Para la alabanza de su gloria – Bosquejo II
Bosquejos sobre los cánones de Dort
Autor: C. Trimp
Traductor: Valentín Alpuche; Revisión: Francisco Campos
ELECCIÓN DIVINA Y REPROBACIÓN (Artículos 1-6, 18)
1. (Artículo 18)
R. Al estudiar los Cánones de Dort en nuestras sociedades, debemos darnos cuenta claramente de lo que estamos haciendo. Con esto en mente, primero queremos hacer algunas observaciones preliminares.
El propósito de nuestra discusión debería ser: admiración ante los dones misericordiosos de Dios en Jesucristo, y a través de su Espíritu Santo gratitud respetuosa porque le agrada enriquecernos también con ellos, y también alabanza porque las formas en que Él, el Dios eterno, vino a nosotros son tan imposibles de sondear, que nadie podrá comprender los caminos del Señor. La gracia de Dios es inesperada. (Lea: 1 art. 18, y 1Cor 2:9).
B. El tema de discusión (la elección de Dios) se describe en 1, 18 como “estos misterios”. Esto no significa “cosas desconocidas”, sino los “secretos de la salvación”. Solo somos capaces de entenderlos si Dios mismo nos ha permitido entrar en ellos. Porque “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen” (Salmo 25:14. Encuentra algunos textos más, por favor). No se puede actuar aquí como un “espectador” o “extraño” que quiere añadir una o dos palabras sobre el tema de la elección. El carácter de la elección de Dios simplemente no permite esto. Esto significa que solo podemos tener una buena discusión en nuestras reuniones sobre el tema de la elección si hablamos de ello completamente a partir de la fe. Por lo tanto, le elección de Dios no nos deja hacer ninguna pregunta como lo haría un espectador que quiere saber cómo se relacionan las cosas entre sí. Debemos hablar de ellas con profundo respeto. Porque estamos tratando con los “secretos” del amor de Dios, en los que se nos ha permitido entrar. (Lee 1Corintios 2, en particular los versículos 9-16). (Véase la Observación No.I al final).
C. Ahora entendemos también lo agradecidos que debemos estar por los Cánones de Dort. Porque como iglesia del Señor respondemos por medio de ellos a la revelación del Espíritu concerniente a las “cosas profundas” de Dios. ¿No estamos tratando con los “propósitos” de Dios, su “elección”, el amor eterno de su corazón?
Estaríamos actuando de una manera ingrata e indiferente si guardáramos silencio sobre los Cánones de Dort. (Observación Nº II). No siempre será fácil mantener el camino correcto cuando vamos a hacer preguntas y responderlas. Ciertamente debemos aprender a hablar de la manera correcta, es decir, de la manera que agrada a Dios. Pero no debemos descuidar nuestras riquezas. Cobremos coraje y comencemos. El Señor ciertamente recompensará nuestros esfuerzos respetuosos.
D. Del primer bosquejo podemos recordar que en el pasado el Señor ha llamado a nuestras iglesias –contra los arminianos– a humillar al hombre junto con sus supuestas dignidades y buenas habilidades naturales (“humanismo”), para que la gloria de la obra redentora de Dios no se oscurezca. La gracia y el amor de Dios son soberanos, es decir, reales en omnipotencia y fuerza. ¡Alabado sea Dios solamente!
II. (Artículos 1 a 4)
A. En este contexto, primero tenemos que leer el artículo 1, que trata sobre la confesión de nuestro pecado original y el derecho absoluto de Dios de condenar a todos los hombres. Así es como estamos ante el tribunal de Dios, sin el derecho a hablar, incluso sin el derecho a vivir. Este es el golpe mortal a cualquier tipo de humanismo, que no quiere confesar que el hombre es incapaz de hacer algún bien, que es culpable y debe ser castigado. El artículo 1, entonces, nos pone a todos en nuestro lugar correcto ante Dios. Comenzamos con gran humildad. Solo podemos escuchar lo que Dios nos revele y aceptar con fe ansiosa lo que Él quiera darnos. Cualquier autoredención, cualquier gloriarse en los hombres está excluida aquí.
B. Nuestra confesión no habla inmediatamente sobre el asunto de la elección, sino que primero nos muestra lo que Dios nos ha revelado en su obra (artículos 2-4). En la Palabra y obra de Dios su corazón se abre a nosotros. Esto es lo que tenemos que discutir en primer lugar. De lo contrario especularíamos con altivez sobre los pensamientos de Dios, aparte de su clara revelación en su Hijo unigénito. (Lea los artículos 2 a 4 y analice los textos que se citan).
C. Juan dice que Dios envió a su Hijo, y no solo que envió a Jesús o nos dio a Cristo. Lo hizo para arrojar una luz más clara sobre el carácter y la grandeza del amor de Dios. Incluso añade: “el unigénito”, para mostrarnos que nos dio lo que era más precioso para Él. Tuvo un solo Hijo. Este Hijo era su amado. Sin embargo, incluso lo dio para ser crucificado por nosotros. Esto es amor, esto es amor verdadero. Y “enviarlo al mundo” indica que Dios ha entregado a su Hijo en las manos de los hombres, para que puedan satisfacer y ejecutar su maldad y corrupción sobre Él. Dios no lo salvó de todo esto, sino que hizo que el mundo se burlarse, lo rechazara y matara de la manera más dolorosa y vergonzosa, el mundo humano, que se dejó guiar por “el príncipe de las tinieblas”. (Prof. S. Greijdanus, en “Korte Verklaring” en 1Juan 4: 9).
D. En estos párrafos confesamos el amor de Dios, tal como nos llega en la predicación de la Palabra de Dios en medio de una generación humana que por naturaleza se niega a aceptar el amor de Dios. Sin embargo, Dios continúa con la obra que ha comenzado en Cristo (art. 2), en la predicación (art. 3), para salvación (art. 4). Cuando pensamos en este camino de la obra de salvación de Dios en este mundo, ese maravilloso camino de la obra misionera a través de los siglos y en todo el mundo, podemos asegurar que Dios se revela como un Dios libre. Nadie le muestra el camino que tiene que seguir. En ninguna parte había una criatura digna de ser redimida. Dios mismo decidió el tiempo del anuncio de la salvación que ha aparecido en Cristo (el art. 3 habla de los “mensajeros”, que son los heraldos de Cristo). También decidió el orden en que las naciones escucharían el evangelio. El señor llegó a Europa occidental mucho más tarde que a Grecia, mientras que a los europeos occidentales se les dio preferencia, por ejemplo, sobre los papúes de Nueva Guinea. Esto, entonces, es el beneplácito de Dios, su libre elección, su plan soberano, que Él cumple al reunir una iglesia para sí mismo. Cada vez que encontramos la predicación del evangelio, allí podemos ver al Señor, comprometido en su obra de redención. (Lea: Hechos 16: 6-10, y Rechazo de errores, párrafo 9).
E. Además, debemos prestar considerable atención al hecho de que nuestra confesión en el artículo 3 dice “que los hombres puedan ser llevados a creer”. No podemos ponernos en el camino hacia la fe. No podemos encontrarnos con Dios a mitad de camino. Dios tiene queatraernos. (Lea: Efesios 2: 3-9; Rechazo de errores, párrafo 4, y capítulo III/IV, art. 7). (Observación Nº III).
Además, ya aquí al comienzo de los Cánones de Dort se muestra que la confesión reformada no quita nada de la necesidad de la fe y de una respuesta positiva a la predicación de la Palabra de Dios.
Algunas personas dicen: Todo ya ha sido decidido, por lo que no tiene ningún valor si uno acepta y obedece la Palabra de Dios o no. Pero esto no es cierto. Nuestra responsabilidad personal está claramente señalada en los textos que se mencionan en el art. 4. Por medio de aceptar las promesas y exigencias de Dios, los ojos se abren a la gracia de la redención que nos da Cristo en la predicación del evangelio. Solo de esta manera aprendemos a ver la profundidad del amor de Dios, tal como se revela en su Hijo. (Véase también el artículo 6).
Ill. (Artículos 5-6)
A. Si observamos los resultados de la predicación de la Palabra de Dios entre los hombres, parece que uno cree, y el otro no cree. Esto no se puede negar. Pero ahora es muy importante hablar correctamente de la obra del Señor, de una manera verdaderamente bíblica, como se hace en el art. 5: DIOS concede el don de la fe, pero el HOMBRE mismo es el origen de la incredulidad.
Y “lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad” (Job 34:10). Este tiene que ser el terreno inquebrantable en el que nos paramos cuando hablamos del milagro que se nos permite creer y de la terrible realidad de la incredulidad en el mundo. Cualquier pregunta o pensamiento, que ponga en tensión esta verdad, debe ser rechazada. No debemos “razonar” de una manera “lógica”, como lo estaban haciendo los arminianos: Si la causa de la incredulidad yace en el hombre mismo, entonces la causa de la fe también está en el hombre en parte. O: Si Dios solo nos da fe, entonces la incredulidad no puede ser solo culpa del hombre. Esto parece ser muy lógico, pero no es más que una cuestión del razonamiento humano. ¡Es la altivez de medir la obra de Dios con una vara humana de medir!
No tenemos una confesión para poder explicar todo con nuestro propio intelecto, sino para repetir la Palabra de Dios en obediencia. Siempre hay algunas preguntas que no pueden ser respondidas, porque Dios no ha revelado todo lo que nos gustaría saber. Su Palabra contiene solo lo que es necesario para nuestra salvación, y esto es un asunto de la gloria de Dios y nuestra felicidad eterna. (art. 2 Conf. Belga de Fe; lea también III/IV Art. 9, 10).
B. Cuando queremos continuar y escuchar de una manera humilde y obediente, entonces “AQUÍ se muestra especialmente (marque la elección de las palabras en el art. 6) la discriminación entre los hombres por su elección y reprobación. No es un hombre quien hizo esta discriminación. Porque todos están igualmente involucrados en la ruina”. Nadie puede exceptuarse o liberarse de esta ruina por su propia fuerza. DIOS HIZO Y HACE ESTA DISCRIMINACIÓN. (Observación Nº IV). (Véase también Rechazo de errores párrafo 8).
Esta discriminación se hace evidente a nuestros ojos a partir de las diferentes decisiones que los hombres hacen, la fe o la incredulidad. Pero cuando dejamos que nuestros ojos se abran aún más por las Escrituras, ahora podemos ver “el decreto eterno de Dios” que se encuentra en el fondo y siendo ejecutado AQUÍ. Dios cumple su plan y voluntad en esta acción maravillosa: que uno cree en la predicación del amor de Dios en Cristo, y el otro no cree. (Lea los textos en paralelo). Dios no se sorprende por la incredulidad. Tampoco le debe ningún agradecimiento a los que creen. Él solo ve cómo su decreto soberano, que ha formado en su placer eterno, triunfa una y otra vez.
Este decreto impulsa, por así decirlo, a su obra redentora y se ejecuta de una manera perfecta. Es por eso que incluso en este mundo lleno de grandes pecadores la fe se hace evidente. ¡Esta es la maravilla de la regeneración! (Lea III/IV art. 11, 12). Dios no le debe este don a nadie. Nuevamente, Él pasa por alto a muchas personas en su beneplácito que no podemos entender. Es realmente cierto, esta es una discriminación profunda, misericordiosa y, al mismo tiempo, justa.
¡Por favor, no razonemos acerca de cosas que Dios no nos ha revelado! Sino repitamos y confesemos con gratitud todo lo que Dios nos ha dado a conocer. Porque el decreto de elección y reprobación ha sido “revelado a nosotros en la Palabra de Dios”.
C. Finalmente, el art. 6 pone cierto énfasis en el hecho de que todo esto ha sido revelado como un consuelo para las almas santas y piadosas.
No es un tema para peleas, o para guardar silencio. Tampoco se ha publicado para introducir algún sentimiento de duda en los corazones de las personas temerosas de Dios: “¿Perteneceré a los elegidos?”. Se les ha dado para que se mantengan firmes en este consuelo. Detrás del milagro que sucedió en nuestra vida, que Dios vino a nosotros en la predicación del evangelio de Jesucristo, hay otra maravilla: ¡el decreto eterno de Dios sobre esto se nos abre!
Nuestra vida está fundada en la voluntad eterna de Dios. Todo es de Dios y es inamovible: Debido a esto podemos poner nuestra confianza en este Dios, el Dios de la elección. (Lea también Rechazo de los errores párrafo 6: “el consuelo que los piadosos obtienen de la firmeza de su elección”). Pero encontraremos estos tesoros escondidos solo cuando nos dejemos guiar hacia ellos por todas las Escrituras. De lo contrario, hablaríamos y discutiríamos sobre la elección, pero solo en vanidad, distorsionando la revelación de Dios. Esto no es de extrañar, porque si no aceptamos la predicación de la gracia gratuita de Dios como un poder de Dios para la salvación, se convierte en una ofensa y necedad (1Corintios 1: 18-25; 2: 6-16; II Pedro 3: 16).
Observaciones
Ahora podrás entender por qué los textos de prueba de los Cánones de Dort son en su mayoría del Nuevo Testamento. Porque allí llegó la revelación de Dios a su punto culminante. Compare el día del Señor 12, P. 31 sobre la obra de Cristo como nuestro Maestro.
“Porque la Escritura es la escuela del Espíritu Santo en la cual ni se ha dejado de poner cosa alguna necesaria y útil de conocer, ni tampoco se enseña más que lo que es preciso saber. Debemos, pues, guardarnos mucho de impedir que los fieles quieran saber todo cuanto en la Palabra de Dios está consignado referente a la predestinación, a fin de que no parezca que queremos defraudarlos o privarles del bien y del beneficio que Dios ha querido comunicarles, o acusar al Espíritu Santo de haber manifestado cosas que hubiera sido preferible mantener secretas…Por el momento solo deseo conseguir de todos los hombres en general, que no escudriñemos ni queramos saber lo que el Señor ha escondido y no quiere que se sepa; y que no menospreciemos lo que Él nos ha manifestado y declarado en su Palabra; y ello, para que no por una parte no seamos condenados por nuestra excesiva curiosidad y de otra, por nuestra ingratitud” (Juan Calvino).
En cuanto a los pelagianos, lea un libro de historia, como por ejemplo “Historia de la Iglesia de los jóvenes” de W. Meijer, Volumen 1, página 37; y A. VanderJagt, “Lucha y triunfo”, página 25.
Esto es muy importante incluso en nuestros días, porque muchas personas hablan de “solidaridad en ser culpables”, pero al mismo tiempo no honran a Dios haciendo una distinción entre las personas (rechazan el establecimiento de organizaciones cristianas y la “antítesis”). En el trasfondo de estas ideas se encuentra la doctrina de Karl Barth con respecto a la elección. Barth no quiere hacer una distinción entre los hombres. Todas las personas son elegidas en Cristo, dice.