustentador de la vida, el Señor Dios del cielo y de la tierra. El trato que se da a los cadáveres es, por tanto, una cuestión religiosa y ética.
La evaluación de la creciente popularidad de la cremación en lugar de la sepultura en los países occidentales debe abordarse dentro de este marco.
Argumentos a favor de la cremación
Para defender la permisibilidad de la cremación se utilizan cinco tipos de argumentos: económicos, higiénicos, ecológicos, estéticos y teológicos.
El argumento económico dice que la cremación es preferible porque es menos costosa que el entierro. Los costes relacionados con la compra de un terreno en el cementerio, un ataúd y una cripta, una lápida y los costes de mantenimiento de la tumba no se aplican a la incineración. Respuesta: si bien es cierto que la cremación es menos costosa que la inhumación siempre que las cenizas se esparzan o se cuiden de forma privada, y no se conserven en un edificio o panteón, aun así, este argumento por sí solo es insuficiente para justificar la elección de la cremación. El argumento económico solo convencerá a quienes, por otras razones, ya hayan optado por la cremación.
Los argumentos higiénicos y ecológicos afirman que la cremación es preferible por ser menos amenazadora o peligrosa para la salud humana y para el medio ambiente. En este contexto, algunos argumentan que la sepultura ocupa demasiado espacio valioso. Respuesta: las normativas y procedimientos modernos relacionados con la sepultura evitan cualquier amenaza para la salud pública. El argumento ecológico-espacial está ciertamente sobreutilizado en Occidente; incluso en los Países Bajos, que es uno de los países más densamente poblados del mundo, ningún municipio tiene que recurrir a la cremación por escasez de parcelas para sepulturas.
El argumento estético insiste en que la cremación es preferible al proceso antiestético de putrefacción y descomposición asociado a la sepultura. Respuesta: la putrefacción y la descomposición no son bonitas, pero tampoco lo son las asociaciones relacionadas con quemar la carne. Y recuerda: Pocos de nosotros necesitaremos alguna vez ver un cadáver descompuesto en un ataúd o un cadáver ardiendo en un horno. Así que el argumento no justifica ni la sepultura ni la incineración o cremación.
El argumento teológico sugiere que la cremación es permisible en vista de los nuevos cuerpos resucitados que recibiremos. Un teólogo reformado sudafricano, el difunto J. Heyns, escribió: «El nuevo cuerpo que va a resucitar mostrará ciertamente continuidad con el cuerpo natural que ha muerto, y por supuesto será también un cuerpo glorificado; pero esto no se verá afectado en modo alguno por lo sucedido al cuerpo natural antes e incluso durante la sepultura. Por lo tanto, también por esta razón, la cremación no debe rechazarse en principio» (Theologiese etiek 2/1:329). Respuesta: Que quede advertido el lector: lo que ha escrito Heyns es cierto, hasta cierto punto. No ha dicho que la cremación sea en principio aceptable, sino solo que no se debe rechazar la cremación por su efecto sobre el cuerpo natural. Por lo tanto, la observación de Heyns no es realmente un argumento a favor de la cremación.
La Biblia favorece la cremación
Sin duda, los ejemplos bíblicos indican que la sepultura es el método preferido para hacerse cargo de un cadáver. Negativamente, la Biblia habla de incinerar cadáveres la mayoría de las veces en contextos de juicio divino contra la maldad (Sodoma y Gomorra; Acán y su familia).
Encontramos muchos ejemplos positivos de sepultura a lo largo de las Escrituras. Abraham se tomó muchas molestias para comprar una cueva donde enterrar a su amada esposa Sara (Gn 23:3-20). Más tarde, Isaac e Ismael enterraron a su padre Abraham junto a Sara en lo que se convertiría en la tumba familiar de los patriarcas y matriarcas del Antiguo Testamento. Se nos dice que el propio Señor enterró a Moisés (Dt 34:6). Los reyes de Israel y Judá fueron enterrados junto a sus antepasados. En el Nuevo Testamento leemos de la sepultura de Juan el Bautista, de Lázaro y del muchacho de Naín, de Esteban y del Señor Jesús. La sepultura de Jesús fue anunciada por los profetas del Antiguo Testamento (Is 53:9), fue preparada por la unción de María (Mt 26:12; Mc 14:18) y fue necesaria para nuestra redención (Catecismo de Heidelberg, Día del Señor 26, PR 41).
El apóstol Pablo subraya la relación entre la sepultura y la resurrección como modelo de la vida cristiana. A la comunidad de Roma, el apóstol escribió: «Porque somos sepultados juntamente con él [Cristo Jesús] para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro 6:4). Y a la iglesia de Colosas, el Espíritu de Cristo dijo: «En él [Cristo Jesús] también fuisteis… sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos» (Col 2:11-12). Este mismo simbolismo se aplica en 1Corintios 15 a nuestra propia resurrección física.
En resumen, podemos extraer dos conclusiones de la evidencia bíblica. En primer lugar, la Biblia no da ningún mandamiento explícito de enterrar a los muertos. En segundo lugar, la Biblia nos ofrece el ejemplo constante de los creyentes, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, como testimonio convincente del valor supremo de la sepultura.
La sepultura como testimonio de Cristo
En cuanto a la segunda conclusión, debemos admitir que las costumbres de la Biblia no son necesariamente la norma infalible para nuestras costumbres. Por tanto, los ejemplos que se encuentran en la Biblia no son por sí mismos suficientes o decisivos para nuestra conducta. Pero estos ejemplos no están en la Biblia «¡en completo aislamiento!». Se presentan en el contexto de la actividad divina, la obra de Jesucristo en su humillación y exaltación. Estos actos obedientes de nuestro Señor Jesucristo incluyeron su sepultura, algo que confesamos cada Día del Señor en el Credo de los Apóstoles. Los seguidores de Cristo recorren la ruta de la muerte, la sepultura, la resurrección y la ascensión a la gloria. 1Corintios 15 habla de una transición de la mortalidad a la inmortalidad, de lo perecedero a lo imperecedero. En ese proceso, nuestra sepultura es una etapa muy importante. Nuestros cuerpos son confiados a la tierra, de donde proceden, y como consecuencia del juicio de Dios sobre nuestro pecado, vuelven al polvo del que fueron hechos.
Este mensaje de mortalidad, disolución y resurrección, que se expresa en la cremación, no se «pronuncia» en la cremación. «Sembrar» el cuerpo en la tierra, sabiendo que volverá al polvo, transmite un mensaje distinto al de pulverizar un cuerpo en cenizas y esparcirlas al viento.
La elección pasa a ser la de dar testimonio, con nuestra muerte, del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Independientemente del hecho de que después de un tiempo el resultado neto sea el mismo (polvo y cenizas no son muy diferentes al final), la sepultura es una expresión más clara y coherente que la cremación del camino iniciado por nuestro Salvador y seguido, en vida y en muerte, por sus discípulos.
Además, hoy en día la práctica de la cremación se produce dentro de un contexto religioso. Como síntoma de nuestra cultura secularizada, la cremación no puede entenderse al margen de la visión del mundo del secularismo que niega a Dios y adora al hombre. Aislar la cremación de la cosmovisión que la acompaña suele ocurrir cuando la gente defiende la cremación como la forma más barata, sana, rápida y agradable de deshacerse de los cadáveres.
El entierro es preferible a menos que…
Si sostenemos que la Biblia no nos da ningún mandamiento explícito de sepultar, también debemos decir que la Biblia no contiene ninguna prohibición explícita contra la cremación.
Pueden darse ciertas situaciones en las que la cremación sea inevitable. Piense en epidemias en las que la salud pública requiere la eliminación de cadáveres enfermos para evitar la propagación de la infección. O pensemos en tiempos de guerra, cuando un gran número de víctimas hace imposibles los procedimientos habituales de sepultura.
Además, en países donde la fe cristiana ha tenido poca o ninguna influencia, el entierro es imposible o extremadamente difícil. En Japón, por ejemplo, además de las limitaciones de espacio, la influencia del budismo y los exorbitantes costes relacionados con el entierro hacen más necesaria la cremación. Incluso en países en los que el cristianismo ha perdido su posición influyente, la sepultura puede convertirse en una excepción que plantea a los creyentes dificultades similares a las que afrontan los cristianos japoneses. La posibilidad de perder el privilegio de enterrar a nuestros muertos nos obliga a preservar esa libertad el mayor tiempo posible.
¿Cómo, entonces, debemos sepultar a nuestros muertos?
Concluimos con varias observaciones sobre los funerales cristianos.
En muchas iglesias reformadas (no en todas), un funeral es un asunto familiar. Durante la época de la Reforma, los reformadores sacaron los funerales de sus contextos litúrgicos, pecuniarios y a menudo supersticiosos dentro del catolicismo. Si un funeral es un asunto familiar, esto significa que no es un servicio religioso. La persona que dirige un funeral (y no tiene por qué ser un ministro) pronuncia un mensaje o discurso, no un sermón. El mensaje debe ser personalizado, aunque sin convertirse en un elogio. El enfoque debe permanecer en Dios y su Palabra, en el Evangelio de la misericordia para los pecadores depravados a través de Jesucristo solamente.
Debido a que el funeral es un asunto familiar, puede existir el peligro de hacerlo demasiado privado. El duelo es una actividad tanto social como espiritual. Debe darse la oportunidad a los amigos de la familia y del difunto de expresar su dolor. La sepultura cristiana debe ser una comunión significativa entre los santos, antes, durante y después del funeral. La creciente costumbre de celebrar una sepultura privada seguida de un «servicio memorial» público puede privar a los creyentes de una hermosa oportunidad de confesar la realidad del triunfo de Cristo sobre la muerte y la tumba mientras permanecen juntos alrededor de la tumba. Los funerales cristianos están marcados por la centralidad de la Palabra de Dios y la oración, por el uso apropiado del canto y la confesión de fe. Preparar de antemano nuestros servicios fúnebres seleccionando un pasaje bíblico y canciones apropiadas (¡también para el canto congregacional!) tiene muchas ventajas. He aquí una ventaja importante: aparte de las presiones emocionales relacionadas con la muerte de un ser querido, podemos asegurarnos de que las canciones que se cantan en los funerales son plenamente reformadas en su letra y en su música. ¿Por qué conformarnos, en nuestros cantos fúnebres, con menos de lo mejor?
Hoy en día, los cristianos también pueden dar testimonio, en sus costumbres funerarias, de la realidad de la persona antes de nacer. ¿Deben los padres de un bebé fallecido celebrar un funeral por su hijo? Sí, probablemente solo con la familia inmediata, ya que el niño no tenía otras relaciones sociales. En el caso de un aborto espontáneo, los padres querrán asegurarse de que los restos, que pueden tener que someterse a pruebas médicas, se traten de forma digna y respetable. Para ello, pueden especificar sus deseos a su médico o a los miembros del personal del hospital. Aunque los padres y otros miembros de la familia nunca pudieron desarrollar una relación con ese niño, existe un proceso de duelo ocasionado por las expectativas asociadas al embarazo, proceso al que se ayuda con un servicio funerario cristiano.