El día 6 Dios creó al hombre a su imagen y semejanza
Autor: Nathan Brummel
Traductor: Martín Bobadilla

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Génesis 1:26-27
La perfección moral de Adán y Eva
Dios creó a Adán y Eva con la justicia original. No tenían pecado. No tenían culpa por ningún delito. Su pureza moral se comunica en la declaración de Moisés sobre su falta de ropa: «Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban» (Génesis 2:25).
Implicaciones explosivas
La doctrina de la imagen de Dios en el hombre tiene implicaciones explosivas para la sociedad. La doctrina de la imagen de Dios en el hombre es lo que condujo a la dignidad y el respeto de la mujer cristiana en Occidente. Dios creó al varón y a la mujer a su imagen y semejanza. Esta verdad revela la igualdad esencial entre el hombre y la mujer, aunque siga existiendo una jerarquía funcional en las relaciones conyugales. La doctrina de la imagen de Dios en el hombre es lo que finalmente condujo al fin de la esclavitud —primero en el Imperio Romano— y más tarde en la Gran Bretaña y América del siglo XIX.
La doctrina de la imagen de Dios ha sido importante para los cristianos a lo largo de los siglos. Ya en el siglo IV d.C., Agustín reflexionó mucho sobre esta doctrina. Meditó sobre cómo el hombre estaba hecho a imagen de Dios. Cometió algunos errores, como proponer que la imagen de Dios implicaba similitudes entre la voluntad, el intelecto y las emociones del hombre y la Trinidad.
No ha habido ningún momento en la historia de la iglesia en que la doctrina de la imagen de Dios en el hombre haya sido más importante que hoy. A medida que la sociedad occidental se aleja de la ética judeocristiana, su herencia moral, la iglesia se ve obligada a defender la doctrina de la imagen de Dios en el hombre.
La evolución darwiniana con su compañero, el ateísmo secular, son enemigos de la enseñanza bíblica de la unicidad y dignidad del hombre —hecho en el sexto día de la historia de este mundo, a imagen de Dios.
La liquidación de millones de bebés no nacidos, el creciente apoyo a la eutanasia y los asesinatos piadosos, y la falta de apoyo a la pena capital no son razones menores, sino mayores, por las que necesitamos vivir en obediencia a lo que dice la Biblia sobre la dignidad única del hombre.
La imagen de Dios en el hombre
La Biblia enseña que el hombre es semejante a su Creador en dos aspectos. Dios hizo al hombre bueno, poseedor de la justicia original. Génesis 5:3 arroja luz sobre lo que quiere decir el relato de la creación acerca de que Dios hizo al hombre a Su imagen. Moisés escribió: «Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set». La referencia a una semejanza e imagen de Adán se remonta a Génesis 1:26. Set no era idéntico a Adán, pero se parecía a él en muchos aspectos, como un hijo se parece a su padre. El texto no especifica ningún número de formas en las que Set se parecía a Adán. Sería demasiado restrictivo que afirmáramos que una u otra característica determinaba que Set era a imagen de Adán. ¿Fueron sus ojos marrones? ¿O su pelo rizado? ¿O su carácter serio o temperamental? Es evidente que cada forma en que Set se parecía a Adán sería parte de su semejanza con Adán y, por lo tanto, parte de su ser a imagen de Adán.
Una imagen es una semejanza paterna. Hay una semejanza entre el Creador y esta criatura que Dios hizo.
La imagen de Dios en sentido estrecho
Las Escrituras utilizan la palabra «imagen» para describir la imagen de Dios en sentido estrecho. Hay dos pasajes en el Nuevo Testamento que hablan claramente de la imagen de Dios en sentido estrecho. Herman Hoeksema, al igual que Emil Brunner, se refiere a ella como la imagen de Dios en sentido material. El apóstol Pablo escribe en Efesios 4:24: «y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad». Este lenguaje de recreación ciertamente se remonta al lenguaje de la creación en Génesis 1:26. Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen conforme a nuestra semejanza». Luego Pablo menciona cómo el verdadero conocimiento de Dios está implicado en la imagen de Dios: «y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno» (Colosenses 3:10).
En la iglesia primitiva, al igual que en la Edad Media, los teólogos se esforzaron por distinguir entre las palabras «imagen» y «semejanza» en Génesis 1. Muchos de ellos definieron la imagen para referirse a la humanidad del hombre y la «semejanza» para referirse a los atributos espirituales de Adán y Eva. Según este punto de vista, después de la caída el hombre perdió la semejanza de Dios; pero seguía siendo a imagen de Dios. Pero la investigación moderna ha demostrado de forma concluyente que no hay distinción entre ambos términos. Se trata más bien de un caso de paralelismo hebreo.
En Génesis 1 no se define la palabra «imagen». Algunos han intentado limitarla a lo que sigue en la segunda mitad del versículo 26, que el hombre tenga dominio sobre la creación. Pero parece que se está afirmando algo adicional. Es cierto que como el hombre está hecho a imagen de Dios, puede tener dominio sobre la creación. Pero el dominio del hombre no es en sí mismo el alcance de su imagen de Dios. Parece que el lenguaje del Génesis 1 es intencionadamente amplio —se refiere tanto a la imagen de Dios en sentido amplio como en sentido estrecho.
El Catecismo de Heidelberg insiste en que Dios hizo al hombre bueno y a su imagen. Dice: «Dios creó al hombre bueno y a su imagen, en verdadera justicia y santidad, para que conociera rectamente a Dios su Creador, lo amara de corazón y viviera con Él en la felicidad eterna para glorificarlo y alabarlo». Dios hizo al hombre santo y, por lo tanto, capaz de elegir amar a Dios y glorificarlo.
La imagen de Dios en sentido amplio
Dios también hizo al hombre bueno en el sentido de que poseía la imagen de Dios en un sentido más amplio. Emil Brunner y Herman Hoeksema han llamado a esto la imagen formal. Por sentido amplio se entienden cosas como la racionalidad y la moralidad del hombre. Ningún grupo de chimpancés se sentará jamás alrededor de una mesa para discutir sobre la doctrina de la Trinidad o sobre los méritos del calvinismo o del arminianismo. Ninguna bandada de cuervos discutirá jamás sobre la ética de robar comida a otra ave. El hombre es personal y social. El hombre posee voluntad y emociones. El hombre tiene asombrosos dones lingüísticos. Dios creó al hombre con la capacidad de comunicarse con su Creador trino.
El salmista se asombra del estatus del que goza el hombre en el mundo de Dios.
Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies (Salmos 8:4-6).
Esta posición dominante entre las demás criaturas expresa nuestra semejanza con Dios. Compartimos y ejercemos el dominio de Dios sobre su creación. Esto incluye el dominio del hombre sobre la creación de Dios como criatura cultural.
En las Escrituras, Dios utiliza la palabra «imagen» en un sentido más amplio. Dios dijo a Noé: «El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre» (Génesis 9:6). Es erróneo interpretar la imagen de Dios en este contexto como una referencia a la imagen en sentido estrecho. Eso se desprende de lo siguiente. En primer lugar, si ese fuera el caso, entonces Dios le dice a Noé que está mal matar a los hombres porque Dios hizo a Adán santo y justo. Una implicación de esto sería que, si un hombre estuviese caído y hubiera perdido la imagen de Dios en el sentido estrecho, entonces ya no existiría ninguna objeción para matarlo. Se podría responder que seguiría estando mal porque un hombre caído tiene el potencial de llevar la imagen de Dios. Pero entonces todo se reduce a esta extraña y débil afirmación: está mal asesinar a un no cristiano porque podría convertirse en cristiano. Está claro que esto no es base suficiente para desarrollar una ética cristiana con respecto al asesinato, el aborto, la pena de muerte o la eutanasia. En Génesis 9:6 Dios utiliza la palabra «imagen» para referirse a la imagen de Dios en sentido amplio. Quizá se refiera a la imagen de Dios tanto en sentido amplio como estrecho. Pero debe incluir la imagen de Dios en sentido amplio. Incluso el hombre caído es semejante a Dios en ciertos aspectos que los animales no lo son, y por eso el asesinato de un hombre debe ser vengado.
El hombre caído perdió la imagen en sentido estrecho
El resultado de la caída es que el hombre perdió la imagen en sentido estrecho, pero siguió siendo hombre; continuó poseyendo la imagen de Dios en sentido amplio. Juan Calvino lo expresa así: «Por lo tanto, aunque concedemos que la imagen de Dios no fue totalmente aniquilada y destruida en él, sin embargo, fue tan corrompida que lo que queda es una espantosa deformidad». Calvino dice que la imagen de Dios no fue totalmente aniquilada —porque el hombre sigue siendo hombre— todavía posee la imagen de Dios en sentido amplio. Pero se diferencia de Dios en que lo que le queda es una «espantosa deformidad». El hombre pierde la imagen en sentido estrecho —espiritualmente es como el Príncipe de las Tinieblas.
El Catecismo de Heidelberg habla de la depravación del hombre caído. Nótese que el catecismo no enseña que como resultado de la caída los humanos perdieron su humanidad y racionalidad y se convirtieron en bestias irracionales y demoníacas. La caída habla de contaminación original: todos somos concebidos y nacemos en pecado.
Pregunta 7: ¿De dónde, pues, procede esta depravación de la naturaleza humana?
Respuesta: De la caída y desobediencia de nuestros primeros padres, Adán y Eva, en el Paraíso; de ahí que nuestra naturaleza se haya corrompido tanto, que todos somos concebidos y nacemos en pecado.
El Catecismo de Heidelberg enseña que somos por naturaleza totalmente depravados.
Pregunta 8: ¿Estamos, pues, tan corrompidos que somos totalmente incapaces de hacer el bien e inclinados a toda maldad?
Respuesta: Ciertamente lo somos, a menos que seamos regenerados por el Espíritu de Dios.
Confusión en torno al lenguaje de la «depravación absoluta»
El Catecismo de Heidelberg no enseña la depravación absoluta. La Biblia no usa esta idea o lenguaje. Abraham Kuyper utilizó esta idea como fundamento de su cosmovisión de la gracia común. Él dijo: «Donde predomina una maldición los poderes demoníacos tienen rienda suelta». Escribió que, sin la gracia común, la vida en la tierra se habría convertido en un infierno:
Incluso si supusieras que su muerte temporal [la de Adán y Eva] se había pospuesto para que la raza humana hubiera podido empezar, pero que por lo demás el pecado en todo su horror había irrumpido sin obstáculos, seguirías sin llegar a ninguna parte. Porque entonces la vida en la tierra se habría convertido inmediatamente en un infierno y bajo tales condiciones infernales la iglesia de Dios no habría tenido donde echar raíces en ninguna parte.
Y añade: «Borra el factor de la ‘gracia común’ y ese desarrollo del poder humano nunca habría tenido lugar; su base habría faltado, y todo habría vuelto al caos».
El error de Kuyper consiste en negar que, tras la caída, el hombre siguiera poseyendo la imagen de Dios en sentido amplio.
La explicación adecuada de por qué el hombre no degeneró en una bestia se encuentra en la imagen conservada. El hombre sigue siendo una criatura racional/moral. Había terribles potencialidades para el mal en la humanidad caída. Eso fue evidente en el tiempo que precedió al diluvio. Fue evidente en el siglo XX en los campos de exterminio de la Alemania nazi, los gulags de la Rusia soviética y la revolución cultural de la China comunista. Sin embargo, al mismo tiempo el hombre sigue siendo racional y todavía tiene conciencia y, por lo tanto, a veces puede trabajar por una sociedad pacífica. Dios, en Su providencia, preservó la estructura de la creación del hombre.
El resultado de la caída es que ahora la humanidad está caída y ya no es imagen de la santidad y la justicia de Dios. En su lugar, los hombres imitan los vicios de su nuevo padre, el diablo. Jesús dijo a sus enemigos: «Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». (Juan 8:41) Y añade:
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. (Juan 8:44).
La imagen del diablo incluye la mentira, la injusticia y el mal.
Como cristianos leemos lo que dice la Biblia sobre la imagen de Dios en Génesis 1:26 considerando lo que dice el Nuevo Testamento sobre Jesucristo como imagen de Dios. El apóstol Pablo escribe: «en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Corintios 4:4). Jesucristo es, de una manera única, la imagen de Dios Padre.
El Nuevo Testamento enseña que todo creyente se transforma en la imagen de Jesucristo. El apóstol Pablo escribe: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Romanos 8:29). También afirma: «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Corintios 3:18). Como hombres nuevos en Jesucristo, tenemos la imagen de Dios restaurada en toda su plenitud.
Necesitamos a Jesucristo. Solo a través del segundo Adán, podemos ser restaurados a nuestra santidad y justicia originales. La obediencia y el sacrificio del segundo Adán han merecido nuestra re-creación.
Implicaciones
La santidad de la vida humana se debe a la imago Dei. Los seres humanos poseen una gran dignidad como portadores de la imagen de Dios. Es con razón que la prohibición del asesinato y el mandamiento de la pena de muerte se hace en conexión con la verdad de la imagen de Dios en el hombre. Dios dice a Noé: «El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre» (Génesis 9:6). Dios dio el sexto mandamiento: «No matarás» debido a la singularidad del hombre en la creación. Dios dijo a Noé que podía matar y comer animales, aves y peces, al menos los limpios.
¿Por qué no podemos asesinar a los hombres? Porque hay similitudes entre Dios y los hombres que no existen entre Dios y los animales. El hombre es único entre las criaturas del mundo. Contrariamente al pensamiento evolucionista, existe una diferencia cualitativa entre el hombre y el mono. ¡Dios hizo al hombre a Su imagen!
El asesinato es siempre más que una agresión a un hombre, es siempre una agresión a Dios. Por eso Dios exige la pena de muerte para los asesinos. ¡Qué osadía y qué terrible maldad llena a un hombre que se atreve a asesinar a un hombre hecho a imagen de Dios! Precisamente porque creemos que Dios hizo al hombre a Su imagen, debemos apoyar la pena de muerte —¡para proteger la vida!
Dios, el Tejedor Todopoderoso, hace hijos que son a Su imagen —algunos solo en el sentido más amplio—, otros que son regenerados desde la concepción. Matar a esos niños es un asesinato. Si creemos que Dios hizo al hombre a Su propia imagen —expondremos el aborto como la obra de las tinieblas que es. El apóstol Pablo escribió: «Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas» (Efesios 5:11). La palabra griega «reprender» conlleva la idea original de desnudar, descubrir o exponer. Cuando hacemos brillar la luz de la verdad y la justicia en los oscuros pasillos de los corazones humanos, la gente puede ver el aborto tal y como es.
La doctrina de la imagen de Dios y la dignidad de las personas mayores excluye el mal de la eutanasia. Puedes entrar a una casa de ancianos por primera vez y quedar abrumado por la condición de algunos de los ancianos. En los Países Bajos, los médicos administran inyecciones letales a ancianos sin su consentimiento ni el de sus familias. Los médicos laicos no valoran la vida. No ven la gran dignidad de los ancianos hombres y mujeres. Imaginan que los seres humanos evolucionaron a partir de los animales y que, al morir, la vida de los seres humanos termina para siempre, igual que la de los animales. No reconocen la incomparable dignidad del ser humano como criatura hecha a imagen de Dios.
Todo ser humano, por mucho que su imagen de Dios esté manchada por el pecado, la enfermedad, la debilidad, la edad o cualquier otra discapacidad, sigue teniendo la condición de ser a imagen de Dios y, por tanto, debe ser tratado con la dignidad y el respeto que se debe al portador de la imagen de Dios. Los ancianos y las personas con necesidades especiales merecen plena protección y honor como seres humanos.
Médicos ingleses abogan por el asesinato de bebés con discapacidad. Charlotte Wyatt era un bebé de 18 meses en Inglaterra. Solo pesaba medio kilo cuando nació. Su cerebro y otros órganos estaban gravemente dañados. Sus padres, Darren y Debbie Wyatt, partidarios de preservar la vida a cualquier precio, estaban en los tribunales. Los médicos de un hospital británico consiguieron una orden judicial que les permitía dejar morir a este bebé gravemente enfermo si dejaba de respirar. La pequeña Charlotte había dejado de respirar tres veces. Los Wyatt pudieron informar de que Charlotte podía ver y oír de forma limitada y a veces sonreía. Respondía a ruidos fuertes y seguía el movimiento de un juguete de colores. Los padres luchaban por el derecho a resucitar a su bebé si volvía a dejar de respirar. Lo que quiero que mediten es lo siguiente: un bebé como Charlotte, con una enfermedad respiratoria crónica, cuya cabeza todavía tiene el tamaño de la de un recién nacido y cuyo cerebro no ha crecido —es un ser humano. Su vida debe ser tratada con dignidad. Porque Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.
El ser humano es valioso. La vida humana es sagrada. Ser humano tiene dignidad.
Si alguna vez negamos nuestro estatus único en la creación como únicos portadores de la imagen de Dios, pronto depreciaremos el valor de la vida humana. Veremos al ser humano como un animal más evolucionado y trataremos a los seres humanos enfermos y ancianos como tratamos a los animales enfermos y ancianos. Terminamos con su miseria.
Santiago 3:9
En Santiago 3:9 descubrimos un pasaje del Nuevo Testamento que nos dice cómo debemos actuar unos con otros teniendo en cuenta que estamos hechos a imagen de Dios. Santiago escribe:
pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así (Santiago 3:8-10).
Santiago muestra la contradicción, la paradoja, la locura de maldecir a los hombres que están hechos a semejanza de Dios —mientras se bendice al Dios santo.
Es imposible decir cosas malas a los hombres y pensar que eres alguien que solo bendice a Dios. Las maldiciones dirigidas a otra persona son maldiciones que no solo golpean a esa persona, sino que también golpean a Dios, a cuya semejanza fue hecha esa persona. Puesto que los hombres son hechos a imagen de Dios, no podemos insultarlos. Esta es una implicación muy práctica de la doctrina de la imagen de Dios en el hombre. Para reverenciar a Dios, no solo lo bendecimos a Él —sino que también bendecimos a los hombres que están hechos a Su semejanza. Por lo tanto, no insultemos a los hombres.
Dios nos hizo a Su imagen para que pudiéramos conocerlo correctamente, amarlo y vivir con Él en la felicidad eterna para glorificarlo y alabarlo. Este es nuestro telos —nuestro fin. Este es el propósito de Dios. ¿Estás viviendo por la razón por la que fuiste creado y re-creado?
Debemos modelar nuestras vidas según Jesús, que es la revelación completa de cómo es la imagen de Dios.