¿Son estos los últimos días?
R.C. SPROUL
Todas las citas de las Escrituras son de la versión RVR60
Traductor: Juan Flavio De Sousa
Capítulo I
La destrucción del Templo
A mediados del siglo XIX, una grave hambruna debida a la escasez de papas asoló la nación de Irlanda. Enfrentándose a la inanición, multitudes de personas huyeron a otros países en busca de sustento. Algunos se embarcaron y navegaron hacia el Nuevo Mundo, desembarcando muchos finalmente en la ciudad de Nueva York. Entre esos inmigrantes estaba mi bisabuelo, que llegó a Estados Unidos desde Donegal, en la provincia septentrional de Ulster. Como quería que sus hijos y nietos recordaran su herencia, les contaba historias de los días pasados en Irlanda y animaba a toda la familia a aprender las canciones del pueblo irlandés. Mi madre nos cantaba canciones de cuna irlandesas y nos permitía a mi hermana y a mí quedarnos en casa en lugar de ir al colegio todos los años el día de San Patricio, cuando las emisoras de radio de Pittsburgh ponían canciones irlandesas todo el día.
Sin embargo, hasta el día de hoy me considero más estadounidense que irlandés. Aunque he estado en Europa muchas veces nunca he ido a Irlanda. Por otro lado, mi hijo ha sido más celoso con nuestra genealogía, asegurándose de que sus ocho hijos tengan nombres irlandeses. Y como homenaje a sus ancestros, vistió una falda escocesa en su servicio de ordenación.
En mi casa hemos dejado atrás muchos de los marcadores de nuestra identidad étnica, pero para un judío en la antigüedad, esto ciertamente no habría sido el caso. Los judíos son uno de los grupos de personas más notables que jamás haya poblado la faz de la tierra. Solamente en el siglo I d.C., su nación fue conquistada, su templo destruido y su capital, Jerusalén, fue quemada hasta los cimientos, lo que resultó en la muerte de un estimado de un millón cien mil judíos. Después de esto, la mayoría de ellos fueron dispersados por los cuatro rincones del mundo; a lo que hoy son las naciones de Rusia, Polonia, Hungría, Alemania y Holanda, entre muchos otros lugares. Aunque los judíos han estado sin patria durante la mayor parte de los dos últimos milenios, nunca han perdido su identidad étnica y nacional.
Este notable fenómeno se predice en detalle en el Sermón del Monte de los Olivos.
Uno de los capítulos más importantes y controvertidos de todo el Nuevo Testamento es el Sermón que se encuentra en Mateo 24, una de las profecías más dramáticas dadas por nuestro Señor:
Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo
De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mateo 24:1-3;32-35).
Antes de que consideremos este texto me gustaría que consideraran un escenario de «qué pasaría si». Supongamos que yo dijera que anoche recibí una revelación especial de Dios y declaro que ahora tengo el don de profecía y les daré una predicción de las cosas que van a suceder. Predigo que en algún momento dentro de los próximos doce meses los Estados Unidos caerán, el edificio del Capitolio en Washington será destruido, la Casa Blanca será demolida y los cincuenta estados de la unión serán disueltos y los Estados Unidos como nación independiente dejará de existir. Finalmente, no sé el tiempo exacto, pero solo que sucederá en algún momento dentro de los próximos doce meses.
Sin lugar a duda, dentro de los próximos doce meses usted sabrá con certeza si mi afirmación es verdadera o falsa Si no llegara a suceder usted estaría justificado en etiquetarme como un falso profeta indigno de su atención.
Hago esta ilustración para demostrar lo que está en juego en el texto. En toda la Biblia no puedo pensar en ninguna profecía más asombrosa que la profecía que nuestro Señor Jesús dio en el Monte de los Olivos sobre el templo y Jerusalén. En el relato de Lucas, Él les dijo a los discípulos que no quedaría una piedra encima de la otra del templo herodiano y que la ciudad de Jerusalén sería destruida (Lucas 21:6-24). Esta fue una afirmación realmente impactante. El templo de Herodes era magnífico por decir lo menos. Las piedras del templo eran tan grandes como dieciséis pies de largo y ocho pies de alto.[1] En el primer siglo, si existía algún edificio que parecía inexpugnable era el templo de Jerusalén. Cuando Jesús hizo esta predicción el pueblo judío lo habría considerado, o bien un lunático, o un profeta dotado de conocimientos sobrenaturales.
Por supuesto, sabemos que Jesús tenía autoridad suprema para hacer estas afirmaciones y la historia lo ha vindicado. Estas cosas sucedieron en perfecto detalle; como lo predijo Jesús el templo fue destruido en el año 70 d.C. y los judíos fueron dispersados a lo largo y ancho del mundo. Esta profecía acerca de la destrucción de Jerusalén y el templo proporciona una prueba firme de la identidad de Jesús y la inspiración de las Escrituras por el Espíritu Santo y debería cerrar la boca incluso del escéptico más endurecido.
Después que Jesús hizo esta asombrosa predicción, los discípulos inmediatamente acudieron a Él buscando saber el tiempo exacto de sus predicciones. Jesús entonces entró en una larga discusión de los signos de los tiempos y dio una descripción de la gran tribulación y de Su regreso.
En días recientes, el interés por estos temas se ha visto incrementado. Libros como The Late, Great Planet Earth de Hal Lindsey y la serie Left Behind han sido muy populares. Todos están interesados en el momento y los detalles exactos del regreso de Jesús. Sin embargo, la respuesta de Jesús a la pregunta del momento crea algunos retos para nosotros. Él dice en el versículo «De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca».
¿Ve usted el problema? Para los judíos el término generación se refería a un marco de tiempo de aproximadamente cuarenta años. De tal modo que Jesús parecía estar diciendo que la destrucción del templo, la destrucción de Jerusalén y Su aparición al final de la era iban a tener lugar dentro de cuarenta años. Muchos críticos rechazan a Jesús porque creen que estaba diciendo que Su regreso, el fin del mundo y la consumación de Su reino tendrían lugar dentro de cuatro décadas.
¿Cómo tratamos con esto? Los críticos lo hacen de una manera muy simple. Ellos dicen que Jesús estaba parcialmente en lo cierto en sus predicciones y parcialmente equivocado, por lo tanto, era un falso profeta. Otros dicen que estaba completamente en lo cierto en su predicción y que cada profecía del Nuevo Testamento (por ejemplo; Su regreso, la resurrección futura, el rapto de los santos, etc.) se cumplió en el primer siglo, sin dejar nada para el futuro. No estoy de acuerdo con ninguna de estas posiciones.
Estoy convencido de que de lo que Jesús está hablando en este pasaje tiene una referencia especial a un juicio de Cristo que viene sobre la nación judía terminando así la era de los judíos. Esta era judía terminó con la destrucción de Jerusalén y la dispersión de los judíos que desencadenó el comienzo del período de tiempo del Nuevo Testamento que más tarde se llamó «la era de los gentiles». Aquí es donde todavía nos encontramos hoy en día.
En los próximos capítulos voy a interpretar el Sermón del Monte de los Olivos de una manera que creo que es consistente con la forma en que habría sido entendido por los discípulos en ese momento. Cuando se le pregunta a Jesús cuándo sucederán estas cosas. Él dice «No puedo decirte el día y la hora, pero puedo decirte con absoluta certeza que esta generación no pasará hasta que todas estas cosas sucedan». Creo que nuestro Señor estaba hablando la pura verdad.
Capitulo Dos
Los signos de los tiempos
En el capítulo anterior mencioné las dificultades que acompañan a la predicción de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén y el templo. Jesús hizo la audaz declaración de que no pasaría la generación de sus oyentes hasta «el fin». Como vimos en el último capítulo, esto crea muchos desafíos interpretativos, especialmente en referencia al regreso final de Jesús. ¿Cómo debemos entender sus palabras sobre su venida, el fin de los tiempos y el Evangelio predicado a todas las naciones? ¿Se equivocó Jesús en su marco de tiempo? ¿Cómo reconciliamos esto? Empecemos por examinar más detenidamente los versículos 3-14 de Mateo 24:
Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.
Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mateo 24:3-14).
Al sugerir posibles maneras de entender este texto tenemos que andar con mucho cuidado y con bastante humildad. Aunque he luchado con este pasaje durante muchos años, no propongo una interpretación infalible; y aunque estoy convencido de que hay mérito en mis conclusiones, soy consciente de que muchos cristianos a lo largo de la historia han debatido este tema y han llegado a conclusiones diferentes. Yo simplemente presto mi voz a la discusión.
Históricamente como ya he mencionado en el capítulo anterior ha habido numerosas maneras de interpretar las palabras de Jesús en Mateo 24. Algunos críticos dicen que Jesús simplemente se equivocó y por lo tanto lo consideran un falso profeta. Otros han tratado de interpretar el término generación como si significara algo más que un marco de tiempo de unos cuarenta años. Otros han argumentado que Jesús solo estaba hablando sobre el futuro inmediato y no de su segunda venida y el fin de la historia tal como la conocemos. Otros han señalado un doble enfoque para el cumplimiento, un cumplimiento primario en el primer siglo y un cumplimiento definitivo al final de la historia. Este es a menudo el caso con las profecías del Antiguo Testamento.
El versículo dice: «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Debemos ser cautos al considerar la pregunta de los discípulos ¿Qué querían decir con «siglo»[2]? Habitualmente muchos dicen que «el fin del siglo» se refiere al regreso de Jesús para consumar su reino aquí en la tierra. Normalmente, cuando decimos «fin del siglo» nos referimos a una época concreta definida por ciertas características, como la Edad de Hierro, la Edad de Bronce o la Edad de Hielo. Muchos creen que este pasaje hace una distinción entre la edad de los judíos y la edad de los gentiles.
Para explorar el significado de «el fin del siglo» consideremos el relato de Lucas del Sermón del Monte que nos da más información.
Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que, en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan (Lucas 21:20-24).
Jesús está dando una advertencia a sus seguidores diciéndoles qué hacer cuando vean a los ejércitos rodeando Jerusalén. El consejo que da es completamente contrario a cualquier respuesta habitual a un ejército invasor o a un asedio militar. En el mundo antiguo en el caso de una invasión la gente dejaba sus casas y posesiones y huían para refugiarse en una ciudad amurallada. Esta es la razón por la que había murallas alrededor de las ciudades en el mundo antiguo. Fueron construidas como defensa contra los invasores.
Cuando Jesús pronunció estas palabras, las murallas de Jerusalén tenían una altura de ciento cincuenta pies.[3] Cuando los romanos atacaron Jerusalén en la era cristiana, tuvieron que sitiar la ciudad e incluso con su poderío militar les resultó una tarea hercúlea atravesar esas murallas. El asedio duró muchos meses, tanto que al final de la lucha el Monte de los Olivos estaba completamente desprovisto de olivos. Los soldados romanos acampados en el monte habían cortado todos los árboles y los habían quemado para calentarse.
Pero Jesús dijo «Cuando vean venir a los ejércitos, no vayan a la ciudad. Vayan a las montañas. Vayan al desierto. Vayan a cualquier parte menos a Jerusalén, porque en Jerusalén no encontraran seguridad sino solamente destrucción».
Cuando Jerusalén cayó y la ciudad fue destruida más de un millón de judíos fueron asesinados. Pero los cristianos siguieron el consejo de Jesús y huyeron más allá de la ciudad. El relato de Lucas dice «estos son días de retribución» lo que significa que la ira de Dios fue derramada sobre Su pueblo. Cuando Jesús lloró sobre Jerusalén estaba llorando por Su pueblo que lo rechazó y sufriría el castigo por este rechazo.
No debemos perdernos esta porción de Lucas 21: «Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan» (v. 24). Todo esto sucedió. Jesús hace una distinción entre los tiempos de los gentiles y los tiempos de los judíos. En el undécimo capítulo de Romanos Pablo trata la cuestión del Israel étnico y si Dios obrará de nuevo con el pueblo judío. Dice que una vez que se cumplan los tiempos de los gentiles, habrá un nuevo acercamiento al Israel étnico
Nunca olvidaré al ver las noticias en 1967 mientras los judíos luchaban por la ciudad de Jerusalén y llegaron al Muro de los Lamentos los soldados judíos tiraron sus rifles y corrieron al último muro del templo que quedaba y empezaron a orar. Lloré porque lo que estaba viendo era tan asombroso. ¿Era este el cumplimiento de Lucas 21? Los eruditos bíblicos leían la Biblia en una mano y un periódico en la otra y se preguntaban «¿Estamos ahora cerca del final de los tiempos de los Gentiles»?
Cuando Jesús habló del «fin del siglo» en el Sermón del Monte de los Olivos, estoy convencido de que no se refería al fin del mundo, sino al fin de la era judía. Cuando cayó Jerusalén, terminó la era de los judíos, que abarcó desde Abraham hasta el año 70 d. C. Esto marcó el comienzo de los tiempos de los gentiles.
Sin embargo, Jesús hace algunas advertencias cuando responde a la pregunta de sus discípulos sobre cuándo ocurrirán estas cosas. No quería que se engañaran pensando que el fin ya había llegado, cuando no era así, así que les dio una lista de lo que llamamos «señales de los tiempos». La mayoría de la gente cree que Jesús estaba describiendo las señales que vendrían justo antes de la consumación final de Su reino. Entonces tenemos la tendencia a prestar mucha atención a los eventos actuales preguntándonos si muestran alguna evidencia de que estamos en el fin de los tiempos. Pero si miramos cuidadosamente este pasaje aprendemos que Jesús no está hablando de las señales que desencadenan el fin de los tiempos, sino de las señales que tenían que ocurrir antes de la destrucción de Jerusalén. Consideremos el pasaje más cuidadosamente:
Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras
Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mateo 24:5-8).
Reflexiona sobre estas señales: personas que afirman ser el Cristo, falsos profetas, guerras y rumores de guerras, hambrunas, pestilencias y terremotos. ¿Cómo pueden ser estas cosas señales? ¿Cuándo no hay guerras y rumores de guerras? ¿Cuándo no hay terremotos? ¿Cuándo no hay hambrunas? Además, siempre ha habido falsos profetas y falsos cristos. Si estas cosas siempre han estado con nosotros, en qué sentido podrían ser señales.
Para que estas cosas sean señales, tendrían que suceder de una manera significativa y en un marco de tiempo significativo. Este es el significado de la palabra significativo: literalmente «tener valor de señal». El problema se complica aún más si asumimos que Jesús no está hablando de señales que los propios discípulos observarían, sino de señales que iban a suceder dos mil años en el futuro.
El historiador judío Josefo escribió mucho sobre estos signos que Jesús mencionó. Escribió sobre los numerosos falsos profetas entre los judíos, muchos de los cuales afirmaban ser el Mesías. También informó de cuatro hambrunas graves entre los años 41 y 50 d.C., en las que muchas personas murieron de hambre. Informa de dos terremotos muy graves, uno durante el reinado de Calígula y el segundo durante el reinado de Claudio. Luego vino Nerón, que inició una gran persecución contra los cristianos. Jesús alude a esto «Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán» (Mateo 24:9-10).
Jesús habla de sus seguidores siendo perseguidos, siendo asesinados y traicionándose unos a otros. Esto ocurrió bajo Calígula y bajo Nerón también. El gran fuego que destruyó Roma fue supuestamente provocado por el mismo Nerón, pero para desviar la culpa acusó a los cristianos de provocar el fuego, lo que encendió un periodo de gran persecución. Incluso utilizó a los cristianos como antorchas humanas para iluminar jardines, y en su locura desató una horrible persecución contra los judíos, particularmente los que estaban en Roma. El mató a muchos de los lideres cristianos incluyendo a los Apóstoles Pablo y Pedro. Seguramente esto cumplió lo que Jesús les dijo a sus discípulos.
Jesús probó estar en lo correcto. Todo lo que dijo que pasaría, en realidad sucedió. Y sucedió de una manera significativa a las personas a las que Jesús dio estas advertencias. Él no estaba dando a sus discípulos del primer siglo una advertencia sobre lo que iba a suceder en el siglo XXI. Él estaba diciendo: «Tengan cuidado con lo que está sucediendo entre ahora y el momento en que Jerusalén sea destruida». Pero Él tenía mucho más que decir, incluyendo la advertencia de la aparición de «la abominación desoladora». Consideraremos esta enseñanza en el siguiente capítulo.
Capítulo Tres
La Gran Tribulación
En el año 168 a.C. el gobernante pagano Antíoco IV Epífanes tuvo la audacia de construir un altar pagano en el templo judío. En vez de sacrificar toros, cabras o corderos profanó el templo sacrificando un cerdo. Esto era el colmo de la blasfemia ya que los judíos consideraban que los cerdos eran inmundos. Esta profanación asquerosa provocó una de las revoluciones judías más importantes contra los invasores extranjeros.
Tenemos que entender lo importante que la santidad de Dios era y es para el pueblo judío. Los judíos creían que el templo era sagrado y santo porque el Santo de Israel habitaba allí. Para ellos este era el lugar más sagrado del mundo y profanarlo con sacrificios paganos era el mayor insulto que se podía infligir a Israel.
Los judíos fieles vieron en esta atrocidad el cumplimiento de una profecía encontrada en el libro de Daniel que se refiere a la «abominación de la desolación» o la «abominación desoladora» (Daniel 9:27; 11:31; 12:11). Jesús se apodera de este término mientras continúa en Su Sermón del Monte:
Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; [a] porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas. (Mateo 24:15-28)
La referencia a «la abominación desoladora» es misteriosa, pero crítica; es la señal suprema para indicar la cercanía del cumplimiento de estas profecías. La idolatría de Antíoco era ciertamente abominable pero este evento tuvo lugar en el pasado y Jesús se refiere a algo que tendrá lugar en el futuro. Entonces, ¿que tenía Jesús en mente?
En el año 40 d.C el Emperador Calígula de Roma ordenó que su propia estatua fuera construida y colocada dentro del templo. Puede imaginar lo que esto provocó al pueblo de Israel. Por la bondad providencial de Dios, Calígula murió antes de que esa profanación tuviera lugar
En el año 69 d.C., es decir,un año antes de la destrucción de Jerusalén y del templo ocurrió algo sin precedentes. Una secta de judíos radicales llamados zelotes tomaron por la fuerza el templo y lo convirtieron en una especie de base militar. Los zelotes eran un grupo de judíos apasionados por el derrocamiento violento de sus ocupantes romanos. Una vez que se apoderaron del templo cometieron todo tipo de atrocidades dentro de él sin respetar la santidad de Dios. El historiador Josefo expresó su apasionada denuncia de la horrible profanación que los zelotes cometieron contra el templo. ¿Era acaso esto lo que Jesús tenía en mente?
Otra posible interpretación podría ser la presencia de los estandartes romanos. Cuando los ejércitos romanos marchaban llevaban sus pendones con los estandartes romanos blasonados. Los judíos consideraban estas imágenes como idolátricas. La presencia de estos estandartes en el templo también se habría considerado una abominación.
Aunque es difícil estar seguro de que incidente en particular Jesús tenía en mente, lo que sí sabemos es que durante el asedio de Jerusalén su pueblo siguió sus instrucciones. Recuerde que Jesús dijo en el versículo: «Los que están en Judea huyan a los montes». Esta orden de Jesús habría sido completamente contraintuitiva para su audiencia. Cuando un ejército invasor llegaba, el procedimiento normal en el mundo antiguo era huir a la ciudad amurallada inexpugnable más cercana que pudieran encontrar. Por supuesto en Judea eso habría sido Jerusalén. Pero Jesús dijo a sus discípulos «Cuando todos estos eventos sucedan no vayan a Jerusalén. Vayan a los montes. Corran a las colinas» Esto es exactamente lo que sucedió en el año 70 d.C. Sabemos que alrededor de un millón de judíos fueron asesinados, pero los cristianos habían huido.
Jesús continúa sus instrucciones: «Que el que esté en la azotea, no descienda para tomar algo en su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo» (vs. 17-20). Obviamente este es un mensaje de urgencia. Sabemos que el pueblo judío tenía techos planos en sus casas con escaleras exteriores que subían a ellos. Usaban el techo como una especie de patio, un lugar para relajarse por la noche cuando el clima refrescaba. Jesús les está diciendo «No pierdan tiempo. Tan pronto como se den cuenta de la presencia de la abominación de la desolación salgan rápidamente. No hagan maletas. Si están en el campo no vuelvan a casa a buscar ropa extra. Lo que lleven puesto o lo que tengan en su mochila, tomen eso y olviden todo lo demás».
La nota de urgencia suena de nuevo en los siguientes versos. El tiempo era esencial, y simplemente es difícil ser ágil y rápida cuando estás embarazada o amamantando. Las temporadas de invierno son las más difíciles para la supervivencia al aire libre y que estas señales sucedieran en sábado hubiera sido un reto para los judíos debido a las prohibiciones de viajar largas distancias. Jesús les dice a sus seguidores que oren para que estas cosas no sucedan en el momento equivocado para que nada impida su escape.
Él continúa en los versículos 21-22: «Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados».
Flavio Josefo registra el hecho de que la agitación política en Roma, de hecho, acortó el asedio destructivo permitiendo más sobrevivientes de lo que normalmente se habría esperado. Basado en lo que sabemos de ese período de tiempo, parece claro que Jesús estaba hablando de un futuro cercano para su audiencia original, no de algo que sucedería siglos y siglos después.
Jesús entonces dice en los versos 23-24: «Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos». Existe una opinión muy extendida en la Iglesia de que Satanás es tan poderoso como Dios y está enfrascado en un duelo de milagros con Él; haciendo milagros para apoyar sus mentiras. Se cree que estos milagros podrían incluso engañar al pueblo de Dios. No creo ni por un segundo que Satanás alguna vez tuvo o tendrá la habilidad de realizar un milagro de buena fe. Las señales y maravillas de los falsos cristos y profetas, no son señales y maravillas auténticas al servicio de una mentira; sino más bien son señales y maravillas falsas. Son trucos diseñados para engañar.
Debemos preocuparnos por la opinión de que Satanás puede realizar milagros auténticos en la Iglesia. En el Nuevo Testamento los escritores apostólicos apelan a los milagros de Jesús y los Apóstoles como prueba de que ellos eran los verdaderos agentes de la revelación. Ellos eran la prueba visible de que Dios estaba con ellos. Pero si Satanás puede hacer un milagro, entonces la visión neotestamentaria de los milagros como medio para autentificar el mensaje evangélico se invalida. Cuando ocurre un milagro, ¿cómo puede usted saber si viene de Dios o de Satanás? Esto no significa que el pueblo de Dios no pueda ser timado con engaños.
Jesús prosigue en los versículos 26-28: «Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas». Cuando Jesús aparezca, este momento de juicio catastrófico será como un relámpago. Este relampaguea e instantáneamente atraviesa el cielo Ni siquiera hay tiempo de medir su duración.
Una de las razones por las que la profecía predictiva es tan difícil de interpretar es que las imágenes simbólicas son difíciles de entender. La forma más segura de interpretar las imágenes en la literatura apocalíptica es entender cómo esas imágenes se utilizan en toda la Biblia. Este principio puede ayudarnos, pero no siempre resuelve todas las dificultades. Aunque no podemos decir con certeza lo que Jesús quiere decir con esta última declaración, algunos de los mejores eruditos del Nuevo Testamento han sugerido una interpretación creativa. La mayoría de la gente ha visto cómo las aves carroñeras dan vueltas sobre un animal que ha muerto recientemente. Curiosamente, el símbolo principal del ejército romano era un águila. Tal vez Jesús está diciendo que Roma es como un ave de presa. Dios será el agente de castigo sobre su pueblo, y justo antes de que su ira se derrame, «las águilas» estarán dando vueltas.
Capítulo cuarto
La llegada del Hijo del Hombre
Se ha dicho que toda la historia de la filosofía no es más que una nota a pie de página de las teorías de Platón y Aristóteles. Cuando Platón fundó su academia en las afueras de Atenas, le movía una única pasión en su búsqueda de la verdad. Según él, esa pasión era «salvar los fenómenos». ¿Qué quería decir con eso? Platón buscaba la verdad objetiva que hace posible el estudio de la ciencia. Solo podemos comprender los datos o fenómenos observables, si tenemos una base segura sobre la que apoyarnos. Platón buscaba una teoría última que aclarase todos los misterios y enigmas de este mundo y por eso quería descubrir las ideas que explicasen los datos que nos llegan a través de nuestros cinco sentidos.
El célebre físico teórico Stephen Hawking ha anunciado que no necesitamos a Dios para explicar la creación. Su forma de salvar los fenómenos es afirmar lo que él llama «generación espontánea». Para él esto significa que el universo se creó a sí mismo. Pero es un mero disparate afirmar que algo puede crearse a sí mismo o puede llegar a existir por su propio poder.
¿Qué tiene que ver todo esto con el Sermón del Monte? En relación con el mismo, simplemente he intentado salvar los fenómenos. Intento construir un marco que nos permita dar sentido a las palabras de Jesús. Para ello consideremos lo que dice Jesús después de explicar las señales que vendrían justo antes de la destrucción de Jerusalén y del templo: «E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días». Nuestra sección para este capítulo podría ser la sección más difícil del Sermón del Monte. Jesús dice:
E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mateo 24:29-35).
Imagina estar con Jesús justo después de escuchar todo lo que dijo. Parece obvio que querrías preguntar «¿Cuándo sucederán estas cosas?» El deja claro que estas cosas no sucederán hasta que otros eventos específicos tengan lugar. Entonces usa la palabra «inmediatamente» para relatar lo que sucederá después. No dos mil años después sino inmediatamente.
Nuestra tarea interpretativa se hace aún más difícil en los versículos siguientes. Sabemos por los hechos de la historia que todas las cosas que Jesús predijo sobre la destrucción de Jerusalén se cumplieron. Pero ¿qué pasa con el versículo 29 que dice: «El sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor y las estrellas caerán del cielo»? Puede imaginarse cómo a los escépticos de la Biblia les encantaría utilizar este texto. Podrían decir fácilmente «¡Oh si! El templo ha desaparecido. Jerusalén fue destruida. Los judíos se dispersaron por todo el mundo. Pero el sol sigue brillando, y la luna sigue allí por la noche, y este calamitoso retrato de todas estas perturbaciones astronómicas que iban a acompañar la venida del Hijo del Hombre no tuvo lugar. Por lo tanto, la predicción de Cristo no se cumplió». Se pone peor cuando leemos lo que Jesús dice en los versículos 33-34: «Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca».
Existen muchos eruditos por los que tengo el mayor respeto que llegan a conclusiones muy extrañas cuando tratan este texto. Intentan de todas las maneras imaginables sacar esta parte de la predicción de Jesús del contexto en el que la encontramos; pero parece claro que Jesús quiso hablar de todas estas cosas como una unidad. Entonces, ¿cómo debemos entender este texto?
Tenemos varias opciones. Una es apelar al principio de los cumplimientos primarios y secundarios de las profecías. Cuando las profecías se hacen, pueden tener un cumplimiento inicial dentro de un marco de tiempo de una generación y luego tener un cumplimiento final muchos años después. Esta es una posibilidad real. Pero incluso si ese es el caso, todavía nos queda el problema de explicar la descripción del sol siendo borrado y todo el resto de estas perturbaciones astronómicas. No hay registro de que estas cosas ocurran
Otro enfoque es considerar el marco temporal. Frases como «esta generación no pasará» o palabras como «inmediatamente» pueden tomarse no literalmente, sino figurativamente. Muchos comentaristas prefieren este enfoque ya que creen que la referencia a «esta generación» es una referencia figurativa a cierto tipo de gente y no se refiere realmente a un marco temporal aproximado de cuarenta años. Además, muchos entenderían que las referencias de Jesús a Su regreso también son figurativas.
Parece que una pregunta clave que deberíamos hacernos es ¿Cómo se describen normalmente las referencias temporales en la Biblia? ¿Se describen normalmente en sentido figurado o literalmente? Más práctico aún para esta discusión, ¿cómo suelen describirse las predicciones del juicio cósmico de Dios? ¿Literal o figurativamente?
Existe un patrón útil en la profecía del Antiguo Testamento demostrado en los capítulos 13 y 34 de Isaías. Allí leemos descripciones vívidas del juicio divino sobre Babilonia y el Edén que realmente ocurrieron en la historia. Cuando los profetas describieron el juicio de Dios dijeron cosas como: «Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor» (Is. 13:10) y «Todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera» (Is. 34:4). Suena muy parecido al lenguaje de Jesús ¿no es así?
El lenguaje del juicio divino se comunica frecuentemente por medio de metáforas y figuras. Amós 5:20 dice «¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?».
A lo largo del Antiguo Testamento hay varias advertencias proféticas a Israel sobre el juicio de Dios. El libro de Ezequiel se destaca como un ejemplo primario. Ezequiel contiene algunas de las porciones más extrañas de la Escritura como la descripción en el capítulo 1 del merkabah giratorio, la rueda dentro de la rueda. Muchos creen que esto es una referencia al carruaje-trono de Dios que lo lleva a diversas partes del mundo para traer juicio. Este tipo de lenguaje fue usado entre Elías y Eliseo en 2 Reyes 2:12: «Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio» Cuando Dios quitó Su gloria de Jerusalén en Ezequiel 10 la nube shekinah fue acompañada por el carruaje del juicio de Dios. En Mateo 24, el mismo tipo de lenguaje es usado por Jesús cuando advierte a Su pueblo de lo que está por venir.
Jesús dice en el versículo 30: «Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo». No conozco a ningún comentarista del evangelio de Mateo que hable con certeza dogmática sobre la verdadera naturaleza de esta señal. Pero hay algunas observaciones extrañas en los escritos del historiador judío Josefo, sobre ciertas señales que se observaron entre los años 60 y 70 d.C., una de las cuales fue un cometa ardiente que cruzó el cielo. Consideremos un pasaje extraordinario de sus escritos. Parece tan extraño que Josefo da la impresión de que era reacio a registrar este evento.
Además de estas [señales en el cielo] unos días después de la fiesta, en el día uno y en el día veinte del mes, un cierto fenómeno prodigioso e increíble ocurrió o apareció. Supongo que el relato de ello parecería ser una fábula, si no fuera narrado por aquellos que lo vieron y no fueran los eventos que le siguieron de una naturaleza tan considerable como para merecer tales señales; porque antes de la puesta del sol, carros y tropas de soldados en sus armaduras fueron vistos corriendo entre las nubes y rodeando ciudades.
Asimismo, en esa fiesta que llamamos Pentecostés, cuando los sacerdotes iban de noche al interior del [atrio del templo], como era su costumbre, para realizar sus sagradas ministraciones, el sacerdote dijo que en primer lugar sintieron un temblor y oyeron un gran ruido, y después oyeron un sonido como de una gran multitud que decía: «Vámonos de aquí».
Así que los sacerdotes y multitud de otras personas testificaron que los mismos carros que rodearon la ciudad también aparecieron en las nubes con multitudes de soldados celestiales. Probablemente estaríamos justificados en llamarlos ángeles. Entonces se oyó una voz audible desde el cielo diciendo «Vámonos de aquí». Es casi exactamente el mismo fenómeno que tuvo lugar cuando Dios dejó Jerusalén en tiempos de Ezequiel (Ez. 10).
Me parece que la lectura más natural de Mateo 24:29-35, sería que todo lo que Jesús dijo que pasaría ya ha ocurrido en la historia. Él no se refería a un cumplimiento futuro desde nuestro punto de vista. Él se refería a un juicio sobre la nación de Israel que ocurrió en el año 70 d.C.
Capítulo V
El día y la hora
Imagínate que a las cuatro de la tarde te llama un ladrón y te dice: «Para que las cosas sean justas, quería avisarte de que esta noche a las ocho voy a entrar en tu casa y te voy a robar a ciegas». Si le tomaras en serio, ¿qué harías? Tendrías a todo el departamento de policía esperando al ladrón y probablemente te armarías para proteger a tu familia y tus posesiones. Jesús habla de algo parecido en el Sermón del Monte.
Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada. Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis (Mateo 24:36-44)
La trama se complica a medida que llegamos a esta porción del Sermón del Monte, y las dificultades de interpretación no disminuyen en lo más mínimo. Jesús parece estar cambiando su énfasis en este punto del texto. Algunos comentaristas creen que hasta el versículo 35, Jesús había estado hablando simplemente sobre la destrucción de Jerusalén. Pero en este punto del texto, Él cambia su atención a las cuestiones relativas a su venida final en el momento de la consumación de su reino. Otros argumentan que, incluso los pasajes anteriores que se refieren a su venida en gloria no se referían a su venida en el año 70 d.C., sino a su venida culminante al final de la historia. Otros sostienen que Jesús está siguiendo un patrón profético del Antiguo Testamento.
A menudo con la profecía del Antiguo Testamento habría un cumplimiento cercano, pero también un cumplimiento final en el futuro. Este pasaje en particular también ha sido visto como una refutación a mi posición de que estos asuntos ya han tenido lugar en el pasado.
Es importante recordar que todo este discurso fue provocado por el anuncio de Jesús de que el templo sería destruido en Jerusalén. A la luz de este anuncio los discípulos le hicieron dos preguntas. Primero: «¿Cuándo serán estas cosas?», y segundo: «¿Qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?».
Sería mucho más fácil si Jesús hubiera respondido a la primera pregunta con las señales que da ―hambrunas, terremotos y guerras― y luego hubiera terminado diciendo «Esta generación no pasará hasta que sucedan todas estas cosas» (v.34) y solo entonces hubiera pasado a hablar de su venida. Desgraciadamente para la tarea de interpretación dice «todas estas cosas». La mayoría creería que «todas estas cosas» se refiere a los tres eventos: la destrucción del templo, la destrucción de Jerusalén y la venida de Cristo. Este es el tema que ha provocado tanto escepticismo y críticas tanto a Jesús como a la confiabilidad de la Biblia.
Estoy sorprendido por este escepticismo. Mi entendimiento de las palabras de Jesús es que esencialmente está diciendo: «Puedo decirles que todas estas cosas van a suceder dentro de los próximos cuarenta años, pero no sé qué año, mes, día u hora». En el capítulo uno, usé la ilustración de predecir la desaparición de los Estados Unidos dentro de doce meses, pero no saber el día o la hora específica de ninguna manera niega la veracidad de la predicción. Por lo tanto, lo primero que vemos en este texto es que Jesús no se retracta de su primera predicción sobre el cumplimiento de las cosas que profetizó.
Además, muchos lectores se molestan cuando Jesús dice que no sabe el día ni la hora. Si ese es el caso, ¿cómo podría saber que sería dentro de cuarenta años? Se requeriría un conocimiento sobrenatural para poder predecir la destrucción del templo y de Jerusalén con una precisión tan asombrosa. ¿Por qué sus habilidades sobrenaturales se limitarían a generalidades? ¿Por qué Jesús no puede darnos detalles más específicos?
Esto no es un gran problema si tenemos una comprensión ortodoxa de la encarnación. El Concilio de Calcedonia en el año 425 d.C. reconoció claramente la naturaleza misteriosa de la encarnación, al confesar que Cristo tiene dos naturalezas ―divina y humana― en una sola persona. Los seres humanos somos incapaces de comprender exhaustivamente cómo las dos naturalezas de Jesús están unidas en una sola persona. Pero Calcedonia definió claramente los límites de nuestra especulación sobre el misterio de la encarnación. El Concilio afirmó que Jesús es vera homo vera deus, es decir, «verdaderamente hombre y verdaderamente Dios».
Su verdadera humanidad está unida a la verdadera deidad de la segunda persona de la Divinidad. El límite que el Concilio estableció se ve en la insistencia del Credo de Calcedonia, en que esta unión fue sin mezcla, confusión, separación o división. Cada naturaleza retuvo sus propios atributos. Esto significa que la encarnación no resultó en una única naturaleza mixta, donde la deidad y la humanidad se mezclan de tal manera que lo divino no es verdaderamente divino y lo humano no es verdaderamente humano resultando en un tertium quid,‘una tercera cosa’ que no es ni Dios ni hombre sino algo más. El Concilio fue muy cuidadoso al insistir en que cada naturaleza de Jesús retuvo sus propios atributos. Una naturaleza humana deificada ya no es humana y una naturaleza divina humanizada ya no es divina. Pero en la encarnación, los atributos de deidad permanecen en la naturaleza divina y los atributos de humanidad permanecen en la naturaleza humana.
Existen momentos en el ministerio terrenal de Jesús en que Él claramente manifiesta su naturaleza humana. Por ejemplo, Él estaba hambriento, cansado y susceptible al dolor físico. Ya que Jesús era un verdadero ser humano y su naturaleza humana no poseía omnisciencia. Por otro lado, la naturaleza divina frecuentemente comunicó conocimiento sobrenatural a la naturaleza humana de Jesús. Hubo veces que Jesús habló cosas que ningún ser humano podría saber. Pero esta verdad no significa que la naturaleza divina comunicó todo a la naturaleza humana. Así que Cuando Jesús dice: «No sé el día ni la hora», está hablando de su humanidad. La naturaleza humana no es omnisciente. Según su humanidad Jesús sabía que el marco de tiempo para sus profecías sería dentro de cuarenta años, pero no el resto de los detalles. Nos creamos muchos problemas cuando intentamos deificar la naturaleza humana de Jesús y en este caso la naturaleza humana de Jesús sabía el marco de tiempo general de la generación, pero no el día ni la hora.
Jesús continúa describiendo las circunstancias de su venida. No estoy seguro de si está hablando simplemente del juicio de Jerusalén o también de lo que ocurrirá en el momento de su aparición final, pero en cualquier caso hay un sentido de advertencia y urgencia. Dice en el versículo 37: «Mas como los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre» ¿Qué tienen en común Noé y Jesús?
Dios le dijo a Noé del diluvio que se avecinaba y le ordenó a Noé que se pusiera a trabajar en la construcción de un arca. ¿Te imaginas cómo sus amigos deben haberle ridiculizado? Sin embargo, Noé siguió martillando mientras la gente seguía riendo sin prestar atención al juicio que se avecinaba. En los días de Noé la gente habría estado comiendo y bebiendo, casándose y siendo dados en matrimonio hasta el día en que Noé entró en el arca y comenzó a llover. Todos los burlones se dieron cuenta muy pronto que Noé sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Hoy el mundo entero está lleno de gente que se burla como los críticos de Noé. Nuestro Señor advierte que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas, pero nadie sabe cuándo esto ocurrirá. Pero estamos tranquilos comiendo y bebiendo y nos burlamos de aquellos que advierten del juicio de Dios. ¿No es Dios un Dios de amor después de todo? Como fue en los días de Noé, así será en la venida del Hijo del Hombre y el juicio de Dios caerá cuando nadie lo esté buscando o esperando.
Jesús dice en los versículos 43-44: «Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis».
Muchos han intentado predecir la hora del regreso de Jesús, pero todos se han equivocado. Jesús no nos da un calendario, sino que dice: «Estad preparados. Velad». En otro lugar termina preguntando: «Peo cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lucas 18:8). Jesús se refiere a Su regreso final. Si Él viene antes de que yo muera quiero asegurarme que El encuentre fe en mí. Si Él viene ahora o si tu vas a Él al morir habrá un ajuste de cuentas y un juicio del que ningún humano puede escapar. Necesitamos estar listos. Necesitamos estar preparados. Necesitamos estar vigilantes.
Capítulo Seis
Los siervos fieles y malvados
Imagina que vas a cenar y ordenas tu comida y el mesero te dice: «Esa es una buena selección. Desafortunadamente estamos un poco atrasados en la cocina en este momento; pero si eres paciente, tendremos tu cena preparada a tu gusto en algún momento dentro de las próximas tres horas». No creo que estarías muy contento con eso. A nadie le gusta. Estamos acostumbrados a esperar de diez a veinte minutos para comer, pero si la espera se acerca a una hora, incluso en un buen restaurante, podemos preguntar al encargado si hay algún problema. Si nos dejan esperando más tiempo, sabremos con certeza que algo va mal. Alguien no está haciendo su trabajo.
Al concluir el discurso, Jesús habla del siervo fiel que ejecuta sus deberes bien y a tiempo, y del siervo malvado que no lo hace. Jesús ha estado advirtiendo a sus discípulos que velen diligentemente por su regreso. Consideremos el resto del capítulo:
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes. (Mateo 24:45-51).
Cuando estudiaba en el seminario, uno de los profesores era el Dr. Markus Barth, hijo del famoso teólogo suizo Karl Barth. Recuerdo que me quedé asombrado cuando Markus Barth elaboró un documento académico de doscientas páginas sobre las primeras palabras de la carta de Pablo a los Romanos: «Pablo, siervo de Jesucristo». Se han escrito muchos tomos sobre la palabra Jesucristo, pero lo que me asombró fue que el manuscrito de Barth se centraba en la palabra siervo.
La palabra que Jesús usa y que se traduce como «siervo» a veces se traduce como «esclavo». La gente tiene una reacción negativa a esa palabra, pero la gran ironía de la enseñanza del Nuevo Testamento, es que nadie llega a ser verdaderamente libre hasta que se convierte en esclavo de Jesucristo. Todos nosotros somos esclavos de un tipo u otro. O somos esclavos de Cristo o esclavos del pecado. No hay otra opción para la humanidad.
Una de las metáforas favoritas de Pablo sobre el estatus del cristiano en Cristo es: «No sois vuestros» (1 Co. 6:19). ¿Qué quiere decir con eso? Pablo quiere decir que los cristianos nunca pueden considerarse autónomos. Continúa explicando que no somos nuestros porque hemos sido comprados por un precio (v. 20). Jesús pagó el precio de nuestra salvación. La metáfora de Pablo es vital para la vida cristiana.
Jesús pregunta: «¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente?» Se trata de una cuestión de fidelidad ¿Quién es un siervo fiel? Es un término extraño utilizado para referirse a un siervo que está bajo la completa propiedad de otro. Pero el significado más simple de un siervo fiel, es uno que está lleno de fe, en quien se puede confiar y que es leal a su dueño.
Jesús continúa diciendo en el versículo 45: «¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?». El amo se fue de viaje y llamó a uno de sus siervos para que fuera el mayordomo de la casa mientras él estaba fuera. Este amo puso a su siervo a cargo de todos los asuntos de la casa. Notamos que Jesús enfatiza que la puntualidad es importante. Jesús habló del siervo fiel que era responsable no solo de proveer la comida sino también de proveerla a tiempo. Dijo que este siervo sería bendecido si el amo lo encontraba haciendo su trabajo cuando regresara. El buen siervo, el siervo fiel y sabio, es el que hace lo que su amo le pide que haga. Jesús dice en el versículo 47: «De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá». El amo dará al siervo aún más responsabilidad y estima, porque ha sido fiel en las cosas que se le han dado. Esto hace eco de las palabras de Jesús en Lucas 16:10, de que el que quiera que se le dé más responsabilidad en el reino debe ser primero fiel en las cosas pequeñas.
Jesús describe entonces al siervo malvado en los versículos 48-51: «Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes». Aquí el siervo malo está teniendo un diálogo interno. Él piensa «Mi señor se ha ido. ¿Quién sabe cuándo regresará? ¿Quién sabe si alguna vez volverá? ¡Es hora de la fiesta! Mi amo se ha retrasado y puedo hacer lo que quiera».
Puede que no te identifiques del todo con el siervo malvado pero la mayoría de nosotros tenemos trabajos y jefes. ¿Cómo trabajas cuando nadie está observando? ¿Cumples tus obligaciones? ¿Estás comprometido con la responsabilidad que se te ha dado? ¿O acaso cuando no hay un supervisor que te vigile aprovechas el vacío de supervisión y haces lo que te da la gana?
¿Por qué nuestro comportamiento cambia cuando no hay nadie viendo? ¿Por qué las empresas tienen relojes en los que los trabajadores tienen que fichar cada día? ¿Por qué no podemos esperar simplemente que la gente venga a trabajar y se vaya cuando se supone que debe hacerlo? Es por el pecado. Es porque tenemos tendencia a comportarnos de una manera cuando nos vigilan y a actuar de forma diferente cuando estamos libres de supervisión. Consideremos la parábola del hijo pródigo en Lucas 15:11-32. ¿No es interesante que el hijo se llevara la herencia de su padre a un país lejano para despilfarrarla? Lo hizo porque nadie le conocía en el extranjero. Nadie le vigilaba. Podía estar libre de toda restricción.
El siervo malvado no es ni fiel ni sabio. Es como el necio en el Salmo 53:1, que dice en su corazón: «No hay Dios». El autoengaño más grave y fatal de los malvados es su creencia de que Dios no los juzgará. La Biblia nos dice que Dios es tolerante y paciente. La razón de esta bondad y misericordia es darnos tiempo para arrepentirnos y volvernos a Cristo. Pero nunca debemos asumir que la graciosa paciencia de Dios significa que Él no nos pedirá cuentas. Muchos están tentados a pensar de esta manera y en este pasaje Jesús se dirige a aquellos que asumen que el Maestro nunca regresará. Ellos piensan que esto les da licencia para hacer lo que quieran. Sin supervisión. Sin fidelidad. Sin confianza. Sin sabiduría.
El amo del siervo vendrá un día en que el siervo no lo esté buscando y a una hora de la que no esté enterado. Y el amo le dirá al siervo fiel: «Te dejé con una responsabilidad. Te bendije. Te di un estatus alto en mi reino con responsabilidad incrementada». Pero para el esclavo malvado no habrá nada más que juicio y separación de la casa del amo. La respuesta del esclavo malvado será llanto y crujir de dientes.
¿Alguna vez has visto a una persona llorar y crujir los dientes? Una vez conocí a un hombre que fue atrapado en un pecado muy grave. Empezó a llorar, gemir y sollozar y nada podía consolarlo. Cuando su llanto estaba llegando a su fin dijo: «¿Cómo pude haber hecho esto? ¿Por qué hice esto?» Esta va a ser la escena de aquellos que han ignorado a su Maestro.
Así que la pregunta obvia es; ¿Qué estarás haciendo cuando Él venga? ¿Te encontrará fiel? No casualmente u ocasionalmente sino todo el tiempo. Cristo nos ha comprado para Él y Él nos ha dado una tarea para realizar si podemos verlo físicamente o no. Que Él nos encuentre fieles cuando venga.
[1] Nota del Traductor: Dieciséis pies de largo equivalen a 4,88 metros y ocho pies de alto equivalen a 2,43 metros.
[2] Nota del Traductor: En la versión en inglés King James se traduce «fin de los tiempos».
[3] N. del T.: El equivalente a 45,72 metros de altura.