Perspectivas de la Salvación: Contrastando el Legalismo, el Antinomianismo y el Evangelio Bíblico a través de la Oración
Traductor: Juan Flavio de Sousa

El discurso teológico en torno a las doctrinas del legalismo, el antinomianismo y el Evangelio es de suma importancia. Este breve ensayo pretende aclarar las distinciones entre estos tres conceptos examinando las actitudes subyacentes de los individuos pertenecientes a cada categoría durante el proceso de salvación, utilizando las oraciones como medio para transmitir sus respectivas disposiciones. A continuación, se presentan tres ejemplos en los que se utiliza la oración para contrastar dos falsas interpretaciones del Evangelio con una verdadera:
1) Señor, he abandonado mi pecado, he entregado mi vida a ti, ahora acéptame. (Legalismo)
2) Señor, sálvame de la culpa del pecado, pero por favor déjame bajo su poder. (Antinomianismo)
3) Señor, no puedo salvarme a mí mismo. Rescátame tanto de la culpa como del poder del pecado. (Posición bíblica)
- Legalismo
El legalismo se refiere a una comprensión errónea del Evangelio que pone un énfasis excesivo en la observancia de leyes religiosas y códigos morales como medio para ganarse el favor de Dios y alcanzar la salvación. Este enfoque tiende a fomentar el fariseísmo y disminuye el papel esencial de la gracia de Dios en el proceso de redención. Una oración ilustrativa en este contexto es: «Señor, he abandonado mi pecado, te he entregado mi vida, acéptame ahora».
En esta oración, el suplicante parece suponer que sus acciones, a saber, la renuncia al pecado y la entrega a Dios, son motivo suficiente para la aceptación divina. Esta noción es contraria a los principios centrales de la Biblia, que subrayan la naturaleza indispensable y exclusiva de la gracia de Dios para asegurar la salvación. Como declara Pablo en Efesios 2:8-9: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe».
- Antinomianismo
El antinomianismo representa otro error teológico, caracterizado por el rechazo de los mandamientos de la Biblia como irrelevantes para la relación del creyente con Dios. Esta perspectiva a menudo conduce a una actitud descuidada hacia el pecado y a un desprecio por el poder transformador del Evangelio en la vida del creyente. Una oración que podría ser indicativa de antinomianismo es: «Señor, sálvame de la culpa del pecado, pero por favor, déjame bajo su poder».
Esta oración ejemplifica un anhelo de salvación de las consecuencias del pecado (la ira de Dios) sin un deseo acompañante de que Cristo santifique activamente al suplicante liberándolo de la esclavitud del pecado. Los individuos que desean la liberación de la culpa, pero no buscan la gracia de Dios para liberarse del poder del pecado, esencialmente expresan un deseo de evadir el castigo mientras persisten voluntariamente en las mismas acciones que necesitaron la muerte sacrificial de Cristo en primer lugar. Mostrar tal actitud en el momento de la salvación pasa por alto un elemento esencial del Evangelio, que ofrece liberación tanto de la culpa como del poder del pecado. Esta percepción errónea hace caso omiso de la doble obra del Espíritu Santo en la regeneración, durante la cual los que se convierten anhelan que Cristo los justifique y los santifique. Pablo enfatiza esto en 1Corintios 6:11, declarando, «Y esto erais algunos; más ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios».
Se puede encontrar más apoyo para esta perspectiva en 1Corintios 1:30-31, que declara: «Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor». A la luz de estos pasajes, reconocemos que es esencial buscar todos estos aspectos de la salvación en Cristo, y no en nosotros mismos, reconociendo nuestra total dependencia de Él para una liberación completa. Es insuficiente limitarse a buscar a Cristo para el perdón de los pecados mientras se mantiene el deseo de persistir en nuestra antigua forma de vida, ya que este enfoque hace caso omiso del poder transformador del Evangelio y de la obra santificadora del Espíritu Santo en la vida de un creyente.
- El Evangelio
En contraste con el legalismo y el antinomianismo, la respuesta bíblica al Evangelio implica un reconocimiento de la incapacidad humana para alcanzar la salvación a través de esfuerzos personales y una confianza incondicional en la gracia de Dios para rescatar tanto de la culpa como del poder del pecado. Una oración que ejemplifica esta postura es: «Señor, en mi impotencia para salvarme, te imploro en Tu gran misericordia que me libres de la culpa y del dominio del pecado en mi vida».
Esta oración encierra la comprensión básica de alguien que realmente entiende el Evangelio, pues reconoce la total confianza del creyente en Dios para una salvación integral que abarca todos los aspectos de la liberación del pecado. Se hace eco del mensaje esencial de la Biblia, que subraya la necesidad de la gracia de Dios en todos los aspectos de la vida cristiana. Como proclama Jesús en Juan 15:5, «Yo soy la vid; vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer».
En conclusión, la Biblia ofrece un rico marco teológico que diferencia el Evangelio de las distorsiones del legalismo y el antinomianismo. Al examinar estos conceptos a través de la lente de la oración, se hace evidente que una comprensión bíblica de nuestra respuesta al Evangelio implica un humilde reconocimiento de la insuficiencia humana y una firme confianza en la gracia de Dios para la salvación y la santificación. Esta exposición sirve de catalizador para seguir explorando y reflexionando sobre las enseñanzas bíblicas, con la esperanza de inspirar a los creyentes a profundizar en su comprensión del Evangelio, a protegerse de las trampas del legalismo y el antinomianismo, y abrazar el poder transformador de la gracia de Dios en sus vidas.